CAPÍTULO 14
Zoey miraba tranquilamente la televisión, cuando de la puerta se comenzaron a escuchar fuertes golpes.
Se levantó de su sofá con rapidez y caminó hasta la mirilla en la puerta. Era Alex. Inmediatamente después de abrir la puerta, Alex entró con rapidez y sin decir nada.
—¿Hola?— Preguntó al ver que no reaccionaba y no dejaba de buscar en las habitaciones.
—Zoey, ¿está Rob?— Preguntó bastane frenético.
—Salió a buscar información sobre el cargamento, me dijo que me quedara.
—Está bien, entonces tú ayúdame.
—¿Qué te sucede?, parece que te estuvieran persiguiendo.
—Creo, creo que tal vez lo hacen— Miraba a través de la ventana, escondido en la cortina.
—¿Qué?
—Cuando acompañé a Becca a su casa, alguien me seguía, alcancé a verlo y lo perseguí, logró escapar. Pero por las prisas, dejó atrás esto.— Le entregó la fotografía, y ella abrió los ojos.
—Mierda— Dejó escapar al ver la imagen.
—Lo sé
—¡Mierda!
—¡Lo sé!
—Esto es malo, podría averiguar quienes somos. ¿Lograste ver quien era?
—No, tenía puesta una capucha, y sólo lo vi correr.
—Está bien, no entremos en pánico— Chasqueaba los dedos pensando en lo próximo que harían.—¡Tengo una idea!—Subió las escaleras a toda prisa, y después de unos minutos, bajó con un pequeño maletín plateado.
—¿Qué planeas, salir de la ciudad?— Zoey hizo casi omiso del comentario de Alex, y caminó hasta la puerta.
—Llévame al lugar en el que lo viste.
Después de un tiempo Alex y Zoey llegaron a la misma calle en donde él había perseguido al sujeto misterioso.
Zoey abrió el maletín, y adentro había decenas de extraños aparatos colocados cuidadosamente en un fondo de terciopelo negro. Tomó un objeto que parecía un teléfono pero bastante más ancho. Presionó un par de teclas, y de la pantalla del objeto comenzó a salir un rastro de huellas en forma de manchas de calor.
—Muchas personas han pasado por aquí, nos tomaría una eternidad saber quien te siguió.
—¿Por qué no escaneas la fotografía?
—Ya lo hice, sea quien sea tu acosador, toma sus precauciones, no dejó rastro de ADN.— Alex se alarmó ante la situación, pero al instante recordó algo que sería s provecho para ellos.
—Creo que ya sé como podemos encontrar su rastro.— Nuevamente caminaron un par de calles hasta llegar al lugar en donde aquél extraño misterioso a escapó por una reja. Zoey escaneó el lugar, y efectivamente había un ligero pero perceptible rastro de calor que conducía hasta un callejón. Sin arruinar el rastro siguieron las huellas y llegaron hasta un edificio abandonado, el lugar estaba completamente en la ruina, no parecía haber nadie en el lugar, pero por alguna razón las manchas los conducían hasta ahí.
Subieron por unas escaleras que producían un rechinido a cada paso, hasta llegar al piso de arriba, parecía que anteriormente hubo ahí una habitación, ahora estaba completamente vacía, o eso pensaron.
Zoey encendió una linterna, y en aquel lugar el terror los invadió, en los muros había una gigantesca colección de cientas de fotografías en donde no sólo Alex aparecía, sino también Zoey y repentinamente Rob. Todas las fotos fueron tomadas de una manera en que ellos no se percataron, y por esa razón en todas salían de una forma natural.
—Creo que mojé mis pantalones.— Dijo Alex sin poder creerlo ciertamente era aterrador.
—Debemos destruir esto, y buscar al responsable de tomar las fotos.— Volvió a abrir el maletín y tomó un dispositivo parecido a una lata de color plateado.
—¿Qué es eso, qué haces?— Preguntó y ella insertó es dispositivo en la pared.
—Lo llamo el quemador— Y en un instante, toda la pered llena de fotografías se cubrió de la misma sustancia ácida con la que eliminó el rastro de sangre de Alex aquella vez. Y nuevamente, toda la evidencia fue borrada y sin dejar rastro.
—Creí que haríamos volar el lugar— Se rió de manera nerviosa.
—Podemos hacerlo
—¡No!, sólo vámonos ya, este sitio me produce escalofríos.
A la mañana siguiente, Alex despertó con una sensación de alivio, aún no tenían idea de quien era el acosador, pero ya habían echo un avance. Su madre había dejado una nota pegada al refrigerador, se había ido a almorzar junto a Trevor, pero ya había algo preparado para él.
Tomó el desayuno, se dio un baño, y salió directamente a la escuela, no se encontró con Milton en el trayecto. Y para cuando llegó al salón él ya estaba ahí, al igual que Becca. El día comenzó a transcurrir de forma tranquila, entonces llegó Verónica, y fue cuando el día se volvió interesante.
—Hola muchachos— Saludó ella y se sentó. Tenía un atuendo muy formal que constaba de un saco y un pequeño vestido de color tinto, todo haciendo juego con unas gafas que la hacían ver mucho más atractiva.—Les tengo una mala noticia, hoy tengo que hacerles un examen de parte del señor Ross.— Casi todos en el aula de quejaron y presentaron su inconformidad.—Lo siento chicos, pero no fue mi idea— Se levantó y comenzó a repartir los exámenes por todo el salón, le entregó el suyo a Alex, y ligeramente rozó su mano en la suya, él se estremeció pero intentó no darle importancia.
—Pueden empezar.— En menos de diez minutos todos estaban concentrándose en lo suyo escribiendo sin parar, pero Alex no podía concentrarse, tenía la sensación de sentirse observado, volteó lentamente hacia adelante, y ella lo estaba mirando, llegó un momento en el cual sus miradas de cruzaron directamente. Verónica bajó ligeramente sus gafas con una sonrisa, y lentamente comenzó a mover su lengua por sus labios, para culminar guiñándole un ojo. Ciertamente su corazón se iba a salir de lo rápido que estaba latiendo. Bajó la mirada para intentar responder su examen.
—Muy bien chicos, se acabó el tiempo— Se levantó y empezó a recoger los exámenes, para cuando llegó con Alex, su hoja estaba en blanco.— Hablaré contigo después de clase.— Tomó su examen. El resto del día ni siquiera decía una palabra, solamente estaba sentado en su butaca sin dejar de mirar el reloj. Dieron las ocho en punto y sonó el timbre.
—Nos vemos muchachos, tú espera Alex, necesito hablar contigo.
Para cuando todos se fueron sólo estaban ellos dos, callados uno al otro, pero Verónica no dejaba de sonreír de manera extraña.
—¡Quieres por favor decir algo!— Alex no aguantó la presión y estalló. Pero la suplente no dijo ni una palabra, solamente se levantó, caminó hacia él y lentamente comenzó a desabotonar su saco y camiseta, terminando con sus pechos al aire. Se sentó en las piernas de Alex, tomó su mano y la posó en su seno.
—Hazme tuya ahora— Dijo ella con una sonrisa pícara, y lo besó de una manera extremadamente erótica. Alex estaba paralizado, no tenía control de si, no podía moverse, sólo sentir el calor de la mujer y su forma de agitar su lengua en su boca. Verónica hizo levantar a Alex y con rapidez comenzó a quitarle su chaqueta y playera. Una vez que el torzo de Alex estaba descubierto, la mujer se inclinó contra su pupitre y comenzó a bajar su ropa interior. Para cuando la delgada braga cayó al suelo, Alex caminaba sin emociones hacia ella tomándola de la cintura.
—No...— Susurró él.— Pero ella instantáneamente se volteó y envolvió su cuerpo con sus piernas.
—No te preocupes, yo lo haré por ti.— Gimoteó con rapidez, y nuevamente besó de manera desesperada e incontrolable a Alex, pero en ésta ocasión el beso fue todo menos placentero, ésta vez sentía como si su boca a llenara con un calor insoportable.
—¡No!— Alex la apartó con fuerza e intentó salir del aula con rapidez. Pero entonces algo atrapó su brazo; Era un látigo de cuero negro. Volteó hacia Verónica y la observó, ella portaba el látigo, jaló con fuerza e hizo que Alex cayera al suelo y lo arrastró hasta llegar con ella. Verónica se lanzó cayendo en su torzo, rápidamente de la falda que aún conservaba sacó un cuchillo delgado y afilado.
Rápido lo dirigió a su pecho, pero él lo tomó con fuerza antes de que pudiera hacerle daño. La mujer soltó el cuchillo y se deslizó tomando nuevamente el látigo, Alex ya había corrido a su mochila buscando el demoledor, pero ella lanzó un latigazo que cortó su espalda. Alex cayó al suelo mientras gritaba y se retorcía.
—¡Diablos! En verdad quería divertirme antes de acabar contigo, es una lástima, en verdad me gustas— Caminó hacia él haciendo reventar el látigo contra el suelo. Y nuevamente golpeó su espalda haciéndolo gritar como nunca, siguió arrastrándose hasta llegar a su mochila, y cuando ella lo iba a golpear nuevamente, tomó el bastón y la serpiente de cuero se enroscó en éste. Alex jaló a la mujer y la hizo caer para recibirla con un puñetazo en el rostro.
Se levantó con la espalda cubierta de sangre y ella se quejaba en el suelo, ella levantó la vista, tenía la cara deformada, se levantó lentamente con esa sonrisa y su rostro aterrador. Con sus delgados dedos agarró su barbilla, y con rapidez desprendió de su rostro una prótesis facial, como una segunda cara.
—¿Tú?— Preguntó Alex completamente anonadado y a la vez aterrado. Era aquella mujer rubia de la noche del club.
Ella nuevamente lanzó un golpe con su látigo, pero Alex se agachó, se deslizó a través de las butacas hasta llegar a su mochila, y con toda la prisa del mundo comenzó a buscar.
El látigo atrapó su brazo, pero él ya tenía en sus manos el comunicador.
—¡Rouge!— Fue lo que logró gritar, y la rubia nuevamente lo arrastró hacia ella y lo pateó en el rostro.
—¡Muy bién niño, basta de juegos!— Tomó nuevamente su cuchillo, alzó la mano en el aire, y una flecha se incrustó en ella. Viper gritó al sentir la flecha atravesando su mano, volteó con horror y Zoey preparaba una segunda flecha.
Disparó y en el trayecto ésta se dividió en dos pedazos, los cuales estaban unidos por un cable muy delgado y a penas perceptible. El cable apresó a Viper y la hizo caer.
—¡Suéltame sucia perra, o sabr...!— Rouge le soltó un contundente puñetazo que la hizo caer incosiente al suelo.
—Idiota— Volteó a ver a Alex que no dejaba de sangrar en el suelo.—Muy bien, creo que voy a tener que seguirte a todas partes, no sabes cuidarte sólo.— Pasó su brazo a través de su cuello y lo ayudó a caminar.— Papá, trae el auto, creo que será una larga noche.— Terminó la llamada del comunicador y ambos salieron del aula.
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