CAPÍTULO 7
Corrieron durante casi una hora, incluso el sol ya se ocultaba, pero no pararon, hasta que Kai los llevó a una calle completamente normal y ahí, se detuvieron.
Los tres héroes estaban exhaustos y en lo principal Alex y Zoey bastante heridos, pero Kai a penas y se mostraba algo agitado, se acercó sin más a una casa de dos pisos y buscó entre sus bolsillos y extrajo unas llaves.
—¿En serio? Eres un peleador experto, sin miedo a morir y que aparentemente está ciego... ¿que se oculta en una casa común y corriente? —exclamó Zoey casi a punto de caer del cansancio.
—A diferencia de los vigilantes y héroes de esta ciudad a mí me gusta ser discreto —abrió la puerta—. Adelante —ninguno de ellos lo hizo, Kai suspiró—, si me siguieron hasta acá y no han muerto es por algo ¿no creen?
Entró primero, Zoey, Milton y Alex se miraron seriamente, y sin otra cosa que perder entraron. Aquel edificio estaba bastante vacío, a penas y se topaban con algo que no fueran adornos en la pared.
—Luce como el departamento de soltera de mi tía Carmen, aterrador —soltó Milton mientras lo seguían por un pasillo.
No fue hasta que llegaron a otra gran habitación que encontraron lo que buscaban. Una base de operaciones, monitores y decenas de computadoras, armas colgadas en las paredes, planos e imágenes en tiempo real de la ciudad y muchas imágenes de folklor japonés.
—Bienvenidos a mi hogar temporal —levantó los brazos y se sentó en una silla y los ''miró''. Aquellos tres estaban más callados que nunca, no sabían qué sucedía—. Adelante, comiencen con sus preguntas.
—Muy bien —Alex comenzó a caminar.
—Ah por favor, deben quitarse los zapatos adentro, reglas de la casa —ni siquiera se habían percatado cuando él lo había hecho. Se los quitaron—. Gracias.
—¿Qué demonios está pasando? —alzó la voz y Kai pareció disgustado.
—¿Estás seguro que así quieres comenzar?
—Más te vale que nos digas qué ocurre o te juro que te destrozaré sin piedad —amenazó Zoey.
—Que tierna —sonrió—. Bien, comencemos con lo importante, estoy de su lado, fui enviado a América para detener a nuestro amigo de la autopista.
—¿Tú, enviado? ¿Por quién, y sobre eso, quién eres en realidad? —se adelantó Alex.
—Soy Kai Hashimoto, Alex, mi identidad es completamente verídica al igual que mis intenciones. Fui enviando desde Tokio por mis maestros, para ayudarlos.
—¿Por qué? —dudó Milton mientras observaba unas armas en la pared.
—Desde hacía tiempo que mi gente seguía el rastro de una oscura organización criminal, La Legión de la Oscuridad. Pero repentinamente desaparecieron y nadie sabía sobre su paradero.
Hasta que las noticias sobre su resurgimiento en Nueva York volvieron a llamar nuestra atención, estábamos listos para atacar, y entonces, un grupo de misteriosos justicieros los derrotaron, acabaron con su líder y lograron destruir casi por completo su mortífera arma.
—La Sangre... —dijo Alex, Kai asintió.
—Pero, algo pasó, una amenaza mucho más grande ha regresado: El Clan de la Sangre.
—¿Por qué todos los malditos enemigos tienen que tener nombres con la palabra Sangre? Eso ya por sí solo es malo —emitió Milton.
—¿Qué es el Clan de la Sangre? —preguntó Zoey al ver que las palabras de Kai no sonaban completamente descabelladas.
—Un de los más grandes grupos de guerreros que el mundo hubiera visto jamás. Ancestrales como las montañas y más peligrosos que cualquier catástrofe.
—¿Y si son tan poderosos y conocidos, por qué nadie parece saber de su existencia? —le preguntó Alex cruzando sus brazos.
—Porque al igual que hace cientos de años, El Clan de la Sangre ha operado desde la sombras, creando guerras y catástrofes disfrazados de accidentes o culpabilizando a otros. Es un cáncer que ha atormentado al mundo desde antes de que siquiera nacieran nuestros ancestros. Pero créanme, el Clan ha estado haciendo sus atrocidades desde hace tiempo.
—¿Y qué buscan?
—Lo mismo que todos... poder, y control sobre todos. Su misión ha sido dominar, al igual que destruir a todos los que se interpongan en su camino o no acepten sus ideales. ¿Les suena familiar?
—Suena a la Legión, ¿pero ellos qué tienen que ver en esto?
—Como les dije, El Clan de la Sangre es uno de los grupos ancestrales más poderosos de todos, igual que la Legión. Pero tras el alzamiento de Dagger como su líder, la Legión de la Oscuridad perdió el camino y de igual manera se volvió un rival para el Clan, además de que eran los portadores de La Sangre de Dios, una de las armas más letales en el mundo.
—Mierda, me duele la cabeza con tanta información —soltó Milton.
—El Clan desapareció momentáneamente, no tenían La Sangre de su lado, ni a la Legión, ni mucho menos un líder, estaban solos. Pero, La Legión fue derrotada, así que su oportunidad había llegado.
—¿Que hay de la Sangre? La destruimos —aseguró Zoey.
—Lamento desilusionarlos amigos, pero no lograron destruirla por completo. Los pocos restantes de la misma fueron robados hace semanas, por nuestro enemigo mutuo.
—¿Quién es él? —preguntó Milton al ver unas imágenes de él en el monitor. Tembló como si lo hubiese visto en carne propia nuevamente.
—Lo llaman Raiden, mi gente y yo ya lo habíamos enfrentado con anterioridad, es el ejecutor del Clan, es a quien envían para acabar con los problemas, es... un cazador. Una vez que alguien fue marcado por él, no descansará hasta que esté muerto.
—Así que enviaron a su matón para asesinarnos —Alex se notó bastante preocupado.
—Eso parece —siguió Kai—. Por eso me enviaron a buscarlos, soy su refuerzo.
—Dices, que ''tu gente'' no solo ha combatido contra este Clan, sino que incluso parece que quieren ayudarnos, pero algo aún no me cuadra, ¿quiénes son? —inquirió Zoey seriamente.
—Nos hacemos llamar: El Clan del Dragón. Somos guerreros que a diferencia de el Clan de la Sangre, siempre hemos estado al servicio de la humanidad y de la justicia —se acercó a una ilustración en un papel muy viejo, en este se veían dos bandos, un grupo de guerreros de rojo y otro de negro, y en la cima de cada bando, una imagen, un Dragón y una bestia de tres cabezas similar a una serpiente.
—Oh maldición, son Ninjas... —expulsó Milton al ver la imagen también—. ¡Eres un maldito Ninja!
—Un Dragón, al servicio de la justicia —pegó su puño contra la palma de su mano e hizo una reverencia.
—Chicos, sé que esto es muy poco profesional, pero... ¡nuestro aliado es un Ninja! —a pesar de todo lo anterior mencionado, la euforia lo inundó al saber aquello. Y prácticamente la imagen de Kai dio un giro de 360 grados para ellos.
—No me sorprende... —dijo Zoey mientras intentaba analizar toda la información.
—Aún hay mucho que responder.
—Lo sé Alex, pero por ahora solo les diré eso, descansen un poco, igualmente si desean sanar sus heridas encontrarán lo necesario en el cuarto de a lado, haré algo de cenar. Una vez que las cosas estén más tranquilas les contaré el resto —hizo una ligera reverencia y subió las escaleras hacia el segundo piso.
Los tres héroes se quedaron congelados, solo se miraban entre sí.
—Un maldito Ninja ciego nos está haciendo de cenar... —soltó Milton aún sin poder creerlo.
—Sobre eso, ¿les gusta el Sushi? —preguntó desde el segundo piso.
—¡Sí! —volteó con sus amigos—. Y nos quiere hacer Sushi —se dejó caer sobre una silla.
—Esto es increíble —dijo Alex.
—Lo sé.
—¿Podemos confiar en él? —dudó Zoey seriamente. Sus amigos la miraron.
—Nos salvó la vida, y nos está haciendo Sushi, creo que podemos darle el beneficio de la duda.
—Bien —tras eso, se apretó un costado.
—¿Todo bien Zoey? —le preguntó Milton.
—Supongo que con la clase de historia olvidé que debía sangrar —rió ligeramente y volvió a sujetarse.
—Ven, déjame ayudarte —Alex la ayudó a caminar y entraron en la otra habitación.
El piso estaba cubierto con un material parecido a una colchoneta, como el piso de un Dojo de artes marciales, habían algunas sillas y una mesa, al igual que unas estanterías llenas de suministros médicos—. Anda, siéntate aquí —la depositó lentamente sobre una silla.
—Uh... duele —expresó aprentando los dientes.
—Bien, voy a revisarte —bajó el cierre de su chaqueta roja, bajo esta tenía una playera que había sido color pastel, ahora estaba roja, comenzó a levantarla con sumo cuidado.
Su abdomen tenía algunos cortes y contusiones—. Déjame limparte —tomó una gasa con agua oxigenada—, dolerá.
—No creo que más que lo de hace rato —pasó la gasa por sus heridas y ella ocasionalmente se mordía un dedo por el dolor.
—Listo, ahora... —tomó un ungüento desinflamatorio y comenzó a sobar delicadamente sus heridas.
—Sabes, como médico no eres tan malo —bromeó y él sonrió.
—Levántate un poco, voy a vendarte —se puso de pie y Alex comenzó a girar una venda por todo su abdomen—. Listo, ¿qué tal?
—Ya no me siento tan rota —sonrió y acomodó su cabello en una cola de caballo—. Te toca.
—Así estoy bien, no te preocupes.
—Te sangra el oído —él se tocó y efectivamente había sangre.
—Está bien —se sentó, Zoey comenzó a limpiar las heridas de su rostro—. Creo... creo que deberías quitarte la camisa, para revisarte... —se levantó un tanto nervioso, se quitó su chaqueta y luego levantó su ensangrentada camiseta gris. Zoey mordió ligeramente su labio inferior e intentó apartar la vista de su atlético abdomen.
—¿Qué tal se ve?
—Bien... es decir, no tienes cortes profundos o indicios de alguna ruptura interna, creo que puedo ayudarte —luego de unos minutos acabó de sanar sus heridas con algunos parches—. Listo...
—Gracias —buscó su camisa y justo cuando la alzó para ponérsela ella lo detuvo.
—Alto —se apresuró a sujetar sus manos, ambos se miraron—. Eh... ti-tienes una cortada en el labio... —bajó sus brazos, levantó su mano y acarició su labio inferior. Lucía agitada y sus mejillas estaban rosadas y ni siquiera se percató cuando ya estaba acariciando su abdomen.
—Zoey...
—¿Sí? —Alex posó su mano en su cuello y otra en su cintura, se acercó lentamente, y finalmente, besó sus labios. Zoey rodeó su cuello con sus brazos y respondió a aquel beso con devoción, ambos se despegaron un poco y ella sonrió—. ¿No te duele? —preguntó sin abrir los ojos.
—Creo que vale la pena —nuevamente la tomó por la cadera y siguió besándola.
—Chicos, Kai dijo que... —Milton abrió la puerta y rápidamente se despegaron—. Oh diablos, siento la interrupción —cerró la puerta y luego de unos segundos la volvió a abrir—, chicos, estamos en una casa agena no sean irrespetuosos —tras eso Zoey le arrojó un paquete de vendas—, está bien, me voy, pero ya está listo el Sushi.
Alex se rió y ella le secundó, finalmente se puso la camiseta y caminó hacia la puerta.
—¿Vienes?
—Sí, solo dame un minuto.
—Está bien —antes de cerrar la puerta regresó la vista y la miró—. Oye, ¿ya te lo esperabas? —mostró una pequeña sonrisa, ella agachó la cabeza un tanto ruborizada.
—No realmente, pero me moría porque lo hicieras —él sonrió igualmente ruborizado.
—Oh, bueno —se rascó la nuca—. Te-te espero arriba.
—Seguro —cerró la puerta, Zoey se cubrió la boca con la mano y cerró los ojos con gran felicidad, suspiró y se encaminó hacia el segundo piso.
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