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CAPÍTULO 4

—Cielos, la clase de Hannigan estuvo demasiado aburrida —comentó Milton una vez que atravesaron las puertas del comedor.
Aquel enorme salón estaba lleno de estudiantes que pasaban un tiempo de recreación. Luego de hacer fila para el almuerzo, Milton y Alex se sentaron  en una mesa completamente vacía, aquellos dos nunca buscaron sentarse con algún grupo en específico, y no por no encajar, sino por el simple placer de la compañía mutua.

—Rayos... —soltó Alex por lo bajo y mordió su sándwich.

—¿Qué pasa, se te perdió algo? —Alex miraba en todas direcciones con algo de nerviosismo.

—No... solo...

—Hola chicos —Zoey se sentó a un lado de Alex.

—Hola.

—Ho-hola.

—Howard me mandó los resultados del análisis sobre la navaja —sacó su computadora y les mostró toda la información—. Y aquí viene lo extraño, no hay huellas, rastro de calor, nada, exceptuando el ADN de Alex que quedó luego de que se cortara.

—¿Me estás diciendo que no se puede rastrear? —aquello lo inquietó bastante.

—Desafortunadamente. Tendremos que seguir patrullando a la espera de que nuestros amigos silenciosos hagan acto de presencia otra vez.

—No dejo de pensar —comenzó a decir Milton.— Que esa cosa me parece muy familiar... —miró detenidamente la imagen de aquella navaja en forma de estrella.

—De eso sí tengo más información —tecleó un poco y salió más información.— Es un Shuriken.

—¿Y eso es...?

—Es un arma tradicional de origen Japonés, se usan como proyectiles, son fáciles de esconder y bastante letales si saben usarse.

—Eso no dice mucho. ¿Serán los Yakuza otra vez?

—Lo dudo —respondió nuevamente Zoey hacia la duda de Alex—. No es propio de ellos, prefieren las balas antes que nada.

—Entonces hay que volver a salir.

—Hola chicos —Roxane Taylor se sentó a un lado de Alex. En cuestión de segundos hubo tantas miradas de por medio que hasta ella lo notó. Mientras que Alex y Milton se miraban sorprendidos, Zoey parecía un tanto extrañada.

—Hola —respondió acabando con el silencio, ambas se miraron fijamente—. Soy Zoey Derickson, un gusto —extendió su mano a través de Alex.

—Roxane Taylor, el gusto es mío —respondió al saludo mientras él era el incómodo centro de atención.

—Pensé que no vendrías...

—¿Por qué no? —sacudió su cabello, luego apoyó su brazo contra la mesa y sujetó su mentón con el puño cerrado logrando verlo fijamente—. Me parecía que tenían una conversación muy interesante... ¿de qué hablaban?

—Sobre...

—Sobre la excursión al Museo de Black Wave —se adelantó Milton y miró a su amigo.

—Exacto, ¿tú irás? —secundó a su amigo.

—Claro, se ve que será interesante, ¿qué hay de ustedes? —mordió una manzana verde y los miró.

—Sí —dijo Zoey sin más.

—No tengo otra cosa que hacer.

—¿Qué hay de ti, Alex? ¿Irás? —sonrió tras otra suave mordida.

—S-seguro.

—Excelente.


Las horas transcurrieron y todos comenzaron a irse a sus casas, Milton salió hacia su bicicleta, y fue cuando se encontró a Zoey.

—Llevas prisa —dijo a modo de juego al verla tan ansiosa.

—Ah, eres tú... —movió su cabello y guardó algunos libros en su mochila.

—Lamento desilusionarte —no ocultó su sonrisa.

—¿Sabes dónde está Alex?

—Dijo que tenía unas cosas que hacer, así que se fue temprano.

—Oh, está bien.

—Supongo que está noche seremos tú y yo solamente.

—Que emoción —soltó con algo de sarcasmo, Milton sacó su bicicleta y se sentó en ella.

—¿Quieres que te lleve? No es un deportivo, pero te ahorraría el caminar.

—Me gusta caminar —y así lo hizo. Dio unos cuantos pasos a través del estacionamiento, Milton comenzó a seguirla.

—¿Caminarás por las oscuras y tenebrosas calles de Nueva York tú sola?

—Así es.

—¿Y si aparece un asaltante, o un zombie? —volteó a verlo con gran confusión.— ¿O un zombie asaltante?

—Ojalá y lleve muletas —respondió. Y brevemente se sintió extraña por seguirle la corriente.

—¿Por qué un zombie asaltante llevaría muletas?

—Eres raro.

—Solo intento hacer conversación, Derickson, crear un lazo de amistad, sabes, no solo Alex es interesante —la miró de reojo y lo notó, sus mejillas se enrojecieron, sonrió de oreja a oreja.

—¿Por qué dices eso? —se había puesto realmente nerviosa.

—Que adorable, estás enamorada —dejó que se adelantara unos segundos y luego lo jaló con fuerza, casi se cae.

—No sabes lo que dices.

—No sabes disimular Zoey —rió un poco y ella apretó más su agarre—. Está bien, me rindo, no me mates.

Lo soltó finalmente, ambos siguieron con su recorrido en absoluto silencio durante unos minutos, hasta que ella habló nuevamente.

—No le dirás, ¿verdad? —ambos se miraron.

—Claro, porque si una chica linda está enamorada de tu mejor amigo lo primero que haces es no decir nada.

—Milton...

—No diré nada, confía en mí.

—Gracias, pero que conste que si abres la boca te romperé una costilla.

—Entonces mis labios permanecerán cerrados.



La noche era absoluta, y lo primero que decidió hacer fue colocarse el traje y salir a patrullar por su cuenta. Saltaba entre los edificios y las casas con aquella habilidad que le había enseñado a dominar Rob. Los tejados, escalones y demás obstáculos solo eran una vía más rápida de llegar hacia donde quisiese.

—Estás muy solo esta noche, Cuervo  —se frenó completamente al escuchar aquella voz.
Giró su cabeza y ella estaba sentada con las piernas cruzadas sobre la cornisa de un edificio pequeño.

—Decidí salir por mi cuenta para ver que me deparaba la suerte. —Sonrió disimuladamente y caminó con tranquilidad hacia ella.

—¿Y qué tal? —comenzó a juguetear con su cabello.
Llegó hasta ella y se sentó a su lado.

—Aún falta ver que depara el resto de la noche —sonrió de manera seductora y al parecer ella lo notó.

—Tal vez tengas suerte —acarició su cabello, Alex se sintió realmente cómodo. Pero recordó que estaba de patrullaje.

—Descubrí algo... sobre tu pequeño y afilado presente de la otra noche.

—Y yo que pensaba que te había gustado más mi compañía —dejó de lado sus caricias, por unos segundos deseó no haber hecho tal cosa.

—Es un arma.

—Eso, es obvio... —dijo con notoriedad.

—Un arma poco común, es directamente traída de Japón, y las únicas que existen prácticamente se encuentran en museos de antigüedades.

—¿Así que unos ancianos japoneses son los que están controlando la ciudad? Eso es nuevo.

—No me refería a eso, espera. ¿A qué te refieres con ''controlando la ciudad''?

—Eres un vigilante y a la vez muy poco observador, Cuervo. Mira las calles, ¿notas algo inusual?

—Se ven tranquilas...

—Exactamente, es Nueva York, que las calles se encuentren así es inusual.

—Puede que finalmente hayamos logrado que los criminales se lo pensaran dos veces antes de salir.

—Oh que tierno, pero te equivocas. Si las calles están así de vacías es porque alguien las mantiene a raya.

—¿Y sabes quién es?

—No, y no me gustaría. Pero he oído cosas, dicen que o es extremadamente peligroso y que no se anda con juegos.

—Todos los criminales empiezan siendo tan profesionales que incluso los policías se aterrarían.

—Pero este no es un simple criminal Cuervo, él es un depredador...

—¿Tienes algo más que decirme?

—Oí que se apoderó de la mayoría de las organizaciones criminales de la ciudad, y que ahora le ha puesto un ojo a Las Serpientes Rojas. Parece que se reunirá con ellos dentro de un par de días.

—¿Dónde?

—Eso lo tendrás que averiguar tú, Cuervo, no lo sé todo.

—Es Nightcrow por cierto. Aunque eso ya lo sabes, al igual que mucho sobre mí. ¿Quién eres chica?

—A diferencia de ti y de tus amigos, me gusta mi privacidad, así que no es preferible decírtelo.

—Lástima, así podríamos arreglar encuentros más casuales.

—Tranquilo vaquero, me gustas, pero tampoco exageres —se levantó y comenzó a irse—. No te enamores —rió y saltó desde ahí. Alex se asomó hacia la calle, pero ya no estaba.

Luego de su encuentro comenzó a recorrer las calles, afortunadamente no había nadie en la cercanía, a demás de uno que otro indigente o drogadicto que se sorprendía al verla.
Giró en un callejón repleto de vapor gracias a una alcantarilla y lo pudo ver, una imponente y aterradora figura frente a ella. Aquella figura alzó su brazo y mostró una enorme cuchilla, incluso la luna se reflejó en la afilada hoja.
Se volteó apresurada, y se topó de frente con él, aquella figura de armadura oscura y casco con pintura de cráneo la sujetó con fuerza del cuello y la levantó.

—¿A dónde vas con tanta prisa? —pudo ver directamente a sus ojos, la retina era roja como las llamas.

—Suelta... —lo hizo. Si hubiese seguido ella no habría logrado sobrevivir.

—Veo que tienes una bonita relación con los vigilantes de esta ciudad. Así que me serás de mucha ayuda.

—¿Qué? —preguntó adquiriendo todo el aire que podía, miró hacia arriba, tal imagen era digna de una pesadilla.

—Lo conoces, lo conoces bien, a él y a sus amigos, así que me dirás todo lo que sepas de ellos.

—A penas lo conozco... solo es un niño jugando a ser héroe —ciertamente había mucho miedo tanto por su vida, como por la de él.

—Pues parece que entraste al juego. Escucha con atención, me ayudarás a conseguir información sobre estos ''héroes'' y... me brindarás una oportunidad para acabar con ellos.

—¿Y por qué mierda habría de ayudarte?

—Porque no me gustaría manchar las cortinas de sangre —sacó unas fotografías y las arrojó ante ella.

—No... ¡no! —exclamó en pánico. En las imágenes se veía a una mujer y una niña hablando en la cocina de una casa— ¡Si algo les pasa, maldito, te juro que...!

—No mataré a tu familia si haces lo que te digo —su voz en ningún momento dejó de ser pasiva—. Sé quién eres... así que no tienes opción —se comenzó a alejar—, tienes veinticuatro horas para darme lo que quiero, o no tendré compasión alguna.

—¿Por qué haces esto? —algunas lágrimas cayeron sobre las fotografías.

—No puedes cazar sin conocer bien tu presa. Quiero ver de qué están hechos.

—Eres un monstruo... —la miró por encima del hombro.

—Si eso fuese verdad, no estarías respirando —siguió caminando entre la oscuridad del callejón—. Veinticuatro horas —sentenció como un eco fantasmal que resonó en la noche.
Swan se tiró sobre aquellas fotografías y estalló en un llanto silencioso que solo hacía recordarle que ya no tenía escapatoria.

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