CAPÍTULO 29
—Al fin lo encontré —declaró Margaret saliendo se su habitación con un saco negro colocado sobre un gancho, llegó a la sala y se lo entregó.
Alex, sonriente, tomó el saco y se lo puso, le quedaba a la medida—. Perfecto —sonrió con orgullo.
—Gracias, mamá.
—Agradecele a tu papá, él fue quien decidió guardarlo —emitió esta vez un tanto más nostálgica, se acercó a él y le acomodó el cuello—. Supongo... que tenía la esperanza de verte con el algún día —largó un suspiro. Alex la abrazó y ella correspondió—, habría estado muy felíz y orgulloso de verte. Yo estoy felíz y orgullosa.
—Gracias, mamá —respondió con una profunda satisfacción.
—Mírate, ¿en qué momento mi niño creció tanto? —hizo una mueca muy enternecedora, era obvio que no quería llorar—. Bueno, basta de sentimentalismo, ¿cómo te sientes?
—Bastante bien, aunque algo nervioso.
—Es de esperarse, aún recuerdo mi baile de graduación, llevaba un vestido amarillo fantástico, y tu papá se veía muy guapo, igual que tú —apretó su mejilla, Alex se sonrojó—. ¿Y bien, dónde está tu cita?
—Voy a recogerla en veinte minutos.
—Bien, recuerda lo que te dije.
—Sé amable, caballeroso y respetuoso —repitió, luego de tantas veces que se lo dijo.
—Y recuerda llevarle flores, y también abre su puerta cuando bajen del auto, esos detalles a las chicas les encantan.
—Lo haré, no te preocupes. Bien, debo irme —guardó las llaves de su auto y se encaminó a la puerta.
—Diviértete mucho —dijo finalmente, él le sonrió en respuesta, se despidió agitando su mano y salió de su casa.
El automóvil había sido reparado excepcionalmente por Howard, casi parecía nuevo, su pintura brillaba a la luz de la luna. Caminó y entró en él, realmente era como estar en uno ajeno, y lujoso. Encendió el motor y este rugió, aceleró y condujo durante minutos hasta llegar a su departamento, no sin antes haber comprado las flores.
Ya que su madre tuvo que salir de la ciudad, Roxane se adueñó del departamento para arreglarse durente todo el día, Alex acabaría recogiéndola en su propia casa, luego de dejar el auto y subir por el elevador, llegó a su piso, nervioso avanzó por su pasillo hasta llegar a su puerta, suspiró y tocó un par de veces.
Acomodó su cabello y verificó que no le faltara nada, entonces ella abrió. Alex quedó boquiabierto al verla, llevaba un corto vestido negro que mostraba sus esculturales piernas, mientras que cada vez que subía la vista notaba como su figura se amoldaba por completo y encajaba a la perfección, incluso su cabello se notaba excepcional, hermoso y brillante, igual que sus ojos esmeralda. Sonrió, para acabar de hacer enloquecer a su corazón.
—Te ves maravillosa —soltó, asombrado, estupefacto, simplemente encantado de verla.
—Gracias, tú te ves realmente guapo —se acercó un par de pasos a él, a penas y con tacones lograba igualar su altura—. ¿Son para mí? —preguntó al mirar el racimo de flores en su mano.
—Oh... para ti —se las entregó, ella volvió a sonreír, olió las flores—. Voy a meterlas en agua, después nos vamos.
Y así lo hizo, juntos bajaron hasta el auto, la noche estaba en su punto máximo, Alex se apresuró a abrirle la puerta, ella levantó una ceja.
—Gracias, caballero, muy amable —entró, él se apresuró a entrar también.
Optó por rutas alternas y menos concurridas para así llegar a la escuela, la cual, estaba ya lista para la noche. Había luces y adornos desde los inicios del plantel, y la música sonaba con intensidad.
—Bien, ¿vamos?
—Claro —volvió a bajar y abrirle la puerta, sostuvo su mano y con elegancia la ayudó a bajar—. Gracias nuevamente.
—Por nada —sostuvo su mano y juntos caminaron hasta llegar a la entrada de la escuela, los pasillos estaban cubiertos con adornos y la entrada se dirigían todos los estudiantes con mucho entusiasmo. Llegaron al gimnasio, el cual fue acondisionado acorde a la situación.
Luces por todas partes, colgantes brillantes sobre el techo, decenas de mesas regadas por el lugar y lo principal, la multitud de jóvenes bailando sin control, ambos se miraron con una sonrisa.
Alex se apartó un poco y con galantía la miró.
—¿Me permitiría esta pieza, señorita? —Roxane correspondió con una reverencia.
—Sería un honor —rió, él también. Se apresuraron a adentrarse entre la multitud, la canción era alegre y con mucho ritmo, así que ambos mostraron sus dotes para bailar, y aunque Alex no era un experto, no lo hacía nada mal, luego de dar una vuelta, la miró detenidamente.
Roxane, por otro lado, era una excelente bailarina, sus movimientos femeninos y acertados hacían que la pupila de Alex aumentase como si de un estimulante se tratara. La observó detenidamente, ella se acercó a él con una sonrisa, lo tomó de las manos y juntos siguieron bailando.
Hasta que la alegre tonada cambió a una melodía lenta y mucho más romántica, al instante ella se acercó por completo a él, dejó su cabeza sobre su pecho mientras sus brazos se envolvían en torno a su cuello, Alex bajó sus manos lentamente hasta posarlas sobre su cintura, y así, completamente unidos, comenzaron a bailar lentamente al vaivén de la melodía.
—Nunca antes había sido tan felíz como ahora —declaró alzando su vista hacia él, sus ojos brillaban como estrellas—. En verdad estoy agradecida de haberte encontrado.
—Creo... creo que yo no tengo palabras para describir cómo es que me haces sentir, pero... lo único que estoy seguro es que cuando estoy junto a ti, no puedo dejar de sonreír —enunció, ella se acercó lentamente hasta él, y besó profundamente sus labios.
Durante ínfimos instantes hubo paz, hubo amor, luz y calor, juntos en un momento que perduró en el cosmos. Se apartó de su cara y volvió a abrazarlo.
—Te amo —dijo ella.
Alex estuvo a punto de responder, pero su mirada divisó a Zoey Derrickson, bailando junto a Milton, apretó el mentón al verlos juntos. Entonces Zoey se percató que los miraba, y mientras mantenía su rostro pegado al de Milton, lo miró, y aquellos ojos penetraron en su alma, justo como la primera vez.
—¿Que pasa? —dudó al sentirlo tan ausente, volteó y los encontró a ellos, mirándose fijamente, bajó el rostro y se apartó de él.
—Rox... —en eso la canción cambió a una melodía distinta.
—Voy... voy al sanitario, necesito retocarme un poco —se apartó de ahí a toda prisa, y Alex se quedó en medio del baile, sintiendo algo indescriptible en el fondo de su alma.
Se apartó de la pista y caminó hacia la mesa en la que estaban las bebidas.
Zoey contempló todo, se apartó de Milton y lo miró.
—¿Qué pasa? —preguntó al ver como su rostro comenzaba a tornarse triste.
—Mira —alzó la cabeza. Él se giró y lo encontró en la lejanía, bebía ponche, completamente solo.
Milton endureció su rostro.
—No lo había visto antes.
—Deberías hablar con él —le dijo con absoluta sinceridad, Milton la miró con basta confusión—. Antes de que digas cualquier cosa... quiero que sepas que estoy y estaré contigo, siempre —declaró posando ambas manos sobre su rostro—. Pero justo ahora se necesitan el uno al otro, así que ve... yo puedo esperar.
Le dio un ligero empujón para que así adquiriera valor, suspiró, y lentamente se encaminó hacia la misma mesa, al fin, estuvieron los dos.
Milton tomó una bebida a la par que él se giraba para verlo, los dos compartieron una profunda mirada.
—Alex —dijo y se tomó el líquido de un trago.
—Milton —respondió e hizo exactamente lo mismo. Era imposible que dijera que aquel momento estaba marcado por un silencio abrumador, pero aún así la tensión se percibía enormemente.
—Escucha, yo... quería disculparme por todo lo que hice —Milton bajó su mirada y la dejó sobre su reflejo en el contenedor del ponche, aquel líquido rojo le hizo sentirse extraño, hizo una mueca y lo miró nuevamente.
—Gracias, supongo —reconoció él aún algo distante—. Y... y yo siento... siento haberte dicho tantas cosas... no fue mi intención.
—Lo sé, no importa —se encogió en hombros y bebió otro.
—¿Y... y ahora qué?
—No lo sé. Es obvio que nuestra amistad no volverá a ser la misma, y más con lo que se avecina.
—Milton, se acabó, ganamos.
—No hablo de eso —soltó esta vez más afligido—. Presta atención, es la graduación, pasarán un par de días y luego... nada, ambos iremos a universidades distintas, puede que nos veamos de vez en cuando en algún patrullaje ocasional, pero no será lo mismo.
—Entonces... ¿es un adiós? —nuevamente se miró fijamente esperando darle una respuesta. Pero el silencio volvió a perdurar.
Mientras aquello pasaba, Roxane decidió salir un poco del ambiente del baile, así que se sentó justo en las escaleras que estaban antes de llegar a la puerta principal, solamente a mirar el cielo y reflexionar un poco.
Limpió una solitaria lágrima que rodó por su mejilla y abrazó sus piernas.
—¿Roxane? —escuchó una voz tras de sí, rápido recuperó la compostura, se levantó y disimuló ante la mujer que había aparecido.
—Señorita Wendell, hola, ¿qué-qué hace aquí?
—Podría preguntarte lo mismo —se cruzó de brazos—. Todos se divierten adentro y tú estás aquí afuera, llorando...
—No, no, solo... necesitaba un poco de aire —aquella mujer la miró con condescendencia.
—Eres demasiado joven y bella como para desperdiciar tus lágrimas por alguien que no lo vale, ¿no crees? —se acercó a ella y le entregó un pañuelo.
Roxane solo miró hacia el suelo—. Anda, niña, entra y ve con tus amigos.
—Lo haré señorita, Wendell —asintió y se encaminó hacia la entrada.
Fue en ese entonces que le avejentada maestra cayó fulminada al suelo, rápido se giró, estaba sangrando—. ¡Señorita Wendell!
Se agachó frente a su inerte cuerpo, entonces encontró un Kunai clavado sobre su espalda. Escuchó algo, y rápido giró, más de aquellas afiladas navajas fueron lanzadas hacia ella, se levantó y observó detenidamente como de entre las sombras comenzaban a emerger decenas y decenas de oscuras figuras, todos con ojos resplandecientes en rojo vivo, eran los Ninjas del Clan de la Sangre.
—Carajo —entró a toda prisa a la escuela, se despojó de sus tacones y corrió hacia el gimnasio. Entró acaparando las miradas de muchos, incluyendo la de sus compañeros, entonces abrió los ojos—. ¡Alex!
Los Ninjas rompieron los cristales y las ventanas del gimnasio, así entrando al lugar, rápidamente las risas y la música se extinguieron para dejar paso a un oleaje de gritos de terror.
—Mierda —soltó Alex, uno de ellos cayó justo en la mesa donde estaban conversando, alzó una espada y saltó tratando de cortarlo, rápidamente Alex se aproximó al contenedor del ponche, lo tomó y se lo arrojó, lo cual causó una distracción para que así pudiera derrotarlo con una seguidilla de puñetazos y una contundente patada.
Otro apareció, Milton se puso en guardia, evitó los golpes que le lanzó con un bastón y se deslizó sobre sus piernas haciéndolo caer, dio una voltereta y lo noqueó con una patada.
—¡Todos, fuera de aquí, corran! —gritaba Zoey Derrickson sin parar, dos Ninjas la rodearon, se puso en guardia y esperó a que la atacaran.
Se lanzó sobre la mesa que tenía al lado, así evitando un corte letal, rodó hasta caer en el suelo y volver a ponerse en pie para recibir al segundo con una patada directo al rostro.
Entonces uno llegó por detrás y trató de hundir un afilado Sai en su espalda, pero la hoja se quedó clavada al impactar contra algo abajo del vestido, Zoey se giró y lo puso a dormir con un puñetazo.
—Siempre vengo preparada, idiotas —buscó en su bolsa y extrajo un dispositivo que al accionar un mecanismo desplegó un arco, también se apresuró a desplegar sus flechas.
Cargó y disparó contra todos los que atacaban a los estudiantes.
Mientras Alex rescataba a uno de los chicos del equipo d fútbol, uno saltó sobre él, le propinó una patada y lo mandó al suelo, se arrastró mientras él extraía de su espalda una lanza, pero Roxane lo derribó con un rodillazo.
Él se puso de pie a toda prisa, pero no alcanzó a decirle nada cuando vio a un grupo dirigiéndose al gimnasio a través del pasillo principal.
—¡Zoey!
—¡Muévanse! —cargó tres flechas y las disparó simultáneamente, a penas tres de ellos cayeron, Alex se apresuró a entrar al pasillo en compañía de Milton y Roxane, corrió y saltó sobre los casilleros, logrando alcanzar al más cercano con una patada, Milton saltó tras él y recibió a otro con un puñetazo, después Roxane, quien atacó a otros dos.
Más Ninjas aparecían en su campo de visión.
—Debemos alejarlos de la gente.
—Bien, por aquí —expulsó Zoey, la siguieron por el pasillo, igual que los Ninjas, atravesaron una puerta y dieron con el campo de fútbol.
—Rápido, no se detengan —dijo Alex, mientras avanzaban a toda velocidad por el gran manto de césped verde, el cielo comenzó a llorar, se detuvieron en medio del campo solo para atestiguar que estaban rodeados.
Decenas y decenas de guerreros Ninja cubriendo las gradas y el campo, alzando sus armas contra los agitados Protectores, rápido se colocaron en círculo, alzando sus puños para esperar el ataque.
Mientras la lluvia incrementaba y la horda de silenciosos asesinos se aproximaba a ellos, el único sonido que Alex lograba percibir era el intenso palpitar de su corazón, apretó ambos puños y se preparó.
—Su coraje y valentía son admirables —pronunció una monstruosa voz que logró hacerlos quedar congelados, todos miraron hacia las gradas, de donde Raiden bajaba, alzando sus manos en señal de poderío—. Pero me temo que ha llegado su fin, ríndanse y acepten su muerte con honor, tal y como el Dragón lo hizo...
Aquello acabó por helarles la sangre, Alex se giró mecánicamente a verlo, cuando llegó al campo también.
—¿Qué le hiciste a Kai? —preguntó, lleno de ira.
—Justo lo que les haré a ustedes —desenfundó su espada—. Ahora no hay escapatoria —dirigió su espada ante ellos y todos los Ninjas atacaron al instante.
La pelea volvió en un parpadeo, el número de Ninjas era exagerado, pero como un ligero brillo de esperanza, se vislumbró en la lejanía la Policía aproximándose a la escuela.
—Vayan por la Policía, es hora de acabar con Los Protectores —ordenó firmemente.
Toda la legión se apartó de la pelea y avanzó hacia la calle para recibir a las patrullas. Raiden, por otro lado, se tomó su tiempo para llegar justo frente a ellos—. Así que estos son los rostros que se ocultan tras la máscara, nada impresionante.
Cargó cual bestia y embistió a Alex, lanzándolo lejos, alzó la espada y lanzó un corte que a duras penas lograron evitar. Zoey trató de atacarlo, pero el Cazador la alejó con una patada que la lanzó contra las gradas, Roxane se animó a atacarle, pero él se adelantó, contuvo su golpe y la mandó al suelo con un puñetazo.
Fue Milton el único que sí logro atacar, lanzando golpes y patadas por doquier, el Cazador nuevamente alzó su espada y lanzó un corte, pero Alex llegó para tratar de embestirlo, a penas y logró llegar a él y Raiden se quedó estático, lanzó otra patada y Alex fue lanzado en la misma dirección que Milton, la fuerza del golpe acabó por mandarlos fuera del campo y de la escuela.
Milton impactó contra un auto que yacía estacionado cerca de la acera, mientras que Alex terminó a pocos metros de él. Levantó la vista y miró con horror lo que pasaba, los policías eran atacados y asesinados por montones, mientras que el fuego y el pandemonio se esparcía a cada segundo.
Trató de levantarse, pero su dolor lo regresó al suelo, ya ni siquiera podía ver bien. Entonces escuchó un profundo andar, el Cazador apareció a pocos metros de él. Alzó sus manos mientras la explosión de una patrulla cercana le daba el aspecto malévolo y monstruoso que tanto temían ver.
Raiden analizó al par de oponentes, que en aquel entonces solo percibió como dos niños temerosos y llenos de sangre. Preparó algo en el brazalete que componía parte de su armadura y apuntó hacia el frente.
—Mi... Milton —expulsó Alex alzando su mano, pero su amigo no podía ni moverse. Miró a Raiden una última vez, solo para verlo disparar un proyectil hacia él. Todo pareció ir lantamente, como si aquella escena estuviera congelada en el tiempo, Alex miró al frente y se topó con el rostro de Milton, quien ni siquiera alcanzó a cerrar los ojos cuando el proyectil impactó contra el auto y lo hizo explotar.
La expansiva mandó a Alex a volar, rodó por el suelo, nuevamente alzó la vista y miró todo envuelto en llamas.
—¡MILTON! —gritó con toda la fuerza de sus pulmones, se puso de pie e intentó correr hacia el auto, pero alguien se le abalanzó, era Zoey.
—¡Alex, Alex, para! —él trataba con todas sus fuerzas de correr hacia el auto.
—¡Suéltame, mierda, suéltame! ¡Déjame sacarlo! —sollozó una vez que logró zafarse de ella, pero el automóvil explotó nuevamente.
El humo se alzó sobre las nubes y él cayó de rodillas sobre el humedo asfalto. Entonces estalló en el llanto más inconsolable que jamás hubiera emitido.
Zoey lloró a su lado, mientras lo sujetaba, para ese entonces llegó Roxane, y solo pudo contemplar con horror lo sucedido.
—Milton... Milton...
—Debemos irnos —soltó ella.
—No, no, déjame aquí...
—Alex, debemos irnos ya —lo ayudó a ponerse en pie, juntos comenzaron a correr dejando atrás el pandemonio, Alex volteó a ver otra vez, pero el dolor le hizo regresar sus llorosos ojos hacia el frente, mientras corrían, el pánico y el caos regresaban, y un profundo sentimiento en sus corazones les hizo saber que no había salvación esta vez.
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