CAPÍTULO 27
Momentos antes de la llegada del Dragón al Asilo Blackwood, el doctor Thadeus seguía escuchando lo que Raiden le había prometido.
Estaba impresionado, maravillado, extasiado, tanto así que no se había apartado de su laboratorio en horas.
Raiden le había contado todo, desde el origen del Clan de la Sangre, hasta sus planes para destituir Nueva York y a los opositores.
Cuando el Cazador acabó de hablar, dejó que el doctor asimilara todo, se levantó de su silla y caminó de un lado a otro sin poder encontrar qué decir.
—Por Dios... —exclamó el doctor, estaba temblando sin control—. Eres una mina de oro, eres una maravilla evolutiva, eres...
—Un arma —confesó él, ciertamente el tiempo que pasó libre se anestésicos le sirvió para recuperar el habla.
El doctor asintió, caminó hacia su mesa de trabajo y tomó una muestra de la Neblina de Sangre, Raiden pareció tentado al ver el contendio carmesí.
—Y pensar... que toda una civilización puede caer, y todo por este aparentemente inofensivo gas —reconoció, su mente divagaba con las posibilidades; los usos médicos, científicos y de forma más siniestra, una forma en la cual podía convertir a una persona en un arma, como a quien tenía en frente.
—Ya le he dicho todo lo que quería saber, doctor, así que... le agradecería que me soltara —habló sin apartar sus ojos de la Neblina.
—Aún no me ha contado algunas cosas, ¿por qué hace esto? ¿Cuál es su motivación? ¿Quién es usted? —la última pareció ser la más intrigante.
—¿Qué cuál es mi motivación? La misma que la de usted, doctor; sanar a los heridos, curar a los enfermos, limpiar el mundo de la inmundicia. Todos me miran y lo único que sus ojos ven es un monstruo, un asesino, y lo soy, pero soy un asesino de asesinos.
Los más grandes imperios no se alzaron sin derramar sangre, eso lo debe de saber perfectamente, mi única motivación es limpiar a este mundo, y si para eso debo exterminar toda una ciudad, entonces lo haré, sin pensarlo.
—Es... es algo aberrante, ruin, incluso para la más malévola criatura, ¿cómo alguien puede cargar con tanta sangre?
—Eso respondería su mayor duda. No soy una persona, soy una herramienta, un arma, un método con el cual reducir todo a cenizas, y alzar un nuevo orden al mundo.
Soy solo una pieza de un gran tablero, y créame, aún hay muchos jugadores esperando su turno.
—No-no lo entiendo...
—Nadie lo entiende, a veces, la única forma de lograr conseguir orden, es a través del miedo.
Los Defensores, Los... Protectores, estos, ''héroes'' les han hecho pensar que la justicia y la paz solo puede obtenerse siendo bueno, y no es verdad, y muy pronto se los demostraré a todos —alzó sus ojos infernales y los clavó en el doctor.
—N-no... no lo permitiré —el doctor se apresuró a colocar veneno en una jeringa.
Justo en ese instante las luces del lugar se fueron, y una iluminación roja tomó posesión de todo, alarmas y caos comenzaron a escucharse en todo el recinto.
—Llegó la hora, doctor. Aún puede soltarme e impedir que la ola de sangre lo lleve a usted también —declaró seriamente. El doctor Thadeus avanzó hasta él con la jeringa, entonces Raiden tiró de sus cadenas, y el metal lentamente comenzó a ceder.
—Por Dios —alzó la jeringa, pero fue demasiado tarde. El Cazador se liberó de sus ataduras, tomó al doctor Thadeus por el cuello y lo levantó como si no pesara nada.
—Le dije que me soltara —el doctor rápidamente comenzó a ponerse de un color azulado, Raiden destrozó su cuello con un apretón. Soltó su cadáver y caminó hasta el recipiente donde guardaba la muestra de la Neblina, en eso escuchó una risa.
La ligera carcajada que provenía de la celda en el lugar lentamente se transformó en una serie de aullidos psicóticos, el prisionero se acercó al cristal y aplaudió.
—Brillante —dijo, y sonrió—. Me encantó tu discurso —bromeó de forma siniestra
Intrigado, Raiden caminó hasta colocarse frente a su celda, así se topó con él, lo que alguna vez fue un joven se había convertido en una aberración. De piel blanquecina y de aspecto enfermizo, cortadas y cicatrices por todo su cuerpo y cara, además de una profunda sonrisa hecha manualmente cortesía de lo que aparentemente había sido una navaja, sonrió mostrando sus dientes afilados.
—¿Qué cosa eres? —dudó el Cazador.
—Eso no importa, lo importante aquí, es que me convenció mucho tu discurso, me encantaría unirme a tu causa —hizo una reverencia, después alzó su rostro y lo miró, era simplemente desagradable.
—¿Por qué pierdo mi tiempo contigo? —se dio la vuelta.
—¡Alto! —gritó él—. Creo que puedo ser de gran ayuda para tu operación.
—¿Sí? —volvió a girar hacia él—. ¿Y por qué crees eso?
—Mira mis ojos, son como los tuyos, ¿a caso crees que estaría aquí sin algún motivo?
—Lo veo, estuviste en contacto con la Sangre de Dios; una falla, un experimento inconcluso que solo trajo como resultado...
—Un gran brote psicótico, lo sé —admitió con una sonrisa—. Aún así, creo que puedo ayudarte a acabar con Los Protectores.
Raiden entrecerró los ojos, Shredder sonrió, alzó las manos.
—¿Cómo?
—Digamos que tengo... cierta conexión con ellos.
—Habla, de una maldita vez.
—Sé quiénes son —declaró finalmente—. Sé dónde encontrarlos, y como tomarlos por sorpresa. Sácame de aquí, y yo personalmente te trataré sus cabezas.
—Suenas muy convencido a terminar con sus vidas.
—Ellos y yo tenemos historia, una que no ha terminado... sácame de esta celda y acabemos con los justicieros de una vez.
Raiden miró los ojos del muchacho, entonces caminó hacia el panel de la puerta, le propinó un golpe y ésta se abrió. Shredder caminó lentamente hasta salir de su celda, entonces sonrió.
Pero Raiden apresó su cuello.
—No quiero juegos, ni mucho menos tretas, intenta traicionarme, y lo pagarás con tu vida —amenazó cortando su respiración. Aún entre ahogos él rió.
—Entendido y anotado, jefe —. Los soltó luego de unos segundos. Raiden avanzó hacia su armadura y comenzó a ponérsela de vuelta—. ¿Tienes otra de esas?
Él no respondió, acabó por colocarse el casco, entonces tomó el frasco con la Neblina.
—¿Sabes cómo salir de aquí?
—No en realidad —avanzó y tomó un cuchillo de la mesa del difunto doctor Thadeus—. Pero dame un par de minutos y te abriré camino.
—Creo que tengo una idea. Dirígete a la sala de control y abre todas las celdas, necesitaremos refuersos.
—Excelente —sonrió.
—Una cosa más —se aproximó a él y abrió el frasco, la Neblina estalló y lo cubrió todo de golpe.
Shredder cayó de rodillas al suelo, se agachó y sintió como la toxina lentamente se abría paso a través de su cuerpo, gritó cual bestia, y en un segundo, se levantó, parecía que sus ojos habían adquirido más color.
—Esa cosa... ¿tienes más?
—Mucha más —admitió con cierta malevolencia—. Haz lo que te ordeno y te daré toda la que quieras.
No dijo más, salió de ahí a toda prisa, Raiden caminó hacia una mesa en la cual estaba el resto de su equipamiento, tomó sus cuchillas y su espada. Avanzó lentamente, marcando sus pasos como el sonar de un tambor, llegó a un pasillo, los locos lo veían y gritaban sin control, mientras que la luz de la alarma lo hacía lucir todo más aterrador.
Entonces, Kai llegó, se quedó congelado al sentir su figura atravesando el lugar con una parsimonia estremecedora, ninguno dijo nada, solo se quedaron de pie, uno a uno, mirándose fijamente mientras los lamentos de los atormentados enfermos mentales inundaban todo.
—Creí que estabas muerto —reconoció Kai apretando el mango de su espada—. Yo atravesé tu pecho, no tenías pulso.
—Aún te faltan muchas cosas por aprender, Dragón, y una de esas es aprender a no subestimar a tu enemigo —desenfundó su largo sable de hoja negra.
—Bien, te aseguro que esta vez no fallaré —se puso en guardia.
Luego de un breve silencio ambos corrieron uno contra el otro, el Cazador rugió y lanzó un corte horizontal, que Kai logró esquivar al resbalar por el suelo, la hoja de su espada destrozó el marmol de la pared.
Rápido se puso de pie y lanzó una estocada contra él, Raiden alcanzó a bloquerla, ambos se apartaron un poco, pero nuevamente lanzaron golpes entre sí.
Poderosas estocadas que hacían eco en el pasillo, Kai volvió a atacar, pero él contuvo su golpe, lo acercó y le propinó un cabezazo que lo mandó al suelo.
Cayó, y rápido dio una voltereta hacia atrás para eludir la estocada que lo hubise dejado clavado al suelo, Raiden arrancó su espada y atacó nuevamente, recetando golpes a diestra y siniestra tratando de cortarlo. Kai esquivó de milagro, y justo cuando él trató de nuevo, giró por el suelo y así alcanzó su espada.
La alzó y contuvo su corte, el metal lanzó chispazos, se alejaron uno del otro, pero justo cuando Kai estuvo a punto de atacar nuevamente, una hoja se hundió en su espalda.
Soltó su espada y palpó con sorpresa como la sangre brotaba de su herida.
—Sorpresa —susurró Shredder en su oído, retiró el cuchillo y él cayó de rodillas al suelo.
Las celdas comenzaron a abrirse y todos los enfermos mentales se asomaron para contemplar al héroe ante los pies del Cazador. Temerosos y extrañados miraron la escena, Raiden pasó su vista por el lugar, eran cientos.
—Mi nombre, es Raiden, y tengo una misión muy importante, me gustaría saber si están interesados en ayudarme a cumplirla —preguntó en voz alta, todos los enfermos quedaron pasmados, era obvio que no recibiría una respuesta concreta.
No fue hasta que una mujer de cabellos emnarañados se puso a aplaudir sin control, demás locos comenzaron a reír, patalear, gritar, hacer sonidos o saltar, parecían contentos y listos para servirle.
Entonces un gigantesco hombre calvo se abrió paso entre la multitud, llegó hasta colocarse frente a Raiden, frunció el ceño.
—¿Qué ganamos nosotros al ayudarte? —preguntó, hosco y directo, pero con cierta calma.
—Les daré a todos ustedes lo que siempre han deseado: tener el control —comenzó a caminar mirando hacia la multitud—. Iremos a la ciudad, la ciudad que con anterioridad los abandonó, los juzgó, los volvió monstruos, iremos allá y les demostraremos que todo el tiempo tuvieron razón en temerles. Liberaremos a la bestia, y todos quienes alguna vez les hicieron daño, lo pagarán.
El gigante calvo pareció agradarle la idea, sonrió, y no fue el único.
—¿Podré matar a los que quiera?
—Amigo mío —colocó sus manos sobre su hombro—. La sangre correrá.
Nuevamente la obación por parte de todos ellos se alzó, y Kai pudo sentir el regocijo del Cazador.
—Sube a nuestras tropas a los camiones, y asegúrate de llevarlos a todos al almacén Dickens, en el muelle 35, es tiempo de terminar mi misión —le ordenó a Shredder.
—¿Qué hay de Los Protectores?
—Paciencia, primero haz lo que te digo, una vez terminada la primera fase, acabaremos con ellos.
—Bien —volvió a sonreír—. ¡Todos, síganme! —gritó, y la marejada de convictos avanzó junto a él.
Cuando todos acabaron por salir de su vista, nuevamente se quedó frente a él, colocó su espada bajo su mentón y le hizo alzar la cara.
—¿Qué pasa, Dragón, a caso tienes miedo? —preguntó, con toda la alevosía en sus palabras.
Kai se alzó ante él.
—Yo no le temo a nada —declaró.
—Debo decir, que fuiste un guerrero admirable, peleaste con honor, y eso lo reconozco, te prometo que tu muerte será rápida —alzó su espada.
Kai volvió a bajar su rostro, suspiró.
—¿Sabes por qué no le temo a la muerte? —el Cazador pareció intrigado ante aquella sorpresiva pregunta, Kai sonrió—. Porque yo siempre estoy en tinieblas. La gente común no lo admite, y jamás lo hará, pero al morir no es el dejar de respirar lo que les aterra, no es ser olvidados, tampoco el jamás volver a amar, es la oscuridad, estar en ella para siempre es la mayor manifestación del miedo que puede haber.
Yo nací y lo único que conocí fue la oscuridad, cuando me vaya, créeme que el único que deberá tener miedo serás tú —alzó nuevamente su vista hacia él—. Porque te aseguro que cuando estés en ella, te estaré esperando.
Raiden soltó un simple soplo por parte de au nariz. Apretó el mango de su espada y miró por última vez aquellos ojos grises.
—Buen discurso, Dragón, nos vemos luego.
—¿Los escuchas, Raiden? Los Dragones ya vienen...
El Cazador alzó la negra hoja y con un corte certero desprendió la cabeza del invidente guerrero. Su cuerpo decapitado cayó al suelo y regó con su sangre todo el suelo.
Limpió la hoja con una sacudida y la guardó nuevamente sobre su espalda, comenzó a caminar hacia la salida, no sin escuchar aquellas palabras retumbando en su oído.
Los Dragones ya vienen...
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