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CAPÍTULO 21

El rojo pintaba el horizonte nocturno, brindando una escalofriante escena de destrucción desde donde sea que miraran. El humo se elevaba hasta las nubes y las explosiones sonaban como una sinfonía extraída del averno. Los Protectores, o el menos la mayoría, yacían en la cima de un edificio, observando con detenimiento todo el caos.

Milton había salido del cuartel, no dijo exectanamete qué era lo que iba a hacer, pero parecía importante. Los demás por otro lado, salieron a confrontar el pánico que inundaba las calles.

—Debo decir, que no te gustaría ver esto —mencionó Rei Murakami a su protegido.

—No podré ver nada, pero el olor... el olor es imposible de no evitar —elevó la vista hacia el horizonte, como si supiera perfectamente a dónde mirar—, y con eso es suficiente.

Alex se alejó un poco de su equipo, sacó su celular y buscó entre sus contactos hasta que la encontró, comenzó a llamar.

Alex —escuchó la agitada voz de su madre tras la línea.

—Hola, mamá.

Por Dios, me alegra tanto escucharte, ¿estás bien?

—Estoy bien, mamá, ¿qué hay de ti? ¿Te encuentras bien?

Sí, estoy bien, Alex, vi las noticias y... y me llamaron del hospital, hay muchos heridos, todo está fuera de control —sonaba bastante nerviosa, Alex apretó el mentón.

—Lo sé, mamá, por eso debes mantenerte a salvo. No salgas del hospital a menos que sea una emergencia, manten los ojos bien abiertos y... mamá, ¿aún tienes la pistola?

Sí, sí aún la tengo —respondió con voz baja y temblorosa.

—Bien, recuerda, no la saques a menos que sea necesario, si me necesitas llámame al celular o activa tu rastreador, entonces iré por ti, ¿está bien?

Está bien, pero, Alex, tú, ten mucho cuidado, necesito que me prometas que estarás bien.

—Lo prometo mamá, todo estará bien —no se sentía completamente convencido, pero aún así debía decirlo, por ella.

Bien, cuídate mucho, y cuida a tus amigos también.

—Lo haré. Adiós.

—Adiós, hijo, te amo.

—También te amo, mamá. —Colgó finalmente. Regresó con ellos justo a tiempo para ver una gigantesca explosión en la lejanía, la nuve de fuego y humo alcanzó el cielo y llenó de gritos la ciudad.

—¿Fue Central Park? —dudó Roxane, no hubo respuesta.

—Mierda, ya comenzó —pronunció Zoey.

—¿Dónde está Milton? —preguntó Alex.

—Dijo que tenía un plan, solamente que olvidó decir cuál era, se supone que nos alcanzará en Central Park —habló inmutable el invidente héroe.

—Debemos irnos, ahora, si seguimos esperando lo único que encontraremos será una gran montaña de cenizas —reconoció Roxane, se colocó su antifaz. Nadie replicó, ni siquiera Zoey, quien era la que más preocupada estaba por él.

—Bien, hay que irnos —Kai saltó encima del techo que seguía, los demás comenzaron a seguirlo, mientras maniobraban a través de los tejados lograban obtener una vista clara de lo que ocurría.
Una decena de patrullas de Policía y escuadrones especiales pasaron a toda velocidad. Alex se detuvo, entonces saltó hasta estar frente a ellos.

—¡Alex! —exclamó Swan, inmediatamente bajó junto con él.
Al momento de caer, las patrullas frenaron, y al instante los policías bajaron apuntando sus armas contra ellos.

—¡No se muevan! —replicó el más próximo— ¡De rodillas, coloquen las manos detrás de la cabeza y no hagan nada estúpido! —comenzó a acercarse con cierto miedo, Alex alzó su vista, sus ojos blanquecinos por el antifaz lo miraron directamente. El policía se mostró temeroso.

—Nosotros no somos los malos, oficial —dijo, con tranquilidad.

—¡Cierra la boca! ¡Y dije, de rodillas! —los demás policías no supieron qué hacer, ellos no hicieron caso.
Un hombre bajó de una patrulla, se acercó a ellos, vestía una gabardina marrón y llevaba encima un chaleco anti-balas y una muy vistosa arma.

—Baja el arma, Thomson, es obvio que no te harán caso —se acercó hasta estar frente a ellos—. Soy el Comisionado Mayers, ¿me supongo que ustedes son Los Protectores? —a comparación de los demás, éste no se notaba nada alarmado. Alex asintió—, bueno, debo admitir que supieron armar un completo caos.

—Nosotros no somos los responsables de esto, Comisionado.

—Lo sé, es ese maldito psicótico que justo ahora está prendiendo fuego al parque a donde llevo a mis hijos todos los domingos, ahora, si no es mucha molestia, les voy a pedir que se retiren y nos dejen pasar.

—Ha visto como opera, Comisionado, sabe que no tiene oportunidad.

—Un grupo de anarquistas no me aterra, chico, he visto peores mierdas.

—Pero sabe que no son solo anarquistas, es un ejército, lleno de locos y asesinos. Si la policía ataca, no será muy diferente a como ocurrió hace un año.

—Tengo a todo el departamento y a varios equipos especiales a punto de atacar, creo que podemos dar suficiente pelea.

—Puede ser —intervino Roxane—. Pero también nos necesita.

—Debemos atacar juntos o ningún bando ganará —terminó de decir Alex, aliviado por ver que Roxane había comprendido lo que quería hacer.

—¿Y cuál es su plan? ¿Vigilantes y Policías juntos contra el mal?

—Básicamente, sí —el Comisionado meditó un poco, después suspiró.

—Bien, Protectores, ¿qué sigue?

Desde la cima de un edificio, Raiden observaba detenidamente como su ejército se movilizaba y destruía todo a su paso, ni siquiera la mitad de la multitud era parte de su gente, los maleantes, asesinos, anarquistas y dementes de la ciudad salieron de sus madrigueras al son del caos que había causado él con su mensaje.

—Míralos, Baku, tan solo bastó con unas cuantas palabras para que liberaran a la bestia que tenían dentro —pronunció con cierta alegría en sus palabras, y no se podía ver gracias a la máscara, pero era obvio que sonreía.

Los anarquistas irrumpieron en el parque y comenzaron a destruir y a prenderle fuego a todo. Entonces se escuchó como decenas y decenas de patrullas de policía se aproximaban al lugar.

—Problemas —habló su subordinado.

—Estos opositores no son nada.

Algunos comenzaron a arrojar cócteles Molotov contra sus automóviles, mientras que otros se aventuraban a atacarlos directamente. Tanto los policías como los miembros de los equipos especiales comenzaron a tratar de contener el motín masivo, arrojando granadas de gas, o atacando directamente. Un enfrentamiento entre dos bandos comenzó.

El Comisionado Mayers bajó de un vehículo blindado junto con un equipo táctico.

—¡Mahoney, Roberts, conmigo, Levi, Moore, tomen a cuantos hombres puedan y protegan el parque! —ordenó.
Miró hacia el océano de gente, ciertamente eran muchísimos, el sudor frío recorrió su frente y su corazón comenzó a acelerarse. Entonces, cuando la muralla de la brigada anti-motines comenzó a ceder, una flecha cayó justo a la mitad de los manifestantes, una explosión acompañada de un poderoso rayo de luminosidad dejó cegados a los manifestantes.

Rei, Alex, Zoey, Kai y Roxane salieron de entre la multitud de policías y como una unidad comenzaron a combatir a los anarquistas.

—Justo a quiénes quería ver... —soltó felíz de verlos. Siguió mirando.

Rei entró entre la multitud con una velocidad impresionante, esquivó decenas de ataques y comenzó a pelear contra los más cercanos. Kai desenfundó su espada y enfrentó a la mayoría de hombres que portaban armas en la multitud, todos los que se acercaban con la esperanza de herirlo; terminaban en el suelo llenos de sangre.

Zoey llegó hasta la cima de un auto, y desde ahí disparó a diestra y siniestra contra todos los atacantes a la redonda. Por su parte, Roxane se aproximó a los comienzos del parque y acabó enfrentando a todos los que quemaban el lugar, permitiéndole el paso a los bomberos.
Alex, junto con un gran escuadrón de policías y agentes anti-motines, se adentró al interior del parque. Corría entre las llamas y el caos, y cada persona que trataba de atacarlo, él respondía con la contundencia de sus bastones o de la potencia de sus Parvadas.

Con los primeros tipos que se enfrentó ni siquiera eran parte del ejército de Raiden, simples  delincuentes que derrotó con cierta facilidad. No fue hasta que cruzó bajo un puente que se encontró a un par de miembros, se inmiscuían entre la horda de personas, haciéndose pasar por anarquistas comunes. Un oficial se aproximó a ellos, pero lo asesinaron con una sarta de movimientos coordinados y letales que lo dejaron sobre el suelo en menos de un minuto. Se detuvo y los miró, ambos portaban katanas, pero no vestían el uniforme Ninja, solo lleveban ropas oscuras y cada uno una máscara que ocultaba sus rostros.

—¿Qué esperan? —giró sus bastones, y al mismo tiempo corrieron entre sí para atacarse. Alex arrojó su bastón y lo hizo chocar contra el rostro del primero, mientras que con el segundo interceptó su estocada y lo hizo caer para noquearlo ya en el suelo. El segundo se levantó y alzó su catana contra él.
Alex contrarrestó sus ataques con ayuda de su bastón, en el último bloqueo, alcanzó a agacharse y evitar un corte. Lanzó un puñetazo que le tumbó la máscara y le hizo perder el equilibrio, se lanzó contra él y lo fulminó con decenas de golpes a su rostro desnudo. Se levantó agitado y tomó sus bastones, los combinó para ensamblar al Demoledor, siguió con su camino y se encontró a la policía tratando de contener la amenaza.

Casi parecía que todos habían descendido al infierno, en medio del fuego y la ceniza los policías enfrentaban la horda de manifestantes. Limpió el sudor de su frente y sintió como sus pulmones se marchitaban al llenarse con el humo.

Siguió caminando, cada sujeto que se acercaba a él, lo interceptaba con el bastón, golpe tras golpe los manifestantes caían a sus pies. No fue hasta que un sujeto lo derribó por detrás, que soltó su arma.
Trató de liberarse, pero al instante llegaron otros dos, uno de ellos pateó su rostro a penas y lo vio, sus dientes chocaron entre sí, sintió la sangre brotar. Todos comenzaron a patearlo o golpearlo sin piedad, entonces uno de ellos sacó un cuchillo.

—¡Es hora de cortarle las alas al Cuervo! —exclamó de manera siniestra y sobre-excitada. Alzó la navaja, entonces Alex lo pateó con fuerza en la entrepierna, el sujeto se agachó tratando de mitigar el dolor, lo cual aprovechó para derribar al más cercano, giró sobre el césped y lo noqueó con un codazo.

Se levantó de un salto y alcanzó a cubrirse de los golpes que le lanzó el tercero, aguantó un par de segundos hasta que logró propinarle una patada que lo mandó a volar. Se aproximó al que aún sufría por el dolor en sus testículos, lo atrapó del cabello y lo hizo morder el polvo, literalmente. Siguió caminando mientras se limpiaba la sangre, llegó hasta su bastón, pero fue entonces cuando se percató que alguien corría hacia él.

La fugaz figura de Raiden llegó hasta él y de una patada lo arrojó e hizo rodar hasta impactarlo contra un árbol. Sintió una poderosa sacudida en su interior, a la par que el aire le faltaba, alcanzó a reaccionar, el Cazador alzó una de sus cuchillas y con un solo tajo partió verticalmente el árbol donde residía.

Giró por el suelo y tambaleante se puso en guardia, nuevamente atacó, lanzó un par de patadas que Raiden bloqueó, en su último intento; atrapó su pierna y lo alzó en el aire y lo estrelló contra el suelo. Gritó hasta que su garganta no pudo más, arqueó la espalda por el dolor, entonces comenzó a arrastrarse para librarse de él, pero fue inútil.
Lo atrapó nuevamente, sujetó su cabello con fuerza y lo estrelló contra el suelo, su antifaz acabó por fracturarse. Lo alzó para mirarlo fijamente.

—Eres solo un niño —la sangre cubría su rostro por completo, sus piernas ni siquiera reaccionaban, era como si levantara un muñeco—. Este mundo no necesita niños jugando a ser héroes.

—¿Quién... está jugando...? Idiota —pronunció con dificultad. Raiden apretó más su agarre.
Una apresurada carrera se escuchó tras él, giró, y Roxane escaló con rapidez hasta apresar su cuello con sus piernas, soltó a Alex. Una vez que estuvo encima de él, golpeó su cabeza con ambos codos hasta que lo escuchó gritar.

El Cazador la tomó con fuerza y la arrojó, rápido se incorporó y lo miró con furia.

—Mira nada más, parece que nos volvemos a encontrar —desenfundó una de sus cuchillas. Roxane se agachó un poco, adoptando una postura de defensa, casi parecía una felina—. ¿Viniste a tratar de salvarle el pellejo a tu novio?

—Ya cierra la boca.

Raiden cargó contra ella, pero se deslizó entre sus piernas y evitó el ataque, se puso de pie luego de girar por el suelo. Realizó una voltereta y pateó con fuerza su rostro, nuevamente se escabulló y lo golpeó repetidas veces, se alejó de su ataque, y en un segundo desenfundó un par de cuchillos, que no tardó en arrojarle. El blindaje de su armadura contuvo los cuchillos, caminó apresuradamente hasta llegar frente a ella, nuevamente lanzó un corte, Roxane saltó y giró en el aire evitando por completo el ataque.

Pero una vez que cayó al suelo, la hoja corto ascendentemente su espalda, gritó con fuerza y se agachó, presa del dolor. Se arrastró sin dejar de mirar atrás. Raiden se encaminó lentamente hacia ella.

—Cuando esto termine, encontraré a tu familia, y las asesinaré —ella se giró en un intento de ponerse en pie, cuando él la regresó de un puñetazo—. Nadie sobrevivirá al juicio final.

—¡Oye, imbécil! —se giró, y Alex le asestó un poderoso golpe con au bastón, justo en el rostro.
Cayó como una pesada estatua, levantando tierra y ceniza. Se apresuró a ayudarla, cuando la levantaba, pudo ver como su máscara se había fragmentado, pedazos yacían regados por el suelo.
Ambos se comenzaron a alejar.

—Debemos acabar con él —pronunció ella.

—A penas puedes caminar, necesitamos irnos ahora —cruzaron una gran parte del parque, mirando como la batalla cobraba decenas y decenas de vidas.
Siguieron hasta llegar a un puente.

—Mierda —soltó ella, apretó los dientes con fuerza.

—Vamos, hay que movernos —alcanzó a ver a los anarquistas yendo en dirección hacia ellos, trató de ayudarla pero lo apartó con un empujón.

—Déjame —lo miró a los ojos.

—¿Qué? No.

Ni siquiera se percataron cuando Raiden había vuelto, estaba a la cabeza de los anarquistas, ma mitad de su máscara se había destituido, su ojo carmesí y su rostro oculto entre sombras se veía. Alex la miró, no se iba a mover. Suspiró con pesadez, nuevamente dividió su bastón en dos y encaró a la legión que ya estaba a pocos metros de ellos.

—¿Qué mierda haces? Vete —la ignoró por completo. Apretó sus bastones.

—¿Necesitas ayuda? —giró al instante que escuchó la voz de Milton.
Incrédulo miró como Thunderbird encabezaba a un gran número de gente, los reconoció al instante, eran los Serpientes Rojas. La horda de motociclistas gritó, haciendo detener el andar del bando de Raiden.

Milton miró de reojo a los Serpientes, entonces desenfundó un bastón, similar al de Alex. Lo alzó al viento.

—¡Ataquen! —gritó, y todos se abalanzaron contra el bando de Raiden.




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