CAPÍTULO 18
Llegaron al cuartel justo al anochecer, lo primero que hicieron fue darle toda la atención médica que necesitaba el doctor Phillip, Howard logró salvarlo, pero estaba exageradamente débil, debía mantenerse en reposo absoluto durante bastante tiempo para recuperar todas sus fuerzas.
De igual manera, revisó a todo el equipo, afortunadamente nadie resultó con heridas mortales, sin embargo, el combate si los dejó abatidos y muy malheridos. Luego de enfrentar a Raiden, Kai recibió demasiados golpes en el área abdominal, su clavícula y costillas sufrieron algunas rupturas que casi lo dejan incapacitado.
Rei y Alex recibieron demasiados cortes y golpes en todo el cuerpo, aunque Alex fue el que más necesitó puntos y un vendaje grueso en el antebrazo derecho. Al igual que una gran cicatriz de gran tamaño sobre la frente. Zoey solo obtuvo algunos golpes, curiosamente lo más dañado fueron sus nudillos y dedos.
Y por último, Milton, él era el más lastimado, tenía golpes y laceraciones por todo el cuerpo, tenía algunas fracturas leves en sus brazos y en sus piernas, pero a pesar de haber enfrentado a Raiden él solo, seguía en una pieza.
—En verdad no lo entiendo —comenzó a decir Howard, levantó las radiografías y nuevamente lo miró—. Peleaste con esa mole tú solo... y sigues vivo.
—Gracias, Howard, que lindo de tu parte, preocuparte por mí.
—No te ofendas, Milton, eres un muy buen peleador, pero estamos hablando de Raiden, con o sin traje... te hubiera hecho trizas —miró nuevamente las imágenes—. Y a penas tienes algunos golpes.
—Suerte... diría yo.
—Tal vez —miró a su equipo—. Bueno, chicos, una vez que el doctor Phillip despierte y pueda trabajar, comenzaremos a fabricar la anti-toxina para la Neblina de Sangre.
—¿Neblina de Sangre? —preguntó Zoey Derickson.
—Sí, ¿debe de tener un nombre, no?
—Aún falta ver cuándo planea atacar—dijo el malherido Kai Hashimoto.
—Logré tomar unas fotografías de algunos de los blancos, pero Kai tiene razón, si no sabemos cuándo atacará, no tenemos mucho.
—Logramos una ventaja sobre Raiden. Creo que necesitará al menos unos días para planificar su estrategia.
—Por eso debemos estar preparados —aseveró Alex.
—Tampoco hay que precipitarse, por el momento, descansen todo lo que puedan, lo tienen bien merecido, hicieron un gran trabajo —se colocó las gafas—. Pueden retirarse.
No faltó decirles mucho más, todos necesitaban un enorme descanso. Salieron del edificio justo para contemplar la lluvia sobre la ciudad.
—Bueno, esta vez si necesito descansar bastante —habló Kai mientras se estiraba.
—Yo también, nos vemos luego, chicos —se despidió Rei, y juntos se marcharon.
—Creo que también deberíamos irnos, ha sido un día largo —dijo Alex.
—Tienes razón —Milton sonrió, miró a todos, nuevamente el ambiente se sintió pesado al estar solamente ellos.
—Bien... nos-nos vemos —le dio la espalda a Milton y a Zoey y se fue junto con su compañera. Mientras avanzaban por las calles de la ciudad, Alex sintió la necesidad de hablar con ellos dos, no sabía exactamente por qué, tal vez el ver a su amigo al borde del colapso luego de su arduo combate contra Raiden le hizo ver que a pesar de todo, no estaban hechos de piedra. O tal vez solo quería arreglar las cosas con Zoey.
Siguieron durante unos minutos hasta que el atractivo letrero en colores neón de un restaurante chino hizo que Alex se detuviera.
—Rox.
—¿Qué pasa?
—¿Te gustaría cenar conmigo? —ella sonrió.
—¿Es una especie de cita? —se cruzó de brazos, caminó un poco hasta quedar frente a él, Alex miró directamente en aquellos ojos verdes que desde hacía tiempo lo hacían enloquecer más y más.
—Bueno... estuve en lo que podría considerar una de las peleas más difíciles de mi vida, y si es que cabe la posibilidad de morir muy pronto, me gustaría hacerlo sabiendo que al menos pude cenar contigo —sonrió ligeramente, su rostro le dolía.
—Eres un tonto —rió y agitó su melena negra—. Me encantaría cenar contigo, Alex.
—Bien —tembló involuntariamente—. ¿E-entramos?
—Claro.
Y la noche siguió en aquel restaurante, la comida fue como una dosis de adrenalina, en cuestión de minutos Alex se sintió muchísimo mejor, eso y el escuchar la risa de Roxane Taylor le hacía trabajar su corazón.
—Conozco esa cara —habló Roxane—. Estás acomplejado por algo —tomó los palillos y se llevó un poco de comida a la boca.
—Claro que no —aseguró no muy convencido.
—Eres muchas cosas, Alex Jefferson, pero no un buen mentiroso.
—No lo sé, tal vez tenga algo, pero nada importante.
—Claro que sí, sigues acomplejado por tu pelea con Zoey —bajó un poco la cabeza—. Lamento haberla provocado, sé que tú y ella son muy cercanos.
—Oye, tú no provocaste nada. Zoey... es alguien muy especial para mí, pero te aseguro que tú no causaste nada, al contrario, desde que llegaste todo
está mejor que nunca.
—No digas eso, desde que llegué solo he sido una carga para ti —Alex levantó su rostro y la hizo mirarlo.
—Tú jamás has sido, ni serás una carga para mí. Eres... eres fantástica.
—Ya no hables más, me vas a hacer llorar —rió un poco, Alex la miró nuevamente, entonces se levantó.
—¿Y si pagamos la cuenta y nos vamos de aquí?
Llegaron casi a la media noche al departamento de Alex, estaban empapados de pies a cabeza y ninguno dejaba de temblar ni tampoco reír, a pesar del frío.
Sacó la llave y abrió la puerta, el lugar estaba completamente oscuro. Se quitó la chaqueta y la dejó en el suelo, colocó sus manos sobre su boca y sopló una bocanada de aire cálido para calentarlas.
—¿Quieres un café? Estoy muriendo de hipotermia —se burló. Volteó hacia ella y Roxane se había quitado toda la ropa frente a sus ojos, tembló, y no por el frío—. Rox... tú...
—Creo que sé como podemos calentarnos mejor —se acercó contoneándose hacia él.— Eres el hombre más maravilloso que he conocido, Alex Jefferson —se levantó y alcanzó sus labios—. Y cada vez me enamoras más y más.
Agitado se quitó la camiseta, ella acarició sus pectorales, nuevamente se apoderó de sus labios. Alex la sujetó con firmeza y la llevó hacia su habitación.
La lluvia incrementó en el trayecto a la casa de Zoey, no tenían sombrillas o siquiera algo de protección, así que estaban completamente bañados. Aún con eso, Zoey se notaba exageradamente alegre, cada paso que daba lo hacía entre risas, las bromas y ocurrencias de Milton nunca le parecieron más graciosas.
—Cuidado un... —Zoey pisó el charco y salpicó el agua sobre ellos dos— charco —se rió.
Ella siguió saltando y riendo sin parar.
—Déjate llevar, la lluvia es maravillosa —alzó la vista y dejó que las miles de gotas le cayeran encima—. ¿Por qué estás tan serio?
—Porque estoy muy débil y lo más seguro es que después de esto me de un resfriado.
—No seas llorón —lo tomó de las manos y comenzó a dar vueltas. No pudo mantenerse serio más de un minuto, dejó que la frescura de la noche llenara todo su ser, volteó y la miró.
—Tienes una sonrisa muy hermosa, Zoey Derickson —declaró sin dejar de girar.
—Y tú eres muy tierno, Milton Sanders —sus mejillas se enrojecieron. Una vez que dejaron de de dar vueltas e intentaron seguir su camino, Zoey casi se cae, pero él la alcanzó a sujetar de la cadera.
—Cuidado —la levantó hasta tenerla frente a él.
—Lo siento, creo que di muchas... vueltas —se miraron fijamente sin decir nada, Milton acarició su mejilla—. Mira, llegamos —su casa estaba a pocos metros. La dejó, miró hacia otro lado y siguieron caminando, un silencio se hizo al llegar a la entrada de su hogar.
—Bueno, ya es tarde, buenas noches —se despidió con cordialidad y bajó los pequeños escalones que antecedían a la puerta.
—¡Milton! —exclamó apresuradamente. Entonces se detuvo— ¿Por qué no pasas? Solo hasta que la lluvia se relaje... —se acarició el brazo y bajó un poco la vista.
—Claro —subió, Zoey abrió la puerta y entró, él le siguió.
Encendió unas cuantas luces y volteó a verlo.
—Sígeme —subió al segundo piso. Milton la siguió con un poco de lentitud. Ella entró al baño—. Si quieres quítate la ropa, en un momento la meteré a secar —habló desde dentro.
Se quitó con algo de trabajo su chamarra, después su playera, ambas estaban deshechas y llenas de sangre. Abrió la puerta, vestía una bata de baño.
—¿Quieres una... —se quedó muda al verlo, su torso, herido y lleno de rastros de combate, era mucho muy diferente a como hubiera imaginado.
Era delgado, pero se notaba el trabajo en su musculatura y su abdomen marcado— toalla? —se había ruborizado por completo.
Le tendió la toalla.
—Gracias —la aceptó y comenzó a secarse. Zoey tomó su ropa y cruzó el pasillo hasta llegar al pequeño cuarto de lavandería. Echó a andar la secadora.
—Bueno, creo que tengo algo de ropa de papá por aquí así que...
—Zoey —volteó al instante.
—¿Si? —se acercó un poco a él, Milton bajó la mirada.
—Creo... creo que debería irme —se acercó más.
—¿Por qué? —ni siquiera se percató cuando ya estaba frente a él.
—Porque... si me quedo, tal vez haga algo que no debería —Zoey miró como cada poro de su piel se erizaba, y como su pecho se agitaba al vaivén de su corazón agitado. Posó su mano sobre su pecho, nuevamente tuvo un escalofrío.
—Milton... —agachó la cabeza, intentando ocultar su agitada respiración. Pero él levantó su rostro con sus dedos, miró sus ojos directamente.
—Eres tan hermosa —pronunció con un tono de voz áspero y seductor, ella no supo qué decir—. Me matas cada vez que te veo —esta vez fue él quien agachó la cabeza. Negó un par de veces y se apartó de ella—, lo siento, debo irme —no supo si debía ir por su ropa antes, solo se dispuso a bajar las escaleras, cuando ella lo detuvo.
—No —fue lo único que dijo, sostuvo firmemente su brazo y lo acercó a ella, levantó la vista, sus ojos brillaban—. Quédate.
—Zoey —lo acercó mucho más.
—Quiero que te quedes —tomó su rostro, sus manos estaban frías, pero su pecho estaba más cálido que nunca.
Se acercó completamente a él y dejó que sus labios se juntaran con los suyos. Milton tomó su cuello con ambas manos y contestó el beso.
Hasta que se separaron, Milton posó su frente contra la suya y suspiró.
—¿Estás segura? —ella se apartó, quitó lentamente el cordón de su bata y la dejó caer sobre el suelo, un trueno estalló, iluminando el cuerpo angelical de Zoey, delgado y hermoso como una escultura, adornado además con un conjunto color cereza que lo hizo temblar. Ella asintió, se acercó nuevamente a él y lo besó con mucha más intensidad.
Milton atrapó sus caderas con firmeza y la levantó, la dejó encima suyo, movió un mechón de cabello de su rostro y siguió besándola. La llevó hasta su habitación, la tendió sobre la cama. Besó su cuello y comenzó a bajar lentamente a través de su figura, Zoey dejó escapar un ligero gemido y sonrió, nuevamente regresó a su rostro y la miró como si estuviera soñando.
—No puedo creer que esto este pasando... —soltó agitado.
—Ya no digas nada —se acercó y mordió su labio, siguió.
Ese último beso, fue aquello que detonó cómo siguió la noche.
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