CAPÍTULO 13
Eran alrededor de las seis de la mañana, hacía frío por toda la ciudad a pesar de que el sol iluminaba todo, Milton y Zoey habían encontrado el baldío donde los Serpientes se ocultaban, pero fue muy distinto a lo que pensaban.
Al llegar, encontraron una multitud de temerosos sobrevivientes, eran bastantes, pero ya no parecían los amenazantes y fuertes motociclistas que se toparon en el bar, no, ahora parecían una banda de refugiados buscando un poco de tranquilidad.
—¿Seguro que son ellos? —dudó ella al verlos con sorpresa.
—Eso creo —era sorprendente, y más para él verlos en ese estado. Lucían derrotados, frágiles y prácticamente residían en la basura, todo había cambiado en cuestión de horas.
Juntos se acercaron, y rápidamente fueron interceptados por un grupo, hombres grandes y armados, comenzaron a rodearlos sin dejar de soltar amenazas y hacer preguntas que no podían siquiera escuchar bien. Pero antes de que la cosa se complicara, un hombre apareció para calmar todo, se veía mucho más viejo que los demás, con cabello cano y un rostro que solo denotaba que ya no quería más problemas. Aquel hombre logró apaciguar a sus compañeros, se acercó a ellos y cruzado de brazos lanzó una pregunta.
—¿Qué quieren? —ambos se miraron un tanto confundidos, tal vez esperaban otra pregunta.
—Somos los...
—Ya sabemos quiénes son —interrumpió a Milton—. Pregunté ¿qué es lo que quieren?
—Bueno... queríamos saber cómo es que estaban todos.
—Hasta donde recuerdo, ustedes ocasionaron esto —soltó una mujer, entonces la multitud le secundó entre quejas e insultos inentendibles—. Ustedes llevaron al Cazador con nosotros, ustedes nos llevaron la muerte.
Nuevamente la multitud reaccionó en un disgusto y odio colectivo hacia ellos, parecía que en cualquier momento el barril de pólvora en el que se encontraban haría explosión.
—Nosotros no llevamos a Raiden con ustedes —habló Milton fuerte y claro, rápido captó toda la atención—. Carter lo hizo... tenía la esperanza de poder dialogar con él y así evitar una guerra, pero murió en el intento.
Raiden no es alguien con quien se pueda razonar, él tiene una misión y es exterminarnos a todos —el barullo regresó.
—¿Entonces, esperamos a que venga y termine su trabajo? —habló nuevamente el hombre de cabello cano.
—No conozco a ninguno de ustedes —comenzó Milton—. Tampoco llegué a conocer a Carter —caminó hasta estar en medio de la multitud de motociclistas—, pero sé que ninguno de ustedes permitiría que un malnacido como él ganase la batalla sin siquiera haber comenzado.
Raiden habla sobre como hace falta balance, yo digo que hace falta unidad —se detuvo unos segundos y miró a su alrededor, finalmente depositó su mirada en ella.— Cree que somos débiles, hay que demostrarle que está muy equivocado, debemos unirnos contra él, atacar, todos, y demostrarle que la batalla está lejos de terminar.
Hubo un silencio monumental en aquel baldío, ni siquiera sus pensamientos podían escucharse. Aquel hombre se plantó frente a él y lo miró seriamente.
—Vi como te enfrentabas a esa cosa y ahora esto, tienes agallas chico, eso es lo que necesitamos ahora. Te seguiré en esto, y al final, ese monstruo verá que no debes molestar una serpiente sin esperar una mordida a cambio.
Milton sonrió, entonces más y más Serpientes comenzaron a unirse a la causa, hasta que todos entraron.
Ciertamente Zoey estaba sorprendida, pero ni él podía creerlo.
—¿Y eso? —dudó ella con un sonrisa.
—Supongo que ver tanta televisión ayudó en algo. —La multitud siguió durante unos minutos más, hasta que periódicamente fue volviendo todo a la normalidad.
Billy, el hombre que resultó ser un alto mando en los Serpientes se llevó a Milton y a Zoey a una zona más alejada de los demás para poder discutir más a fondo el siguiente movimiento.
—¿Y bien Protectores, cuál es el plan ahora? —alzó su mano sobre las llamas que emanaban de un barril.
—Bueno, no hay que precipitarnos, Raiden cree que que tuvieron una derrota aplastante, hay que dejar que siga pensando eso un rato más, y cuando menos se lo espere, atacamos.
—Tengo una duda —habló otro motociclista de importancia—. Ese sujeto utilizó un arma contra nosotros, ni siquiera puedo recordar bien lo que pasó cuando la activó, solo que ya no tenía control. ¿Qué tal si la vuelve a usar y nos hace masacrarnos entre nosotros?
—Estamos en eso, si es factible otro ataque con esa cosa debemos estar preparados y saber cómo actuar —le respondió Zoey.
—Por el momento sigan con el plan, permanezcan ocultos hasta que sea el momento preciso de atacar.
—Muy bien, Protectores —sonrió arrugando un poco su rostro.
—Bueno, los dejaré para que puedan conversar un poco sobre el siguiente paso —Milton se alejó de ellos, entre la basura encontró un destartalado y muy dañado sofá, no le importó, se sentó sacando una nube de polvo de éste.
Zoey llegó frente a él, arqueó la ceja y se cruzó de brazos.
—Esa cosa se ve en muy mal estado —sonrió.
—Sí, pero tiene su encanto —acarició el brazo del sofá.
—Creo que lo que tiene son ratas —bromeó.
—Deja de molestarlo, mejor siéntate y descubre sus encantos —soltó una risita y se sentó junto a él, nuevamente una pequeña nube de polvo se alzó sobre ellos.
—Milton, ¿por qué los ayudas realmente?
—Es nuestro deber, proteger a quien lo necesita.
—¿Crees que lo necesitan realmente?
—Míralos bien Zoey, ¿qué es lo que ves? —miró a su alrededor.
—Un basurero lleno de motociclistas en depresión —encogió los hombros.
—Yo veo a un grupo de gente que necesita ayuda. Una vez alguien me dijo que si en ti estaba la oportunidad de ayudar a alguien, que lo hiciera sin recibir nada a cambio. Supongo que esa ideología la he tenido desde que me uní a ustedes.
—Vaya, tienes un corazón muy noble Milton Sanders —recargó su cabeza sobre su hombro, Milton miró de reojo, ella había cerrado sus ojos.
—¿Crees que todo saldrá bien?
—C-claro. Solo necesitamos averiguar que es lo que Raiden pretende hacer con ese gas, espero y Alex y los demás tengan algo ya.
Luego de un par de horas más, Roxane Taylor despertó, abrió sus ojos de golpe, solo para ver que no se encontraba ni en su hogar ni mucho menos en un hospital.
Intentó moverse pero un intenso dolor en su abdomen la hizo permanecer en la cama donde residía.
—Al fin despertaste —pronunció una voz a su lado, rápido volteó a pesar del dolor, Alex estaba viéndola desde una silla, se talló los ojos con sus manos y se levantó—. La sangre no dejaba de salir, por un segundo pensé que tendría que llevarte a un hospital, aunque eso hubiera sido problemático de haber ido con esto puesto —arrojó la máscara ante ella, la cara de Roxane de modificó en una expresión de miedo absoluto.
—Yo-yo... puedo explicarlo —tenía la voz seca, nuevamente intentó erguirse pero el dolor no lo permitió.
—No hay nada que explicar —se cruzó de brazos—. Todo este tiempo has pretendido ser alguien que no eres —sus palabras y el sentimiento que experimentaba le hacía recordar la noche que Milton supo de su doble vida, ciertamente ya no podía verla con los mismos ojos.
—Si te lo recuerdo, tú tampoco te excusas de eso, Cuervo. La única diferencia es que yo descubrí mucho antes quién eres —Alex comenzó a negar con la cabeza, estaba impresionado.
—Y aquí la diferencia es que yo utilizo mi otra identidad para hacer el bien —nuevamente negó, pero de forma más molesta—. Entonces todo este tiempo has sabido quién soy.
—Sí, pero nunca busqué hacerle daño ni a ti o tus amigos coloridos.
—También sabes de ellos, increíble —se sentó en una esquina de la cama.
—Escucha, vine contigo por la misma razón por la cual llegué casi muerta, necesito tu ayuda.
—¿En qué?
—Raiden —al pronunciar su nombre un escalofrío recorrió su cuerpo al instante. Volteó a verla—. Amenazó con matar a mi madre y a mi hermana si no lo ayudaba a tenderles una trampa.
Tras eso, Alex se levantó, retrocedió un poco, pero no dejó de fulminarla con la mirada.
—El ataque al puente Libertad... ¿tú le dijiste?
—No tuve más remedio, iba a matarlas —soltó en un sollozo, pequeñas lágrimas comenzaron a desbordar de sus ojos.
—Maldición... y yo preocupado por si te había pasado algo, mientras que tú...
—Entiende que no tuve otra alternativa, es mi familia la que está en riesgo. Sé que fui una estúpida al no decirte la verdad, sé que pude arruinarlo todo al venir aquí, pero ahora, necesito tu ayuda, no por mí, sino por mi madre y mi hermana, ellas son lo único que me queda y jamás me perdonaré si algo les pasa.
Alex la miró seriamente, no era Kai para saber la verdad a través de sus latidos, pero podía ver, y sus ojos no decían otra cosa más que la verdad.
—Te ayudaré —ella sonrió con las lágrimas sobre sus mejillas.
—Gracias.
—Pero de ahora en adelante me dirás todo lo que necesito saber, ¿entendiste? —ella asintió—. Bien, ahora, ¿donde están, Raiden las tiene?
—No, están en un hotel, el Platinum, cerca de Central Park. Debemos llegar rápido antes de que ese monstruo... —cada intento de levantarse se veía frustrado por la herida en su pecho.
—No, detente, te harás daño —la acostó nuevamente—. Yo las buscaré y las pondré a salvo, pero tienes que descansar.
—E-está bien —soltó exhausta.
Alex se acercó a su armario y de entre su ropa; en un pequeño escondite sacó el traje y su bastón. Entró rápidamente a su baño y se vistió con el traje abajo de su ropa.
—Quédate aquí, volveré pronto. Y no toques mis cosas —abrió la puerta y salió de ahí sin más.
Mientras recorría el pasillo no podía dejar de pensar en cómo debió sentirse Milton al descubrir la verdad, eran amigos desde pequeños y nunca antes le había mentido.
Y aún a pesar de eso, al descubrir su segunda vida, Milton no se alejó de él, lo apoyó y siguió a su lado hasta el presente, en cierta forma aquello era lo que motivaba a Alex a no dejarla sola, mucho menos en un momento de tal necesidad.
Llegó hasta las escaleras y comenzó a descender mientras sacaba su teléfono, rápido buscó entre sus contactos, y pensó bien en quién llamar, finalmente llegó hasta Kai, lo llamó.
El celular enlazó la llamada luego de unos segundos.
—¿Alex, qué sucede? —preguntó tras la línea.
—Kai, necesito de tu ayuda urgentemente, pero antes necesito que me prometas que no le dirás a nadie sobre esto.
—¿Qué sucede, estás bien?
—Yo estoy bien, ahora, necesito que me lo prometas, es una emergencia.
—Bien, bien, lo prometo.
—Gracias, ahora, reúnete conmigo en el hotel Platinum en diez minutos, no preguntes por qué, pero tal vez tendremos que partir algunas piernas—no dijo nada, simplemante lo escuchó suspirar con resignación.
—¿Debo llevar mi espada?
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