CAPÍTULO 5
Alzó su mano y con la palma limpió el vaho que cubría el cristal de la ventana, una vez que el vapor se disipó pudo tener una mejor vista del exterior, así como de la tormenta que se cernía sobre toda la isla. Los truenos iluminaban de manera lúgubre el cielo, azotando como látigos celestiales contra el mar agitado, el cual, en oposición de la noche se mostraba como un inmenso manto hecho de absoluta oscuridad, pero al voltear la cabeza se encontró con la ciudad, aquel espectáculo hecho de luz y calor que cada vez se veía más y más cercano a medida que avanzaban en aquella caravana. Estaba tenso, cerrando constantemente sus puños mientras analizaba todo a su alrededor, todo el grupo estaba igual, pues aunque Rei les había prometido que nadie les haría daño, se habían entregado completamente a la voluntad de aquellos guerreros que si bien no los habían asesinado, no tenían la garantía de que no lo harían después.
Resultó que no habían pasado inadvertido en lo absoluto, pues apenas y llegaron a las costas del lugar los habían detectado. Fue así que el Clan del Dragón los logró interceptar tan rápido. Fue durante el viaje que Alex se pudo dar cuenta de que las historias de aquellos guerreros definitivamente habían carecido de detalles demasiado reveladores con respecto a su propia naturaleza. Cuando Kai se presentó ante ellos lo hizo únicamente en compañía de su protectora y de su espada, cosa que le había hecho pensar que no se trataba más que de un antiquísimo grupo de guerreros chapados a la antigua, siguiendo un credo que les forzaba a mantenerse con un estilo de vida reservado y carente de recursos en su lucha contra el mal, no podía haber estado más equivocado. Pues no solo contaban con los recursos necesarios que tendría un ancestral gremio de guerreros, sino que también se habían optimizado por completo.
Luego de su aparatoso primer encuentro con ellos, pudieron ver algunos atisbos de los medios que poseían en aquella organización. Los llevaron en vehículos blindados a través de los boscosos caminos que componían las afueras de la gran megalópolis que significaba la capital de Tokio. Gozaban de buena tecnología, tan solo aquellos transportes tenían armamento y aditamentos tecnológicos apenas dignos de un ejército, radares por toda la urbe, así como también un sinfín de medios por los cuales mantenían monitoreada la ciudad. Y quizás había sido por la noche o por la pelea, pero Alex no se había puesto a analizar detenidamente a los miembros del clan. Lucían en toda la extensión de la palabra como ninjas, guerreros shinobis de la antigüedad, guardados en ropajes oscuros y pañoletas que apenas y dejaban visibles algunos rastros de quienes eran en realidad, casi parecían sombras hechas hombres. Sin embargo, sus uniformes tradicionales yacían revestidos con mejoras que tan solo un verdadero entendido en la materia como lo era un Protector podría detectar.
Llevaban armaduras ligeras por encima de los trajes tradicionales, así como también protección y demás adiciones que les permitían mejorar en gran medida la capacidad de aquellos ninjas para manejarse en entornos hostiles. Algunos levaban fornituras cargadas de artilugios de combate y armas discretas, otros incluso parecían tener tecnología integrada como una extensión de sus armaduras, visores para misiones nocturnas, lo que parecían ser ganchos retractiles, blindaje de grado militar e incluso podría pensar que exoesqueletos para brindar mejor protección a la hora de tener un combate. Fuera como fuera, definitivamente estaban equipados para la guerra.
—¿A dónde vamos? —alzó la voz entonces, mirando a aquel guerrero que otrora los había sometido en el almacén. Aquel viejo sensei de Rei. El maestro Ren afilaba su sable en su asiento, y cuando lo escuchó mostró una sonrisa ligera.
—Tranquilo, Alex Jefferson —pasó la piedra para afilar una última vez contra la hoja de su sable y la levantó, mostrando aquella espada resplandeciendo con un fulgor helado que calaba en los huesos. Alex pudo ver su reflejo proyectándose contra el filo de aquella arma—. Justo ahora nos dirigimos a nuestro cuartel, no tienen nada que temer.
—Sí claro —recitó Javier—. Porque ser escoltados por una legión de ninjas es lo más común del mundo. —Tras eso el guerrero ocultó su sable y se acomodó en su asiento en aquel amplio vehículo blindado.
Alex apretó el mentón, tomó aire y observó a su alrededor. Todos sus amigos tenían el mismo semblante sobre sus rostros. El miedo se apoderaba de ellos, así como también la desconfianza. Miró a su derecha y encontró a su madre, se veía afligida, siempre había buscado protegerla a cualquier costo, y ahora la había involucrado por completo en esta nueva lucha contra el Clan de la Sangre. Temía por ella y también por todos, pero por más que sintiera temor no podía demostrarlo, debía mantenerse fuerte, ahora más que nunca.
—Oye —la tomó suavemente de la mano y le sonrió. Su madre correspondió el gesto, compartiéndole de aquel cariño reconfortante que solo una madre podría dar a través de sus cálidos ojos—. ¿Todo estará bien, sí? Tú confía en mí.
—Lo sé.
—Estamos por llegar —anunció el maestro Ren—. Prepárense.
Siguieron por varios minutos más a través de los sinuosos caminos de la montaña, recorriendo los espesos bosques verdes a los pies del gran Monte Fuji. El frío se elevaba y la neblina lo cubría todo, pronto los vestigios del mundo que conocían quedaron atrás y se internaron por completo en la solitaria omnipotencia de aquel bosque inacabable, viendo aquel reino espectral del cual no conocían nada ni a nadie, como si hubiesen entrado de lleno a un mundo nuevo, listo para explorar. Llegó un momento en su trayecto en el cual ya no podían percibir nada a través de las ventanas, como si en el exterior tan solo hubiera niebla y árboles frondosos que ocultaban todo, aunque por algunos breves instantes se podía discernir entre las grumosas condenaciones lo que parecían ser vestigios de alguna clase de aldea.
—Hemos llegado —anunció el maestro Ren y la compuerta trasera de aquel enorme vehículo militar se abrió. Permitiéndoles salir de nuevo al exterior.
Una bocanada de viento helado les recibió apenas y pusieron los pies en la tierra, así como un manto nebuloso del cual se dibujaron varias figuras sombrías y bien armadas cubriendo todo el lugar en la forma de guardianes silenciosos. Tomó aire y sujetó firmemente la mano de Zoey mientras sentía la llovizna aterrizando en su cara. Lo primero que los recibió fue un suelo adoquinado y gris que yacía adornado con varias jardineras y también algunos árboles a su alrededor, farolas brillaban entre los árboles y las estructuras a su alrededor, iluminando tenuemente aquel paraje misterioso, no tardaron en discernir en que aquello era tan solo la entrada de algo mucho más grande e impresionante. Justo frente a ellos se alzó una muralla imponente grabada con símbolos antiguos, la cual custodiaba la entrada de lo que para cualquiera sería un castillo. Una fortaleza grande e imponente, una proeza arquitectónica sacada de alguna visión onírica, una gran sucesión de edificaciones con un aire ancestral que guardaba toda la esencia del Japón antiguo.
—No mames —masculló Javier con asombro de ver aquella visión frente a sus ojos.
Rei Murakami sintió un estrujón sobre su pecho, sus piernas temblaron y un escalofrío recorrió su espalda, era como la primera vez que lo miraba, hermoso y excepcional, frente a ella se alzaba su hogar, tal y como lo recordaba y a la vez completamente diferente a como lo vio por última vez. Casi como si se tratase de un mundo que tan solo vivía en sus más viejos recuerdos.
—Bienvenidos al recinto del Clan del Dragón, el Palacio Naitodagā —recitó el maestro Ren—. Vengan, tenemos mucho que hacer.
Rei les indicó seguirlo, así que todos avanzaron hasta que cruzaron la puerta principal. Un mecanismo en un enorme sello circular de madera con el emblema de un dragón tallado en ella se activó y pronto les dio el acceso a aquel emblemático lugar. Guardaba reminiscencias a un monasterio antiguo, se trataba de un inmenso espacio al aire libre, con largos pasillos de madera y piedra que se interconectaban entre jardines y puentes que cruzaban a su vez por un riachuelo lleno de peces koi. Había edificios de madera con paredes de papel de arroz, con diseños de formas simples que recordaban a los templos budistas, así como también una unión con la naturaleza, todo el recinto estaba lleno de jardines, patios amplios y accesos al bosque y el exterior, todo en esencia respetaba aquella cultura milenaria, y sin embargo, a medida que avanzaban pudieron darse cuenta de que no se habían quedado atrás en cuestiones de avances tecnológicos.
Dentro de cada área de aquella base pudieron ver un auténtico cuartel, salas enteras llenas de máquinas sofisticadas, armamento, laboratorios, guerreros entrenando su habilidad con cualquier tipo de arma. Si bien aquel lugar respetaba sus raíces y su comunión con la naturaleza y la vida, no se alejaban de su innata naturaleza bélica, aquel era un recinto destinado a formar guerreros que salvaguardarían la justicia y la paz en el mundo.
—Cuando nos hablaste de tu hogar, no era esto lo que tenía en mente —mencionó Roxane mirando una sofisticada sala en la cual varios guerreros entrenaban contra proyecciones holográficas.
—El Clan se ha mantenido oculto del ojo público durante cientos de años —habló Ren Shinomura—. Somos una orden destinada a proteger el mundo, para el resto de la humanidad no existimos, somos una leyenda, un mito y así debe permanecer nuestra orden. Si Murakami-chan no les habló de nosotros, ni tampoco reveló nuestra ubicación, entonces al menos hizo algo bien —tras escuchar a aquel estoico hombre; Rei bajó la cabeza.
—Se ven bien preparados —irrumpió Alex—. En realidad estoy bastante sorprendido de que tengan semejante operación y la hayan podido mantener en secreto todo este tiempo. Lo cual me hace preguntarme, ¿si están tan bien preparados, para que nos necesitan entonces?
—Digamos que las apariencias engañan —pasó sus manos tras su espalda y siguió caminando a través de aquellos amplios pasillos de madera y papel—. Tantos años en conflicto han diezmado nuestras fuerzas, justo ahora estamos atravesando por una gran crisis, además, nuestros esfuerzos por repeler las fuerzas del titán Ultra durante la Era de Sombras nos debilitaron aún más, estamos escasos, justo ahora hemos llamado a todos nuestros guerreros justo aquí con la esperanza de poder hacerle frente al Clan y acabar con esta guerra de una vez por todas. Además, pocos son los que se han enfrentado contra el Clan de la Sangre y vivido para contarlo. Aun con su inexperiencia y sus fallas, son guerreros formidables, ya nos hemos apoyado en el pasado, ahora nos pueden ser de gran ayuda para acabar con esta guerra de manera definitiva.
—¿Nos llamó novatos? —dijo Javier.
—Entonces definitivamente estamos del mismo bando, ¿eh? —mencionó Alex y el guerrero asintió.
—Así parece.
—¿A dónde nos llevas? —cuestionó Zoey.
—Ante el Gran Maestro —dictó el guerrero—. Él será quien decidirá si de verdad se unen o no a nuestra lucha o no.
—Por dios... —musitó Rei con preocupación. Pronto Javi se percató de ello y la abordó una mano sobre su hombro.
—¿Gran Maestro?
—Es el líder actual del Clan, un viejo maestro mío y de Kai, así como también de muchos de los guerreros más notables de este gremio, es un hombre muy sabio y con una reputación legendaria —una notable preocupación que rozaba el pánico se dibujó en su mirada al hablar de él.
—¿Y...?
—Y él... —su voz tembló—... también es el padre de Kai.
Todos posaron sus miradas en ella luego de semejante sentencia. El pánico volvió a apoderarse por completo de todo el equipo, pues si habían sobrevivido hasta la fecha era gracias a aquel hombre del cual hasta hacía pocos instantes desconocían por completo de su existencia, pero que ahora se mostraba como la única persona capaz de definir su destino de ahora en adelante, y si debían rendirle cuentas a alguien, definitivamente sería a él. Siguieron por un tramo más hasta que llegaron a un inmenso salón, una recamara de madera y paredes de metal acondicionadas como una suerte de sala ceremonial, pilares de colores rojos yacían decorados con viejos escritos y leyendas del clan, mientras que sobre sus cabezas se podía vislumbrar la imagen de un gran dragón azulado en un paisaje montañoso, un salón destinado a albergar al mandamás de aquella organización.
Pronto una figura se mostró, sentado en un bello asiento que casi parecía simular un trono. Observaba en tiempo real las hazañas de Los Protectores puestas en decenas de monitores, la tensión incrementó una vez que la puerta se cerró tras ellos y los guardias ocultos se mostraron en cada esquina, fuertemente armados y listos para actuar si fuese necesario.
—Maestro —habló Ren Shinomura dando una reverencia—. Aquí están, los héroes que solicitó ver.
—Hm —emitió meditativo mientras se rascaba la barbilla e inclinaba curioso la cabeza mientras observaba las batallas de aquellos gurreros—. Interesante —dijo y tras accionar un botón la silla en la que estaba; se giró para que lo vieran directamente. Era un hombre ya entrado en edad, quizás rondaba los sesenta años, su vejez era clara gracias a las arrugas en su rostro y el cansancio en su mirada, vestía un kimono negro y sobre su regazo había una katana de hoja negra, idéntica a la que Kai tenía. Rei, nomás al verlo se inclinó por completo.
—Ante ustedes, Hiroyuki Hashimoto, el Gran Maestro del Clan del Dragón.
Todos se miraron mutuamente, y como si se tratara de un acuerdo no hablado se inclinaron de igual forma, en una señal de respeto. Aquel hombre era de mirada fría, sus ojos no mostraban emoción alguna, gozaba de unas cicatrices en la cara que recalcaban su fiereza, era un guerrero, y todos lo sabían bien. Tomó aire y sin más se levantó de su trono y avanzó hacia ellos.
—Los famosísimos Protectores, los héroes de La Gran Manzana y salvadores del mundo, finalmente nos honran con su presencia. —Se mostraba estoico y algo reservado, pero aun con todo eso hizo una corta reverencia que dejó helados a todos—. Es un honor conocerlos al fin —desvió entonces su mirada hacia la única mujer que no se había dignado a alzar la cabeza ni un poco—. Y veo que no vienen solos —avanzó hacia ella y con su mandoble enfundado le hizo levantar la mirada—. Rei Murakami... al fin decidiste regresar.
—Ma-maestro —enunció Rei con temerosidad—. Discúlpeme, yo... —el Gran Maestro desenfundó su espada en cuestión de segundos y dejó la afilada hoja sobre su mejilla, al instante todos sus amigos reaccionaron, así como también los guardias del clan, alzando sus armas contra ellos. El momento de tensión pareció congelarse en el tiempo, mientras aquellos viejos conocidos se batían en un intenso duelo de miradas.
—No te has ganado el permiso de hablar —sentenció, apretando el mentón, aquella hoja se incrustó cada vez más en su carne—. Al menos no en mi presencia. Así que, joven Murakami —movió cuidadosamente la hoja hasta situarla en su cuello, justo al lado de su yugular—, dame una razón por la cual debería seguir permitiéndote hablar en lugar de acabar con tu vida en compensación por todas tus fallas, ¿hm?
—Yo... yo...
—¡Déjela en paz! —alzó la voz Javier Reyes, acaparando por completo la atención del Gran Maestro.
—Mira nada más, tu rostro me parece familiar, pero no te reconozco del todo, ¿quién eres?
—Mi nombre es Javi, Javi Reyes —reaccionó severo y sin bajar la guardia.
—Oh, sí. El justiciero de México, he oído algunas cosas de ti, de todos ustedes en realidad. He visto que han formado una especie de... vínculo. Un grupo de guerreros que decidieron proteger a su ciudad y el mundo de toda clase de adversidades que amenacen al inocente. Admirable, lo que no me parece admirable es que hayan aceptado a esta Ronin en su grupo, aun sabiendo que le dio la espalda a su gente y huyó como una cobarde luego de que gracias a ella mi hijo terminara siendo asesinado.
—¡No fue su culpa! —intervino Alex con dureza, logrando así que los guardias se centraran en él, así como también el Gran Maestro—. Kai conocía los riesgos de enfrentarse a Raiden, mejor que nadie en realidad, pensó que podría detenerlo él solo, actuó sin pensar en las consecuencias y fue gracias a ello que acabó muriendo.
—Como te atreves —amenazó el Gran Maestro levantando la espada y apuntándole—. No mancharás la memoria de mi hijo con tus falacias.
—No son falacias —recalcó—. Kai era un gran guerrero y un hombre con mucho honor, estaba tan atado a su credo y sus creencias que estuvo dispuesto a entregar su vida por su clan en un intento por detener a Raiden, aunque eso le costara la vida. Usted no estuvo ahí, nosotros sí, nosotros peleamos contra el cazador, perdimos gente y muchos amigos en el camino, Kai incluido. Rei no tuvo nada que ver, ni siquiera ella hubiera podido ser capaz de detener lo que Riden haría, y aun con todo eso, estoy seguro de que ella habría sido capaz de entregar su vida porque Kai estuviera vivo justo ahora. Ella siempre estuvo con él, le fue fiel, lo protegió e hizo hasta lo imposible para mantenerlo a salvo, pero jamás pensó que quien acabaría por sellar su propio destino sería el propio Kai —la mirada en aquel hombre se llenó de ira, así como de impotencia, sus labios temblaban y sus fuerzas parecían flaquear—. A todos nos habría gustado que las cosas fueran diferentes, pero aquí estamos, la realidad es muy diferente a como nos gustaría que fuera. Podemos seguir mirando hacia atrás y seguir cometiendo los mismos errores, o podemos mirar adelante, y acabar con todo esto antes de que más personas paguen el precio.
Hubo un largo y abrumador silencio tras eso. El Gran Maestro bufaba como un animal rabioso, dirigiendo la punta de su katana hacia ellos, hasta que la bajó y nuevamente observó a Rei a sus pies.
—Parece que estos forasteros realmente te aprecian, Murakami, inclusive yo diría, que están dispuestos a entregar sus vidas con tal de protegerte.
—Sin dudarlo —aclaró Javier. Acaparando la atención de la lánguida Rei.
—Interesante —mostró un amago de sonrisa en su rostro frío y finalmente ocultó su espada—. En otros tiempos las leyes del clan habrían dictaminado que tu vida debería de ser tomada como una compensación por tus actos, Rei. Pero en estos tiempos de crisis debemos adaptarnos si es que queremos sobrevivir —tomó aire y le hizo levantarse alzando la cabeza, Rei lo hizo—. No estás perdonada, y la sangre de mi hijo estará en tus manos hasta que logres enmendar tu error, serás una Ronin el resto de tu vida, una carga que te seguirá hasta la muerte, pero aun así, tus servicios con esta orden aun no terminan, tienes mucho que emendar.
—Lo sé, maestro.
—Bien, no hay tiempo que perder, mientras más desperdiciamos tiempo aquí es una oportunidad más para que el Clan de la Sangre se fortalezca, debemos actuar lo más pronto posible y detenerlos. Síganme.
Abandonaron aquella enorme y elegante sala y tras virar en un par de pasillos adjuntos dieron con una inmensa sala de operaciones, una suerte de central en la cual todos los elementos que allí se encontraban monitoreaban no solo la ciudad de Tokio en la búsqueda de algún nuevo ataque, sino que su vigilancia se extendía a través de todo el globo. Interceptando señales que pudieran indicar la posición del enemigo, así como también cualquier designio que pudiera revelar su siguiente objetivo en tiempo record.
—Impresionante —clamó Howard Reed observando toda la sala cual si fuese un niño en una juguetería.
—¡Gracias! —exclamó una agitada voz entre la muchedumbre de batas blancas que cubría el lugar. Pronto una mujer se mostró—. Justo ahora estamos escasos de personal, ya saben, la guerra y esas cosas, pero creo que tenemos buena productividad pese a todas esas cosas —bebió de su taza y lo escupió al momento—. ¡Mierda! Sabe horrible —negó y volvió a beber.
—Doctora Nakamura —le llamó entonces el Gran Maestro.
—¡Gran Maestro, hola! —reaccionó apurada dando una reverencia. Era una mujer de mediana edad. De cabellera hasta los hombros, rostro redondo y facciones finas que curiosamente empataban muy bien con su desaliñado estilo y personalidad estrambótica—. Mil disculpas, Maestro, las cosas están algo agitadas —el Gran Maestro solo asintió disculpándola.
—Ella es la doctora Yumiko Nakamura. Nuestra líder del departamento de inteligencia, ella es quien dirige toda esta operación. Doctora, ellos son...
—¡Los Protectores! —aseguró con emoción, pronto recuperó la compostura—. Es decir, ¿son Los Protectores, no es así? ¿De qué mierda hablo? ¡Claro que lo son!
—¡Doctora!
—Lo siento, señor. Es solo que soy muy fan.
—¿Gracias? —emitió Roxane.
—En fin —intervino el Gran Maestro—. La situación a la cual nos enfrentamos es sumamente precaria, no hay ninguna duda de que el destino del mundo depende de nosotros, por ello hemos formado esta alianza, Los Protectores y el Clan del Dragón unirán fuerzas para detener esta amenaza.
—¡Sí! —celebró la doctora. Todos la observaron con extrañeza.
—Doctora Nakamura, hágame el favor de explicarle a nuestros... invitados la situación.
—Nox —exclamó la mujer y carraspeó un poco.
—¿Cómo?
—Nox —jugueteó con sus manos—. Es un nombre clave que suelo utilizar para facilitar las cosas por aquí.
—Como sea, ¿doctora?
—Claro —se puso unos lentes y de una sofisticada mesa hizo que se proyectara la imagen holográfica del planeta. Todo el globo yacía lleno de decenas de puntos rojos que a su vez se entrelazaban por líneas parpadeantes que parecían abarcar cada superpotencia en el planeta—. Bien, como ya sabrán el Clan de la Sangre lanzó un ataque simultáneo a través de todo el mundo, utilizando una suerte de elemento explosivo incapaz de rastrear. Sin embargo, este no fue el primer ataque —movió el esquema del globo hasta una localización—. Hace 96 horas se reportó un ataque en la cede de los Laboratorios Haedong en Busan, justo ahí fue secuestrada una científica, Isabela Vázquez, una prodigio en la nanotecnología quien fue reclutada por la empresa para poder desarrollar nuevos avances en pro de la humanidad, bueno, al parecer Isabela estaba a cargo de un proyecto ultra secreto que según nuestras fuentes tenía como eje central el arma biológica conocida como la Neblina de Sangre.
—La súper droga de Raiden —aseguró Zoey con temor—. La variante de la Sangre de Dios, un gas capaz de someter a las personas transformarlas en sirvientes con habilidades súper humanas.
—Así es.
—¿Por qué todo tiene que tener la palabra sangre aquí? —emitió Javier—. ¿Qué hay con esa científica?
—Su investigación parece haber llamado la atención del clan y por ello la raptaron, desconocemos sus intenciones pero me atrevo a inferir que la necesitan para crear una nueva arma, mucho más potente y peligrosa que sus versiones anteriores.
—Apenas y nos dimos cuenta mandamos un equipo de reconocimiento a los laboratorios —el Gran Maestro negó—. Nadie regresó con vida.
—Pero yo sí —habló Rei con premura—. Yo también estuve ahí, estuve monitoreando la actividad del clan durante meses hasta que di con ellos en Busan, ellos se quedaron con la científica.
—Pero nosotros con esto —Howard sacó su teléfono e hizo proyectar un nuevo holograma, el cual contenía toda la investigación que la científica había guardado en aquel pendrive—. Logré desencriptar la investigación de la doctora Vázquez, al parecer estaban trabajando en una suerte de nanobots, capaces de cumplir una función específica en el organismo humano en el que se implanten.
—¡Asombroso! —irrumpió la científica acercándose a Howard—. Esto es una enorme ventaja para nosotros, si el Clan de la Sangre pretende utilizar alguna especie de arma a base de nanotecnología, podría rastrear la fuente y así triangular su posición específica, podríamos obtener la ubicación de su siguiente ataque, así como también una posible localización de donde se encuentra su base de operaciones.
—Excelente —emitió el Gran Maestro—. Al parecer nuestros nuevos aliados no han resultado tan ineficientes como lo tenía previsto.
—No me gustan esos comentarios ácidos que lanza —masculló Javier.
—Bien, tenemos una posible ventaja contra ellos, ¿cuál es el siguiente paso? —cuestionó Alex—. Rei nos dijo que ahora son mucho más fuertes, posiblemente estén bajo la influencia de la Neblina de Sangre o algo parecido, además, Raiden ha regresado.
—Estamos al tanto del resurgimiento del cazador —habló el Gran Maestro Hashimoto—. Y estamos preparados para hacerle frente a él y a todo el clan, tan solo debemos esperar a que muestren la cara y atacaremos.
—Una vez que tengamos la posible ubicación del Clan, lanzaremos un ataque simultáneo con todas nuestras fuerzas y los neutralizaremos —mencionó la científica Nakamura—. Y con respecto a las nuevas armas que estén usando nuestros enemigos, digamos que también tenemos algunos juguetitos por ahí.
—Pronto habrán más detalles con respecto a la misión, por el momento les aconsejo instalarse y prepararse para el siguiente asalto. Disponen de todas las instalaciones, creo que la joven Murakami les puede mostrar donde pueden asentarse.
—¿Qué hay de nuestra aeronave y todo nuestro equipo? Necesitamos volver a la aldea y recuperarlo.
—Tranquilo, señor Reed. La aeronave y todo su equipaje ya lo trajeron hace tiempo, justo mientras conversábamos—liberó una pequeña sonrisa y avanzó hacia la salida.
—Vaya, que rápidos son estos bastardos.
El resto del día el equipo se dispersó a través de aquel recinto en torno al área en el cual se les asignó para poder instalarse. Una serie de cuartos interconectados a través de los pasillos de madera opaca y muros de papel con relieve que contaba la historia de aquel milenario clan de guerreros. Había un jardín central, árboles de cerezo y un estanque le adornaban, brindándole a aquel espacio una serenidad que apreciaron ante todo. Así que se asentaron por completo, repartiendo las habitaciones y las áreas que al final formarían parte de su nuevo refugio temporal, ahora que trabajarían de la mano con el clan, tan solo les restaba esperar a que el enemigo se mostrara y así poder atacarlo de frente y ponerle fin a la ola de terror que estaban esparciendo a través de todo el mundo.
Poco después de alistar por completo su habitación, Alex abandonó los cuartos y vagó a través del jardín hasta que llegó a un balcón desde el cual podía ver todo el bosque, la tormenta seguía, y los rayos del en el horizonte pintaban el cielo con un ominoso tono que traía consigo un aire de temor y desconcierto que poco a poco se apoderaba más de él como si fuese una enfermedad. Tomó aire y se sujetó del barandal, sintiendo como la brisa agitaba su cabello y la gélida noche se apoderaba de él.
—Hola —le llamó Zoey luego de mostrarse ante él—. ¿Estás bien?
—Sí, solo quería algo de aire fresco —le extendió su mano y ella la aceptó y se unió con él en un abrazo—. ¿Tú cómo estás?
—Nerviosa, supongo. Todo esto es bastante abrumador.
—Sí, lo sé.
—Alex, he estado pensando mucho, sobre todo esto, sobre cómo es que llegamos hasta acá. Hemos sido héroes tanto tiempo que realmente nunca me detuve a pensar en cómo es que sería mi vida si no lo fuera, jamás pensé en las probabilidades, en qué habría sido de nosotros si jamás nos hubiéramos puesto aquellos uniformes. Y ahora que estamos a punto de enfrascarnos en la que posiblemente será la batalla más difícil de nuestras vidas, no puedo dejar de pensar en qué pasará después. ¿Y si no salimos de esta?
—No digas eso —la tomó del rostro y miró sus ojos cargados de lágrimas—. Sé que tienes miedo, yo también. Pero justo ahora es cuando más fuertes debemos ser, no solo por nosotros, sino para el resto del mundo. Ellos cuentan con nosotros.
—Eso es lo que me aterra, ¿y si lo que hacemos no es suficiente?
—Si no es suficiente, al menos habremos marcado un cambio. Mira todo lo que hemos hecho, a cuantas personas hemos salvado y cuantos más se han unido a la causa, si esta lucha es demasiada para nosotros, estoy seguro de que al menos habremos hecho una diferencia, habremos demostrado que es mejor morir luchando que quedarse de rodillas esperando la perdición —acarició su cabello—. No te pido que no sientas miedo, yo estoy aterrado también —sujetó sus manos y las pegó a él—. Enfrentemos esto juntos, una última batalla y todo habrá terminado, te lo prometo.
—Una última batalla.
—Y al fin todo terminará.
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