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CAPÍTULO 4

Estaba de pie, inmerso en una oscuridad absoluta de la cual apenas y podía distinguir algo además de su propia nariz, mientras miraba a su alrededor podía escuchar susurros, voces lejas en diversas direcciones que sonaban como una suerte de eco fantasmal, empezó a impacientarse, su corazón latía con fuerza y su respiración acrecentaba a cada segundo a medida que un aura tenebrosa se alzaba a su alrededor, aquel sitio era de verdad abrumador. De pronto un juego de luces en el techo iluminaron el lugar, pronto descubrió que se encontraba en lo que parecía era un gimnasio, y no cualquiera, se trataba de la vieja cancha de la preparatoria, aquella en la cual durante años había tenido que soportar las burlas que los abusivos solían decirle cada que jugaban algún deporte o practicaban  alguna prueba física en la clase de educación física. Aquel gimnasio se hallaba decorado con una escenografía bastante peculiar, una que reconocía por alguna razón, había globos, mesas con manteles, serpentinas en el techo y demás adornos que complementaban las decoraciones del baile de graduación. Música sonaba en los parlantes, una suerte de vals que inició sereno y suave para poco a poco volverse terrorífico y bastante perturbador. Agitado miró a su alrededor, viendo a un montón de chicos bailando al son de aquel vals siniestro, como si se tratase de alguna clase de espectáculo sacado de alguna película de terror.

—¿Qué pasa? —preguntó Zoey, con quien bailaba y ni se había percatado. Llevaba un fantástico vestido amarillo que resaltaba su belleza y su extraña mirada sonriente. Sus ojos no eran como los recordaba, cálidos y compasivos, en su lugar eran helados y muy atemorizantes.

—Zoey, yo... —miró a su alrededor, ahí estaban todos sus amigos y conocidos bailando en perfecta concordancia con aquel macabro vals. Pronto las luces parpadearon  un poco para después apagarse de golpe, demoró algunos segundos, pero cuando la iluminación regresó, todo había cambiado. Todos estaban muertos, regados a través del suelo, cubiertos de sangre y heridas, mientras que aquella música seguía su ritmo, cada vez más perturbadora que antes. Aterrado, Alex contempló los cadáveres de sus amigos, así como el de Zoey, quien aún residía en sus brazos—. ¡No, Zoey! —pronto decenas de figuras espectrales y de ojos rojos se mostraron a su alrededor, eran los ninjas del Clan, ellos habían causado aquella masacre—. ¡No, no, no! ¡Basta! —clamó con desespero y terror.

—Tú causaste esto —enunció aquella siniestra visión de Milton de ojos carmesí, emergiendo de entre la oscuridad—. Tú los mataste.

—¡No, ya basta! ¡Detente por favor! —volvió a gritar, viendo sus manos manchadas de sangre.

—Están condenados —sonrió, mientras sangre brotaba desde su boca—. Tú los condenaste.

—¡NO! —gritó con todas sus fuerzas, dejando escapar un escabroso llanto en el proceso. Milton se lanzó a reír, así como todos en el gimnasio, Alex se cubrió la cara, y entonces la siniestra figura de Raiden apareció blandiendo una espada con la cual acabó por asesinarlo de un solo tajo.

Inmediatamente después de sentir aquella fría hoja partiendo su carne fue que despertó. Se incorporó de golpe y vio que se encontraba en un asiento reclinable, junto a él estaban todos sus amigos y familia, estaban en el interior del Banshee, recorriendo el cielo nebuloso a impresionante velocidad. Se puso de pie y avanzó hacia la cabina, Howard era el único que estaba ahí, aunque no conducía, el piloto automático estaba haciendo todo el trabajo. Miró entonces las nubes pintadas por el sol, pronto se sintió más aliviado, pero aquellas visiones regresaban cada que cerraba sus ojos, no podría dormir mucho después de eso.

—¿Problemas para dormir? —dijo entonces el Ingeniero, quien para ese entonces creía dormido.

—Sí, algo así.

—Te entiendo —se incorporó sobre su asiento a la par que Alex se sentaba junto a él—. Aun recuerdo las primeras semanas luego de volver de la guerra. Cada noche era un martirio, me había acostumbrado a dormir con un ojo abierto, sintiendo aquella sensación de que en cualquier momento todo se iría al diablo, y cuando volví a casa no fue diferente, me sentía abrumado, me ahogaba estar en mi propia cama, tan solo mirando al techo, recordando todo lo que había vivido antes, y cuando finalmente podía cerrar los ojos y tratar de dormir, las pesadillas llegaban, créeme nada de eso me ayudó mucho para dormir.

—Debió ser muy duro, para ti y para Rob, el seguir adelante luego de todo lo que tuvieron que vivir allá en el frente.

—No es algo de lo que te recuperes fácilmente, vas a terapia, grupos de ayuda, pero las cosas toman su tiempo. Yo traté de seguir adelante, dejar la guerra atrás, pensé que Rob también, creí que Zoey lo haría sanar y finalmente dejar todo en el olvido de una vez por todas, pero él era diferente, Rob era un guerrero, cambio los desiertos y las dunas de Khalahak y se involucró en el caos de las calles. Cuando me enteré de que él se vestía como un maldito loco y saltaba de techo en techo lanzando flechas como como si la ciudad fuese un jodido campo de tiro... —negó y se mostró molesto—... me enfurecí de verdad, y más cuando supe que Zoey estaba con él, involucrarla fue algo estúpido, la convirtió en un arma viviente, cuando ella lo único que necesitaba era tener una vida normal. Jamás le pude perdonar eso.

—¿Entonces, por qué lo ayudaste? ¿Por qué nos ayudaste?

—No se deja un soldado atrás —sonrió ligeramente—. Eso lo aprendí muy bien. Cuando supe que no se detendría entonces actué, si no podía evitar que se lanzara a los golpes contra los malos, entonces al menos lo ayudaría a que no lo asesinaran. Comencé a crear artefactos, equipo y demás cosas que lo ayudarían con su cruzada como justiciero, pronto me involucré más y más, y cuando menos lo supe ya era mi guerra también. Pero aun con todo eso jamás lo apoyé en el frente, lo dejé luchar solo —hizo una pausa y mientras miraba el cielo una profunda tristeza se vislumbró en sus ojos—. Y cuando lo mataron, me rompí, quizás pude haberlo ayudado o no lo sé, tal vez hubiese sido mejor que yo muriera y no él, pero no actué... no fue hasta que murió que finalmente actué, quizás no lo apoyé en el campo de batalla, pero definitivamente no los dejaría a la deriva a ustedes. Luego de todo lo sucedido me hice la promesa de que cuidaría de Zoey, de ti, y de todos ustedes, y es una promesa que me pienso llevar hasta la tumba.

Jamás había escuchado su versión. Había estado tan ocupado lidiando con los problemas de ser un héroe, que jamás había volteado a ver a aquel hombre, había sufrido y perdido casi tanto como ellos, y si bien era parte vital del equipo, no se había detenido a pensar que era gracias a él que aún seguían con vida. Quizás Rob Derickson ya no estaba con ellos, pero que Howard Reed seguía bastante presente, y ahora más que nunca Alex estaba seguro de que no los dejaría a la deriva por nada en el mundo.

—Llegaremos en un par de horas y después trataremos de encontrar a la gente de Rei, te aconsejo que descanses un poco, quien sabe si puedas hacerlo después.

—Claro —se levantó, pero antes de salir regresó su mirada hacia él—. Howard.

—¿Sí?

—¿Las pesadillas se acaban?

—No hasta que las enfrentes.

No dijo nada más, tan solo se limitó a asentir y a regresar al puente para seguir descansando un poco. Al cabo de un par más de horas divisaron entre el océano un hermoso paisaje insular que pronto les indicó que finalmente habían llegado a su destino, cual si se tratase de alguna clase de reino surreal emergido de entre la neblina y el mar se vislumbró el inmenso espesor verde de aquella nación, así como también la imponente montaña de punta blanca que tan representativa era de aquel país y que acaparaba la vista por encima de todo. Howard modificó el camuflaje defensivo de la nave para que pudiesen pasar con total inadvertencia por encima de la capital principal sin llamar la atención de nada ni nadie, casi como si fuesen en un navío espectral que surcaba las nubes. Justo desde las alturas, los edificios y las luces se mezclaron en un espectáculo sacado de algún sueño, con añoranza miraron el paisaje y como todo se veía tan diferente y hermoso, un calor reconfortante les invadió, así como también una sombra cargada de nostalgia por dejar atrás su hogar.

Howard maniobró con la aeronave por algunos minutos más hasta que se alejaron de la ciudad y se adentraron en las cordilleras boscosas que conformaban las faldas del Fuji y mantuvo su rumbo hasta que aterrizaron en un viejo puerto pesquero de una humilde aldea abandonada a las orillas de la bahía. Lo que había comenzado con un día soleado y próspero pronto se transformó en una tarde nublada y con indicios de que una gran tormenta estaba por caer, así que no perdieron tiempo y en cuanto la nave estuvo en tierra y la ocultaron en un almacén: se dispusieron a descender y ponerse en marcha.

—Es idea mía o hasta el aire se siente diferente aquí —mencionó Javier Reyes mientras daba una gran bocanada al aire fresco de aquella bahía.

—Es bueno descansar un poco del ambiente citadino de Nueva York, ¿no crees? —mencionó Roxane dándole unas palmadas en la espalda.

—Creo que sí —tomó un par de valijas y las bajó—. De no saber que estamos en una peligrosa misión para salvar el mundo, pensaría que vinimos de vacaciones.

—No tenemos tiempo que perder, ni tampoco para ir de vacaciones —aseveró la inmutable Rei Murakami mientras cargaba más del equipo—. Debemos encontrar a mi clan lo antes posible.

—Rei —le llamó Alex—. Sé que estás ansiosa, pero primero necesitamos descansar un poco y después planear muy bien lo que haremos después. Tomemos un respiro, comamos algo y ya después veremos qué hacer, ¿está bien?

—Como sea. —Dejó las valijas y se alejó de ahí.

—Solo dale un poco de tiempo, ¿sí? —atinó a decir Zoey—. Está nerviosa, además, ha pasado mucho tiempo desde la última vez que estuvo aquí, debe de sentirse extraña volver a casa luego de tanto tiempo, en especial en esta clase de situaciones.

—Lo sé. Vamos, bajemos las cosas de la nave y hay que instalarnos.

Llegada la tormenta, el día se oscureció pronto, los rayos y los truenos los acompañaron durante un buen rato hasta que se hizo de noche. Encendieron una hoguera para guarecerse del frío que hacía en aquel almacén, la idea era pasar la noche en el Banshee, o al menos hasta que terminaran de comer. Reunidos en aquel espacio, compartiendo una tranquila comida a la luz de la hoguera, era como ver a un grupo de amigos pasando el rato en una peculiar noche de acampada, y no a un grupo de vigilantes en una peligrosa misión para salvar a la humanidad, algunas risas y bromas llegaban ocasionalmente, recordándoles por breves momentos que aunque fuesen momentos oscuros, aun podía haber momentos felices también.

Javier disfrutaba de la cena que Margaret y Howard habían preparado, pero pronto vio que alguien faltaba. Se puso de pie y la buscó a través del almacén hasta que la encontró cerca de un ventanal, mirando hacia el exterior, donde tenía una vista lejana de las luces de la ciudad.

—Hola —saludó ameno.

—Hola —respondió tensando el cuerpo y abrazándose a sí misma.

—Te traje un poco de té.

—Gracias, pero no tengo muchas ganas ahora.

—Entiendo —dejó el termo con el té a un lado y se acercó un poco más—. ¿Cómo te sientes?

—No lo sé, nerviosa, supongo.

—Es entendible, yo no los conozco y estoy cagado de miedo —liberó unas pequeñas risas nerviosas, pero Rei seguía igual—. Me gusta tu hogar —desvió el tema y observó las lejanas luces de Tokio y como su fulgor dominaba la noche aun incluso por encima de la tormenta—. Es muy hermoso.

—Lo es. Luego de tantos años estando ausente, es casi como si no pudiera reconocerlo del todo. Veo esas luces, este lugar, y es casi como si estuviese soñando, me alegra haber regresado, al menos por una última vez.

—¿Sigues con eso? —molestó cambio su mirada y negó.

—No puedo escapar de mi destino, Javi.

—Ya te dije, podemos protegerte, yo puedo protegerte.

—¿Y por qué estás tan empecinado en hacerlo?

—Porque... —dejó de hablar, pronto los rayos de la tormenta iluminaron su rostro, pálido y bello como el de una muñeca de porcelana, inclinó su cabeza y poco a poco deslizó su mano hasta que tomó la de Rei. Esperó mil y un reacciones para aquella acción, pero la que obtuvo lo dejó pasmado, la guerrera, contrario a su fiero comportamiento que siempre la ponía a la defensiva; ahora se mostraba dócil, casi vulnerable, como si luego de muchísimo tiempo finalmente pudiese dar rienda a sus emociones. Aquella chica no dijo nada, tan solo observó sus ojos oscuros, mientras aceptaba su mano. Javier tembló, entonces levantó su mano y acarició su cabello tersamente.

—Javi... —cerró sus ojos y se acercó lentamente a él. Pero pronto algo la alertó. El crepitante sonido de las láminas del techo, y como parecían sonar cada vez más fuerte, casi como si rocas cayesen sobre él. Sus ojos se abrieron con intensidad y se soltó de él.

—Tranquila, quizás solo es granizo.

—Eso no es granizo, Javi, es algo más. —Siguió rastreando aquellos ruidos por todo el techo hasta que de pronto, cesaron súbitamente, tragó saliva y sintió un escalofrío por toda su espalda—. Mierda, ya nos encontraron.

Apurada corrió hacia donde residían los demás, pero antes de que siquiera pudiera llegar a alertarlos: el techo sobre sus cabezas reventó y varias figuras oscuras cayeron y se abrieron paso por todo el almacén cual si se tratara de un escuadrón de espectros. Raudos el grupo de héroes se apuraron a luchar, Alex eludió los veloces ataques de uno de los guerreros de negro, utilizando el plato en el que otrora comía para bloquear sus ataques y ponerlo contra el suelo con un impacto directo a la cara y una patada giratoria que lo catapultó lejos. Pronto se giró y arrojó su plato contra otro que buscaba llegar a su madre, el impacto lo aturdió, así que aprovechó y a toda prisa llegó con él y tras derribarlo lo puso a dormir con un puñetazo.

Otro de los guerreros blandió un sable y lo llevó hasta él, pero Zoey reaccionó y con una patada frontal lo alejó de él, giró por el suelo y bloqueó el ataque de otro que intentó golpearle con un Bo-staff, meneó su arma con un bloqueo y le asestó una patada de gancho y después una seguidilla de golpes al pecho y un remate en el plexo solar con la palma bien abierta. Roxane saltó y eludió a uno de los guerreros que intentó cortarla con una daga, se escabulló ágilmente a través del suelo, librándose milagrosamente de cada estocada que este le lanzaba, dio una veloz voltereta y cuando estuvo de pie dio un par de esquivos más hasta que pudo desarmarlo, se batieron en un duelo directo hasta que la chica pudo concretar un contundente puñetazo al pecho que lo llevó a colisionar contra el barril en el cual habían encendido la hoguera.

Uno de los guerreros trató de llegar con Howard y Margaret, pero el Ingeniero desenfundó un sofisticado taser y le disparó, mandando una carga eléctrica que lo inmovilizó y que le dio oportunidad de darle un puñetazo que lo puso a dormir. Javier se unió a la lucha. Corrió y se deslizó a través del suelo, haciendo caer de espaldas a uno de los guerreros, hurgó en sus fornituras y sacó un par de dagas arrojadizas, la primera cayó sobre la espalda de uno de los guerreros de sombra, esto lo dejó al descubierto y Alex lo acabó con combo de dos golpes y un codazo, volvió a lanzar otra de sus dagas y esta vez esta aterrizó contra la mano de un arquero en el techo, este soltó su arma y acabó cayendo dentro del almacén y aterrizando en una pila de basura y chatarra. Un guerrero más apareció blandiendo una afilada espada, Javi Reyes se echó para atrás y rodó ágilmente por el suelo, poniéndose momentáneamente a salvo pero rehuyendo de cada una de las estocadas de su adversario, se puso de pie con un kip-up y usó un madero para interceptar la hoja de su enemigo, lo desarmó y de una patada giratoria lo mandó contra la lona.

La batalla parecía igualada, al menos hasta que la puerta principal se abrió y más guerreros se unieron a la lucha. Los Protectores siguieron combatiendo arduamente, hasta que una imponente figura apareció. Vestía ropajes oscuros y ligeramente azulados, los cuales resaltaban con el emblema de un dragón celeste en su espalda, llevaba el rostro oculto con una suerte de pañoleta oscura y solo sus ojos grises se veían, sobre su cabeza había un tradicional sombrero de paja japonés y en sus manos desplegó na mortífera Kyoketsu Shuge, la cual giró velozmente y dibujó contra la luz de la tormenta como una veloz hélice letal. Rei supo inmediatamente al ver a aquella figura que si la batalla ya era difícil, ahora resultaría imposible para ellos de ganar. La figura con el sombrero maniobró ágilmente su arma y la lanzó a los pies de Javi, consiguiendo que la cadena se enroscara prontamente contra su pierna como una serpiente, aquel enmascarado tiró con fuerza y el vigilante acabó derribado y siendo jalado hacia él.

—¡Javi! —Alex fue el primero en interceder. Puso a dormir al enemigo con el que estaba lidiando de un puñetazo, le arrebató su katana y corrió al auxilio de su amigo. Usó una caja de madera como impulso a la hora de pegar un salto y levantó bien en alto la espada, y cuando cayó; destrozó la cadena que componía el arma de aquel misterioso guerrero de sombrero. Raudo usó la espada en su contra, pero aquel hombre del sombrero eludió todos y cada uno de sus ataques con una velocidad apenas equiparable a la de algún súper humano.

En el último intento de atinarle una estocada, aquel misterioso guerrero del sombrero bloqueó su ataque, desviando la hoja hacia un lado y mandando una sucesión de golpes que lastimaron a Alex y le hicieron soltar el sable. Después remató con una patada alta que lo catapultó lejos, tropezó y rodó de espaldas, pero se irguió de nuevo, justo a la par de Javier para así los dos atacar en simultáneo al guerrero del sombrero. Intercalaron golpes y patadas contra él, yendo en diversas direcciones y utilizando tantos combos como les era posible, pero aquel sujeto era demasiado hábil, casi parecía que se anticipaba a sus golpes. Los desviaba y bloqueaba sin siquiera parpadear, agachándose o realizando varias maniobras de esquivo que lo mantenían intacto, los dos vigilantes estaban en grandes aprietos y su adversario ni siquiera se veía cansado.

La disputa siguió por interminables minutos, pronto Javi quedó a las espaldas del guerrero, dejando a Alex al frente, los dos compartieron una mirada de complicidad y atacaron al mismo tiempo, Javier lazando una patada alta y Alex un golpe ascendente. Ante cualquier pronóstico, aquellos golpes habrían significado una derrota contra cualquier enemigo, pero aquel enmascarado consiguió evitar ambos impactos: lanzándose en una ágil voltereta que hizo que el par de héroes erraran a la par. Pasmados miraron a su adversario aterrizando ileso en el suelo, para después salir como alma que lleva el diablo directo a atacarlos, Javier fue el primero en intentar atacarlo, pero el sujeto del sombrero bloqueó prontamente sus combos y los correspondió con mucha más agilidad hasta que remató con una patada de gancho que aterrizó contra la cara del héroe y lo hizo azotar de bruces contra el suelo, completamente abatido. Alex se enfureció y corrió hacia él, lanzando varios golpes y una patada de derribo, el guerrero se anticipó y los regresó sin chistar, adoptando poses que denotaban su maestría en el karate, sereno y estoico se plantó ante Alex, dejando una mano tras su espalda y alzando la otra mostrándole su dorso, el agitado héroe lo observó, estaba agotado, le había dado una de las batallas más reñidas de su vida y aun así no parecía estar dando ni el mínimo esfuerzo.

El guerrero adoptó la postura del Shuto uke y le hizo frente a Alex una última vez. El héroe respiró como un animal y cargó contra su enemigo con furia asesina, pero el guerrero nuevamente demostró su habilidad: desviando su puñetazo con una mano y con la otra sometiéndolo tras apretar justo en un punto nervioso en el cuello. Alex gritó con todas sus fuerzas y acabó siendo totalmente sometido ante aquel guerrero.

—¡Alex! —gritó con fuerza su madre, acaparando la atención del guerrero del sombrero, quien se giró para verla con aquellos ojos opacos. Intentó ir hacia con ella, pero de pronto una figura cayó, y Rei se plantó inmóvil frente a él.

—Murakami-chan —recitó entonces el hombre del sombrero en su natal lengua japonesa—. Al fin decidiste regresar y hacerle frente a tu destino —Rei no respondió nada, alzó sus puños y se interpuso entre él y el resto del grupo—. Luego de todas tus transgresiones en contra de nuestro credo, finalmente te digas a aparecer, y en compañía de un grupo de forasteros, ¿piensas que ellos podrán protegerte? —negó severamente—. Si se interponen, serán aniquilados.

—No necesito que nadie me proteja —mantuvo su posición de combate—. Ni tampoco dejaré que los lastimes.

—Eso está por verse.

El par de guerreros adoptaron cada uno una posición de combate y tras una espera que se sintió eterna, finalmente cargaron uno contra el otro. El guerrero del sombrero se adelantó lanzando múltiples combinaciones, golpes cruzados y patadas altas y de giro que Rei contrarrestó con ferocidad, el hombre de ojos grises estaba genuinamente sorprendido, pues aquella chica aun conocía su técnica y era capaz de repelerla con éxito. Rei siguió lanzando veloces golpes, así como su adversario, pronto se enfrascaron en una poderosa borrasca de agiles golpes y combinaciones de ataques de pusieron a su enemigo en un desafío mucho más complicado. Pronto la batalla del resto del grupo pareció ir a un segundo plano y toda la atención cayó entre aquellos dos fieros combatientes que seguían en su ardua lucha para doblegar a su rival.

Mantuvieron el ritmo entre veloces golpes y patadas, acaparando los alrededores de aquel almacén, convirtiéndolo en su improvisada arena de lucha. Los movimientos tan fugaces como certeros parecían hacerlos participes de una danza mortal de la cual ninguno parecía querer ceder. Rei se lanzó con un combo de dos patadas, su adversario las bloqueó y contrarrestó mandando varios golpes directos, Rei bloqueó la mayoría y continuó luchando hasta que aquel hombre desenfundó una Tanto y mandó un corte ascendente que de milagro logró esquivar lanzándose hacia atrás en una vuelta con una sola mano. Su adversario corrió blandiendo aquella daga, Rei buscó en los alrededores hasta que encontró una viga de metal en el suelo, de un movimiento la lanzó hasta sus manos y pronto contrarrestó los ataques de su enemigo. El choque de los metales dispersaba chispas a su alrededor, iluminando momentáneamente aquella lucha. Alex empezó a incorporarse, la lucha seguía y mientras alzaba la mirada para a ver a su alrededor pudo ver en ese hombre una habilidad que pocas veces había visto, pero que de alguna manera le recordaba a un estilo de lucha que otrora ya había presenciado. Una habilidad para el combate marcial que solo había visto en un guerrero, en Kai Hashimoto.

El combate siguió por un tiempo más, hasta que en un ínfimo descuido; Rei pudo asestar un golpe con su barra de metal justo contra la cara de su adversario, aquella hazaña pareció congelar el tiempo, pero el guerrero no tardó en incorporarse y tras realizar una serie de movimientos agiles con las manos, mandó un golpe con ambas palmas abiertas que mandó a Rei finalmente contra el suelo. Al final, acabaron perdiendo, y el grupo de ninjas oscuros se plantó a su alrededor. Agitada, la guerrera nipona retrocedió, en eso el hombre del sombrero se plantó frente a ella y le apuntó con su daga.

—¡No te atrevas a tocarla! —rugió Javier, quien yacía sometido por cuatro de los ninjas—. No se te ocurra o te juro que te mataré —el hombre misterioso liberó una risa oculta entre su respiración, después meneó su cabeza y con aquellos ojos espectrales pareció analizar su entorno, encontrando en todo el grupo un miedo real ante lo que le pudiera suceder a su amiga a continuación.

—Parece que has formado un vínculo con estos guerreros —esta vez habló en un claro y perfectamente entendible español.

—Son mis amigos —respiró agitada, sintiendo un hilillo de sangre bajando por su sien—. Me siguieron hasta acá aun  a pesar de todas las advertencias, son guerreros honorables, pero no tienen nada que ver en esto, yo soy la Ronin, yo merezco la penitencia que busques dictar. Perdónales la vida, y toma la mía, no me opondré, ya no más. Estoy preparada para morir.

—¿Eso crees? —apretó la empuñadura de la daga, pero el corazón de aquella guerrera estaba sereno. Asintió, y entonces el guerrero inclinó la cabeza, para después alzar la daga y llevarla en su dirección. Rei cerró los ojos y Javier rugió con impotencia. Pero la hoja tan solo surcó la periferia de su rostro, causando apenas un silbido perceptible que ni siquiera llegó a rozar su carne. Rei abrió lentamente los ojos y observó a aquel hombre del sombrero como guardaba su arma—. Ya llegaremos a eso, primero hay cosas más importantes que atender —lo siguiente dejó impactados a todos, pues aquel mortífero guerrero le tendió una mano y la ayudó a levantarse—, me complace saber que no te has olvidado de tu entrenamiento.

—Jamás, maestro —aquellas últimas palabras se sintieron extrañas, pero no más que aquella situación la cual el resto del equipo observaban extrañados como un público en medio de una obra que había tomado un rumbo bastante confuso.

—¿Maestro? —fue Roxane la primera en alzar la voz—. No quiero ser de esas, ¿pero qué mierda está pasando aquí?

—Chicos, él es Ren Shinomura —a la par que hablaba, aquel hombre se iba descubriendo el rostro. Revelando un rostro avejentado, de un hombre que quizás rozaba casi los sesenta años,  de barba ligera y con una cabellera amplia de color negro bien recogida en una coleta de caballo que recordaba a los samurái de antaño. Su mirada era fría y gozaba de cicatrices que denotaban su fiereza y capacidad como guerrero—. Él... él fue mi sensei —su honor le hizo brindarles una reverencia.

—Mis más sinceras disculpas por este desafortunado primer encuentro —recitó con firmeza—. Pero justo ahora estamos atravesando por una crisis, no podíamos confiarnos de ustedes.

—Así que, creo que no hace falta presentarnos, ¿eh? ¿Son el Clan del Dragón, no es así? —luego de que Alex lanzara aquella pregunta, todos los guerreros asintieron al instante.

—Me supongo entonces, que ustedes son los célebres Protectores —aseveró Ren Shinomura. Todos asintieron—. Lo imaginé. Debían de ser guerreros competentes, de lo contrario, ya estarían muertos.

—Que halagador, supongo —musitó Javier.

—Pronto, no hay tiempo que perder. Debemos regresar al recinto lo más pronto posible, el Gran Maestro nos está esperando.

—Un segundo —Alex alzó la voz con premura—. ¿De verdad esperan que los sigamos sin cuestionarles nada luego de casi matarnos los unos a los otros?

—Tranquilo, Alex Jefferson —dijo Ren mirándolo por encima del hombro con aquellos ojos de aspecto sombrío—. No tienen por qué desconfiar de nosotros, a final de cuentas esta guerra no es entre nosotros, sino contra un enemigo mucho más grande.

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