CAPÍTULO 2
El pánico inundaba las calles. La destrucción causada por los ataques había dejado tras de sí una ola de pandemonio y anarquía que pocas veces se había visto desde La Era de Sombras. La gente huía despavorida, buscando un lugar seguro mientras que el fuego se extendía en cada rincón, peleas y saqueos comenzaban, mientras que las fuerzas del orden luchaban desesperadas para contener la situación a como diera lugar, todo era una locura.
—¡Necesitamos apoyo, repito, necesitamos apoyo! —vociferaba un desesperado oficial a su radio, mientras que las balas iban y venían desde la barricada que las patrullas habían montado y un edificio cercano del cual múltiples maleantes disparaban. No había señal, todas las comunicaciones habían sido cortadas luego del ataque, estaban solos y a cada segundo que pasaba su fuerza disminuía y sus municiones se agotaban.
El fuego cruzado se mantuvo por interminables segundos hasta que otra explosión cercana sacó volando una patrulla. Los oficiales se desperdigaron, algunos fueron alcanzados por la calurosa expansiva y terminaron abatidos en el suelo, los anarquistas aprovecharon y fueron contra ellos, haciendo uso de fuerza bruta redujeron a los policías a menos de una docena. El oficial Jacobs, quien otrora había pedido refuerzos por la radio se incorporó, y vio como los criminales atacaban a sus amigos, se arrastró débilmente hasta su patrulla y trató de tomar su escopeta de nuevo, pero un corpulento hombre que vestía harapos similares a los de un motociclista se presentó y de un portazo lo detuvo, el oficial gritó, y el motociclista tomó una barreta que llevaba como arma y le asestó un golpe a la cara, la sangre del policía se esparció contra la acera y terminó cayendo contra el asfalto, débil y malherido miró a su contrincante, quien reía maliciosamente mientras meneaba su barreta.
—¿Ahora no eres tan rudo, eh? —lanzó algunas risas cargadas de malicia y ventaja—. Te dije que te iba a ir mal en cuanto saliera —reconoció el hombre mientras apretaba con fuerzas su arma.
El oficial Jacobs limpió sus labios y escupió una vez más al suelo, miró al motociclista y le retó con la mirada.
—Sigue hablando, idiota. No tengo toda la maldita noche, así que hazlo de una vez.
—¡Como tú quieras! —alzó la barreta con toda la intención de estrellarla contra su cara. El oficial no se echó para atrás, apretó los dientes y esperó el golpe final. Pero antes de que el frío metal de aquella barra destrozara su cara, una flecha voló entre la oscuridad y aterrizó sobre la mano del criminal, hiriéndolo profundamente y forzándolo a soltarla. El motociclista gritó, y cuando se giró para ver lo que lo había atacado, una flecha más aterrizó contra su pecho y mandó una poderosa descarga eléctrica que lo puso a dormir en cuestión de segundos, ante la atónita mirada del oficial Jacobs.
—¿Qué carajos? —volteó a todas partes. Una oleada de silbidos venidos de todas partes dejaban tras de sí una ráfaga de flechas que caían contra los criminales armados y que sometían a los policías.
En eso uno trató de correr, pero una figura encapuchada saltó desde una cornisa y aterrizó contra él. El impacto no fue suficiente, por lo que el encapuchado le asestó un golpe que lo dejó totalmente inconsciente. En eso se levantó, y de entre las sombras emergieron más de ellos.
Uno más de aquellos criminales intentó atacarlo, pero la figura de un chico lo contuvo con una seguidilla de agiles golpes y una patada giratoria que lo catapultó contra una de las patrullas. Otro más corrió para atacar, pero una figura femenina apareció, y con la velocidad de un felino escaló hasta atrapar su cuello con las piernas y así llevarlo al suelo con una llave de sumisión. Un vez que el criminal estuvo contenido, ella lo noqueó con un izquierdazo. Uno a uno los criminales acabaron siendo derrotados, entonces el encapuchado avanzó hacia el oficial y se descubrió.
—¿Se encuentra bien? —preguntó Alex, el policía asintió con asombro. Lo ayudó a levantarse y vio a sus salvadores.
—Ustedes... son ustedes...
—No tenemos tiempo para esto —reconoció Zoey mirando la destrucción del sector y de la ciudad.
—¿Cuál es la situación, oficial?
—Todo es un maldito caos —exclamó agitado—. No sabemos que está sucediendo, hay fuego y explosiones por todas partes, saqueos y motines por toda la ciudad. Las... las comunicaciones están caídas, no podemos llamar a la guardia nacional, necesitamos refuerzos, necesitamos un plan.
—Escuche, guarde la calma. Lleve a todos los oficiales que pueda al centro de ayuda que está cerca de la 39, lleven a los civiles y a los heridos y manténganlos a salvo.
—¿Qué hay de ustedes?
—Nos quedaremos aquí. Mantendremos el orden en las calles.
—La-la comisaria, nos quedamos sin energía y hubo una gran fuga, hay-hay cientos de criminales armados sueltos en todas partes.
—Podemos encargarnos —reconoció Zoey, portando su arco que durante mucho tiempo había creído que se quedaría en el olvido.
—Vamos, tome a sus hombres y mantenga a los civiles protegidos, nosotros nos encargaremos de las calles.
—Bien, entiendo —se colocó su gorra de oficial y los miró a todos con una mueca que poco a poco parecía formar una sonrisa—. Gracias... por volver. —Tras eso fue con sus compañeros y empezó a darles las indicaciones.
—No mentía —mencionó Javier mirando la devastación—. Este lugar es una locura.
—¿Qué haremos ahora?
—Déjenmelo a mí —habló Zoey. Rauda sacó una sofisticada flecha llena de luces desde su carcaj y la disparó al cielo, el proyectil ascendió como un cohete rumbo al espacio y cuando estuvo a varios metros de altura; se abrió y soltó en el proceso una legión de pequeños drones de vigilancia que pronto adquirieron consciencia propia y empezaron a volar y dispersarse por todo el vecindario y demás sectores de la ciudad. La arquera tecleó un comando en su brazalete y sobre una pantalla pudo ver los distintos distritos de la ciudad en tiempo real—. Dios... esto de verdad es un completo caos —siguió revisando las imágenes—. Aquí, en la calle Lincoln, justo sobre el distrito financiero parece que ahí están la mayoría de los reos que escaparon de la comisaría. —Cambió de imágenes—. Y aquí, la 52, hay un gran incendio, parece que los bomberos y los rescatistas necesitan ayuda para sacar a la gente del incendio.
—Bien, Roxy, tú y Javier encárguense del incendio, yo y Zoey iremos al distrito financiero y mantendremos el orden.
—Hecho, vámonos —instó Roxane y junto con Javier partieron a la calle 52.
Cruzaron las calles y barrios de la ciudad, el fuego cubría los edificios y los negocios, mientras que el humo se abría paso por todo el distrito, inundando con su ominosa fragancia los pulmones de los ciudadanos que tan solo buscaban escapar y encontrar algún sitio para esconderse. Pocos eran los bomberos en el lugar, ellos se encontraban frente a un gran edificio de departamentos, desde el cual evacuaban a las personas, sin embargo, el caos seguía, pues las llamas rápido empezaban a apoderarse de toda la estructura y a medida que pasaba el tiempo, esta amenazaba con colapsar.
—¡Rápido, sáquelos de ahí! —clamó el desesperado capitán de la unidad 212, pronto la entrada principal del edificio acabó por colapsar—. ¡Mierda, no!
—¡Mi hija! —clamó una desesperada madre que abrazaba a sus dos hijos más grandes—. ¡Mi hija sigue adentro!
—Señora, yo...
—¡¿En qué piso?! —Javier llegó con ella y la sujetó para verla—. ¡Señora, ¿en qué piso se encuentra su hija?!
—416, está en el 416.
—Bien, ¡Roxy, encárgate, yo iré por la niña!
—¡Javi, espera!
El muchacho corrió hasta el lado menos devastado del edificio, pasó entre la aglomeración de personas que miraban el lugar ardiendo y entonces llegó hasta una ambulancia, la escaló con rapidez y la usó para lanzarse hasta alcanzar la escalera de emergencias, después empezó a treparla. El calor era demencial, le dolía cada que colocaba sus manos sobre los metálicos barrotes a la hora de escalarla, pero pudo llegar hasta la ventana en el segundo piso. De una patada la rompió y se introdujo en el lugar.
Dentro, aquel edificio parecía el mismísimo infierno. Las llamas danzaban salvajes a través del suelo y las paredes, apoderándose de todo cual si se tratara de un organismo viviente e imparable, las estructuras comenzaban a colapsar y el humo se alzaba y atacaba directo a sus pulmones, causándole una terrible toz y una incapacidad para respirar. Por lo que se arrancó una manga de su playera y se la colocó a modo de una rudimentaria máscara para menguar el humo, fue entonces cuando pudo escuchar los gritos de la pequeña.
—¡Tranquila, niña, ya voy! —dio unos cuantos pasos y fue cuando el suelo se deshizo entre el fuego—. ¡Puta madre! —alcanzó a frenar antes de que el cráter de fuego se lo tragara y lo llevara a una agónica muerte en la primer planta.
Retrocedió un poco, tomó impulso, corrió y pegó un salto con el que pudo superar aquel letal obstáculo y caer a salvo en la otra sección del pasillo. Apurado se encaminó hacia el piso de arriba, huyendo de las flamas que se apoderaban de los muros y que a su vez causaban derrumbes que más se sentían como una suerte de proyectiles infernales caídos desde el cielo. Atravesó aquel infernal escenario, haciendo uso de sus habilidades gimnasticas y todo el parkour que había aprendido en México para burlar a los maleantes y para escabullirse entre los techos y demás senderos sinuosos de su viejo hogar.
Al final y luego de una larga travesía que le costó más de lo que imaginó; llegó al cuarto piso, apenas las llamas lo dominaban, por lo que apurado siguió hasta donde provenían los gritos, la puerta con el 416. Pegó un salto y con una patada giratoria deshizo la puerta y se introdujo en el lugar.
—¡Niña, niña! ¡¿Dónde estás?! —la volvió a oír gritar desde una habitación adjunta. Así que corrió y entró de golpe, no parecía haber nadie, hasta que escuchó sus llantos y ataques de tos desde debajo de una cama—. ¡Niña, ven rápido, te sacaré de aquí!
—¡Espera, te olvidas de Harvey!
—¡¿Harvey?! —entre violentos ataques y quejidos la niña apuntó a una pecera, dentro estaba una tortuga que parecía querer escapar también—. Carajo, Harvey —sacó a la tortuga y se la entregó. Salieron de la habitación, pero en el momento en que pusieron un pie en el pasillo; este acabó cediendo por las llamas—. Mierda —retrocedió y vio una ventana—. Escúchame, necesito que te agarres muy bien de mí, ¿está bien? —la niña asintió—. Bien, vamos a salir de aquí —abrió la ventana y observó hacia abajo, las llamas sobresalían de los demás departamentos y salvajes se ondeaban a través de la estructura, el humo imposibilitaba su vista, así que para ver mejor sacó su pie y se apoyó de la albardilla, sacó el resto de su cuerpo con cuidado, oyendo todo el caos del exterior.
—¡Mami! —sollozó la aterrada niña en sus brazos.
—Tranquila, te tengo, no pasa... —una poderosa explosión en el departamento vecino hizo que todo el lugar se sacudiera. Acabó resbalándose, la niña se le zafó, pero la atrapó con su mano antes de caer, apenas y pudo sostenerse de la albardilla, sin embargo, la gravedad estaba jugándole en contra. La niña empezó a gritar, y todo el mundo en la calle se conmocionó al ver a aquel muchacho sosteniendo con todas sus fuerzas a aquella chiquilla.
—¡Mami! —volvió a gritar la niña.
Javier apretó los dientes con fuerza, casi parecía que le iban a estallar por la presión. Hizo fuerza y empezó a subirla, peros sus manos estaban resbalosas, la estaba perdiendo.
—¡Sujétate! —le gritó a la niña, pero se estaba soltando. Pudo ver por algunos segundos a los bomberos colocando una gran colchoneta en el suelo. Ya no hubo más tiempo, la niña se soltó. Así que le imitó y mientras caían, la atrapó y se aferró a ella tan fuerte que una vez que impactaron contra aquella colchoneta; fue él quien recibió el golpe directo.
Todo el aire de aquel inmenso colchón se fue, así que todos corrieron en su auxilio, bomberos y paramédicos, la madre y también Roxane, buscaron entre aquel plástico desinflado hasta que la niña se mostró en los brazos de Javi, no parecía estar consciente.
—¡Lydia! —exclamó la madre llegando hasta su pequeña y levantándola en brazos.
—¡Mami! —gimoteó la pequeña una vez a salvo.
—¡Háganse a un lado! —Roxane llegó con su compañero y lo sujetó—. ¡Javi, Javi respóndeme! —le dio algunas bofetadas ligeras para hacerlo reaccionar, pero no parecían surtir efecto—. ¡Venga, Javi! —le asestó entonces una tan fuerte que incluso lo hizo incorporarse—. Javi... ¿estás bien?
—¿Ha-Harvey, Harvey se salvó? —volteó de reojo con la niña y esta le sonrió aliviada, mostrándole su tortuga—. Fantástico... —se recostó de nueva cuenta y empezó a recuperar el aire—. Sabes, pensándolo bien, quizás el retiro no estaba tan mal después de todo.
Su compañera expulso una risa, extendió su mano y lo ayudó a levantarse.
—¿Puedes continuar?
—Toda la noche, bebé.
—Bien, entonces vámonos, aún tenemos mucho terreno que cubrir.
Para cuando Zoey y Alex arribaron al distrito financiero; todo estaba hecho un caos. Cenizas caían desde las alturas como una ominosa lluvia que junto con el caos de las calles y los anarquistas invadiendo cada rincón, volvían aquel escenario en una auténtica pesadilla hecha realidad. Quienes atacaban eran maleantes de poca monta, pandilleros, asaltantes y demás escoria que por unas o por otras habían aprovechado el caos para realizar asaltos sin impunidad alguna, lo que no esperaban, es que recibirían la visita de ellos dos.
—¿Estás lista? —cuestionó Alex, desenvainando su viejo Bo-staff, el Demoledor, y seccionándolo en dos piezas individuales que al girarlas, sintió una vieja adrenalina que le hizo sentirse vivo como nunca antes.
—Siempre —respondió desenfundando una flecha.
—Bien —se colocó la capucha y además un pequeño pañuelo para cubrirse la mitad del rostro al menos hasta los ojos—. Entonces intenta seguirme el paso —le guiñó un ojo y corrió hacia los maleantes. Zoey sonrió y apuntó hacia sus objetivos.
—Todo un presumido.
Alex corrió y cual sombra se mimetizó entre el caos. Un grupo de maleantes hostigaban a una familia que buscaba mantenerse dentro de su auto, sin embargo, aquellos desgraciados empezaron a romper los cristales y desvalijar el vehículo hasta que pudieron sacarlos, primero golpearon al padre y lo mandaron al suelo, el hijo mayor trató de defenderse, pero le superaban en fuerza y número y de igual forma acabó siendo sometido brutalmente, lo peor parecía aguardarle a la madre y a la hija, pues los criminales querían llevárselas. Alex tomó impulso saltando desde la cima de un auto, dio una voltereta y tras aterrizar en el suelo, mandó su bastón contra la cara del primer sujeto que apareció frente a él.
El arma giró y con fuerza aterrizó contra su cabeza y lo mandó inconsciente hacia el suelo. Los demás criminales se giraron solo para ver a aquella sombría figura abalanzándose sobre uno de sus compañeros y derribándolo con una contundente patada de giro, el enmascarado se deslizó hábilmente por el suelo, eludiendo el ataque de uno más que trató darle un batazo, Alex se incorporó, bloqueó su segundo ataque con el bastón y después le asestó también una patada, chocó contra el auto y rebotó de nueva cuenta hacia él, así que lo detuvo con un bastonazo al rostro. Un criminal más le atacó por la espalda con un bate, Alex cayó al suelo y empezaron a patearlo y golpearlo sin parar.
En eso una flecha aterrizó sobre la espalda de uno de los criminales, pronto una descarga eléctrica lo dejó inhabilitado sobre el suelo. Zoey apareció como un fantasma, se deslizó sobre la acera y disparó otra, esta aterrizó contra el pecho de otro más, reventó cual pirotecnia y lo arrojó al suelo con una ligera expansiva. Saltó entre la bruma y meneó su arco contra las piernas de uno más, lo derribó, veloz desenfundó una flecha nueva y disparó, una masa gelatinosa lo bañó y al cabo de unos segundos se endureció, dejando al maleante adherido al suelo cual si se tratara de un tope. Se aparató como una ágil cirquera realizando una vuelta de carro hacia atrás, y apenas y volvió a erguirse recibió con una patada alta a otro atacante, lanzó un puñetazo contra otro y al último que si alcanzó a derribarla lo aturdió con una flecha tranquilizante que sacó de su carcaj y hundió sobre su espalda.
Un enorme sujeto apareció tras ella y la cargó hasta estamparla contra un buzón de correos. La joven vigilante se retorció del dolor, en eso el hombre la levantó del cuello y junto a uno más de sus secuaces empezaron a golpearla. Alex observó todo de reojo mientras recibía una paliza de los últimos tipos que quedaban. La furia se disparó, atrapó el último golpe que le intentaron dar y sometió a su atacante llevándolo contra el suelo. Lo puso a dormir con un golpe certero al rostro y paró la patada del siguiente sujeto, pronto mandó un brutal codazo sobre la rodilla de aquel hombre, escuchó perfectamente sus huesos tronar por la violencia del impacto, el hombre bramó como una bestia, pero Alex lo silenció; tomándolo con fuerza y aproximándolo hasta que pudo asestarle un puñetazo que lo dejó inconsciente.
Se levantó y motivado por una furia asesina corrió hacia los sujetos que golpeaban a Zoey. Tomó uno de sus bastones a mitad de camino y lo arrojó contra la cara del que la sostenía. Dejándola libre, Zoey pronto lo pateó en las bolas y lo remató con un cabezazo. El sujeto enorme trató de levantarse, pero el vigilante saltó e impulsado por un potente rugido le acomodó un derechazo en el rostro, el hombre se tambaleó y cayó, Alex limpió la sangre que corría por su nariz, tomó nuevamente su bastón y se acercó a él, el hombre alzó las manos en señal de rendición, incluso le rogó que lo dejara ir, pero Alex lo puso a dormir con un contundente bastonazo en la nuca. Al final, aquel hombre cayó contra el suelo, lanzando algo de sangre y unos cuantos dientes sobre la acera. Alex se alzó victorioso, y apenas y acabó el ataque, aquella famililla y todos los civiles que eran atacados huyeron del lugar. Después de semejante golpe de adrenalina finalmente volvió en sí y se acercó para socorrer a Zoey.
—Tranquila, ya te tengo, ¿estás bien?
—Sí, bueno, he estado mejor —escupió sangre y sonrió, mostrándole sus dientes manchados de rojo—. Estoy un poco fuera de forma, creo —se estiró e hizo tronar su espalda.
—Bueno, si te sirve de algo, de no haber aparecido lo más seguro es que esos animales me hubieran hecho mierda, así que creo que aun estás muy en forma.
—Recuérdamelo mañana que necesite terapia física —exhaló y limpió la sangre excedente que rebosaba en sus labios, llevó su mirada hacia el devastado distrito y así contempló la destrucción—. ¿Qué no se suponía que habíamos acabado con el Clan?
—Lo mismo pensaba yo. —Los amargos recuerdos de su enfrentamiento con aquel letal grupo de asesinos regresaron a su memoria, aquellos despiadados asesinos no solo habían puesto toda la ciudad de cabeza, sino que incluso habían logrado desestabilizar al equipo y casi extinguirlo por completo, el precio de su victoria había sido demasiado, habían perdido a dos grandes amigos, y tal parecía que su sacrificio había sido en vano. Cerró sus puños y endureció el rostro con impotencia—. Pero parece que regresaron, y con más fuerza que nunca.
—¿Esa tal Oshinage, crees que sea la que siempre estuvo detrás de esto?
—No lo sé, quizás. Cuando enfrentamos a Raiden, Kai mencionó que era el ejecutor del clan, más nunca mencionó si él era quien lo comandaba en realidad.
—Quizás esta mujer es la responsable de todo esto.
—Si ese es el caso entonces tenemos que detenerla.
—¡Chicos! —la agitada y entrecortada voz de Javier sonó en el comunicador de pronto, rápido Zoey atendió.
—Aquí Rouge, ¿qué sucede?
—¡Los necesitamos, rápido!
—¿En dónde están?
—¡Barrio chino! ¡Dense prisa!
—Vamos —instó Alex y junto a ella fueron al Barrio chino.
Las luces y los colores de la llamativa decoración del Barrio Chino estaban devastados, privando de su innata belleza citadina y manchándose gracias al caos criminal que lo inundaba. Al igual de la gran mayoría de los barrios y distritos por toda la ciudad, aquel sector había sido brutalmente afectado por el vandalismo y la anarquía, salvo que en este sitio en lugar de que los criminales fuesen simples salvajes buscando generar más destrucción: eran las Tríadas chinas y demás organizaciones criminales menores que controlaban el Barrio Chino de manera secreta, en su mayoría se trataba de pandillas mucho más organizadas que durante años habían estado en constante lucha por el territorio, pero ahora con el ataque y con toda la destrucción cubriendo la ciudad, habían aprovechado para hacer de aquel lugar su arena de combate.
Se enfrentaban en todas partes, causando mucho más destrucción de la que habían dejado atrás los estallidos. Los negocios, hogares y locales del lugar estaban sufriendo los daños colaterales de las luchas de las pandillas, mientras que los residentes del barrio buscaban desesperadamente mantenerse a salvo y a su vez, proteger lo que por derecho les pertenecía y que tanto trabajo les había costado crear. Cuando Roxane y Javier llegaron al lugar, todo parecía una zona de guerra, los criminales se enfrentaban en todas partes, destruyendo las propiedades y todo lo que tenían a su alrededor cual si se trataran de una fuerza destructora que atacaba todo sin discriminación, atormentando a todos los locales. Javier fue el primero en intervenir en una de las peleas. Corrió sobre un grupo de pandilleros que luchaban entre si y saltó para asestarle una contundente patada a uno, este acabó cayendo sobre un montón de basura en la calle, raudo eludió los agiles golpes de otro y se deslizó sobre el suelo para hacerlo flaquear golpeando sus piernas, perdió balance y cayó contra el pavimento. Se puso de pie con un kip up y bloqueó en simultaneo los feroces ataques de otro pandillero, pronto lo pateó en la cara con un ataque giratorio, aprovechó el momento y le acomodó una veloz ráfaga de golpes que culminó con un golpe de palma abierta que catapultó a su adversario al suelo.
Escuchó un grito cercano y se echó a un lado, un sujeto apareció blandiendo un par de hoces individuales con las que trató de cortarlo, el habilidoso guerrero evadió sus golpes y cuando tuvo la oportunidad atacó a su plexo solar y culminó en una tercia de puñetazos al rostro. Otro más lo atacó usando una afilada espada Dadao, Javier escapó de los mortíferos cortes de aquella hoja, la cual al ser blandida; silbaba contra el viento con un canto espectral que le ponía los pelos de punta. Se escabulló entre los restos de un auto en ruinas, pasando a través de los huecos de las ventanas y cayendo del otro lado. Su atacante saltó y una vez en el techo saltó y trató de cortarlo por la mitad, el muchacho se lanzó en una veloz voltereta, su atacante meneó la hoja, pero cuando esta cayó contra el suelo, le asestó una seguidilla de ataques directos desde ambos flancos y lo acabó con una patada al rostro que lo mandó al suelo sin posibilidades de levantarse.
—A dormir, pendejo —limpió su nariz y siguió con su agitada noche.
Roxane no se quedó atrás. En cuanto tuvo la oportunidad salió corriendo en dirección a un grupo de maleantes que atacaban un restaurante local y atormentaban a todas las personas que estaban dentro de él. Ella se plantó y relajó sus músculos a la vez que aquellos desgraciados seguían concentrados generando pánico en aquel local.
—¡Ey, idiotas! —vociferó con potencia y pronto llamó la atención de aquellos criminales, quienes apenas al verla, se echaron a reír al no considerarla una amenaza.
—Yo me encargo —mencionó uno de ellos mientras fanfarroneaba yendo en su dirección. Roxane no dijo nada, tan solo lo miró directamente sin bajar ni un solo centímetro la mirada—. Esa es una boquita muy sucia para alguien tan bonita como tú —se mostraba bastante confiado, por lo que bajó la guardia.
—Dejen a estas personas en paz o lo lamentarán.
—¿En serio? —se echó a reír con alarde y sus compañeros siguieron con lo suyo—. ¿Por qué mejor no me das un besito, eh? —cometió el grave error de levantar su mano y tomarla del hombro, Roxane lanzó una risita contenida y en menos de un parpadeo dobló el brazo de aquel hombre tras su espalda y lo sometió, lo dejó de rodillas y acabó por noquearlo con un puñetazo al rostro.
—Bien —se acomodó el cabello y se puso en guardia—. ¿Quién de ustedes idiotas quiere ser el siguiente?
Uno de ellos desenfundó un cuchillo mariposa y corrió hacia ella. Roxane eludió sus ataques y de una patada alta lo desarmó, tomó un plato de una mesa y se lo estrelló en la cara, después lo lanzó de otra patada contra una mesa. Uno más de aquellos maleantes corrió hacia ella y la atacó, la heroína bloqueó y eludió exitosamente sus ataques y en el proceso le asestó varios golpes y combinaciones de patadas que lo dejaron en desventaja, al final lo tomó de la base de la nuca y lo estampó contra una de las mesas. Otro más se lanzó y le mandó varias patadas que a duras penas logró eludir sin acabar con algunos golpes en el proceso, su adversario la golpeó y la mandó atrás, en eso otro robusto hombre cargó contra ella y la embistió, llevándosela con dirección a la entrada del restaurante, pero antes de poder estamparla contra los cristales; le mandó varios codazos a la espalada y lo detuvo momentáneamente, aprovechó el momento y le acomodó un rodillazo al estómago y después remató con un brutal puñetazo en la cara.
El otro sujeto corrió hacia ella y se le lanzó en una patada, Roxane giró por el suelo y lo eludió, se levantó a tiempo para batirse en duelo con otro tipo que intentó atacarla con un bastón, pronto lo desarmó y con su propia arma lo puso a dormir, se giró a tiempo y remató al último hombre en pie, al cual le arrojó el bastón y lo mandó lejos del restaurante con una potente patada que lo hizo tropezar y caer de espaldas destrozando la puerta principal.
—¡Lamento lo de la puerta! —salió de nuevo hacia la calle solo para ver como los refuerzos habían llegado.
Zoey y Alex habían llegado a la escena y con su ayuda lograron contener la amenaza y al cabo de interminables minutos de combate, finalmente pudieron ponerle fin a la amenaza de la Tríada en el Barrio Chino. Al final de la noche, el grupo de jóvenes y abatidos héroes vieron como algunos bomberos y policías llegaban al lugar para apoyar a las personas, ganándose así un respiro que necesitaban con urgencia.
—Saben, no recordaba que fuera tan doloroso todo esto —mencionó Javier mientras se colocaba una bolsa de verduras congeladas que había sacado de un local para bajarse la hinchazón de su cara—. Ahora ya no sé si me agrada la idea de volver al ruedo súper heroico.
—No creo que tengamos muchas opciones ahora que el Clan ha regresado. —Largó Zoey, viendo como Alex discutía con un jefe de policía sobre la situación de la ciudad. Después de conversar regresó con su equipo.
—Parece que la situación se ha calmado un poco, la Guardia Nacional ya viene y las personas ya están siendo atendidas y llevadas a refugios temporales, al menos hasta que la crisis termine.
—Parece que las comunicaciones han regresado —habló Zoey mostrando su comunicador—. Es Howard, necesita que vayamos al cuartel en cuanto antes.
—Eso será difícil tomando en cuenta que no tenemos un vehículo —mencionó Roxane.
—Tranquila, bebé, ya me ocupé de eso —mencionó Javier—. No creo que esos idiotas usen mucho esas bellezas tomando en cuenta de que irán a prisión. —Alzó la cabeza y les mostró varias motos y un par de autos con los que los mafiosos habían llegado.
Fue así que luego de apoderarse de un par de motocicletas de los mafiosos; el grupo de héroes surcó la ciudad en envuelta en caos rumbo a su vieja guarida cerca del centro. Todo se encontraba sumido en el pánico y el desconcierto gracias a los ataques del Clan de la Sangre, la ciudad nuevamente había sido herida, y esta vez a una mayor escala, lo que significaba que no solo Nueva York peligraba, sino tal vez el mundo entero. Y ahora que el mundo había perdido a sus más grandes héroes, solo Dios sabría que le depararía a la humanidad en estos tiempos de incertidumbre, mientras que aquella nueva amenaza se cernía sobre todo el planeta como una sombra, lista para volver a atacar en cualquier momento.
Surcaron una buena parte de la ciudad hasta que llegaron a la Calle 91 en la línea de la Séptima Avenida–Broadway. Los túneles y cercanías de aquel lugar lucían en la ruina, un sector de la ciudad más azotado por la pobreza, nada más que un nido oscuro en el que las ratas y cucarachas podrían vivir, el escondite perfecto. Descendieron a través de las vías, pasando a través de un túnel oscuro y húmedo que al cabo de un par de kilómetros de recorrido mostró un gran muro de ladrillo que indicaba que había sido clausurado hacía años. Ni Alex ni Roxane frenaron las motocicletas, siguieron adelante y cual si se tratara de alguna barrera de energía: atravesaron aquel muro de ladrillos sin recibir un solo daño. Fue entonces que el túnel se transformó por completo.
La estación y una buena parte del túnel habían cambiado. Ahora era un cuartel completo, repleto de vehículos, tecnología y aditamentos de grado casi militar. Dejaron las motos y pronto vieron unas cuantas figuras frente a un impresionante mosaico conformado de pantallas y monitores que mostraban imágenes en tiempo real de lo que parecían eran más atentados.
—¡Mamá! —Alex corrió apurado y la recibió con un abrazo.
—¡Dios mío, estás a salvo! —exclamó Margaret mientras sonreía y acariciaba su cabello—. Todos lo están —se apartó un momento para recibir a Zoey y a los demás también.
—¿Qué haces aquí?
—Howard me llamó y me trajo para acá, era mejor que estar en el ojo del huracán, supongo.
Pronto el Ingeniero se mostró. Desde la última vez que lo habían visto parecía haber envejecido un poco. De haber estado vivo, seguramente Rob se habría visto muy similar. Sus facciones estaban algo avejentadas, mientras que su barba café ya exhibía algunas decoloraciones y algunas canas, lo que le daba un aspecto mucho más maduro. Alex llegó con él y le dio un firme abrazo acompañado con un apretón de manos.
—Muchas gracias por traerla acá.
—No fue nada, me habría gustado contactarlos antes a ustedes también pero... bueno, supongo que ya es un poco tarde para eso —los miró detenidamente, estaban sucios, heridos y bastante cansados, como en los viejos tiempos. Una pequeña sonrisa no tardó en brotar en su rostro.
—¿Qué es todo esto? —cuestionó Zoey Derickson mientras se acercaba a los monitores—. ¿Está pasando...?
—Justo ahora, sí —aseguró severo—. Nueva York no fue la única, múltiples ataques simultáneos en todo el mundo y sin origen aparente, fue un ataque a gran escala.
—Moscú, Shanghái, Ciudad de México, Paris —negó aterrada—. ¿Qué es todo esto?
—Aun no lo sé. —De pronto se puso serio—. Chicos, hay una razón más por la que los llamé urgentemente aquí.
—¿Qué ocurre, Howard?
—Creo... creo que será mejor que lo vean ustedes mismos.
Les indicó seguirlo y se alejaron del salón principal hasta llegar a una habitación diferente. En la cual pudieron ver una figura tendida en una cama, había alguien gravemente herido ahí con ellos. Se acercaron cuidadosamente para poder ver bien a aquella figura y ninguno pudo advertir sobre quien se encontrarían.
—Santo Dios... —exclamó Roxane
—No es verdad —largó Alex. Javier dio un paso al frente y negó incrédulo.
—Rei...
—Apareció poco antes del ataque, sangrando y apenas consciente, de puro milagro conseguí estabilizarla —hurgó en su bolsillo y pronto sacó una curiosa USB—. Traía esto con ella —extrañados miraron aquel objeto y a su maniatada compañera, completamente inconsciente—. Sea lo que sea que esté sucediendo, creo que ella sabe algo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro