⁞ Capítulo 8: El descubrimiento de Chloé ⁞
El ataque a Lumiel alteró por completo la falsa tranquilidad en la que vivían los reinos de La Alianza, sumiéndolos en un estado de pavor e inseguridad que se proyectó a través de un aumento de guardias en todas las ciudades y un reforzamiento de la protección militar en la frontera con Meridia.
Kai y sus siervos habían dejado un total de setenta muertos a sus espaldas y no se registraba una calamidad semejante en los últimos diez años. Nadie entendía cómo el Príncipe de las Sombras se las había ingeniado para aparecer y desaparecer en una de las ciudades más importantes del reino del fuego eludiendo la vigilancia de temidos guerreros cuya formación y experiencia destruyendo sombras era más que admirada.
Tal y como sucedía siempre que el miedo se apoderaba de los pueblos libres de Eletern, los reyes acordaron una urgente reunión con la Guardia de Élite, el único cuerpo del ejército que brindaba esperanzas de éxito en la interminable cruzada contra el Rey Darco. Debían responder a la osadía de Kai y la única manera de hacerlo sería mediante un contraataque liderado por Los Cuatro Primordiales y sus valientes guardianes.
Vista la desfavorable situación que les envolvía, Chloé, la elegida de la Diosa Tara, decidió que iba siendo hora de hilar toda la información recabada para poder presentarse ante los reyes con conclusiones en lugar de conjeturas.
Sabía que la situación era peor de lo que parecía, pues la Guardia de Élite tenía un grimorio mágico oculto, a Ilan repleto de tatuajes verdes en lenguaje arcano de la Diosa Serina, un mapa cuyo destino todavía desconocían y ni la más remota idea de qué significaba todo aquello. Sin contar la impactante revelación que supondría confesar que los nueve se habían pasado los dos últimos meses viajando entre espejos con fines más que egoístas.
Tenían muchas explicaciones que dar y por ello, se citó en secreto con el Guardián del Bosque y la Guardiana del Hielo en el Castillo Real de Sandolian.
Bianca, sentada a su lado en el pequeño estudio de Ilan, completaba sobre el papel la traducción de las misteriosas runas. El joven tenía un ligero rubor en sus mejillas y miraba al techo incómodo mientras los grises ojos de su compañera analizaban su torso desnudo. Conforme Bianca traducía, Chloé buscaba los lugares en el mapa de Eletern y los marcaba con un punto en pintura dorada. Poco a poco se dio cuenta de que las ubicaciones estaban lo suficientemente cercas unas de otras como para unir los puntos en una línea curva.
—Os lo dije —alardeó Ilan orgulloso—. En un dibujo se ve todo más claro. Es un camino; un mapa del tesoro. ¡Y mirad, pasa por Lumiel! Tenías razón, Chloé, el ataque de las sombras está relacionado con esto.
Ninguna de las chicas hizo comentarios, cada una concentrada en sus labores. Cuando la de cabellos blancos finalizó, se dejó caer sobre la silla abatida. Le dolía la espalda de pasar tanto tiempo inclinada sobre la mesa y tenía la vista cansada. Suspiró e Ilan aprovechó para cubrirse con la camisa de nuevo.
—¿Estás segura de que lo último está bien? —Chloé frunció el ceño mirando la elegante caligrafía de Bianca—. Has escrito «La Tristeza del Océano».
—Lo sé, es lo que pone en la cintura de Ilan —respondió la guardiana reprimiendo un bostezo—. ¿Qué problema hay con ello?
Chloé se rascó la cabeza mirando el mapa con una lupa. La línea de ubicaciones iniciaba en Brimura, la capital de Velentis, y descendía en forma de serpiente hasta llegar a Numar, la capital de Meridia. Cada vez que averiguaban algo nuevo la cosa se ponía más fea y Chloé presentía que todavía les quedaban sorpresas a la vista.
—La Tristeza del Océano no es un lugar —sentenció—. No sale en el mapa, pero a pesar de todo me resulta familiar.
El Guardián del Bosque miró el trozo de papel y juntó las cejas.
—Pues yo no he escuchado ese nombre en mi vida y conozco bastante bien la geografía de Eletern —dijo—. Aunque también debemos tener en cuenta que desde hace diecisiete años no contamos con un mapa actualizado del Reino de las Sombras. Por razones evidentes, nuestros cartógrafos no han podido examinar las tierras oscuras.
—¿Sugieres que puede ser un sitio en Meridia no descubierto? —Chloé dejó caer la barbilla sobre sus manos—. Es una teoría bastante coherente. A lo mejor Marina me habló de aquel lugar cuando vivía aquí y por eso me suena...
Bianca tenía sueño, pero se sentía muy a gusto junto a los originarios de Sandolian. La princesa era encantadora e Ilan muy divertido con sus expresiones de hastío cada vez que le pedían ver su cuerpo desnudo de nuevo. No obstante, lo mejor de aquello era la sensación de satisfacción que le producía ser esencial para la Guardia de Élite. Así que se irguió sobre la silla y se esforzó en mantener la mente despejada.
—¿Y si es lo que buscamos? —soltó sin pensar.
—¿A qué te refieres?
Bianca alargó la mano para arrastrar el dibujo hasta ella y parpadeó varias veces antes de elaborar su conjetura.
—Bueno, como bien habéis visto, es un camino. Sin embargo, se puede interpretar de dos maneras: el inicio puede estar en Brimura y el destino en Numar o al revés. ¿Cómo podemos averiguar el orden indicado? Pues está la opción de viajar a la capital de Velentis y perder el tiempo sin saber qué buscamos o —señaló con los dedos el otro papel en el que ella había escrito «La Tristeza del Océano»— la Diosa Serina nos ha ahorrado dolores de cabeza al decirnos, justo después de mencionar Numar, el nombre del objeto que estamos buscando. Así podemos confirmar que la ruta es descendente. Empieza en Velentis, atraviesa parte de Sandolian y un par de ciudades de la periferia de Pyros y termina en Meridia, donde se oculta La Tristeza del Océano. Es decir, que si esto es un mapa del tesoro, ese debería de ser el tesoro.
Chloé dio un respingo. Acababa de recordar por qué el nombre le resultaba familiar y una sonrisa apareció en su rostro. Les dedicó una mirada enigmática a cada uno y después salió de la habitación sin dar explicaciones. Bianca volteó confusa al verla marcharse e Ilan rio por lo bajo.
—Hace esas cosas cuando consigue comprender algo que el resto no —dijo a modo de explicación—. Tranquila, volverá en un rato para iluminarnos con su astucia.
—¿Pero adónde ha ido?
—Ni idea. —Se encogió de hombros el protegido de la tierra, acostumbrado a la forma de actuar de su primordial—. A Chloé hay que quererla tal y como es. Mientras esperamos a que deje de hacerse la interesante y comparta con nosotros sus descubrimientos, ¿qué tal está Marina? Oímos que después del accidente empezó a tener fiebre.
Bianca enarcó una ceja y bufó.
—¿Accidente? Lo que le hizo Aidan no fue un accidente, fue una negligencia. —Dejó caer las manos sobre la mesa en un arrebato de furia—. Quiso hacerse el duro con el Príncipe de las Sombras y se olvidó de que Marina estaba justo a su lado. Sabe que el fuego le hace daño y la envolvió en un círculo de llamas. ¡Estoy harta de escuchar que agua y fuego tienen que estar juntos! ¡No es cierto! Solo hay que ver el estado en que se encuentra ella...
—Bueno, Bi, yo creo que la ausencia de voluntad para herir a Marina lo convierte en un accidente igualmente. A mí también me saca de quicio Aidan, pero sé que no pretendía hacerle daño.
—Yo también lo sé, faltaría más... —La Guardiana del Hielo se tensó sobre la silla y desvió la mirada molesta—. Marina está relativamente bien, reposando en sus aposentos desde hace una semana. La fiebre no es muy elevada, pero le impide entrenar y duerme demasiado. Si el Rey Kedro le permitiera venir a Sandolian se recuperaría antes. El ambiente cálido y seco de Pyros no hace otra cosa que ralentizar su curación. He intentado usar las sales de viaje para trasladarla aquí a escondidas, pero no la dejan sola ni un segundo. ¡Tiene un ejercito de enfermeras alrededor de ella!
Ilan sonrió.
—Eso esta bien, ¿no crees? Los reyes de Pyros se interesan por su bienestar y le proporcionan los mejores cuidados.
—Si así fuera, la trasladarían temporalmente a Sandolian. Necesita agua libre, Ilan, no baños artificiales en bañeras de cerámica.
El Guardián del Bosque no dijo más porque estaba completamente de acuerdo con eso último. Al igual que el resto de la Guardia de Élite, desconocía los motivos que fundamentaron la mudanza de Marina al reino del fuego y no entendía la terquedad del Rey Kedro para impedir que la Primordial del Mar se recuperase de la batalla en un lugar distinto a Pyros.
—Siento su debilidad a todas horas —murmuró Bianca—. ¿Tú me entiendes, verdad? Imagina que tu vínculo con Chloé perdiera peso de sopetón.
—Creo que llevo tanto tiempo acostumbrado a sentir el vínculo de Chloé dentro de mí que si desapareciera sería como si me arrebataran parte del corazón —dijo Ilan—. ¿Sabes en qué pienso mucho últimamente? En el día en que me convirtió en guardián. Han pasado quince años.
La de semblante pálido y ojos grises sonrió de medio lado. Sabía que Ilan fue el primer guardián y que la princesa le dio sus poderes accidentalmente cuando tenía ocho años. A diferencia de ella, que llevaba poco más de un año formando bloques de hielo, el Guardián del Bosque no podía concebir su vida sin la magia de la vegetación.
—¿Cómo ocurrió? —preguntó curiosa.
—Ella era pequeña, tenía miedo y estuve a su lado en el momento oportuno. —Apoyó los pies en la mesa y se balanceó sobre las patas traseras de la silla mientras se perdía en sus recuerdos—. La Diosa Tara eligió a Chloé diecisiete años atrás, cuando ella acababa de cumplir los seis. Le dio a una pequeña princesita que no comprendía la responsabilidad de su regalo, magia divina. Al igual que Wayra, Marina y Aidan, tuvo que aprender a controlarla, pero, a diferencia de todos ellos, se le dio fatal hacerlo. Chloé no se aclaraba con nada, por poco destruyó el Castillo Real en un berrinche y se volvió un tanto peligrosa. La Reina Flora no sabía qué hacer para ayudarla. Recuerda que Marina se criaba con ella y las dos recibieron el mismo adiestramiento.
—El control de Marina sobre sí misma es admirable —asintió Bianca—. La princesa Chloé debió sentirse muy frustrada al comparar su progreso con el de ella.
—Marina se pasaba horas ayudándola a mejorar, compartiendo todos sus secretos, pero no sirvió de nada. Es lógico, ¿no crees? Las personas somos distintas, cada una tiene su manera de funcionar y las directrices de Marina servían para Marina. Chloé debía encontrar sus propios métodos. Así que, para evitar que destruyera el Castillo Real, la Reina Flora decidió que la princesa siguiera su adiestramiento en algún lugar alejado de la gente. La enviaron al Bosque de Oeste, donde yo vivía en una casita de madera con mi madre. Por aquel entonces Chloé ya había cumplido los ocho y yo tenía diez. Nos conocimos de casualidad. Ella practicaba la magia tutorizada por el teólogo real y, aunque el señor era un buen hombre, perdía la paciencia a menudo con ella.
»Un día le hizo sentir mal, creo que le dijo que algo así como que ya debería haber conseguido hacer alguna cosa y que a ese paso sería el hazmerreír de los primordiales. Chloé se puso a llorar de la impotencia y, como siempre, al dejarse llevar por la frustración su magia se descontroló. Nacieron raíces gruesas del suelo y se enredaron por la superficie formando salientes y alterando la composición del bosque. Lo transformó todo, incluso el suelo se quebró elevándose en pequeñas colinas. Sin querer se separó de su tutor. La princesa lloró más todavía cuando se vio sola en el bosque. Yo había salido a recoger frutos para la cena. Me perdí por culpa de todo lo que había hecho con el paisaje, ya que no reconocía lo que veía. Intenté retornar a mi casa, pero terminé topándome con Chloé. Supe enseguida que era una noble por las telas sedosas de su vestido, pero ni por asomo me imaginé que tenía ante mis narices a la princesa de Sandolian.
La puerta de la habitación se abrió de golpe y la protagonista del relato de Ilan apareció con un libro de cuentos en la mano. Lo dejó caer estrepitosamente sobre la mesa sin deshacer su emocionada sonrisa y aplaudió con emoción.
—Os he oído hablar y ya termino yo de contar la historia, porque si de Ilan depende se tira toda la mañana narrándola —interrumpió la princesa retomando su lugar sobre una silla de roble—. Este maravilloso chico que ahora mismo es portador de un mapa en su piel, vino a consolarme. Se sentó a mi lado, esquivando el caos que yo había desencadenado en aquel bosque, y me preguntó qué me pasaba. Nos hicimos amigos casi al instante y le supliqué a mi madre que le permitiera presenciar mi adiestramiento. Ella lo hizo porque le aseguré que no mejoraría si Ilan no estaba a mi lado. Tres meses después mi evolución había sido abismal. No hubiera podido lograrlo sin el apoyo de Ilan. Le di las gracias con un abrazo y súbitamente una luz salió de mi pecho y entró en el suyo. Así le convertí en guardián sin yo saberlo. —Miró al chico con intensidad a través de sus ojos verdes—. Ilan, yo no sabía que podía segregar una parte de mis poderes y dártela a ti, eso lo reconozco. También te confieso que me sorprendí cuando de pronto te vi controlar la vegetación y descubrí que yo ya no podría volver a hacerlo. —Negó con la cabeza—. Los Primordiales en aquel momento éramos unos niños y no teníamos ni idea de que podíamos repartir nuestra magia. Pero te aseguro, Guardián del Bosque, que no ostentas ese título porque una niña asustada y caótica no supo controlar su magia. Te ganaste mi absoluta confianza y yo deseé que fueras tú y no otra persona quien compartiera mi carga. Te elegí, ¿entendido?
Ilan tragó saliva y asintió con la cabeza. Parecía emocionado. Vio a Chloé retirarse de su lado y mirarle un rato más para asegurarse de que su mensaje había calado hondo. Bianca les observaba divertida. El vínculo que unía a primordiales con guardianes era algo tremendamente hermoso.
—Bien, pues ahora que ya ha quedado claro que Ilan es un guardián porque lo merece, hablemos de «La Tristeza del Océano». —Señaló el libro que había traído y los otros dos se inclinaron para leer el título—. Es una compilación de cuentos, pero el que nos interesa se titula: El castigo del paladín. Me lo leía mi madre cuando era pequeña. Es la historia de un paladín que fue privado de su hermosa armadura por culpa de sus actos egoístas. La armadura en cuestión había sido un obsequio de la Diosa Serina, pero como el portador hizo un mal empleo de la misma, la divinidad se sintió ofendida y se la quitó, ocultándola en algún lugar de Meridia. Los otros dioses se ofrecieron a ayudarla. Decían que si dividían la armadura y la escondían en cuatro lugares distintos sería más difícil que el castigado la recuperara y volviera a hacer un mal uso de aquella. Lo más importante de este cuento, sin embargo, es que la armadura era mágica: hacía que quien la vistiera fuera imbatible y, preparaos para lo mejor, tenía nombre propio: La Tristeza del Océano.
—¿La Tristeza del Océano es una armadura indestructible? ¿Quieres decir que la Diosa Serina nos ha dejado un mapa que conduce hasta ella? —preguntó Bianca.
—Según las leyendas, sí. Es la herramienta perfecta para enfrentar a las sombras de una vez por todas.
—¡Por la Diosa Tara! —Ilan se llevó las manos a la cabeza—. Un momento, has dicho que la dividieron y escondieron los cuatro dioses. ¿Eso significa que nos faltan tres mapas más o está todo indicado en este?
Chloé hizo un gesto restándole importancia a la observación.
—Ya lo averiguaremos. El cuento dice que la Diosa Tara escondió la espada; el Dios Valeón, el escudo, y el Dios Brass, el yelmo. —La princesa de Sandolian dio un saltito ilusionada—. Este mapa nos conduce hacia la armadura, no sé si completa o no, ¡pero lo más importante es que al fin hay esperanza! ¡Tenemos una nueva oportunidad contra el Monarca de la Noche!
Los tres se miraron. Por primera vez sintieron que la guerra contra el Reino de las Sombras tenía los meses contados.
Amores, me he tirado no se cuantas horas y he conseguido hacer un mapa de Eletern bastante humilde (porque el programa es de pago y la versión gratuita ofrece esto jajaja). Así que aquí podéis apreciar por dónde viaja el mapa de la Diosa Serina desde Brimura hasta Numar.
Para que nos entendamos: lo marrón clarito es Velentis, lo verde Sandolian, lo naranja Pyros y lo azul oscuro el Reino de las Sombras o la antigua Meridia.
Lumiel sería la pequeña ciudad al lado de la montaña que colinda con Sandolian. Handros estaría en la frontera con Meridia donde se ven los árboles muertos jajaja. Vais a perdonarme que no sea una profesional de la cartografía, jajaja <3
Nota: Meridia tiene muchos ríos porque es la tierra del mar y aparentan tentáculos como los de un pulpo :D
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