
Capítulo 12. Vencer el miedo
—¿crees que alguien de ellos los tenga? — le preguntó Dolores a Mefistófeles, había pasado tres días desde que Álvaro desapareció, el brujo creyó que tarde o temprano daría noticias, sin embargo, eso no había pasado y el brujo ya se encontraba preocupado, por lo que, cuando Mefistófeles les contó a Dolores y a Chuy de sus miedos, no le fue difícil a la mujer creer que la iglesia tenía en su poder Álvaro y a Alberto
—no quisiera creer eso, pero me temo que es una probabilidad— le dijo Mefistófeles —por eso hable anoche con Chuy y dijo que hablaría con doña Concha
—pues espero que lo reciba, yo hubiese ido, pero sinceramente esa mujer me da miedo y más cuando se quita las gafas— respondió Dolores al brujo
Doña Concha era una hechicera que no vivía en el Barrio Gitano, ella prefirió, en palabras de Mefistófeles y otros hechiceros, quedarse estancada en San Joaquín, sin embargo, eso no impidió que ella fuera víctima de los tiempos Oscuros, siendo una noche donde fue asaltada por los miembros de la iglesia y sin importarles que se tratara de una mujer de setenta y cuatro años, la sometieron y, en un acto monstruoso, le arrancaron los ojos y la dejaron pensando que estaba muerta, sin embargo, ella sobrevivió y fue curada, aunque se le dijo que no podría volver a ver, cosa que no pareció afectarle, como si supiera que eso le pasaría
Sin embargo, eso le ayudo para entrenar su visión y ver los sucesos que cualquier persona quisiera saber, desde saber dónde estaba una persona desaparecida, aunque su forma de hacerlo rayaba en lo tenebroso, ya que nadie era capaz de aguantar el pequeño ritual de la mujer
Cuando dieron las siete de la tarde, la ciudad de Torreón ya estaba en la oscuridad, Dolores y Mefistófeles esperaban en la casa de este la llegada de Chuy, minutos después, alguien toco la puerta y la bruja fue a abrir la puerta, no les sorprendió ver a Chuy, sin embargo, si les sorprendió un poco que trajera consigo a la anciana bruja
Doña Concha estaba sentada en una silla de ruedas, su cuerpo estaba totalmente cubierto por mantas, usaba unos anteojos oscuros y usaba un gorro que cubría el poco pelo que aún conservaba, ya era una mujer que tenía ochenta y ocho años, sin embargo, a pesar de la debilidad de su cuerpo, aun podía imponer con su presencia y eso se evidenció cuando ninguno de los brujos allí presentes hablo mientras Chuy ingresaba a la casa con la mujer
—buenas noches— saludó de forma respetuosa Mefistófeles a la mujer, rompiendo así el silencio que se había desarrollado
—creí que no identificaría tu voz, pero no pierdes nunca el tono, ¿cierto? — ironizó doña Concha cuando Mefistófeles le hablo —déjame adivinar, ¿quieres que te ayude para encontrar a uno de tus amigos?
—así es, supongo que no tengo que darle la información de mi amigo— le cuestionó Mefistófeles y solo recibió, por parte de doña Concha, una sonrisa irónica
—si tú, Dolores o Chuy se quieren quedar, adelante, no tengo problema alguno. Ya ellos sabrán si tienen los huevos de aguantar lo que va a pasar— les dijo doña Concha a los allí presentes
Para sorpresa de Mefistófeles, quien estaba decidido a quedarse, Chuy y Dolores se quedaron allí, la anciana no necesito preguntarles su respuesta, el propio silencio de los tres fue suficiente para saber que todos se iban a quedar, la mujer les ordeno que formara un círculo y todos se tomaran de las manos, eso hicieron todos, pero antes de que se agarraran de las manos, doña Concha, sin pedirle a nadie, se quitó los lentes oscuros que cubrían sus ojos, mostrando una imagen que hizo que Dolores se estremeciera, aunque ahogó el grito y prefirió no ver aquella imagen
Donde debían de estar los ojos de la mujer estaban cerrados por la piel de la mujer, sin embargo, las cosas se empezarían a poner un poco tenebrosas cuando los allí presentes se tomaron las manos
Se hizo un silencio en el lugar, nadie hablo hasta que un fuerte viento se hizo presente dentro de la casa, todas las ventanas estaban cerrados y no estaba haciendo viento muy fuerte fuera de la casa, las velas se apagaron de repente y de allí el humo empezó a invadir el lugar y a cubrir la vista de todos, pero los tres brujos lograron ver como se abrían los parpados de la mujer ciega, el interior de los parpados era oscuridad total, la anciana parecía estar en silencio hasta que, sin previo aviso, empezó a proferir un grito de dolor, pero no con su voz, era una voz masculina que Mefistófeles identifico al instante, no se trataba de la voz de Álvaro, si no que era la voz de Ramiro Aranda
"¿Que hace Aranda con Álvaro y Alberto?". Pensó Mefistófeles y en este instante, debido a que una de sus manos era sostenida por la anciana, de forma sorpresiva la anciana apretó fuertemente la mano del brujo, mientras de su boca salían los gemidos de dolor, esta vez, el brujo supo que se trataba de Álvaro
—¡YO NO SÉ NADA! ¡SUELTENMEN! ¡NO SÉ NADA! — vociferaba la anciana con la voz de Álvaro hasta soltar un fuerte grito de dolor
El humo se evaporo al instante, el viento que invadió el lugar desapareció al instante y las velas volvieron a encenderse, los presentes se mostraron nerviosos, incluso Mefistófeles sintió escalofríos por el espectáculo que la anciana dio, luego de que los tres brujos se recuperaron de aquello, la anciana hablo con una tranquilidad que impresionó al brujo
—debo de suponer que las tres personas que vi son amigos tuyos, Mefis. Lamentablemente no lo están pasando bien, los están torturando y esas personas les estas preguntando ciertas cosas que no alcancé a oír— les dijo Doña Concha, sus parpados ya estaban cerrados y Chuy le ayudo a darle sus lentes oscuros —me gusta ser franca, Mefis, así que es mejor que te diga el lugar donde están tus amigos. Supongo que recuerdas el Cerro de las Noas, ¿cierto?
El nombre de aquel lugar resonó en el interior de los presentes, Mefistófeles sintió una ola de emociones, prometió que, en lo que restara de su vida, no iría a ese lugar, aun fuera la última opción que tenía, ahora, enterándose de que Álvaro, Alberto y Ramiro estaban en peligro y siendo torturados, el brujo no lo dudo, no dijo nada y se dirigió hacía el teléfono de su casa para realizar una llamada
—¿diga? — dijo la voz masculina de un joven que tenía un leve acento, pero que era entendible el idioma español
—¿eres Abdul, cierto? — pregunto Mefistófeles de forma apresurada y Abdul solamente respondió afirmativamente —por favor, dile a Céline que necesito que venga de inmediato a mi casa, ella sabe dónde vivo y si es necesario que traiga a varios de su clan
Mefistófeles no le dio oportunidad de responder, colgó al instante, durante una hora solo se quedaron Mefistófeles y Dolores en casa del brujo, Chuy tuvo que retirarse para llevarse a la anciana de regreso a su casa, mientras esperaban, la puerta se abrió y entro Céline, acompañada de Esteban, Lisa y otros vampiros o polluelos que iban con ella, luego de que la vampira demandara saber lo que había pasado, el brujo le contó todo
—¿estas consciente que le dimos una forma de justificación a ese perro de Huerta? — le cuestionó Céline al brujo y este supo a lo que se refería
—eso mismo le dije a Mefis, están bajo su poder y si hacemos algo en contra de ellos será considerado como un ataque, y en esta ocasión no hay estatuto que podamos invocar para justificar lo que estamos por hacer
—veo que ya planearon lo que van a hacer, ¿cierto? — preguntó Céline y Mefistófeles se limitó a dedicarle una expresión seria y un asentimiento —mis polluelos no pueden entrar a un terreno sagrado como lo es el cerro de las Noas, sabes muy bien eso, ¿cómo atacaras una iglesia con solo Dolores y tú? Sin menospreciarte, querida
—no te apures, pero tampoco te preocupes, Mefis ya tomo sus preocupaciones— le dijo Dolores a la vampira, breves minutos después, mientras Mefistófeles les explicaba el plan a los vampiros, tocaron a la puerta de la casa, el brujo les indico que pasaran, cuando la puerta se abrió vieron a un grupo de personas, tanto de brujos como de humanos ya congregados, se trataba de brujos habitantes del Barrio Gitano y algunas personas que conocían la existencia de ellos, algunos llegaron a vivir la época de los tiempos Oscuros
Tras repasar los planes, a las nueve y media de la noche, los presentes empezaron a subir a tres camionetas, una era algo vieja, propiedad de uno de los brujos, la otra pertenecía a un hombre que trabajaba de albañil y se dedicaba a transportar a sus compañeros de trabajo con ella, por último, la otra camioneta era parecida a la máquina del misterio de la serie de Scooby-Doo, con la diferencia de que ya era una camioneta antigua y era propiedad de los vampiros, en esta irían los vampiros y algunos brujos, incluido Mefistófeles y Dolores, cuando esta última empezó a marchar, las otras dos camionetas lo hicieron igual
—Chuy se quedará en San Joaquín, estará con el padre Aguirre, no quiero meterlo en esto y me gustaría que te quedaras con los vampiros— le decía Mefistófeles a Dolores, los dos estaban sentados juntos en la parte trasera de la camioneta
—estas pendejo, ya estoy metida en esto y no creas que te dejare solo con eso malditos— le respondió Dolores —solo tengo una duda. Los vampiros tienen poderes, pero todos los brujos y la mayoría de gente que nos sigue no está preparada para atacar a esos malditos. ¿Como le haremos?
—no te preocupes, ya tomé mis precauciones— respondió Mefistófeles y Dolores, como de costumbre, creyó en las palabras de su compañero y prefirió no hacerle más preguntas al brujo
El trayecto en la ciudad durante la noche se realizaba de forma silenciosa, en la camioneta donde Dolores, Mefistófeles y Céline estaban ninguna persona hacía ruido o hablaban, el brujo pudo sentir ciertos sentimientos que la vampira estaba sintiendo en ese momento, pero mientras más se acercaban hacía las faldas del cerro, no solo la vampira lo sentía, todos los vampiros y los dos brujos que iban en la camioneta sintieron una inquietud cuando, a lo lejos, la imagen de la escultura enorme de Jesucristo se veía a pesar de la noche, todos volvieron a revivir esos años cuando la camioneta se disponía a subir, sin embargo, antes de subir, se desviaron un poco para llegar a una de las casas que había allí cerca
La casa era de color blanco, era de un solo piso y el único que se bajo fue Mefistófeles, tocó la puerta de una forma inusual, como si fuera una especie de código, luego de unos breves minutos la puerta fue abierta por un hombre delgado, su tez era morena clara, tenía el pelo desaliñado, vestía con un pantalón corto de mezclilla y una camisa blanca sin mangas, su cuello estaba adornado por un collar que tenía la imagen de la santa Muerte
—¿qué chingados haces aquí? — le preguntó el hombre de forma molesta y grosera
—cuidado como me hablas. Estoy aquí porque me debes ciertos favores que te hice en el pasado y ahora vengo para cobrarte una parte de esos favores— le contestó el brujo, haciendo énfasis en que solo le cobraba solo una parte de los favores que le realizo, haciendo que dicho hombre se molestara
—¿sabes que te puedo matar o mandar a uno de mis jefes para que te mate, cabrón hijo de tu reputisima madre? — le cuestionó el hombre de forma amenazante al brujo, tratando de mostrarse fuerte ante Mefistófeles, sin embargo, Mefistófeles no se ofendió por los insultos de dicho hombre y lo único que hizo fue acercarse más hacía el hombre y susurrarle al oído
—talvez mi madre se merezca el insulto que acabas de proferir, pero créeme, así como logre que tu amada niña blanca te hiciera el favor de protegerte, puedo convencerla de que te arresten o mejor, que alguien te encuentre y le haga el favor a la niña blanca de llevarte con ella. Tú decides
Con esas simples palabras hicieron que el hombre le bajara a su falsa hombría y quedara bajo el control del brujo, este no lo dudo y fue breve, le dijo que quería sus armas, algo que el sicario se mostró reticente, pero al final tuvo que obedecer, lo llevo a una bodega y allí estaban varias armas de fuego, Mefistófeles le pidió ayuda a los vampiros que estaban allí y cada uno empezó a agarrar las armas de fuego y a meterlas en la camioneta
—me las van a regresar, ¿verdad? — les pregunto aquel sicario cuando los vampiros terminaron de subir las armas
—no te aseguro nada, solo te diré que la niña blanca estará feliz por lo que hiciste— le dijo Mefistófeles, luego subió a la camioneta, si el hombre le dijo algo no le tomo mucha importancia —espero que ese cabrón se lo cargue la chingada, me debe muchos favores y se indigna
—escuché lo que dijo de tu mamá, quise bajarle sus aires de macho— le dijo Céline y Dolores reafirmo lo mismo que la vampira, mientras la camioneta se preparaba para reanudar la marcha
—muchas gracias, pero les aseguro que, si mi mamá hubiera escuchado eso, lo tomaría más como un halago que como un insulto, eso sí, después mataría o pediría matar a ese idiota— les respondió el brujo con una sonrisa burlona y en ese momento la camioneta empezó la marcha y el ascenso al cerro
En el momento que las tres camionetas ya estaban cerca del cerro, ambas se detuvieron, ya que los vampiros no podían seguir más adelante al ser ya esa parte territorio sagrado y prohibido para ellos, por lo que todos se bajaron y se les dio un arma de fuego
—en el momento que nos vean salir encienden los autos y cuando ya estemos dentro nos vamos enseguida— les dijo Mefistófeles a los vampiros y todos asintieron, después, tanto humanos como brujos y brujas empezaron la marcha para trasladarse al cerro de las Noas
Dolores le preguntó por dónde entrarían, temía que los vieran y los atacaran apenas llegaran, pero Mefistófeles la tranquilizo, le dijo que el cerro tenía túneles ocultos y que cuando acabo la guerra, algunos brujos, incluyéndolo a él, investigaron y dieron con algunos túneles, por lo que todos irían a uno de esos túneles, la cual estaba en una casa abandonada y en ruinas
Al llegar, el brujo les pidió a todos que no se separan y se mantuvieran unidos, entraron a la casa, aquellos que tenían armas un poco más visibles trataban de ocultarlas por si alguien los veía a los lejos mientras que los que tenían pistolas las ocultaban de mejor manera, aquella casa abandonada era una simple fachada, ya que, en la parte de abajo estaba la entrada a un túnel, para bajar se debía de utilizar una escalera, siendo el primero en bajar Mefistófeles
No se esperó a que todos bajaran ya que el túnel era algo angosto y tuvo que adelantarse un poco, aunque sentía como la multitud le seguía a través del túnel oscuro, nadie traía luz, así que tenían que confiar en la voz de Mefistófeles y tras varios minutos de caminar llegaron al final, allí, había otra escalera, la cual daba hacía una cafetería que tenía la iglesia
Al salir, la cafetería estaba cerrada, uno de los miembros de esa multitud rompió el vidrio de la pared y así lograron salir, después subieron las escalinatas y quedaron frente a frente de la iglesia, la estatua enorme de Jesucristo y la vista hacía la ciudad de Torreón
—¿en dónde crees que estén? — le preguntó Dolores a Mefistófeles
—los han de tener en la iglesia principal o en cualquier otra capilla— le respondió el brujo, sin embargo, en el momento que se disponían a entrar a la iglesia se escuchó un disparo, poniendo en estado de alerta a los allí presentes y finalmente vieron de donde procedió el disparo
En la entrada estaba un sacerdote, traía un arma, mientras agarraba de los pelos a un hombre que estaba amordazado de la boca, se le veía lastimado y cansado, Mefistófeles no tardó en reconocer que se trataba del padre Ernesto y el hombre que mantenía como rehén era el padre Ramiro Aranda
—¡das un paso más y te regreso al infierno! — grito el padre Ernesto mientras apuntaba hacía Mefistófeles
—¿dónde los tienes, hijo de perra? — cuestionó Mefistófeles, al mismo tiempo que logró ver como algunas personas, incluida Dolores, apuntaban al padre Ernesto
—ellos serán salvados de ustedes, malditos demonios, largo de aquí y prometo que a la hora de su muerte tendré piedad de ustedes— decía el padre Ernesto
—se lo diré solo una vez, tenemos gente armada ahorita, conozco los riesgos de atacar una iglesia de este modo, al igual que usted tiene los recuerdos de la guerra que participo, entréganos a los que mantienes cautivo y te juro ante Dios, Lucifer, los ángeles y los ángeles caídos que no atacaremos su iglesia
—¿acaso le voy a creer a unos infieles como ustedes? — le cuestionó el sacerdote al grupo, en ese instante, cuando Mefistófeles y los demás estaban ya más que dispuestos a atacar, una serie de disparos lejanos se hicieron escuchar, la tensión subió al instante, mucho más a Mefistófeles, quien sentía el miedo florecer
Fue en ese momento que, en la entrada al complejo de Tierra Santa, dos hombres salían, uno sostenía al otro como si estuvieran heridos o cansados, el brujo los alcanzo a ver, eran Álvaro y Alberto, el último sostenía a Álvaro como si estuvieran heridos, se les veía la ropa con rastros de sangre, sin embargo, el sonido de las balas se hizo escuchar, en ese instante todo se convirtió en un enfrentamiento real
El padre Ernesto se refugió en la iglesia junto con el padre Ramiro y desde dentro parecía que había personas atrincheradas que disparaban desde dentro, algunas personas se refugiaban en las faldas de la estatua de Jesucristo, algunos no tenían refugian y disparaban, con el riesgo de que les dispararan también, cosa que ocurrió, Mefistófeles, junto con Dolores, disparaban y estaban refugiados en la estatua, hacían señas de que se refugiaran con ellos y evitar heridos o muertes, finalmente, tras varios disparos y todos juntos llegaron a la puerta de la iglesia, intentaban entrar, pero desde el interior impedían que eso pasara
Tras mucho batallar, el grupo logró abrir la puerta, sin embargo, los miembros de la iglesia, usando armas blancas, atacaban a los otros, algunos sufrieron eso, pero algunos entraban y se volvían a escuchar los disparos, esta vez, al interior de la iglesia
Algunos miembros empezaron a escapar, pero la mayoría se quedó luchando, como el padre Ernesto, quien seguía disparando y reteniendo al padre Ramiro, Dolores, tras dispararle a unos, logró dispararle al padre Ernesto, por lo que Mefistófeles, quien tuvo que dispararle mortalmente a uno de los miembros, corrió hacía el altar principal para salvar al padre Ramiro
Llego junto con Dolores y otras personas, liberaron al padre Ramiro y la bruja les ordeno que lo sacaran de inmediato
—¡malditos! ¡cayeron en la trampa y pagaran por lo que hicieron! — les gritaba el padre Ernesto mientras reía como si de pronto la locura se apoderara de él, Mefistófeles, quien lo veía lastimado del brazo y de su pierna, solamente se le acerco y con solo mirarlo lo intimido al instante
—ya nos hemos enfrentado antes, no tengo miedo a ustedes, malditos, solo sé que ustedes pagaran por lo que han hecho— le dijo Mefistófeles de forma amenazante al sacerdote —nomás no lo mato, porque sé que usted y los otros morirán. Nos veremos en el infierno
Tras decir eso, Mefistófeles y Dolores se retiraron de forma rápida, los que no resultaron heridos ayudaban a los heridos, Dolores tuvo que ayudar a Alberto y todos corrieron cuesta abajo, prefirieron hacer eso que irse por como vinieron, parecía que el cansancio no los afectaba, pero la cuesta abajo era tan complicada que Mefistófeles llego a sentir que estaba a punto de caerse y ni siquiera tuvo el valor de mirar atrás
Tras una carrera desgastante, la iglesia quedo atrás y la imagen de las camionetas donde estaban los vampiros se hacía más cercana, estos no lo dudaron y empezaron a ayudar a los demás, Céline tuvo que ayudar al sacerdote, sin embargo, no tardó en percatarse que algunos sangraban, entre ellos el padre Ramiro, así que tenía que controlarse lo más que pudiera cuando esta subió al sacerdote, detrás de ellos, se subieron Mefistófeles y Dolores, ya cuando todos se subieron encendieron los autos y empezaron a retirarse
—a San Joaquín— ordeno Mefistófeles al instante
—que mala manera de volvernos a ver, padre Ramiro— dijo Céline mientras la camioneta avanzaba de forma rápida y ella trataba de controlar su instinto por la sangre
—lo mismo digo— respondió el sacerdote y adivinando lo que ella estaba sintiendo cuando la vampira cerraba con fuerza sus ojos y apretaba sus manos
—no quiero interrumpir su plática, pero necesito hablar de una cuestión con usted, padre— le dijo Mefistófeles —creo que lo que hicimos es algo que será condenado y, por ende, permitirá que el maldito de Huerta regrese y quiera declararnos la guerra
—al final, hiciste lo que él quería— le respondió el padre Ramiro mientras relajaba su cuerpo
—no tenía de otra, si quería salvarlos tenía que hacer eso. Los llevaremos a San Joaquín, con el padre Domínguez, sin embargo, le quiero pedir que tome una decisión en nombre del obispo. Usted y yo sabemos las traiciones que habrá y las verdaderas lealtades que se mostraran tras esto, así que solo quiero pedirle una sola cosa. Quiero un nombre, el que sea, no le puedo decir que le harán los vampiros, así que no me pida explicaciones
El padre Ramiro, tras escuchar eso se enfrentó a un dilema moral, si decía un nombre sabría lo que le pasaría a esa persona, sin embargo, Mefistófeles tenía razón y de pronto, sin dudarlo, dijo el tan ansiado nombre
—Mario Espinoza. Parroquia de la Divina Providencia
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