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Preludio: El Inicio.


¿Pedir un auto es tan complicado? Ese es el dilema de Flo en estos instantes. Sentada sobre el borde de su cama se debate entre las una y mil maneras en la que podría pedirle el auto a su padre. No es como si ella y él tuvieran la mejor relación padre-hija del mundo, por eso la pone tan nerviosa el simple hecho de pedirle un favor. Juega con la cámara entre sus manos, toca los botones, la enfoca y la desenfoca seguidas veces. Suelta un profundo suspiro y mira hacia la ventana decidida de una vez por todas. Lleva allí una gran cantidad de minutos que no se ha preocupado en contar. Guarda la cámara en su morral y se lo echa al hombro.

Después de un verano de estar encerrada en esa mugrosa casa rodeada de pinturas y cuadros que le eran obligados a confeccionar por su alcohólico padre, era hora de experimentar un poco la sensación de ser independiente y libre. Flo desde pequeña había desarrollado un fascinante amor por las fotografías, en vez de leer libros de cuentos le gustaba observar las curiosas tomas en las revistas. Al crecer su padre le inculcó el amor por el arte y la pintura, la inscribió en varios talleres y así ella descubrió que tenía un talento prodigio para el dibujo. Pero su corazón siempre ha sentido una inevitable atracción hacia la cámara.

Baja las escaleras de su habitación y nota que el salón principal está vacío, su padre no está en la cocina y por ningún lado. En medio del silencio de la tarde escucha a alguien resollar en la parte delantera de la casa. Camina hasta el recibidor y abre la puerta para encontrarse a su padre sentado sobre las escaleras del porche con una botella de cerveza a su costado. Esa siempre había sido su fiel compañera desde que la madre de Flo murió. Con pasos lentos se acerca a él, se sienta a su lado dejando un espacio considerable para a botella y deja el morral sobre sus piernas.

—¿Qué tal? —pregunta en un suspiro.

Su padre le echa un vistazo, Flo nota que el blanco de sus ojos ha enrojecido y sabe que ha estado bebiendo más delo debido. Él aparta la mirada de ella y la baja hasta sus sucias botas.

—¿Qué sucede, Florence? —su áspera voz corta el aire.

—¿Qué tendría que suceder?

¿Qué tal? no es algo que preguntes muy seguido, algo tiene que suceder.

Flo hace una mueca con los labios, no puede engañar a su padre, la conoce demasiado. Los nervios empiezan a actuar en ella, su lengua parece anudarse y sus manos empiezan a sudar así que se ve obligada a secarlas con el morral.

—Necesito que...me...me

—No tartamudees —ordena el padre, fastidiado.

Ella toma aire.

—Necesito que me prestes el auto.

—¿Para?

—Ir a comprar pinturas, a las afueras.

—Sabes que puedo llevarte.

—Estás bebido —repone Flo.

—Pronto anochecerá y las afueras está muy lejos. Además, nunca has conducido sola.

—Cumpliré diecisiete dentro de poco, ya es hora y tengo el permiso.

—Puedes ir mañana.

—Quiero ir hoy.

Un silencio se instala en medio de ellos dos. Él se inclina hacia un lado y busca la llave de la camioneta Ranger para dejarla sobre el morral color caqui de su hija. Ella la observa escéptica sin poder creer que haya cedido. Quizás los efectos del alcohol la hayan ayudado un poco.

—Anda ya, antes de que me arrepienta —toma la cerveza y le da un trago—. Lo hago por qué necesitas esa pintura —la señala con la boquilla de la botella—. No tardes y no hagas que me lamente.

—Vale.

Flo asiente y se coloca de pie, una vez le da la espalda a su padre para encaminarse hacia la camioneta deja escapar una sonrisa.

°°°

No era una mentira lo de ir a comprar pinturas a las afueras.

Flo sale de una de las mejores tiendas de pintura en todo el estado de Minnesota y cuando lo hace, una campanilla suena sobre su cabeza. La había conocido meses atrás cuando su padre la llevó a comprar pintura profesional para sus cuadros, ya que en St. Louis las pinturas no son de muy buena calidad. La verdad es que Flo no necesitaba pinturas con urgencia, aún tenía en casa y las que ha comprado las guardaría cómo reserva.

Pero la tienda de pintura no era lo que la tenía tan emocionada. Si no lo que vio durante ese viaje a las afueras hace varios meses.

Esa vez su padre conducía y ella se dedicaba a observar el paisaje a través de la ventanilla del auto con un par de auriculares puestos. Las carreteras de Minnesota para esa época siempre le hacían homenajes a los árboles secos y cielos nublados. Pero entonces vio aquel bosque en la frontera con Wisconsin. No pudo evitar volver su mirada hacia atrás hasta perderlo de vista. Sus árboles de tonalidades amarillas, rojizas y verdes le daban un toque fantástico y aunque sonara imposible, parecía que el sol se asomaba desde una nube colando sus rayos entre las hojas frondosas de ese lugar. Era el escenario perfecto para captar imágenes destinadas a estar en su álbum dedicado a la naturaleza. Luego comenzó a hacerle preguntas indirectas a su padre sobre ese lugar, pero él no parecía tener la más mínima idea de lo que hablaba o de por qué mostraba tanto fascinamiento por un simple conjunto de árboles.

En fin, Flo prometió que volvería.

Ella aparca el auto a las orillas de la carretera. Son alrededor de las cinco y qunce de la tarde. Aún faltan tiempo para que caiga la noche y eso es perfecto. Su propósito es aprovechar esos últimos rayos de sol que hay en el atardecer y obtener fotografías increíbles a partir de ellos. Eso les daría un toque más intrigante a todas esas ramificaciones. Flo baja del auto con un salto, busca la cámara en su morral y se coloca la cinta que la sostiene en el cuello. Luego cierra el auto y guarda la llave en su bolsillo delantero. Realmente eso es lo único que necesitaba. A ella misma y su cámara. Así cómo la compañera de su padre es la botella, para ella lo es ese complejo instrumento.

Flo observa el espléndido paisaje frente a ella. Al parecer el verano le ha caído muy bien a su amigo el bosque. De alguna manera logra mantener ese aspecto otoñal, aunque las estaciones del año se opongan. Con pasos lentos se aproxima a la cerca de madera que divide el bosque de la vía, es rústica y parece haber sido confeccionada con pedazos de leña sobrantes. Apoya su pie sobre uno de los troncos y salta el obstáculo. Ahora ya no hay nada que los separe. Durante un segundo se pregunta si es propiedad privada o del estado. De todas formas, le da igual. No es como si estuviera cometiendo un gran delito.

Con ambas manos toma la cámara y comienza su travesía. Todo parece estar a su favor. Algunas ardillas se asoman entres las ramas y logra un gran ángulo. Varios pajaritos revolotean entre los árboles y cantan. Para su fortuna logra obtener la vista de una monarca sobre una exótica flor. Los árboles parecen exhibirse para ella, los rayos del sol colándose entre las frondosas copas le otorgan una atmósfera mágica. El deleite se cuela entre las venas de Flo, llenándola de dopamina por todas las grandiosas fotos que ha capturado.

Antes de que se dé cuenta la noche la atrapa en medio del laberinto de árboles. Flo no se da cuenta, ya que está muy ocupada observando su fantástica galería, pero cuando lo hace no puede evitar que algo se le retuerza en el estómago. Lo últimos rastros del sol desaparecen y la abandonan. Entre sus planes no estaba que la oscuridad la apresara allí. Apaga la cámara y deja que cuelgue de su cuello. Observa a su alrededor, pero no logra divisar nada más que las oscuras siluetas de los árboles. En el bolsillo trasero de su jean busca su teléfono y agradece a los creadores por poner una linterna en él, no obstante, al mismo tiempo se arrepiente de solo haber traído una delgada camiseta y no una sudadera que la cubriera del frío.

Trata de ubicarse. Pero después de unos segundos de intentar encontrar por lo menos una dirección se da cuenta de que está perdida. Agudiza su oído en busca del sonido de los autos que pueden guiarla hacia la carretera, pero solo logra escuchar el murmullo de las ramas y el pasear de la brisa entre las hojas. Estar perdida en medio de un bosque a estas horas era el último panorama en el que se hubiera imaginado estar así que decide optar por donde su instinto le indique. Esa técnica le había funcionado varias veces en los exámenes al momento de escoger la respuesta correcta, puede que también le funcione a la hora de encontrar la salida.

Caminar sola en medio del bosque con una simple fuente de luz en mano resultó ser más tenebroso de lo que suena. Los colores de los árboles se han vuelto sombríos y el crujir de algunas ramas bajo sus pisadas le coloca los pelos de punta. Los pajaritos se han convertido en búhos y las ardillas han desaparecido. La brisa entre las hojas parece sisear un mensaje indescifrable y las copas de los árboles podrían haberse vuelto aún más frondosas evadiendo el resplandor de la luna. El lugar se ha convertido en una especie de escenario espeluznante. De noche es algo completamente diferente a lo que aparenta ser de día.

Después de caminar varios minutos y quizás horas algo pica el brazo de Flo, por lo que se ve obligada a detenerse. Ilumina su brazo con la linterna para darse cuenta de que un mosquito le ha dejado una marca y se ha llevado un poco de su sangre.

Cuando está por continuar su caminata escucha un ruido desconcertante. Más pasos. Al parecer no ha estado sola todo este tiempo. O quizás puede que sean los dueños de la propiedad si en todo caso es "privada" quienes estén dando un paseo nocturno cómo ella. Si la atrapan, ¿Qué excusa daría? De noche, todo parece haberse vuelto en su contra.

Lo más razonable para Flo fue apagar la linterna y recostarse a un árbol en dirección contraria de dónde provenía el ruido. Así sea quién sea que ándese por allí, no la encontraría con tanta facilidad y quizás pueda salir de allí sin tener que ir a la cárcel. Aguarda en silencio con su espalda adherida a la áspera madera de aquel incógnito árbol. Los pasos parecen acercarse a una distancia considerable de ella, pero aun así están demasiado cerca. Flo decide sentarse sobre las raíces del árbol, es demasiado grueso cómo para que alguien detrás de él pudiera verla. Los pasos son pesados y arrastrados cómo si le dificultara caminar. Un búho ulula en alguna parte del bosque, pero su eco se encarga de hacerlosonar cómo un susurro en el oído de Flo que le eriza los vellos de los brazos.

Escucha jadeos y masculles masculinos. Parece tener una respiración agitada y eso hace que Flo se pregunte el por qué. Está tentada a mirar y saber de quién se esconde. Puede que a tal distancia no note una insignificante sombra en movimiento detrás de un árbol. Primero recoge su largo y despeinado cabello con una liga que llevaba en la muñeca, luego de eso se da cuenta de que su nunca está húmeda, pero no repara en ello. Coloca sus rodillas sobre la seca tierra y apoya sus manos sobre la corteza. La curiosidad la carcomía y no pudo resistirse mucho al impulso de husmear. Flo asoma la mitad de su rostro detrás del tronco, solo ve oscuridad y los bultos de los árboles, pero al agudizar aún más su mirada a unos veinticinco metros pudo divisar una escena un tanto inaudita.

Un chico alto y flaco se inclina sobre su torso, parece arrastrar algo pesado lo que causa su fatiga y aquellos jadeos. Su vestimenta es algo tétrica, va casi todo vestido de negro, jeans rotos y desgastados, una camiseta con símbolos que no logra distinguir y a diferencia de Flo él si se tomó el tiempo de llevar un abrigo. Un gorro de lana cubre su cabeza y algunos mechones de cabello claro se escapan de él. Después de analizar al ser en movimiento se enfoca en lo que arrastra. Pero hubiera deseado no haberlo hecho. Es una bolsa de plástico negra, la que normalmente utilizan para botar la basura. Su pulso comienza a acelerarse. Pero esta vez teme que no sea exactamente "basura" ¿Qué tipo de basura pesa tanto? ¿Por qué estaría arrastrando basura en medio de un bosque a estas horas? No tiene sentido.

El chico se detiene y Flo se da cuenta de que ha llegado a un pequeño claro en medio del bosque por lo que ella se percata que su ubicación exacta es detrás de unos de los árboles que cercan ese misterioso claro. Ella traga en seco cuando ve que él se ha detenido justo en frente de un hoyo que parece haber sido cavado varias horas atrás. Pero es curioso que ella no se haya dado cuenta ni del claro ni del hoyo a la luz del día.

Él se posiciona de cuclillas frente a la bolsa negra y luego sucede algo que le arrebata el aliento a Flo cómo una fuerte patada en el estómago. Un brazo se escapa de la bolsa. Un brazo humano. Una piel pálida, fría y muerta se asoma, provocando que un pavor recorra el cuerpo de Flo de pies a cabeza. Inevitablemente, se lleva una mano a la boca para no dejar salir un chillido y aparta la mirada. Recuesta una vez más la espalda al tronco y deja caer la cabeza hacia atrás sin poder procesar lo que acaba de ver. Hay un cuerpo muerto dentro de esa bolsa y ese hoyo es su futura tumba. Algo empieza a alterarse en el estómago de Flo y durante unos segundos siente náuseas. Cuando se encuentra en medio situaciones que le pongan los nervios de punta siempre la encontrarás vomitando, aunque tenga el estómago vacío. Pero esta vez ella no se lo permitiría. No cuando está a pocos metros de un chico con un cadáver, un nefasto asesino.

Ella aguarda en silencio, el bosque parece enmudecer durante un momento. Hay cierta tensión en el ambiente, el aire parece condensarse y para Flo es difícil respirar. El chico comienza a hablar, la brisa al parecer se ha detenido y un grillo en alguna parte del bosque acompaña al silencio. Él posee una voz áspera y bronca cómo si sus cuerdas vocales estuvieran desgastadas, pero a la vez se muestra un tanto endeble y frágil demostrando cierta vulnerabilidad y temor.

—Lo siento, preciosa. —Cuando comienza a hablar, la respiración de Flo se corta de manera automática—. Sabes que no quería hacer esto, eres lo más importante para mí y mira cómo terminaste. —Los susurros son tan audibles que Flo puede sentir casi cómo unos labios rozan contra su oreja—. Debiste haberme escuchado, debiste quedarte conmigo. Pero tenías que ser tan estúpidamente obstinada y elegirlo a él. —En esa última frase es inevitable no escuchar cómo la amargura destila de su tono—. Solo de esta manera puedo tenerte y ahora por fin eres mía. —El chico comienza a sollozar de forma cínica y farsante y a continuación empieza a farfullar palabras inentendibles.

Ese chico es un completo enfermo, piensa Flo. Le habla a un cuerpo sin vida cómo si aún la tuviera y por lo que ha podido escuchar no hay duda de que él ha sido el culpable de aquella muerte. Suena cómo a un desdichado chico al que le han roto el corazón y quizás su víctima sea la culpable. Aquellas palabras parecen retorcerse dentro de la mente Flo provocando una sensación de trasfondo a través de ellas. Hay algo que le dice que detrás de esas palabras hay alguna historia de la que nunca quiere ser consiente.

Ese chico ha matado a una persona. Eso es un gran delito y debe pagar por ello. Flo sostiene la cámara entre sus manos y la enciende. Mira la oscura pantalla que se abre frente a ella, se relame los labios y jadea levemente. Una prueba ayudaría mucho a la hora de poner la denuncia de aquel asesinato. Quizás puede utilizar su talento para hacer una buena causa por primera vez en su vida. Ayudar a la familia del difunto a hacer justicia por aquella pérdida. Toma una gran respiración llenando sus pulmones de aire y se llena de valor.

Flo lleva un ojo hasta el visor de la cámara y vuelve a asomarse por detrás de la corteza del árbol. Ajusta el lente al campo visual, enfoca la escena y distancia hasta obtener el punto indicado. El chico levanta el cuerpo con ambos brazos y lo arrastra cada vez más cerca del hoyo. Justo cuando está casi al borde del hueco Flo aprieta el botón disparador de la cámara y en ese preciso momento su cuerpo se paraliza y su corazón se detiene. El flash se ha activado automáticamente al obtener un panorama nocturno. La luz ilumina gran parte del bosque o eso es lo que asemeja. En un segundo incontable el asesino levanta la mirada hacia la luz del flash y observa directo hacia la cámara permitiendo que esta capture su rostro, luego deja caer el cadáver en el hoyo, pero en lo único que logra concentrarse Flo es en la mirada fría y verde de aquel chico sufrido. Esos ojos emiten el dolor y sufrimiento de aquella alma y las grandes ojeras debajo de ellos delatan noches de insomnio.

Después de ese trance que de seguro ha firmado su sentencia de muerte, Flo deja caer la cámara y esta choca contra su pecho gracias a la cinta que la sostiene de su cuello. Gira y se aferra al árbol, empuña los ojos con la intención de desaparecer y siente cómo la bilis asciende por su tráquea. No, ¡No ahora! Una gota de sudor resbala por su entrecejo y de pronto cae en cuenta de que ha empezado a transpirar de una forma poco común. ¡Maldita sea! ¡El flash lo ha arruinado todo! ¡Está muerta! Su pecho sube y baja a una velocidad luz. ¿Qué debería hacer?, es la primera pregunta que surge en su mente. Podría quedarse allí a esperar que acaben con su corta e inútil vida o intentar sobrevivir pero morir en el intento. De todas formas, ya está muerta.

El chico suelta varias groserías a toda boca que demuestran que está mucho más que enojado. Las palabras resuenan por todo el bosque y Flo siente el impulso de romper en llanto.

—¡¿Eres idiota, eh chica?! ¡¿Una cámara?! ¿Qué tienes en la cabeza? ¡Acabas de terminar con tu vida, estúpida! —Y de un momento a otro se escuchan unos disparos en su dirección. Se siente desfallecer así que se ve obligada a sostenerse aún más fuerte del árbol. Su cuerpo se estremece bajo el eco de aquel estridente sonido y una gota de sudor baja por su mejilla o quizás es una lágrima—. Hazlo un poco más fácil y sal de ese árbol, no podrá protegerte durante mucho tiempo.

Flo intenta buscar una vía de escape, pero eso no tiene mucho sentido, a dónde sea que mirara solo había árboles y más árboles. Aparte de que aún seguía estando perdida y sin la mínima idea de donde se encuentra la salida. Así que opta por la decisión más razonable y comienza a correr. Al instante los sonidos de las balas comienzan a perseguirla. Uno, dos, tres disparos se escuchan detrás de ella y su corazón choca contra su pecho al ritmo de los estallidos. Ella da pasos largos y logra una velocidad nunca antes experimentada. Nunca fue buena en gimnasia, pero cuando es momento de sobrevivir todos sacamos dotes que no somos conscientes de tener. Esquiva varios árboles, pero tropieza con uno dándose un fuerte raspón en la frente. Los disparos cesan, pero los pasos detrás de ella continúan y estos parecen acercarse cada vez más. Las ramas y hojas crujen bajo sus zapatillas y pierde el aliento, pero se ve forzada a continuar corriendo en medio de la penumbra. Usa la estrategia de correr en diferentes direcciones y durante un momento los pasos parecen haberse alejado lo suficiente de ella, pero aún continúan allí, persiguiéndola. Baja la velocidad, pero aquel fue un grave error, se escucha un disparo más y un fuerte dolor ataca su pierna.

Flo cae al suelo de manera drástica y su cuerpo se encuentra al borde de un desnivel de tierra. Empieza a rodar con violencia por la parte inclinada hasta quedar incrustada en medio de unos arbustos. Una vez logra estabilizarse de aquellos golpes hace de su cuerpo un ovillo y aguarda escondida. El dolor en su pierna es profundo, pero soportable. Intenta no jadear ni gemir a causa del dolor, sino mantenerse lo más quieta y silenciosa posible. Aprieta la cámara contra su pecho mientras intenta ver más allá de las hojas. Una sombra se asoma detrás de un árbol, Flo cierra sus ojos y se retrae.

—Vamos pequeña paparazzi —entona en burla. Un escalofrío recorre su espalda al escuchar nuevamente esa voz—, no estoy para jugar a las escondidas. Solo déjame hacer mi trabajo y todo estará bien. Por lo menos para mí —suelta una risa enfermiza.

Se escucha otro disparo, este es mucho más lejos que los anteriores. De pronto los pasos comienzan a alejarse hasta perderse en el silencio de la noche. Durante varios minutos lo único que se escucha es la brisa cantar, al búho ulular y al grillo entonando su pieza. Flo deja salir algunos jadeos de entre sus labios agrietados. ¿Se ha ido? ¿De verdad se ha ido? Flo escucha el sonido de la carretera, un auto pasa a una velocidad estándar. Ella gira su cabeza y se percata de que la vía está más cerca de lo que se imaginaba.

Sin importarle si el asesino está cerca o no, sale de entre los arbustos y comienza a correr la poca distancia que le queda hasta salir de entre los árboles. Una vez al borde de la calle, gira su cabeza de izquierda a derecha hasta ubicar el auto de su padre a unos cincuenta metros a su derecha. Ella cojea esos pocos metros intentando ser lo más rápida posible, busca la llave en su bolsillo delantero, desactiva la alarma del auto y una vez llega, lo rodea hasta llegar al puesto del conductor, abre la puerta y se lanza dentro de este.

Sin pensarlo pone el auto en marcha, le da una última mirada a aquel terrorífico bosque y comienza a conducir lejos de allí. Aferra sus manos al volante mientras los recuerdos de esa noche pasan por su mente cómo una galería de imágenes y se repiten una y otra vez. Cuando cree que ya está lo suficientemente lejos de esa zona, orilla el auto cerca de una plaza para procesar lo sucedido. Enciende la luz interna de la camioneta y sube su pie al borde del asiento para examinarse.

Su jean está rasgado y una herida superficial cruza la parte lateral de su muslo. Es cómo una cortada de unos siete centímetros provocada por el roce de la bala. Cuando cayó al suelo después de sentir ese insoportable dolor lo primero que pensó es que una bala se había enterrado en su pierna y si hubiera sido así, estaría en grandes problemas. La herida está abierta, pero no necesita puntos con urgencia, pude cerrarse sola, ya que no es tan profunda. Por el momento debía esconderla de su padre y desinfectarla una vez llegara a casa.

Flo observa su rostro en el espejo retrovisor, tiene un raspón en la frente y varias manchas de tierra en el rostro, su cabello castaño oscuro está vuelto un desastre y toda esa faceta debería mejorarla antes de entrar por la puerta de casa. Además de que tendrá que buscar una buena excusa de cómo te haces un raspón de ese tipo cuando vas a comprar pintura y del por qué la demora.

Ella baja la mirada hasta su pecho y ve la cámara. Está llena de tierra y la pantalla principal también ha sufrido algunos rasguños, pero nada tan grave como para que no se pueda arreglar. Enciende el aparato y lo primero que aparece es la imagen que la llevó a todo ese problema.

El chico de ojos verdes sosteniendo una bolsa de basura de la que se asoma un brazo humano, un hoyo de tierra frente a él y árboles a su alrededor. Flo decide profundizar aún más en la imagen. De su gorro negro se escapan unos mechones largos y rubios y lo sabe gracias al flash, ya que en medio de la oscuridad jamás lo habría notado. Pero aún le sigue llamado la atención aquella mirada verde y fría. Esos ojos inspiraban cierto temor. Es una fotografía, pero de algún modo provocaba que algo se retorciera dentro de Flo. Todo era una mezcla de dolor, odio, sufrimiento y miedo.

Tiene la prueba de un asesinato en sus manos. Podría ir a la policía y exponer a aquel enfermizo chico que es lo justo, pero a la vez verse envuelta en problemas judiciales. De seguro la policía iría a hablar con su padre y cómo le explicaría a él que estaba en un bosque tomando fotografías y terminó siendo testigo de un nefasto asesinato cuando solo dijo que "iba a comprar pinturas" Tendría que pasar por un extenso interrogatorio con autoridades y dar largas declaraciones para las investigaciones. También corre el riesgo de que el chico la busque para matarla si se da cuenta de que lo ha denunciado. O simplemente podría evitarse todo aquello guardando silencio y suponiendo que nada ha sucedido cómo debió hacer desde el principio y no haber tomado esa estúpida foto. Lo más razonable para ella fue lo segundo. Se evitaría una gran cantidad de problemas y podría seguir con su vida, llevando el peso de una muerte injustificada, pero con el tiempo lo superaría.

Entre sus planes no estaba quedar envuelta en un asesinato. Pero algo que se le da muy bien a Flo aparte de la fotografía y la pintura, es guardar secretos.

Y ese sería uno más a su lista.

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