Capítulo 9 |Parte 2|
En estas últimas semanas han estado advirtiendo sobre este tipo de atracadores en las noticias, pero Flo jamás se imaginó encontrarse con ellos. Le da coraje ver cómo les roban a personas inocentes en medio de una presentación pura. Tiene que hacer algo, no puede permitirlo.
—¡HEY! —Su grito recorre la plaza entera. Se arma de valor, aunque puede que esté cometiendo una gran locura—. ¡¿Qué rayos creen que hacen?!
Casi todas las personas giran en su dirección y después de unos segundos Artie detiene la música.
—Llamaré a la policía. —Ella intenta llevarse la mano a su bolsillo trasero, pero antes de que siquiera pueda sacar su teléfono un disparo atronador resuena por toda la plaza lo que la hace estremecer. Las personas se dispersan y desaparecen en un parpadeo dejando a Flo y a Artie con los cuatro bandidos. Uno de ellos está parado frente a Flo con la boca del arma apuntando al cielo. Son tres chicos y una chica, tienen pinta de ser los Black Eyes Peas versión gánster.
—Me temo que no vas a llamar a nadie —dice el chico de piel perfectamente bronceada, deja salir una sonrisa y baja el arma hasta terminar apuntando a Flo quién intenta demostrar valor, sin embargo, sus piernas flaquean una vez el ojo del arma está frente a ella—. Bájate de allí, preciosa —utiliza un tono encantador tanto como amenazador y con la pistola hace ademanes hacia el suelo.
Flo obedece y se baja de un salto, su rostro se mantiene neutro. No quiere darles el gusto de verla sumisa. Antes de que se dé cuenta Artie se encuentra a su costado con una expresión retadora. No demuestra tener miedo, sino todo lo contrario. Flo pasea su mirada entre los cuatro. Está el bronceado, un asiático, un chico de piel morena y una rubia con el cabello teñido de azul. Esta última sostiene el estuche del violín el cual está lleno del dinero que han ofrecido las personas. A Flo le llena de coraje ver cómo esos sin vergüenzas se toman la vida fácil.
—Les doy tres segundos para que se den la vuelta y caminen lejos de aquí —ordena el bronceado con autoridad, sin embargo, ninguno de los dos hace ningún minúsculo movimiento—. Oh, vaya. Al parecer tenemos un par de suicidas —comenta con sus amigos quienes sueltan risas— Ya lárguense antes de que se me escape un disparo. Créanme que es lo último que quiero hacer, le prometí a mi madre que no mataría a nadie esta semana —se encoge de hombros con un remordimiento fingido.
—No me pienso ir hasta que me devuelvan mi dinero —habla Artie, con una voz más grave y un tono frívolo que corta el aire.
—Este ya no es tu dinero, amigo —habla el moreno.
—¡¿Es que acaso quieres morir, estúpido?! —El bronceado parece alterarse en pocos segundos, da pasos largos hasta encontrarse cara a cara con Artie. Presiona la boca del arma contra la mandíbula del rubio, pero él se mantiene inmóvil, no retrocede, no respinga, solo parpadea y le brinda aquella mirada verde que en pocos segundos se ha tornado oscura y siniestra—. No me hagas tener que romper la promesa que le hice a mi madre —susurra cerca de su rostro.
—Entonces devuélveme mi dinero, no pienso repetirlo. —El peligro es palpable en aquellas palabras.
Flo observa la escena con el corazón en la boca, pues está asustada por lo que pueda ocurrir. Hay un dedo sobre el gatillo, hay una vida en juego. Ambos chicos se fulminan con la mirada en completo silencio, están muy cerca, pero nadie se mueve hasta que Artie habla y luego todo empieza a suceder muy rápido.
—Flo, corre.
A continuación, el rubio hace un ágil movimiento con un brazo y le arrebata el arma de las manos al bronceado, dejándolo expuesto. Artie le apunta a la cabeza con un brazo mientras que con el otro sostiene el instrumento, al instante el chico alza sus manos y retrocede. Flo se queda pasmada, pero obedece a las órdenes cuándo le hace señas alarmantes, así que se da la vuelta, toma su mochila y su cámara para comenzar a huir.
Ella corre con pasos largos por las calles de ladrillos de la plaza hasta que logra llegar a los edificios de arquitectura antigua llenos de callejones. A lo lejos escucha dos disparos y su corazón da un vuelco, pero se incita a seguir. Ella trata de perderse entre el laberinto de calles, sin embargo, se detiene cuando se da cuenta de que ya no es perseguida.
Está sola nuevamente entre esos callejones justo cómo la noche anterior. Se esconde detrás de una esquina, se sienta sobre la fría calle y saca su teléfono para marcar el número de Alguacil Simon. Cuando está a punto de apretar el botón de llamada, comienza a escuchar pasos. Son pesados y urgidos, cada vez están más cerca.
—Flo, ¿Dónde estás? —escucha la voz que la sentencio de muerte en el bosque, pero que ahora entre esas calles la intenta proteger. No lo entiende, pero es lo último en lo que quiere pensar. Ella asoma su cabeza por el filo de la esquina y le sisea.
—Pss, aquí.
Sus ojos verdes la encuentran y luego se aproxima.
—¿Qué rayos haces? ¡Levántate! —su tono es desesperante así que ella hace lo que dice y se coloca de pie, también se percata de que ya no tiene el arma, sin embargo, trae el violín y el arco en una mano y en la otra sostiene el estuche lleno de dinero.
—¿Los perdiste?
Esa pregunta se contesta por sí sola cuando el eco de más pasos se empieza a escuchar entre las vacías calles.
—¡No! El arma solo tenía dos estúpidas balas y las usé para asustarlos, luego se quedó sin carga. ¡Demonios! ¡Hay que irnos! ¡YA!
—¡¿A dónde?! —grita en un susurro.
—¡No lo sé! Solo... corre.
Ella asiente y no pierde el tiempo. Ambos huyen entre las paredes, tratando de escapar de los pasos y voces que los persiguen. Cada vez son más cercanos y sin duda la Plaza de St. Louis se había convertido en un laberinto eficaz para ellos. Flo va por delante y Artie intenta correr reteniendo el impulso de mirar hacia atrás, pero no se contiene durante mucho y lo hace. Puede ver al bronceado y al moreno a varios metros de ellos, metros mortales. Regresa la mirada hacia al frente y se percata de que la chica ya no está. Se detiene a mirar hacia todos lados, una capa de sudor cubre su cuerpo, ha perdido el aliento y se siente debilitado al no ver a Flo pero esa sensación prontamente desaparece cuando ve su sombra en el callejón a su izquierda. Él sigue la sombra la cual ha doblado hacia otra calle, pero muy pronto Flo sale da allí con el rostro pálido.
—Sal de aquí. ¡Retrocede! ¡Es una inútil calle sin salida!
Cuando ambos intentan regresar, se dan cuenta de que ya es demasiado tarde. Los han atrapado. El bronceado y el moreno están en la entrada y no tardan en unírsele la rubia y el asiático. ¿Por qué demonios siempre debe haber una calle sin salida?, piensa Flo. Ella se lleva los mechones de su cabello hacia atrás y suelta una respiración agitada. Están muertos, está muerta. Es gracioso que un asesino no la haya matado y ahora vaya a morir en manos de los Black Eyes Peas gánster.
—Puedes darme el estúpido dinero y salvar tu mugroso trasero, Doradito —habla con diversión—. O puedes morir... mejor no, ella lo hará —levanta el arma en su dirección y ella se limita a rodar los ojos, ya harta de este drama. ¿No puede disparar y ya? ¿Por qué tantos rodeos? De alguna u otra manera morirá, ya sea por los Black Eyes Peas o por el apuesto asesino.
—Dispara, imbécil —masculla Flo, con amargura.
El chico no vacila y aprieta el gatillo. Flo suelta un grito, cierra los ojos y se estremece cuándo el sonido inunda el aire. Da un salto, se abraza a sí misma y retrocede, baja su mirada para comprobar que no tiene ninguna herida, pero puede jurar que la bala por poco y la acaricia. Se siente una idiota y sabe que lo es, no puede retar a ladrones callejeros cómo si nada.
No está segura de cuando, pero ahora Artie y el bronceado se están dando de golpes. Al parecer ha logrado desarmarlo nuevamente y dejarlo indefenso, le han quitado el estuche lleno de dinero y ahora la rubia lo sostiene. La pistola yace sobre el suelo junto al violín. Flo piensa en tomar el arma y hacer algo al respecto, pero lo piensa; No sabe usar un arma y tampoco se cree capaz de dispararle a alguien así que renuncia a esa idea. Ella los observa, a Artie le sangra el costado de su ceja y el bronceado tiene el labio roto. Muy pronto el asiático se une a los golpes, dos contra uno.
Ella se percata de que el moreno ya tiene su mirada fijada en el arma y es capaz de deducir en lo que está pensando así que no vacila antes de correr e inclinarse a tomarla. Su mano tiembla así que se obliga a rodear el objeto con seguridad, apunta hacia el moreno, pero entre los nervios y su ignorancia aprieta el gatillo y un disparo se le escapa. El moreno suelta un grito desgarrador lleno de agonía seguido de varias palabrotas, la bala ha dado en su pie. Flo se tapa la boca con una mano y ahoga un grito, baja el arma y con los ojos desorbitados mira cómo el chico cae sobre sus rodillas.
—Oh mi dios —musita si poder creer lo que acaba de hacer.
El asiático sale de la pelea y va a ayudar al moreno. Al parecer el bronceado le ha dado órdenes de que se vayan así que se las arreglan para salir de allí, el herido suelta gemidos de dolor mientras se arrastra apoyado en el hombro de su compañero, luego desaparecen. Artie y el otro siguen golpeándose así que Flo aprovecha la oportunidad para recuperar el estuche. Es obvio que no es una gran suma de dinero, pero está segura de que Artie no está peleando por el dinero sino por su honor cómo músico pues no pensaba dejar que unos vagos se llevaran lo que le había costado obtener. Se arma de valor y apunta hacia la rubia mientras se aproxima, se asegura de no apretar el gatillo esta vez.
—¿Qué tal si me das eso? —Flo hace un ademán con su cabeza hacia el estuche en su mano.
—No lo creo.
—¡Dámelo! —exige.
—¿O si no qué?
—¿No viste lo que le pasó a tu amigo?
—No serías capaz de matarme —apuesta con una mirada socarrona.
Flo llena de ira se aproxima hasta la chica, la toma de la blusa y le pone el arma entre los pechos. Al instante puede notar cómo ella se estremece y su expresión cambia, traga con dificultad y una línea se traza entre sus labios. Flo sabe que no es capaz de dispararle justo cómo ha dicho, no tiene las agallas, pero lo que si tiene es un arma y la cualidad de actuar, por ello puede fingir que es una matona sin dificultad. Flo se inclina e intenta quitarle el estuche de la mano, pero la chica impone fuerza así que ella presiona aún más la pistola hasta que cede.
—Será mejor que te largues ante de que... se me escape otro disparo —su voz se agrava, la chica le da una mirada retadora. Flo sobreactúa la suya y sus ojos grises sus endurecen. La rubia empieza a retroceder y muy pronto desaparece entre los callejones al igual que los otros dos.
Antes de que pueda asimilar lo sucedido alguien la toma del cuello y la estrella contra la sólida pared del callejón. El arma se resbala de su mano, pero no se percata de ello, ya que ha quedado aturdida gracias al duro golpe contra su cabeza. Flo aferra sus dedos al agarre del estuche e intenta enfocar al bronceado quién presiona sus largos dedos alrededor de su garganta, asfixiándola.
—Te metiste con la persona equivocada y todo por unos cuántos dólares. —Flo empieza a quedarse sin aire, intenta mover sus piernas, intenta gritar, intenta escupir, pero no logra recaudar las fuerzas necesarias para hacerlo. Su cuerpo empieza a paralizarse gracias a la falta de oxígeno, puede escuchar los estridentes latidos de su corazón contra sus oídos y puede sentir cómo la sangre se estanca en su rostro. La sensación de asfixia es escalofriante. Solo una palabra podría describirla: Desesperación. El chico dice algo más, pero ya no es capaz de escucharlo.
En un abrir y cerrar de ojos su cuello es liberado, los dedos se retiran y ella puede respirar. Empieza a toser con brusquedad, se ahoga en su propia saliva mientras intenta abastecerse de aire. El bronceado yace a sus pies,inconsciente y Artie tiene el arma en una mano y el violín destrozado en la otra. Ella se inclina sobre su torso y apoya sus manos sobre las rodillas para tratar de recuperar la compostura. Cuando siente que su pulso se ha regulado levanta su mirada y le da un vistazo al rubio. Él también se muestra agitado y fatigado.
—¿Estás bien? —pregunta de manera entrecortada.
—Eso creo. —Ella yergue su espalda—. ¿Qué ha sucedido?
—Al parecer todas las armas que toco se quedan sin balas —hace un ademán hacia la pistola en su mano y luego la lanza lejos—. Así que utilicé mi último recurso. —El chico le da una mirada desganada al violín, sus cuerdas se han zafado y la madera de la espalda está hundida por el golpe—. Costará arreglar a Ophelia así que será mejor dejarla descansar en paz —suspira y deja el instrumento a un costado del chico inconsciente.
—Lo siento tanto, Artie. En serio lo lamento por tu violín y... por dios, estás sangrando.
Flo se acerca y aparta los mechones rubios y húmedos de su frente para dejar expuestos los rasguños y moratones que hay. Pasa su dedo pulgar por la herida en su ceja e intenta quitar la sangre, pero esta sigue destilando. Se da cuenta de que está demasiado cerca de él, hay contacto físico y una conexión en sus miradas. Santas bayas del prado, su rostro es tan simétrico en todos los sentidos, aún con heridas seguía teniendo ese encanto en la mirada y no ha podido dejar pasar el detalle de cuán suave es su cabello. Flo traga en seco y retrocede dos pasos, desliza su mano lejos de él y baja la mirada.
—Será mejor que nos vayamos, llamaremos a la policía de manera anónima para que se hagan cargo de ellos —anuncia.
—Y tus heridas...
—Puedo solucionarlas.
—Lo lamento, en serio.
—No tienes que lamentarlo. Tú estás bien y eso es lo que importa, no el estuche, no el violín, no el dinero. Solo tú. —Cuando aquellas palabras se escurren entre sus labios agrietados, Flo puede sentir cómo su corazón su reprime y un sentimiento asciende por su estómago acarreando una oleada de sensaciones.
Y de esa manera ambos se disponen a encontrar la salida de ese laberinto de callejones, pero ahora sus mentes se habían convertido en uno.
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