A Royal la conocí en la playa.

En ese momento ella llevaba un bikini algo (muy) pequeño y bueno, no fue mi culpa fijarme en ella... okey, lo admito, fue mi culpa.

Yo estaba vigilando a mi hermanita mientras chapoteaba en una pequeña poza hecha a orillas del mar, después ella pasó enfrente mío y me sonrió, a lo que le devolví una minúscula sonrisa. Pegué mi vista en mi hermanita de nuevo y seguí con mi labor de salvavidas.

Voy a ser sincero: no me gusta la playa. A mi madre siempre le ha gusta mucho y siempre me veo obligado a acompañarla para vigilar a Didi mientras ella se broncea y papá, bueno, no quiero hablar ahora de ese idiota. En fin, lo único bueno de haber cumplido recién los dieciocho fue poder comprar cigarrillos por mi propia cuenta y no tener que encargárselos a Jude, mi mejor amiga y vecina de la infancia.

Estaba algo entretenido mientras la veía hablar con una chica de nuestra edad, pero me distraje cuando llegó un grupito de chicos de mi escuela.

—Mierda—pensé mientras me incorporaba para ir hacia Diana. No quería que Frey y su pandilla se les acercaran.

Llegué a su lado y la agarré de la mano dispuesto a irme a casa (ese día mamá no había venido y Didi me había rogado para que la trajera en el auto, así que ahí estábamos solos), pero Frey me detuvo al sostener su mano a mi hombro.

—¿A dónde vas Gay?—odiaba que me dijera así. Mi apellido es Gayle, pero él le quita la última parte para provocarme—. ¿O acaso irás con tu novio a coger?

Su pandilla se reía como los pendejos que eran y le tapé rápidamente los oídos a mi hermanita por las palabras que iba a decir.

—¿Por qué vas tú a coger con los tuyos?, He oído mucho sobre ti, al parecer eres famoso en una página porno ¿cierto?

Al parecer se enojó bastante y amenazó con golpearme, a lo que yo hice caso omiso y tomé en brazos a mi hermana para llevármela del lugar. Lamentaba tener que dejar de ver a la chica pero la seguridad de Didi era primero, así que la llevé a casa y la dejé a cargo de Daniel, uno de los miles novios intermitentes de mamá, para volver a la playa.

Juré que ya se había ido y maldije para mis adentros, muy frustrado, mientras me sentaba en la arena a jugar con las rocas y piedras que traía el mar. En eso, sentí cómo una suave mano recorría todo mi hombro derecho y me di la vuelta dispuesto a saber quién era y reparé en que era la chica pelirroja. Me miraba con sus bellos ojos mientras decía algo que mi cerebro no logró captar muy bien, que digamos.

—... hola?...

—Ho-hola— respondí medio adormilado, el sol me estaba dando muy fuerte.

—Noté que me mirabas mucho y... bueno, decidí venir a verte.

—¿Y-yo? ¿estás segura?

Traté de no sonar nervioso pero mi inconsciente no contribuía; me sudaba todo el cuerpo, sentía el corazón a mil por hora y además me temblaba el cuello. (La verdad es que no sabía que el cuello podría temblar)

—Sí, ¿cuál es tu nombre?

Se sentó a mi lado y me sonrió mientras yo la miraba a los ojos.

—Andrew, y tú eres...

—Royal.

Al ver mi extrañada expresión rio.

—Es nombre de chico, pero a mis padres no les importó—pausó su explicación para mirar al mar y luego seguir—. Tiene varios significados, como rey, y se usa para la gente pelirroja comúnmente en donde yo nací.

—Espera, ¿entonces no naciste aquí?

—De hecho no. Nací en Escocia.

—Pues no tienes el acento—comenté.

Ella solo sonrió y contemplamos el mar por lo que parecieron unos minutos.

Su celular vibró ruidosamente y saltó del susto.

—Es mi madre, ¿te parece vernos otro día?

—S-sí, sí, está bi-bien...

Antes que se fuera, reuní todo el valor que tuve y le pregunté:

—Royal—se dio la vuelta—. ¿Me dejas tu número?