Capítulo 6: Un principio con la pata izquierda.
Odiaba no tener las cosas tal cual las deseara. Y odiaba tener que ceder a las circunstancias. Pero no significaba que no aprovecharía la más mínima insinuación. Ambos entraron por la cafetería, Trevor le comento que iría al baño a limpiarse un poco. En el frente del mostrador de la cafetería observa sorprendido como por la puerta pasan Trevor y Nan. Traga saliva nervioso ante esa escena. Tener que sufrir en primera fila todo no era lo que tenía en mente Talbot. La mente le quedara echa un desastre.
Por visto Mac Bulterry no perdía oportunidad en lanzarse a sus presas. Se fue a limpiar al baño y el pelirrojo volvió para nuevamente hacer el pedido.
— ¿Ocurrió algo señor? — Pregunto La Fargue — ¿Algo mal en su pedido?
— Para nada, solo que fui un poco tonto y despistado. Y accidentalmente termine manchando a un transeúnte de la calle, tire la comida encima suyo. ¡Le volveré hacer el mismo pedido por favor!
— Descuide, los accidentes pasan Señor. ¡Mire tengo todavía el pedido aquí! Simplemente le diré al cocinero que prepare la misma orden. Siéntese a esperar.
— ¡Te lo agradezco La Fargue! Eres muy atento. Pero, tengo otra cosa que pedirte...
— ¿Qué es señor?
— ¿Tienen botiquín de primeros auxilios? Le provoque un horrible raspón en la frente a quien lastime. Y... un codazo. Y me apoye en su cara... ¡El punto es que esta herido!
El chico no dudo en darle lo que pedía, prestándole un botiquín que tenían en el mostrador. Nan volvió a pagar el pedido y se sentó a esperar en una mesa del local, con botiquín en mano espero al hombre de traje y corbata que lastimo. De hecho le provoco varios moretones y un leve sangrado.
Trevor salió del baño limpiándose los restos de las manchas, no se logró terminar de curar su herida, solo pudo limpiarse con una toalla de papel con agua.
Cuando vio nuevamente al chico pelirrojo este le señalo la mesa, como si fuera apartando su lugar para sentarse. Idéntico a como un amigo apartaría tu lugar. En cuanto se sentó en frente, Nan le entrego el botiquín. Y no tardo en abrirlo para sacar el alcohol y algodón para tratar su herida.
— ¡Nuevamente discúlpeme por lo de hace un momento!
Para Rafael las disculpas eran estúpidas, y no le gustaba que Nan se disculpara por todo a cada minuto que pasaba. Era más pequeño en estatura de lo que recordaba, odiaba tener que casi agacharse para hablarle a alguien.
No era tan agraciado en cuanto a rostro, tenía pecas por casi toda la cara que lo hacían ver demasiado infantil para el gusto de nuestro exigente Rafael. Ni ese cuerpo levemente curveado por las lonjas que pueda dar la piel redonda. Era de mejillas pmposas y a Trevor le gustaban las mejillas delgadas.
Tampoco recordaba el opaco de sus ojos. Ni su voz tranquila, le aburren los hombres así. Y sobre todo tan disculpones.
"¿Tal vez lo vi más guapo porque estaba borracho?"
Era una de las virtudes del alcohol difuminar la realidad. Así que no le sorprende.
Pero no está mal. Lo único que Trevor desea es su cuerpo desnudo. Nada más.
— Descuida, he tenido resacas más duras que estos golpes.
Y después haciendo una leve mueca se puso el algodón que le provoco escozor en la herida. Nan agradecía que irónicamente Trevor tomaba todo con humor y no mala cara.
— ¡En verdad hare cualquier cosa para compensarlo!
Y ante aquella respuesta nuestro perro de pelea no dudo dos veces en sacar sus colmillos.
— Te agradezco la intención... emm...
Finge no saber quién es y el otro se presenta.
— ¡Yo soy Nan Whalker! Un placer. — Su sonrisa vuelve.
Tomo su mano y la estrecho ávidamente —Trevor Rafael, mucho gusto.—
El pelirrojo le miro unos momentos, al principio mirando mejor aquel cabello negro. Nan arruga su frente tratando de recordar.
Se acordó de él.
— Disculpe señor Trevor. ¿De casualidad ya nos conocíamos? Usted me es familia-! — Acorto su frase antes de siquiera decir algo. Y sus mejillas lentamente se tiñeron de rojo.
—Oh, tú eras...—Y Trevor sonrió lentamente, aquella lubrica sonrisa que recordó en sus sueños más profundos — Aquel hombre...
En sus más profundas pesadillas.
Claro Whalker. Aquel hombre que te hizo temer y llorar en un mar de recuerdos por la noche. Cuyos ojos de demonio alumbran la noche en aquellas luces de neón fugaces. Labios suaves y experto en la seducción.
— Vaya, no tardaste en acordarte de mí. Guapo — Le guiño el ojo de manera coqueta mientras el pelirrojo entraba en pánico.
¡Ja! ¡Y cito! ¿Quién se atrevería a olvidar una caricia de Trevor? Nadie...
Un repentino flash alumbro los ojos de ambos individuos en ese momento. Fuera de la ventana del local. Un flash de cámara, dos, tres, cuatro, cinco, ¡Seis!, ¡Siete! ¡Ocho!
"¿Qué diablos?"
Pensó Trevor. Paparazzis tomaban fotos a diestra y siniestra. Enfocados en nadie más que en el pelirrojo. Mac Bulterry se cubrió la cara rápidamente. Y por igual el menor.
Escucha como por el otro lado de la ventana del local exigen los camarógrafos.
— ¡Oye Nan! ¿Es tu nuevo novio? ¿Abiertamente te declaras gay?
Pregunto un paparazzi.
— ¿Su padre sabe de su nuevo romance? ¡Con lo estricto que es puede que sea un tremendo problema!
Otro por igual. Todos bombardeando con preguntas metiches.
— ¡Está saliendo con el Magnate Trevor Rafael! ¡El famoso vicepresidente de la empresa Ellenslltrenton! ¿Hace cuánto se conocen?
— ¿Acaso el señor Rafael le está pidiendo que lo represente en algún juicio por lavado de dinero?
Es cierto, Trevor casi olvida que el pelirrojo es una figura pública, hijo de un veterano de guerra. Un boina verde. Y cualquier escandalo era mal visto para la política. El pelirrojo se levantó de un salto de su lugar, engento y molesto.
— ¡Lo siento Señor Trevor lo veré luego! ¡Ya debo de irme!
Cuando se levantó para ir al mostrador con las mejillas rojas. Abochornado por los paparazzis y por Trevor. Con quien siente se acaba de humillar el mismo. Talbot miraba al pelirrojo casi correr. Tomando el pedido preparado de Nan se lo entrego rápidamente.
— ¡Hasta luego La Fargue! ¡Que tengas un buen día!
Los camarógrafos se aproximaron a la puerta para seguir hostigándolo por la puerta del local.
— ¡Hasta luego Señor Rafael! ¡Que le vaya bien!
Literalmente se fue corriendo por la puerta. Se fue corriendo tan rápido hasta perder a los mismos vendedores de chismes. Y por lo visto no aprendiendo que de nueva cuenta puede chocar con alguien. Viendo como era perseguido rápidamente por aquellos metiches y otros se quedaron a tomarle fotos a Trevor. Este se levantó furioso de la mesa.
Salió del local y los camarógrafos expertos corrieron lejos del alcance del perro de pelea. Lo que no saben los nuevos es que Trevor abiertamente le da ganchos derechos a quien sea que le tome fotos sin su permiso. Todos sabían lo agresivo que llegaba a ser Mac Bulterry, por algo era tan conocido y escandaloso.
Tiro a un camarógrafo de un fuerte puñetazo que lo mando al suelo y le rompió la cámara rodando por el suelo.
Todos los presentes quedaron en silencio viendo como sangre empezó a gotear de la nariz del herido.
Asustados y temerosos de ser los siguientes se apartaron. El paparazzi se levantó tambaleándose. Y este le grito a Trevor.
— ¡Oye hijo de puta! ¡Ya verás-!
Pero antes de que se pudiera defender. Rafael le volvió arremeter con un golpe al abdomen que doblo de dolor al otro. La Fargue miraba horrorizado desde el interior del local.
Alzo su vista, todos temblaron ante esa mirada, cubierta por ganas de más violencia. Se volvió a limpiar el resto de las sobras de comida en su traje. Arreglándose engreídamente. Y su voz demando.
— Lo tienen bien advertido. Si publican alguna foto sin mi permiso, se ajustaran a las consecuencias. Estúpidos.
Con paso rápido se fue con rumbo a su auto. Dejando que todo el alboroto y la tensión quedara en ese lugar. Nadie tuvo el coraje de tomar otra foto. ¿Quién podría? Sabiendo lo que ha hecho.
.
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La Fargue vio como incluso lentamente se comenzó a disipar la gente, ayudaban al camarógrafo herido y este se iba lejos. Pero el ajetreo seguía. Por la puerta de la cocina del local salió un muchacho.
Tomando amablemente por el hombro al menor.
— ¿Por qué tanto alboroto? ¿Qué pasó?
Pregunto su hermano mayor,
Fermonsel Talbot. Quien parece también posee la maldición de tener un nombre extraño. Salió de la cocina con el mandil y la redecilla en su pelo aun puesto. Con una espátula en mano. La Fargue muchas veces era propenso a quedarse estático cuando ocurren peleas en frente suyo. Y comienza a temblar. En realidad nuestro buen barn no era alguien muy seguro de sí mismo. En cuanto se quedó solo se puso a temblar y se puso pálido.
Porque sabía cómo el perro de peleaba trataba a quienes le causaban problemas.
Cuando trabaja en el bar miraba como Mac Bulterry causaba la gran mayoría de los escándalos en el bar "NeónBlaz". Una vez le reventó una botella en la cabeza a un hombre que quería ligar a su pareja del momento. Otra vez vio como le había partido el labio a un tipo y lo dejo noqueado en el piso. Había visto como incluso le había inyectado heroína a un muchacho en sus orgias de aquel lugar.
Claro que La Fargue tiene miedo. Y nuevamente piensa en el pelirrojo. Ese hombre no se merecía lo que se le puede venir encima con Trevor. ¡Santo dios! ¿Vieron eso? ¡Prácticamente casi lo noqueo de un golpe!
Había visto tantas parejas que terminaban llorando y pasando sus penas, con corazones rotos de trago en trago en aquella solitaria barra en el bar.
Y para su pesar, casi todos eran o fueron parejas de empresarios como aquel perro de pelea. ¿Era acaso un común denominador? Entre más poder tienen, más grandiosos se sentían por encima de las personas.
Las degradan, las humillan, les tratan como simples objetos. No sin antes haberlas usado como tal. Usado sus sentimientos o su dinero.
¿Qué son los corazones de las personas para gente como Trevor? ¿Juguetes moldeables? ¿Cómo si fueran muñecas inflables para divertirte y luego dejar por ahí?
Su hermano mayor le dio palmaditas para que despertara de su miedo paralizador. La Fargue volvió en sí. Fermonsel le dio unas palmadas.
— ¡Menudo imbécil el de afuera! ¿Eh? — Su hermano buscaba siempre quitarle el pánico en momentos así. Viendo como lentamente las personas se fueron del local. — ¡Vamos Lafi! ¡No tienes nada de qué preocuparte! —
— Perdona Feri... Es que ese tipo ya lo conozco y pues... me puse nervioso —
Su hermano tomo un vaso desechable de un dispensador de agua cercano para los clientes. Y le sirvió un poco de agua a su hermano.
— ¿Quién era? ¿Tu jefe del trabajo? — Le entrego el vaso de agua.
— No, es... el tipo que te dije el otro día rompió el parabrisas de un Ferrari con una botella. ¿Te acuerdas? — Le pregunto La Fargue.
— Espera... ¿Es el tipo que tiene como siete autos? ¿El dueño de ese Lamborghini azul del año que viene que se estaciona en frente del bar cuando voy por ti al trabajo? — El castaño asintió — ¡Ah! ¡Ese sujeto! Con razón había camarógrafos. — Los dos vieron como los clientes les miraban y una mujer se le acerco.
— ¡¿No van a llamar a la policía?! — Pregunto la mujer.
Y antes de que Fermonsel levantara el teléfono del local, su hermano lo detuvo.
— No señorita. No tiene caso hacerlo... Él es intocable...
Desgraciadamente tenía razón. Trevor era el hombre que daba más sobornos en toda la ciudad.
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Adam saco su pluma, quitándole la tinta para después dejar que el orificio quedara vacío, saco de su traje una bolsa de heroína. La esparció por todo su escritorio en hilera. Después se ató su cabello rubio en una coleta larga, inclino su cabeza y aspiro profundamente la larga y eterna hilera de heroína. Jadeando en un orgasmo que le hizo olvidar sus problemas, un suave gemido que le llamo la atención a su secretaria desde el otro lado de la puerta.
Sabiendo perfectamente lo que está haciendo el hombre que tanto quiere. Se levantó furiosa de su cubículo y abrió la puerta, viendo como Adam se dejaba vagamente caer sobre su silla giratoria y meciéndose de un lado para otro mientras se recuesta. Sonríe bobamente.
Pensando en Nan justamente. Le había estado mensajeando y le encanta su estupidez.
— ¡Camile bebé! ¡No tienes idea de lo divertido que es hablar con este pelirrojo! ¿Sabías que no sabe usar Whatssap? ¡Usa el sistema de mensaje de su teléfono para platicar conmigo!
— Adam, tienes una reunión en menos de una hora. ¿Y ya te estas drogando?
Tal vez no fuera el hecho de que no se preocupara por sí mismo. Sino que a cada rato no dejaba de hablar de Nan. A cada minuto hablaba de él. Como si de verdad le gustara.
— ¡En serio! Es súper tierno. Tal vez coja con él más de una vez. ¿Crees que me veré muy insinuante si le regalo flores? Quede en que comiéramos en ese restaurante de Manhattan. Daniel's vende de todo. Quiero esas guarniciones de pollo, saben cómo alitas. ¿Son alitas?
— Adam ya estas desvariando. Deja eso.
Camile le quito la pluma con la que estaba inhalando y le quito el teléfono viendo la cantidad de mensajes por cobrar.
— ¡Oye! ¡Estoy hablando con él!
Adam estaba furioso. Pero muy torpe para quitarle el teléfono a la chica.
— ¡Por dios Adam! ¡¿Haz gastado quinientos dólares en mensajería?! ¡Simplemente dile que instale la aplicación!
El rubio la jalo de la falda corta y la sentó en la mesa. Mirándola fijamente. Ella fácilmente podía embriagarse en la mirada acuosa de su jefe. Una droga deliciosa.
— Camile, nena. Tengo tanto dinero como para mensajear así por el resto de mi vida. ¿Por qué quitarle lo lindo?
Además...
Levanto su falda, haciéndola sonrojarse, ella necia le jala el cabello, furiosa.
— ¿Qué ocurre, nena? ¿Celosa?
Camile se apartó de la mesa molesta. Caminando sobre sus tacones y quitándole la droga que no se cansaba de inhalar.
— ¡¿Qué te pasa?! ¡Llevas horas así!
¿Desde cuándo no te importa lo que te pase?
El rubio cayo de bruces golpeándose la cabeza con la mesa y sangrando de su cien. La chica al instante se asustó cuando vio cómo se precipito al suelo.
— ¡Por dios Adam! ¡Adam!
Ella estaba por llamar al novecientos once cuando desde abajo, el perro de Nueva York reía cual hiena. Una risa que le aterro y le preocupo.
— ¡Camile preciosa! ¡Tienes que probar esa mierda! ¡Te hace volar en cuestión de segundos!
— ¡Vete al diablo! ¡Tarado!
Y por más furiosa que estuviera, sostuvo el rostro alcoholizado y drogado de su jefe. Viendo sus ojos, tan inocentes y aquella barbilla linda, aquella sonrisa que le daba cuando estaba feliz. Tan joven y a la vez tan jodido. Abrazo su rostro, le dio un beso en la frente y le tomo con lágrimas en sus ojos.
— Basta Adam... Ya basta.
Lloraba con las risas de aquel hombre entre sus brazos.
— ¡Oh! ¡No llores nena! Dentro de poco... Es probable que alguien más ocupe tu lugar como mis hombros a llorar...
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Hubiese llegado la medianoche cuando Adam tocaba a la puerta de Nan. Con botella de Whisky en mano. Mientras bebía, Camile le llamaba por teléfono constantemente. Queriendo evitar que cometiera una estupidez aún más grande de lo que acababa de hacer. Toco el timbre por quinta vez.
— ¡Naaan! ¡Ábreme!
Le grito desde la puerta. El pelirrojo abrió la puerta tallándose los ojos.
— ¿Adam? ¿Qué estás haciendo aquí? Son las doce de la noche...
Le abrazo con cariño mientras se iba encima suyo. Sorprendiéndolo.
— ¡Nan! Estaba pensando en ti justamente.
Al instante se avergonzó cuando sintió la entrepierna del rubio. Una dura erección. Era un sueño hecho realidad. ¿Un guapo empresario ex modelo que le cae borracho de la nada? Si, un sueño.
— Oh dios estas muy... borracho, hueles... ¿Hueles a marihuana?
Nan le mira preocupado. Reconoce esos aromas, reconoce aquella mirada perdida en tanta porquería. La había visto en su padre y en su familia entera para saberlo.
Cerró la puerta y lo llevo hasta su sofá.
— Vamos, recuéstate. Necesitas descansar, estarás bien.
— Nan, eres un primor de hombre. ¿Lo sabias? A ti... si te dejaría salir conmigo...
Se quedó estático, mirando una réplica exacta de aquella vida que se había jurado olvidar. Whalker había soportado muchos infiernos personales, todos demasiados parecidos al que tiene frente a sus narices. Y ese fue el detonante, el detonante para que Adam le preocupara, un completo desconocido hundiéndose en un pozo cuyo fondo será la muerte. Un hoyo sin fondo que conoce muy bien, ya que había visto innumerables veces. Era propenso a lamentablemente encontrar gente así.
Demasiada gente así...
— Puedes quedarte esta noche aquí.
Los ronquidos de su indeseable invitado no se hacen esperar. Tomo una manta de su cama y la puso encima del rubio. Vaya que se había topado con un ancla horrible, y lo peor es que era adictiva. ¿Cuánto lo conocía y ya había llegado ebrio y drogado a su casa?
Le dejo recostado en el sofá. No teniendo idea de a quien llamar para que lo fueran a recoger.
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Continuara.
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