2
Volar
En un desvelo le pedí a gritos a la voz que silenciara sus ecos en las paredes blancas de la mente. Pero la voz no es libre en la oscuridad, entonces dejé que soñara.
Aunque, más que soñar, quería que viviera un momento lúcido, uno menos negro. Que la voz se alejara del sol que no veía, pero que lograba arrancar su piel. Que se levantara de entre las penumbras. Que volara.
Que no volara alto.
Que no volara bajo.
Que volara, sin volar.
Que probara ese dulce prohibido: el de la libertad.
Que sin volar, volara.
Cuando volvió a ver si sus alas se habían extendido para encontrar el asesinato definitivo de los sueños negros, despertamos. Las alas, que aún sangraban, estaban llorando en una esquina de la jaula.
Y en un desvelo me pidió a mí en gritos que silenciara mis desgarradores ecos en las paredes blancas de la mente. Porque incluso después de la oscuridad, nadie es libre.
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