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Culpas desde el espacio
Jason pega el sensor de vibraciones una vez más, satisfecho de que la varilla añadida a minimizado el peligro. Aún le faltan unos tres metros, cuando escucha a Moira irrumpir con urgencia en su comunicador.
—Jason. Alondra se está comportando extraño. Parece que quiere salir por la puerta principal.
Jason abandona su equipo y corre lo más ligero que puede, los tres metros que le separan de la puerta lateral del túnel. La gravedad no ayuda, aunque ya se haya acostumbrado, un salto de más le impulsó demasiado alto y va a dar al techo. De no ser por el casco, tal vez se abría lastimado.
Retomó su carrera arrastrándose e inclinado un tanto hacia adelante, avanzó por el túnel.
La ventanilla de la puerta principal se abre y el rostro de Marisa aparece al otro lado.
—Que tierna. La contraseña de tu protocolo es mi cumpleaños — le dijo.
—No eres real —dijo Alondra.
—Ven y compruébalo — le retó Marisa desde la recámara de aislamiento.
Alondra teme, pero se ve tan real; está demasiado lejos de los proyectores holográficos para ser solo una imagen. Tiene que comprobarlo, tiene que verla, tocarla, besarla si es posible.
Se escucha un siseo, y la primera puerta de la recamara se abrió, pero Marisa ya no está dentro, Alondra se asoma a la otra ventanilla que vibra violentamente con la presión de la tormenta en esta. Todo se ve de un color rojizo con ciertas manchas negras que le dan la apariencia de un río de sangre que corre frente a sus ojos.
Y allí estaba, Marisa pasó por el frente de la ventanilla como si nada. Le pareció notar su figura en medio de la nube de polvo de óxido de hierro. La figura de la mujer que ama, está afuera, llamándola.
—¡Alondra! — el grito de Jason le hizo girar.
Sin decir palabra, oprime el botón que cierra la puerta de acceso, encerrándose en la recámara de aislamiento donde se preparan para salir al exterior. Pero Alondra, solo lleva puesto su traje de baño y se pegó a mirar otra vez por la ventanilla.
Jason se pegó a la ventanilla de la puerta interior.
—¡Alondra! ¿Alondra? Sal de ahí. No abras la puerta. Por favor Alondra. ¡Escúchame! — Jason llegó al desespero. Los controles no responden.
—Vuelvo en un momento Jason — le dijo la mujer por el parlante.
—¡Alondra! — Jason está a punto de llorar. No sabe, no puede detenerla solo puede pegar furiosamente la ventanilla —. ¡No salgas Alondra! ¡Estás en Marte! ¡Morirás!
Alondra ya no prestaba atención. Mirando por la ventanilla, oprime el control que abrirá la puerta al exterior.
Una voz mecánica, masculina y severa anuncia:
«ADVERTENCIA, PUERTA DE SALIDA ABRIENDO»
Tan solo la puerta se deslizó un poco y una lluvia de polvo marciano irrumpió en la recámara atorando la puerta. Alondra se volteó y miró a través de la ventanilla a su compañero.
—¡Alondra!
En Marte, la tenue atmósfera de dióxido de carbono no permite que el sonido se desplace con la facilidad con que lo hace en la Tierra. No la pudo escuchar, Jason tan solo vio como los labios de Alondra se movieron con los ojos desorbitados por el horror, pareció decir: «¿Jason?»... y se desplomó por la falta de oxígeno.
La puerta al exterior logró deslizarse por completo y el viento azotó la recámara invadiendo con polvo todo. La puerta interior comenzó a sacudirse. El cristal de la ventanilla se astilló en una grieta que corrió rápidamente de arriba abajo.
Jason retrocedió.
—Jason, la puerta está comprometida. Debes abandonar el habitáculo — la voz de Moira le hizo reaccionar.
Comenzó a correr, todo parecía temblar como si fuera un terremoto. Algo imposible en Marte, pero con la presión a la que la estructura era sometida por los vientos, sentía violentas sacudidas muy parecidas a un temblor de tierra.
Cuando atravesó la puerta hacia el túnel, escuchó que algo pesado había pegado en la puerta y esta cedió un poco. Los seguros de perno, que la atravesaban resistían, pero se doblaron peligrosamente. Jason ya no quiso mirar y entró al túnel corriendo en la forma inclinada que le permitía mantener el control.
El túnel se torció tras él. La casa, se estaba inclinando. Moira soltó los anclajes que unían al habitáculo con el túnel y por un momento se enderezó.
Los seis metros parecieron alargarse. Se veían como: «¿Diez?» ; «¿Veinte?» No podía permitir que el pánico lo dominara, aunque un sentimiento derrotista le cruzó la mente. Jason lo ignoró, mas no pudo evitar que los recuerdos llegaran.
Frente a él, el túnel, blanco y limpio, se volvió de un gris oscuro y metálico. En su mente, ya no estaba en Marte sino, en la nave que sirvió en su servicio militar.
Pandora, era el nombre de esa nave. Se inició un incendio cerca de los impulsores de iones. Como ingeniero, Jason sabía el grave peligro de esto. El fuego no arde igual en gravedad cero. Se comprime en un núcleo rodeado de llamas invisibles que se alimentan del oxígeno circundante. Todo lo que tocan esas llamas, es consumido lentamente y nada más horrible que ser alcanzado por estas. Las llamas son invisibles, pero el calor es intensamente real.
Luego de advertir a los otros e intentar ayudarlos a salir, cerró la compuerta y liberó el oxígeno al espacio. Sus acciones salvaron a veinticuatro personas, pero tres murieron. John, Richard, Anne. Nunca se dio el lujo de olvidar cómo fueron abrazados en segundos, solo callarlo en su mente.
El túnel se volvió a torcer y una onda se formó en la mitad, causando que cayera de bruces. Está a solo un par de metros, miró hacia atrás y vio como el metal de la estructura se doblaba y retorcía.
Los anclajes del Beta se soltaron y Jason se sintió elevado y de pronto el suelo le pegó de lleno al visor del casco y este se astilló. Sus ojos se fijaron en la grieta con horror. Sabía que el túnel estaba despresurizado. La imagen de sus compañeros siendo consumidos por las llamas en la nave, llenó su mente y un sentimiento de culpa le atacó todo el cuerpo. Estaba a punto de rendirse.
"¡Muévete, muévete!"; gritó en su mente. Por fin se incorporó y se lanzó hacia la puerta del Beta, esta se abrió de pronto sin haber llegado y la atravesó casi sin percatarlo. De pronto, estaba en el suelo del habitáculo Beta con Natalia asomándose al visor de su casco.
—Moira me avisó y me dijo cuándo abrir la puerta —explicó la mujer.
—Cien por ciento de descarga completado —dijo la IA — Ahora las funciones de control general están por entero en tu casa Natalia.
Jason miró a la agrónoma, y no dejó de mirarla mientras esta le removía el casco.
—Parece que mi destino no era morir hoy —alcanzó a decir.
Natalia le sonrió aliviada y con sus brazos atrajo el rostro de Jason hacia su cuello. Cuando se sintió calmada, él sintió las lágrimas de ella corriendo por su rostro.
Natalia no se detuvo en sus impulsos; lo besó. Sus labios se unieron furiosamente, para tratar de apartar los malos pensamientos de lo que él acababa de vivir. Para acallar el miedo intenso que ella sintió ante la posibilidad de perderlo.
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