VI
La Sal con Sabor a Sangre
—Ah. Hola Jason. ¿Dónde estás?
—Te estoy viendo a través de los visores de Moira.
—Lo siento Jason —dijo Hannah bajando la cabeza, negándose a ver a la cámara con la luz azul encendida —. Estoy molesta con Moira.
—¿Dónde está Carl, Hannah? —preguntó Jason con mucha seriedad.
La mujer sonrió y luego comenzó a reír con una risa nerviosa y algo maniática.
—Maldita Moira —dijo, pero sin dirigirse a la cámara —. Ahora me denuncias.
—Moira me mostró lo que te hizo Carl. Será ajusticiado.
—Ja, ja, ja. Carl, ya me está ayudando con eso.
Diciendo eso, se inclinó y al volver regresa con una mano cortada.
—De hecho, me está dando una mano con eso —dijo, mirando fijamente a la luz azul. Jason siente que el corazón se le agita.
El ingeniero nunca había sentido tanto horror. A través de la cámara, parecía irreal. Como una de esas películas de terror. Hannah, continuó hablando:
—¿Cuál es la sentencia en Marte por asesinato? — Al fin, mira al suelo y su rostro por un momento muestra el horror de lo que ha hecho. Pero fue por un momento. Torció su cabeza y volvió a apagar su mente, sonreía, pero con lágrimas en los ojos.
—¡Por Dios! —exclamó Natalia que se había asomado a ver.
Jason le indica que permanezca callada.
«¿Sabes Jason? Creo que este planeta saca lo peor de nosotros. O fue la tormenta. O la sal que sabe a sangre. Las papas también deberían saber a sangre; ¿no crees?»
Echó la mano por el receptor de desperdicios orgánicos. El sonido de aspiración se escuchó y Hannah miraba el aparato con la mirada ausente.
—Hannah —llamó Jason —. Hannah, necesito que te retires de la cocina. Toma asiento. Hablaremos esto con calma.
—Me vas a arrestar —contestó ella —. ¿Cómo me arrestarás Jason? Ya estoy encerrada aquí. ¿A dónde voy a huir? Estoy encerrada aquí, con el cadáver de Carl, un sofá ensangrentado y papas sazonadas con sal que sabe a sangre.
—Hannah...
—¡Cállate Jason! ¡Callate! — le interrumpió Hannah. Y comenzó a patear el cuerpo de Carl a sus pies, llorando —. No es justo. Estar encerrada; esperando a que me encierren... A no ser que...
No dijo más, cruzó el cuchillo por su cuello y una boca sangrante se abrió en un grito desesperado de dolor. Trató de respirar y la sangre salió despedida con más fuerza. Sus ojos miraron a la luz azul de la cámara de Moira, se pusieron en blanco y se desplomó tras la isla.
—¡Por Dios! ¿!Qué está pasando!? — La voz de Alondra retumbó por los altoparlantes, resonando por todo el recinto.
—Esto no es real —musitó Natalia con la mirada fija en la pantalla — ¡Esto no es real!
Natalia se llevó las manos a la cabeza y Jason la asió de los brazos tratando de evitar que cayera en un ataque de pánico.
—¿!Qué está pasando!? ¿!Qué está pasando!? — Las piernas de Natalia comenzaron a fallar y Jason la cargó para llevarla al sofá.
—Jason, regresa por favor — Alondra trató de escucharse fuerte, decidida, pero el temblor en su voz se hizo notable.
—Regresaré en un momento —respondió él, pues sentía el abrazo de pánico de Natalia rodeando su cintura. — Natalia, ven conmigo al Alfa. No puedes quedarte aquí sola.
La agrónoma negó con la cabeza y luego dirigió la mirada hacia la jaula de las aves que se mueven y revolotean. Tan solo el batir de sus alas se escuchaba.
—No quiero abandonarlos —dijo recogiendo sus lágrimas — Solo me permitieron traerlos a modo de experimento. Pero la verdad, es que esperaba que añadieran algo de alegría. No quería usar los sonidos grabados de la cámara holográfica.
—Lo entiendo. Prepararé algo para que se alimenten y se mantengan bien hasta que la tormenta pase.
—No. No. Ve tú —mirando a los pájaros fijamente se irguió con segura determinación —. Yo estaré bien con mis pájaros.
Jason vio a las aves que permanecen quietas por largos ratos y luego se mueven. Algunas se separan, otras se acurrucan en las esquinas. El ingeniero nota que todas, son aves cantoras.
Dos canarios, dos ruiseñores, dos jilgueros y dos mirlos; como una alusión al arca de Noé.
—Llegaron bien —comenzó a explicar Natalia —. La veterinaria dijo que sobrevivieron al viaje. Pero desde que llegaron, no han cantado. Los elegí por su canto. Pero parece que los pájaros... no cantan en Marte.
—Ya lo harán. La colonia sobrevivirá, como ellos al viaje.
—¿Tú crees?
—¡Jason! — el grito de Alondra irrumpió con violencia.
—¡Voy en camino! —respondió igual a gritos.
—Tiene miedo — la justificó Natalia —. No la culpo.
—Jason. Ahora sí es peligroso atravesar el túnel —indicó Moira al verlo acercarse a la puerta de la conexión.
—Moira, no quiero entrar en discusión contigo otra vez. Sabes que Alondra puede obligarte.
—De acuerdo Jason. —Cedió la IA —. Solo te pido que lo cruces corriendo.
—Está bien.
El ingeniero abrió la puerta y miró atrás a Natalia que permanece callada y sonriente mientras desaparece tras esta al cerrarse. Con paso acelerado, no corriendo como le sugiriera Moira. El túnel tan solo tiene seis metros de largo, pero la sensación de que es interminable, no se le quitaba de la mente.
De pronto lo sientió. Fue muy leve, pero perceptible; una vibración en la estructura. Tocó la pared, suave al tacto y ligeramente curvada y pudo comprobar que sí, había una leve vibración; como si un toro empujara la sólida estructura. Fue en ese momento, que la sugerencia de Moira se tornó muy conveniente.
Aceleró el paso y no tardó en comenzar a correr. Al tocar la puerta del habitáculo Alfa, esta se abrió de inmediato y Jason exhaló más calmado al escuchar que la puerta se cerró tras él.
—¿Qué piensas hacer? — le inquirió Alondra — Nos han tocado los vecinos más locos.
—Por el momento —respondió él mirando aún hacia la puerta — Le ordenaré a Moira que mantenga a Natalia vigilada y me avise por cualquier comportamiento extraño.
—Hablas como si fuera algo contagioso.
—No lo sé, pero no quiero más sorpresas.
—¿Qué hay de los otros?
Jason permaneció en silencio por unos momentos y Alondra le dejó pensar.
—Creo que lo mejor es decirles.
—¿¡Decirles!? — Alondra lo miró con sorpresa. Al parecer no se había percatado de todo el panorama —. Ya viste lo que pasó por decirles lo de la Tierra.
—Tengo el mismo pensar que al recibir la noticia de la Tierra. Si se enteran después, será peor.
—¿Imaginas el pánico que causará saber que el médico se suicidó? La física del grupo, asesinó al piloto de la nave. Lo estoy diciendo y me parece una mala broma. Piensa en Lina.
Jason miró a Alondra porque no la reconocía. Se preocupaba por Lina, la única de las féminas que estaba embarazada. Ya bastante le había afectado el saber sobre el posible impacto a la Tierra.
—No soy un monstruo Jason —replicó Alondra leyendo en su rostro su confusión.
—Tienes razón Alondra. Hablaré solo con Logan y él decidirá.
—Aún creo que estás en un error. Estaré leyendo en la habitación —. se retiró.
El último comentario, le hizo pensar en que tal vez Natalia tenía razón. Alondra tenía miedo.
Con la tormenta, solo se podía saber si era de día o noche por la atenuación de luces que Moira producía. Jason permaneció en medio de una semipenumbra con la tenue luz parecida a la de las velas. Lo único intenso, era el indicador de presencia de Moira, esa luz, redonda y azul.
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