❝ Capítulo 2 ❞
La humedad la recibió, provocando un desagradable escalofrío en su espalda.
Era muy temprano, tanto que aún no había salido el sol, lo que daba un aspecto mucho más siniestro a la ciudad y le hacía recordar con horror su sueño. Tal vez por ese motivo, aceleró el pasó e introdujo con manos temblorosas la llave en la cerradura del coche (un viejo modelo Citroën cuyo sistema de apertura a distancia no funcionaba).
De nuevo, un escalofrío la recorrió al entrar en contacto con la fría carrocería del asiento, se llevó una mano a la boca para tratar de calentarla con su aliento mientras encendía la calefacción del vehículo con la otra. Como siempre que entraba en el coche, su mirada se dirigió un instante al asiento del copiloto, una dolorosa punzada le encogió el corazón al ver que estaba vacío, pero siguió adelante.
Colocó ambas manos sobre la dura y fría superficie del volante, fijó la mirada al frente y pisó el acelerador una vez que el motor se hubo calentado. Las carreteras se encontraban casi desiertas, a excepción de algunos vehículos cuyos integrantes alcanzaban con pasividad sobre el asfalto, sus rostros agotados indicaban que provenían de una larga jornada que acababa de finalizar. No tardó demasiado en llegar a su destino.
La comisaría de policía tenía un aspecto macabro ante el cielo que comenzaba a despertar, casi parecía que los primeros y tímidos rayos del sol no se atrevían a acercarse al edificio. Marta aparcó en la puerta (ventajas de llegar de las primeras) y se aproximó al gigante de cemento mientras una leve sensación de inquietud le hacía recordar con vergüenza su primer día, cuando se acercaba con miedo a ese par de puertas de cristal. Habían pasado muchas cosas desde entonces, no todas buenas.
Al atravesar la puerta, la recibió un silencio sepulcral que hacía resonar con fuerza el sonido de sus pasos en el edificio vacío. Sabía que era cuestión de tiempo que el lugar se llenase de vida, de agentes agitados y el sonido de los teléfonos y las cafeteras llenando el ambiente, un suave olor a café rancio era la prueba de ello. Sin embargo, todo en ese momento estaba quieto, callado, en completa penumbra. Todo menos él.
La única luz provenía de su despacho, al fondo a la derecha. Marta entró sin llamar y ocupó la silla frente al cuidado escritorio de madera oscura, esperó pacientemente a que su jefe empezase a hablar, aunque su tensa postura mostraba a la perfección su nerviosismo.
—Buenos días —dijo finalmente, haciendo que se sobresaltase antes de clavar sus severos ojos azules en ella —. Siento tanta prisa pero es importante.
—¿Qué pasa ahora? —preguntó tratando de mostrar una seguridad que no sentía.
—He recibido una llamada de los vecinos de la urbanización del norte, esa tan elitista. Por lo visto, algún poli se ha pasado por allí a hacer preguntas un tanto incómodas.
"Mierda", pensó mientras su mente trataba desesperadamente de buscar una excusa creíble.
—Yo no... —comenzó a decir, pero él la detuvo.
—Creí haberte dicho que no volvieses allí.
—Lo sé, pero esos pijos saben más de lo que dicen y necesitaba respuestas para... —Su voz se fue extinguiendo, incapaz de continuar sus alegaciones.
—¿Encontrar el carnaval? —Su jefe negó lentamente con la cabeza mientras cerraba los ojos, surcados por profundas ojeras. Parecía agotado —. Escucha, lo de Marcos fue una tragedia, pero ya se resolvió.
"No lo tengo tan claro", volvió a pensar, incapaz de interrumpirlo en su discurso habitual.
—Alguien lo hizo, ese mismo alguien confesó y ya está en la cárcel —continuó explicando él con una paciencia infinita —. No hay ninguna relación entre su muerte y ese maldito carnaval ambulante, tienes que dejarlo estar.
—Pero he encontrado muchas cosas que no tienen sentido y todas llevan a ese espectáculo, de verdad, si tan solo viese lo que he averiguado... —Él volvió a negar con la cabeza.
—Marta, ¿has estado acudiendo a las citas con el psicólogo?
—No necesito sentarme con alguien que me diga que todo esto es un duelo prolongado, necesito descubrir la verdad. —Sus mejillas comenzaron a enrojecerse a medida que hablaba, un largo suspiro fue la respuesta de su jefe.
—Tienes un problema, uno muy serio; estás obsesionada. No me dejas otra opción. Tómate un descanso, unas vacaciones si lo prefieres, viaja o haz algo divertido, quédate en casa con un buen libro, lo que quieras, pero no vengas aquí.
Todo el color abandonó su rostro mientras un intenso pitido se instalaba en sus oídos. Le habían amenazado muchas veces con esa misma situación, pero nunca la creyó tan real.
No dijo nada más, no volvió a dirigirle la mirada a ese hombre. Se levantó y, con pasos pesados, salió del enorme edificio.
A su alrededor ya había comenzado el bullicio habitual, aunque ella no lo notó. Se sentía increíblemente vacía y así fue hasta que llegó a casa, aunque luego no recordaría el haber conducido hasta allí, o el subir los dos pisos de escaleras. Antes de darse cuenta estaba en su hogar, en su habitación, con un pesado silencio oprimiéndole el pecho. ¿Siempre hubo tanto silencio? Supuso que sí.
Lentamente, se llevó las manos a la cabeza y comenzó a enredar los dedos entre los largos mechones de pelo castaño, esa ausencia de sonido la estaba volviendo loca. Finalmente, algo apareció en la silenciosa habitación, un sonido que rebotó con fuerza sobre las paredes.
Su mirada se dirigió con rapidez a la pequeña mesa de escritorio donde, en medio de un caos absoluto, había un ordenador portátil. Se acercó al dispositivo para descubrir que el sonido era una notificación, una que llevaba esperando mucho tiempo.
"¿Interesado en nuestro carnaval? ¡Estás de suerte! Hemos vuelto a comenzar nuestra gira anual en la que todos, grandes y pequeños, ¡podrán venir a vernos! Revisa nuestros destinos y fechas en el siguiente link ;)"
Una sonrisa histérica de apoderó de su rostro mientras revisaba los destinos del carnaval. El más próximo era en un pequeño pueblo, a tres o cuatro horas en tren desde allí, donde el espectáculo estaría una semana entera.
Sus dedos comenzaron a teclear con rapidez en busca de un billete de tren y un sitio donde hospedarse. ¿No le había dicho David que se fuese de vacaciones? ¿Que viajase? Esta vez le haría caso.
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