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Título: Recuerda Respirar

Fandom: Katherine Armstrong (jsjsjsjsjsjs)

Pareja principal: Ninguna

Nota: Ésta es una historia original creada 100% creada por mí, con personajes originales. Solo quise aprovechar para mostrar éste pequeño relato que se formó en mi mente. Digamos que éste es un tipo de "piloto" para una historia original que tengo pensada.





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Marcus inhaló y exhaló haciendo puños encima de su regazo. Abrió los ojos, y tomó su teléfono, abriendo su email más reciente. Tras leerlo, sus ojos empezaron a brillar de emoción.

—¡Conseguí el empleo!—Susurró y luego jadeó, con sus ojos llenos de lágrimas de alegría. Miró a la pequeña Claire con una sonrisa.—¿Oíste eso, enana? ¡Conseguí el empleo!—Extendió una mano y revolvió los rizos de la menor, quien rió.

Marcus volvió a inhalar y exhalar mientras que se levantaba de su cama e iba hacia la sala. Su madre estaba sentada en el sofá, aún en su uniforme de enfermera, con expresión cansada y un cigarrillo entre los dedos mientras que veía la televisión.

—Mamá—Nervioso, Marcus se acercó al sofá en el que estaba su madre, quien volteó a verlo.—, buenas noticias: conseguí el empleo. Empiezo mañana después de la escuela.

Su madre, Samantha, esbozó una sonrisa.

—Eso es maravilloso. Por fin serás útil para algo por aquí.—Le dirigió una mirada de indiferencia mientras que volvía a ver la televisión. Marcus se estremeció, y apretó los puños contra sus costados.

—... No tendrás que preocuparte por quien cuide de Claire. La señora Gonzales aceptó a cuidarla durante más tiempo en lo que salgo del trabajo.

Su madre no respondió. Marcus suspiró y fue hacia su habitación, cerrando la puerta detrás de sí. Claire estaba sentada en la cama, leyendo uno de sus libros de cuento, bueno, en lugar de leer, estaba viendo los dibujos. Sonrió viéndola y se sentó a su lado, revolviéndole el cabello y besándole la frente.





•••





«Recuerda respirar», Marcus se dijo a sí mismo mientras que bajaba las escaleras del porche con Claire tomada de su mano. Caminaron hacia la casa de la Señora Gonzales, y cuando tocaron la puerta Marcus esperó que fuera abierta por la anciana con sonrisa dulce como había sido desde que ella había empezado a cuidar de Claire, pero se sorprendió cuando frente a él apareció una chica de su edad después de que la puerta fuera abierta.

Ella lo miró como haría a cualquier extraño que se encontrara en frente de su puerta, y se sorprendió al notar a la niña de cuatro años con él.

—Uh, ¿buenos días?—Marcus se aclaró la garganta, y se tomó un minuto para ver bien a la chica: tenía un buen parecido a la Señora Gonzales, la misma piel morena y el mismo cabello castaño, la única diferencia notable, además de la diferencia de edad y la falta de arrugas, era que ésta chica tenía unos bellos ojos azules.—¿Está la Señora Gonzales?

—Mi abuelita se encuentra en la cocina.—La chica respondió, apoyándose contra el marco de la puerta mientras que ponía una mano en su cadera.—¿En qué te puedo ayudar?

Marcus empezó a sentir su corazón latir y se asustó pensando que era un ataque de ansiedad. Inhaló y exhaló antes de responder.

—Soy Marcus, ésta es Claire.—Con su mano libre apuntó a la pequeña, quien le mostró una sonrisa a la chica, quien sonrió enternecida.—Perdón si venimos en un mal momento, pero, se supone que la señora iba a cuidar de Claire hoy...

—¡Marcus! ¡Clarita!—La dulce anciana apareció con una enorme sonrisa. A Marcus le enternecía el apodo que le había dado a Claire. Le sonrió a la anciana mientras que ésta rodeaba los hombros de la adolescente con un brazo. A pesar de estar en sus ochentas, la Señora Gonzales se veía bien para su edad.—Veo que conocieron a mi nieta, Reyna.

Marcus le mostró una sonrisa nerviosa a Sonya.

—Es un gusto.

—Hoy es el gran día, ¿no es así?—Preguntó la señora sin borrar su sonrisa.—Ven, Clarita.

—Pórtate bien, ¿de acuerdo?—Marcus dijo mientras que se agachaba a la altura de Claire para darle un pequeño abrazo y un beso de despedida en la frente. Claire asintió y entró a la casa.—Muchas gracias por esto, Señora Gonzales.—Marcus dijo mientras que se levantaba.

—Ay, mijo, ¿cuantas veces debo decirte? Llámame Abuelita.—La señora extendió una mano y le apretó una mejilla a Marcus, quien rió mientras que Reyna los miraba con una ceja alzada.—Buena suerte, Marcus. Que te vaya bien.

—Gracias otra vez, Abuelita.—Miró a Reyna.—Y fue un gusto conocerte.

La amabilidad de la Señora Gonzales siempre era algo reconfortante de recibir cuando se sentía mal por la frialdad de su madre.

Se dio la vuelta y corrió hacia la estación de autobuses al ver que se le estaba haciendo tarde.





•••





Marcus exhaló aliviado mientras que llegaba a la escuela. Pasó una mano por su cabello intentando peinarlo hacia atrás. Había crecido mucho últimamente, debería encontrar tiempo para recibir un corte. Muchos le decían que él y Claire tenían el mismo tipo de rizos, y parecía ser cierto, ya que al igual que él, cuando el cabello de Claire se volvía muy largo se volvía difícil de peinar, era por eso que dejaba el cabello de la niña corto, para así ahorrar tiempo preparándola por las mañanas. Y también porque Claire se veía increíblemente adorable así.

—¡Hermano!—Sonrió al ver a Jake, su mejor amigo, con quien chocó los puños.—Perdón por no poder contestar tu mensaje anoche, mi madre me hizo lavar todos los platos después de que mis tíos y primos vinieran de visita.—Rodó los ojos y Marcus rió entre dientes.—¡Es genial que te hayan contratado!

—Lo sé, ¿verdad?—Marcus sonrió emocionado, por lo que se sentía como el inicio de un nuevo comienzo. El limpiar mesas y lavar platos no pagaba mucho, pero todo a su tiempo, se encargaría de trabajar mucho para intentar ahorrar lo suficiente para que Claire y él se mudaran a su propio lugar. Estaba seguro de que a su madre no le importaría, a ella le gustaría la privacidad. Conseguir aquella meta sería difícil, entre su graduación, seguir con sus estudios después de graduarse, el seguir trabajando e intentar ahorrar lo suficiente, pero estaba seguro de que si intentaba lo suficiente...

—¡Marcus! ¡Hey!—Éste salió de sus pensamientos al sentir una palmada en su espalda, y levantó la mirada viendo al señor Morrison, el psicólogo escolar.—Recuerda que más tarde hoy tenemos una sesión.—Le sonrió con amabilidad, mientras que Marcus sentía sus mejillas sonrojarse de vergüenza y notaba que algunos estudiantes paraban a mirarlos. ¿Por qué el señor Morrison tenía que recordárselo justo en el pasillo lleno de estudiantes? No era como si Marcus no recordaba sus sesiones de terapia con el psicólogo escolar.

—Sí, señor. Lo veré...—Murmuró, para luego irse casi corriendo junto con Jake.

—Sé que la terapia es buena, pero no entiendo cómo es que soportas pasar una hora al día con ese sujeto en una oficina.—Jake dijo, y Marcus suspiró.

—Sinceramente, yo tampoco.





•••





—Dime, Marcus, ¿cómo te sientes?

El señor Morrison le había hecho esa misma pregunta al principio de cada una de sus sesiones en los últimos tres años y Marcus estaba harto de escucharla al igual que se le acababan las respuestas. Nervioso. Asustado. Entristecido. Temeroso. Deprimido. Cómo se sentía por ser un padre de dieciocho con una hija de cuatro, cómo se sentía cuando le preguntaban si su hija era su hermana, cómo se sentía ante la ausencia de ambos de sus padres (su madre algunas veces parecía preferir fingir que él y Claire no existían y su padre por lo menos mandaba dinero.), cómo se sentía cuando los que habían sido amigos de Sarah le dirigían miradas de odio por los pasillos o ante las burlas y notas con insultos que dejaban en su casillero, o cómo se sentía sobre el hecho de que el aniversario de la muerte de su novia fuera el mismo día que el cumpleaños de su hija. La verdad era, que Marcus sentía muchas cosas. Tantas que no podía expresarlas bien.

—Emocionado, creo.—Respondió simplemente encogiéndose de hombros.—Hoy después de clases es mi primer día en mi nuevo trabajo.

—Oh, eso es excelente, Marcus. ¿Es el que querías, en la cafetería cerca del centro comercial?

—Ese mismo.—Respondió sonriendo.—Lo que me pagarán no será mucho, pero, por lo menos podré ayudar un poco a mi mamá.—Se rascó la parte de atrás del cuello.—También voy a intentar empezar a ahorrar para que Claire y yo podamos mudarnos.

—Ah, cierto. ¿Cómo van las cosas con tu madre?

—Como han sido desde que se enteró que Sarah iba a tener a Claire.—Respondió encogiéndose de hombros. A ese punto, ya estaba más que acostumbrado. Su madre también lo había tenido a él a una joven edad, pero a diferencia de Marcus había sido a los diecinueve, no a los catorce, pero de todas formas, ella siempre había culpado el haber terminado siendo una madre joven como "la razón por la que no pudo terminar siendo exitosa", y Marcus suponía que su madre simplemente no quería verlo terminar como ella. Lo cual, en efecto, era lo último que Marcus deseaba.

—¿Cómo van tus ejercicios de respiración?

—Los hago todas las noches antes de dormir como usted me lo dijo.

—¿Y cómo está todo con Claire?

—Ella es maravillosa. Es educada e inteligente y...—Marcus no pudo evitar sonreír.

—Suena a que estás haciendo un excelente trabajo tú solo, Marcus. 

No estaba del todo solo, sí, su madre apenas volteaba a ver a Claire y jamás la había cargado o abrazado desde que había nacido, pero la señora Gonzales era una mujer maravillosa la cual cuidaba de Claire por gratis (aunque Marcus insistía en hacer algo para pagarle, como ayudarla con las labores de su casa o ir a comprar lo que necesitase para cocinar.) y Jake y su familia también eran de ayuda. Cuando llevaba a Claire de visita a la casa de su mejor amigo, las hermanas de Jake (quienes se habían nombrado a sí mismas las "tías" de Claire.) recibían a la pequeña con besos y abrazos y algunas veces hasta regalos, como juguetes nuevos o vestidos de princesa y Marcus sabía que podía dejar a Claire en el hogar de los Paxton cuando la señora Gonzales no estaba disponible para cuidar de Claire.

A pesar de que la ayuda que tenía no era mucha, Marcus estaba muy agradecido. Y le gustaba pensar, que parte de la razón por la que Claire se estaba convirtiendo en una niña tan maravillosa, era porque él en efecto estaba haciendo un buen trabajo con ella. 

Se sintió aliviado cuando su sesión con el señor Morris por fin terminó y luego sus clases. Se despidió de Jake y fue directo a la cafetería para empezar su primer día de trabajo. Estuvo orgulloso con sí mismo por haber llegado diez minutos antes de lo necesario. A esa hora, la cafetería empezaba a llenarse a causa de que se acababan las clases y algunos estudiantes iban ahí a pasar el rato con sus amigos, y Marcus esperó no ver a ninguno de sus compañeros de clase, no podría con esa vergüenza y presión en su primer día.

Uno de los empleados le dio la bienvenida y le dio su uniforme—un simple delantal gris con el logo de la cafetería.—y le dio su primera tarea del día: limpiar mesas después de que los empleados se fueran. Durante todo el resto del día, intentando controlar sus nervios, Marcus intentó recordarse a sí mismo el respirar. Inhalar y exhalar de manera lenta y calmada, intentar no mostrar sus nervios y mantenerse relajado. Algunas veces, para él, eso era más fácil dicho que hecho.

Sintió que una eternidad había pasado cuando fue la hora de cerrar y le dijeron que podía irse por el día. Revisó los mensajes en su teléfono mientras que estaba en el autobús, ninguno de su madre, uno de Jake enviándole un meme que de verdad le hizo reír, y uno de la señora Gonzales enviándole una adorable foto de Claire dormida en el sofá de la sala de su casa con una manta encima y abrazando un peluche de conejo. Marcus se encargó de guardar la foto en el álbum que tenía en su teléfono dedicado a fotos de Claire.

Cuando llegó a la casa Gonzales fue al mismo tiempo que Reyna, la nieta de la señora Gonzales, llegaba sosteniendo unas bolsas de supermercado.

—Oh, hey—Ella dijo al verlo.—, tú otra vez.

—Hola, Reyna, ¿cierto? Déjame ayudarte...—Fue hacia ella y tomó algunas de las bolsas. Reyna lo vio con una ceja alzada y una sonrisa de lado.

—Parece que los modales todavía existen.—Ella rió entre dientes. Marcus le mostró una sonrisa mientras que usaba su copia de la llave para abrir la puerta. Reyna se mostró sorprendida ante eso.—¿Tienes tu propia llave?

—Tú abuela me la dio en caso de emergencias después de que empezó a cuidar de Claire.—Él respondió encogiéndose de hombros. Entraron a la casa y dejaron las bolsas en la isla de la cocina. Notaron que en la sala estaba la abuela de Reyna, quien les sonrió mientras que tejía. Marcus sonrió enternecido al ver que Claire seguía dormida en el sofá, justo como en la foto que la señora le había enviado.

—¿Cómo te fue en tu primer día en el trabajo, Marcus?

—Mejor de lo que pensé.—Respondió encogiéndose de hombros, lo cual era cierto: teniendo en cuenta que no había terminado teniendo un ataque de nervios en algún momento, había sido un buen día.

—Me alegro mucho, ¿quisieran tú y Clarita quedarse a cenar? Prepararé una cena de bienvenida a Reyna ya que estará mudándose conmigo.

Marcus sonrió ampliamente.

—Me encantaría, Abuelita.—Notó que Reyna lo miraba con algo de duda. No la culpaba. Para ella, él era un desconocido, y de seguro no entendía lo cercano que él era con su abuela. Miró a la chica sin dejar de sonreír.—¿quieres que te ayude a guardar la comida?





•••





—Ella es maravillosa, tu abuela, quiero decir.—Dijo Marcus mientras que guardaba unas cajas de avena en la dispensa. Reyna lo vio con una sonrisa.

—Gracias. Algunas veces pienso que ella es demasiado buena para éste mundo.—Se encogió entre hombros, y Marcus notó que ella lo miró como si estuviera pensando en qué decir.—Y... tu niña... es adorable...

Marcus la vio por encima de su hombro. Era de esperarse que la abuela de Reyna le contara, tampoco era como si él ocultara el hecho de que era padre de una niña casi de cinco. Le mostró una amable sonrisa a Reyna.

—Gracias. Ella...—Suspiró.—Ella es lo mejor que tengo.

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