Veinticinco
Todo pasó demasiado rápido.
Me giré hacia la puerta abierta, intentando cubrir nuestros cuerpos medio desnudos de alguna forma pero fue inutil, ella lo había visto todo o al menos mucho, y eso era lo peor, ningún hijo debería ser visto por sus padres mientras tiene sexo, aun peor si te están metiendo los dedos.
— ¿Qué creen que están haciendo? — Chillo ella, descolocada ante la imagen de nosotros dos en la cama sin ropa, agitados y paralizados.
— Mamá… yo… — YoonGi se cubrió con la primera prenda de ropa que encontró, claramente nervioso y muy asustado de lo que estaba pasando.
Intentó explicarse pero su madre lo callo y nos señalo, más que a nadie hacia mí, apartando la vista hacia otro punto de la habitación y ordenando que nos vistieramos. Salió del cuarto sin cerrar la puerta y la escuché bajar las escaleras, esta vez casi colérica. Obedecimos, rápidamente le pase su ropa a YoonGi y nos vestimos, sin cruzar palabra. Me escape un segundo para lavarme las manos y después de eso ambos bajamos las escaleras, YoonGi detrás de mí, los dos sin decir nada y sin atrevernos a estar demasiado cerca el uno del otro, evitando tocarnos para no empeorar las cosas.
Ella me miró primero a mi y luego a YoonGi, con un gesto de asco que incluso a mí me provocó náuseas.
— ¿Cómo te atreves a hacer eso? — Pregunto ella para YoonGi. — Bajo mi techo, porquerías de desviados.
— Mamá...
— Ahora no sólo eres ciego eres un maldito enfermo de los que tanto hablan en las calles.
— Eso no es una enfermedad mamá. — Respondió YoonGi. — No sabes lo que dices.
— Esa clase de enfermos no saben que lo están. — HaNeul se giró a mi. — Ustedes no volverán a verse, tú hiciste esto.
— No mamá. — YoonGi se acercó a ella intentando tomarla de la mano, pero su madre se apartó. — No puedes.
— Claro que puedo. No permitiré que estés cerca de un maricon para que te conviertas en uno, no dejaré que eso pase, nunca volverás a verlo.
No, no me podía quitar a YoonGi así nada más. Quería responderle, decirle cualquier cosa que calmara las aguas y así poder hablar civilizadamente, resolver el problema. Pero YoonGi se interpuso, con su rostro furioso, una expresión que jamás había visto en él.
— ¿Estás segura de eso? — Gruñó él. — ¿Qué no estaré cerca de un maricon? ¿Qué hay de TaeHyung? ¿Qué hay si te digo que él también es gay?
Me quedé atónito, observándolos a ambos, siendo espectador del desastre a lo que todo se convertia.
— ¿Qué cosas estás diciendo? ¿Cómo te atreves a mentir así de él? Después de todo lo que ha hecho por ti, de lo mucho que te ha cuidado.
— Claro, no puedes creer que tu chico favorito, el niño perfecto sea mínimamente parecido a mi.
— ¿Chico favorito? ¿Per…
— ¡No finjas! — Grito YoonGi, sobre saltandonos a los dos. — Se que te habría encantado que él fuera tu hijo, siempre lo has preferido sobre mi. ¡Lo noto! "Oh, TaeHyung tiene tantos diplomas", "Oh, TaeHyung eres tan listo!" "¡Eres tan bueno cuidando a YoonGi!", "¡TaeHyung es un niño tan lindo cuando corre!", "¡TaeHyung, tu comida es deliciosa!", "¡TaeHyung, TaeHyung, TaeHyung!" Siempre es él, siempre, incluso cualquier cosa que él sugiera está bien pero eso no pasa cuando la idea sale de mi maldita boca, de tu maldito hijo ciego.
— ¿Cómo puedes decir esas tonterías y hablarme de esa manera? ¿Después de todo lo que he hecho por ti, todo el sacrificio, el dinero, los doctores, tus cuidados, deje todo para hacerme cargo de ti cuando ese maldito hombre nos dejó solos, así te atreves a alzarme la voz?
— ¿Agradecer? No te voy a dar las gracias por algo que yo no pedí. — El inhalo con fuerza y levantó su voz aún más fuerte. — Sí, yo no pedí nacer y mucho menos haber resultado así, un maldito ciego de mierda que no puede hacer nada por sí mismo. ¿Y que nos abandonaran? Tu fuiste la maldita estupida que le abrió las piernas al primer imbécil que se le cruzó en frente y…
Entonces, YoonGi, a quien su madre nunca le había puesto una mano encima, recibió una bofetada. Un ruido sordo que me hizo cerrar los ojos y bajar la cabeza con suma vergüenza. Yo… yo quería simplemente parar todo, regresar el tiempo y evitar el cómo resultaron las cosas, pero no pude hacer nada, ni siquiera pude hablar. Me quedé estático mirando a mis pies mientras YoonGi salía corriendo, subiendo la escalera con tropiezos y encerrándose en su habitación en un estruendoso cierre de puertas. Cuando reaccione intente ir por él pero la señora Min me detuvo en una advertencia seca.
— Lárgate antes de que te acuse por abusar sexualmente de un discapacitado. — Dijo, así con su rostro encendido y una mirada de completo odio.
Era una broma, ella no podía pensar eso de mi.
— Yo no abusé de él. — Fue lo único que pude responder.
— Él no tiene manera de consentir una aberración como esta. — Me dijo, tomando el teléfono, empezando a marcar claramente el número de la policía. — Convenciste a mi hijo minusvalido de sodomizarse a base de engaños y eso es abuso.
Solo faltaba un número para terminar la marcación y conectar la llamada.
— Lárgate. — Fue su última advertencia.
No quería irme, de verdad que no quería sin embargo nunca estuve tan asustado como ese día así que hice caso, porque no quería complicar más las cosas para nadie, ni para mis padres, ni para YoonGi, y egoístamente, tampoco para mi. Caminé a la salida con la mayor dignidad posible y salí al jardín. Solo dije una última cosa antes de cerrar la puerta e irme.
— YoonGi es ciego no estupido.
No volví a casa después de eso, en realidad no fui a ninguna parte por un buen rato, solo conduje por una hora alrededor de los suburbios. Cuando me cansé simplemente pare al lado del camino y miré por la ventana, la gente platicando en un café, los transeúntes a paso acelerado por la banqueta. Me perdí intencionalmente por algún parque que encontré, pensando en como estaría YoonGi, que tan mal lo estaría pasando con su madre.
Pensé por mucho tiempo, siempre deseando que las cosas simplemente no hubiesen sucedido. No pare de reprocharme lo acontecido, convencido de que todo era mi culpa. Si tan solo no le hubiese dado la idea a YoonGi, o si no hubiera aceptado su invitación, si hubiésemos hecho cualquier otra cosa como ir al parque, no habríamos llegado a aquella situación. Me reclamé mentalmente todas esas cosas hasta que anocheció y no tuve más remedio que ir a casa.
Lo cierto es que no tenía ganas de hablar con nadie, mucho menos de hacer nada, mi idea era encerrarme en la habitación y dormir. Dormir para despertar y poder descubrir que todo estaba bien, aunque en realidad sabía que eso no iba a pasar. Por eso fue un golpe cruzar el umbral de mi hogar y encontrar a todos preparando la mesa, incluida una Dawon más respuesta.
— ¡HoSeok! — Llamó mi madre con su media sonrisa de siempre. — Lavate y come ¿O has cenado con YoonGi?
Mi corazón se apretó junto a mi estómago, aún más al fingir mi sonrisa y negar. Mecánicamente me aseé y senté a la mesa, pero apenas vi la comida sentí como la garganta se me cerraba de a pocos. De pronto, ahí, rodeado de mi familia, experimenté por primera vez en mi vida el sentimiento de ser un intruso, un impostor cuya cara nadie conocía, un hijo desviado, un hermano enfermo. Esas palabras horribles no dejaban de dar vueltas en mi cabeza, diciéndome que eso era todo lo que yo era.
Me quedé mirando el plato, solo picando la comida, con las ganas de llorar aflorando. Mi madre me observó en silencio, mi hermana igual, ambas con disimulo, o al menos un intento de eso, pero no mi padre, él lo hizo evidente.
— ¿No comerás? — Me preguntó él mientras se metía un bocado de arroz a la boca.
— Yo… no tengo hambre.
— Bueno. — Un bocado más antes de señalar a mi plato con sus palillos. — Hoy traje la cena así que no te levantarás hasta terminar el plato.
No tenía más alternativa que obedecer, ya demasiado mal me sentía como para ser aún peor hijo. Me aguanté el malestar lo más que me fue posible pero de a pocos fui perdiendo el control. Comí lentamente con los latidos de mi corazón agolpandose con fuerza en mi pecho. Pensando en YoonGi, pensando en su madre, pensando en todo. Me sentí hecho una mierda, completamente frustrado, totalmente derrotado.
Deje los cubiertos a un lado y apreté las manos sobre mis rodillas, queriendo dejarlo ir todo.
— Soy gay.
Solo eso dije y de allí le vino un silencio frío, escalofriante de hecho.
— ¿Puedes repetirlo? — La voz sin expresión de mi padre, seca y monótona.
¿Había molestia allí? Yo jure que sí. ¿Asco o repudio? Casi seguro de eso.
— Dije que soy gay. — Murmuré, apenas reteniendo el llanto. — Lo siento.
Y me quebré con ese suspiro largo que salió de sus labios. Las lágrimas corrieron una a una por mi rostro. Mi padre les pidió a mamá y a Dawon que nos dejaran solos. Sentí como mi rostro ardía anticipando una bofetada al grado que pude escuchar su piel chasqueando contra la mía. Pocas veces mi padre me había golpeado pero en ese momento no dude que lo haría.
— Levanta el rostro. — Me dijo.
Me negué a hacerlo, sintiéndome tan avergonzado de mí mismo, de nuevo, por primera vez en la vida. Papá me lo pidió una segunda vez y yo, armándome de un escaso valor, le obedecí. Lo mire a la cara esperando encontrar ese asco y ese odio hacia mi, pero eso no es lo que había en sus ojos.
— Ya lo sabía. — Sonrió suavemente, gentil y con un inmenso amor por mi. — Tu hermana escuchó algunas cosas en la universidad y nos lo dijo, hace años que lo sabemos.
Me quedé callado, apretando mis labios y esperando a que dijera algo más. Lo hizo.
— Y también sabemos que sales con YoonGi.
Mis hombros tensandose junto a cada una de mis lágrimas.
— ¿Rumores también? — Pregunte.
Él negó, apartando la vista con algo de ¿Vergüenza?
— He entrado a tu habitación y visto la pintura antes que te la llevaras al taller de tu escuela.
Sí, en mi casa, al parecer, no se podía ser lo suficiente descuidado.
— ¿Por qué no me dijiste nada? — Le pregunté con las voz entrecortada, él se alzó de hombros.
— Los padres no dicen nada cuando asumen que a sus hijos varones les gustan las chicas, no veo porqué habría de ser distinto en tu caso o cualquier otro, si te gusta alguien simplemente te gusta, y si lo amas... ¿Que puedo hacer yo?
La mirada de papá lo fue todo para mi en ese instante.
— Lo siento. — Dije cubriéndome el rostro, hipando mientras me inclinaba, disculpandome. — Lo siento mucho, lo siento.
— ¿Por qué?
— Por no ser un hijo digno, por ser lo que soy.
Mi padre se levantó de la mesa y se paró a mi lado, me descubrió el rostro y limpio mi cara, obligándome a mirarlo a los ojos.
— Hoseok, no vuelvas a disculparte por ser quien eres, y mucho menos agaches la cabeza por ello, ni siquiera a mi que soy tu padre. — Su mirada severa pero aun amable. — No te crié para que vivas con vergüenza, sin orgullo ni dignidad.
Froto mi cabello, revolviéndolo, llevándome a los años en los que, cuando era niño, él me cargaba en sus brazos.
— HoSeok, tu familia te ama sin importar nada, te amamos por ser tu.
Y lloré, ese día lloré sobre el hombro de mi padre hasta que no me quedaron lágrimas para hacerlo más. Llore hasta que ese peso que no sabía que cargaba se desvaneció de mis hombros.
El peso de necesitar saberme aceptado por mi propia familia.
🌸🌺 No estoy llorando. 🌺🌸
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