Capítulo Especial YoonGi /3
Tres: Un boleto a Busan.
— ... ¿Y que nos abandonaran? Tu fuiste la maldita estupida que le abrió las piernas al primer imbécil que se te cruzó en frente y...
La bofetada que mi madre me dió hizo que mi rostro se girara a la derecha, quemando mi piel. El sonido retumbó en mis oídos logrando que mi sangre comenzara a hervir mientras la vergüenza era sustituida por la furia. No seré hipócrita y aceptaré que aquel día odie a mi madre como nunca creí ser capaz.
Tan pronto recuperé el control sobre mi cuerpo me di la vuelta y entre tropiezos subí las escaleras, directo hacía mi cuarto, lugar donde me encerré antes de que alguien pudiera detenerme. Con el oído pegado a la superficie de la puerta pude escuchar el murmullo, producto de las voces de mi madre y HoSeok quienes discutieron apenas unos segundos antes de que este último se fuera, dejándome atrás.
Escuche el motor de su auto al arrancar, después vino un silencio muy largo mientras un inmenso vacío fue ocupando lentamente mi pecho mientras las lágrimas corrían por mi rostro.
Para tranquilizarme me dije a mi mismo que HoSeok, cuando todo estuviese más tranquilo, me buscaría, que probablemente me llamaría por el móvil. Aquello no sucedió y la oportunidad se esfumó cuando mi madre, usando la llave de emergencias, entró a mi habitación y me quitó el celular. No obstante no perdí las esperanzas, creyendo que HoSeok intentaría colarse por mi ventana y escabullirse una vez caída la noche. Lo espere por varios días y eso tampoco sucedió.
Más tarde me convencí que HoSeok podría verme en el taller pero mi madre de nuevo lo arruinó una vez que me dió de baja de las clases. Aquel día le grité furioso, reclamando lo mucho que estaba arruinando mi vida. Mi madre respondió que podría arruinarla aún más y que me sacaría de la Universidad si no empezaba a comportarme. No tuve más opción que quedarme callado, en silencio, encerrado en una habitación a la cual le habían retirado la puerta.
A mi madre no le había bastado solo quitarme a mis amigos sino también mi privacidad y en respuesta a ello deje de comer con ella.
Espere todas las vacaciones algún indicio de HoSeok, cualquier señal que dijera que me extrañaba, que necesitaba verme tanto como yo lo necesitaba pero no... HoSeok nunca llegó. Me di cuenta de lo poco que le importaba cuando volví a clases, contando cada día en espera suya. Lunes, martes y finalmente miércoles. HoSeok no hizo el intento de buscarme.
¿Por qué habría de hacerlo? Después de todo no era más que un estorbo y convenientemente había encontrado la oportunidad para deshacerse de mí. Debí saberlo desde el viaje a Busan, desde aquella noche en la que no respondió mi estúpida confesión.
Para el día jueves lo que menos deseaba era ir a la escuela pero me obligue a hacerlo, me levanté como pude, me vestí y comí apenas lo mínimo que me pasó por la garganta. Todo el trayecto de ida ignoré a mi madre y su voz cansada. Yo también estaba fastidiado.
Cuando terminó la segunda clase supe que debí haberme quedado en casa.
Antes de la siguiente clase quise ir por un café al kiosco cerca de la facultad, conté los pocos billetes que llevaba en la mochila y si el tacto no me fallaba llevaba diez mil wones, según mis cuentas lo suficiente para un americano frío. No alcance a averiguarlo.
A mitad de camino un brazo me tomó por los hombros y me jalo en dirección contraria. Por un segundo quise creer que era un abrazo de HoSeok sin embargo no era la misma complexión y mucho menos el mismo olor. Además no estaba solo. Inmediatamente después entendí quienes eran y sus voces burlonas me lo confirmaron.
Lee TaeYong dijo que me enseñaría una lección, murmurando entre dientes que podía ser tan listo como quisiera, igual seguía siendo un ciego inutil y que era momento de que yo entendiera mi lugar en el mundo. Uno de sus amigos tomó mi bastón y mi mochila cuando llegamos a algún sitio que, de inicio, yo no fui capaz de reconocer. Había dejado de contar mis pasos hace mucho. Solo había dos edificios cerca de mi facultad, la facultad de educación y el gimnasio deportivo de esa misma escuela. Más tarde descubrí que era ese último.
Una vez dentro de lo que sospeche eran unos baños Lee TaeYong me empujo contra una pared fria y humeda, después el ultimo de los matones me escupió en la cara antes de llamarme marica.
— ¿Donde esta tu puto novio, ciego maricon? — preguntó Lee TaeYong empujándome cuando quise dar un paso hacia al frente.
Di contra una esquina y fue allí que entendí que estaba dentro de las regaderas, completamente acorralado. Entonces tuve la idea de gritar. Estupido, muy estupido. TaeYong me abofeteó y me amenazó, me dijo que si intentaba gritar se encargaría de humillarme frente a todos. Intenté empujarlo pero Lee TaeYong no estaba solo y dos pares de mano extras me tomaron de ambos brazos mientras ese tipo sostenía con fuerza mi rostro y comenzaba a escribir algo con marcador en mi frente.
De nuevo las lágrimas comenzaron a brotar en contra de mi propia voluntad, haciendo que aquellos tres malditos comenzaran a reír. Y como si aquello no hubiese sido bastante para ellos, entre los tres comenzaron a quitarme la ropa. Intenté resistirme pero no fui capaz de detenerlos. Yo solo era un estupido ciego que jamás podría hacer nada por su cuenta.
Tomaron todas mis cosas y entre risas se las llevaron hasta alguna parte de ese mismo sitio. Lee TaeYong dijo que si quería salir tendría que buscar todas mis cosas por mi cuenta y que más valía que me diera prisa porque por la tarde había practicas y ese era el vestidor de mujeres.
Los escuché tirar de las cortinas para luego salir hasta que todo quedó en absoluto silencio. Muy a pesar de ello no fui capaz de moverme ni un solo centímetro, intentando parar de llorar y así poder pensar donde podría haber dejado mis cosas. No pude, las lágrimas solo salían una tras otra. Pegue las rodillas a mi pecho y abrace mis piernas con ambos brazos, escondiendo mi rostro.
Sentí tanta vergüenza de mi mismo. Tan humillado. Era yo una cosa inútil que no podía hacer nada por su cuenta.
No estoy seguro de cuánto tiempo me quedé allí, sin embargo, un largo rato después, escuché pasos acercándose desde fuera. El alma se me fue al piso cuando la voz de Park JiMin llamó por mi. No respondí, con la absurda esperanza de que se fuera y no me viera de esa forma. Sin embargo las cortinas se deslizaron un poco.
Escuché como Park JiMin jaló aire, sorprendido. Un segundo después comenzó a llamar por Hoseok. Me estremecí al reconocer sus pisadas viniendo hasta nosotros. Después, cuando él llegó hasta mí y dijo mi nombre, no estuve seguro de todo lo que sentí, pero se que entre todas esas emociones, predominaba el enojo. Estaba enojado con HoSeok.
Pude sentir su mano acercándose a mi. Me encogí de nuevo. No quería sentirlo, no quería que me tocara.
— ...estoy aquí. —dijo suavemente.
Como si yo lo necesitara.
— ¡Lárgate! —exclamé furioso.
Escuché cómo HoSeok retrocedió apenas un poco mientras, al parecer, JiMin caminaba como un loco desquiciado por todo el sitio. Me costó comprender que estaba buscando mis pertenencias.
— ¿Te hicieron algo? —preguntó HoSeok.
De no conocer a HoSeok habría pensado que se estaba burlando de mí con esa estúpida pregunta.
— ¿Te parece que me han hecho algo, HoSeok? — pregunté colérico—. Estoy desnudo en quien sabe que puto lugar. ¿Qué clase de pregunta es esa?
Sí, sí. Yo sabía a dónde quería llegar.
— Me refiero...
— ¡No, no me violaron! —respondí apenas controlandome—. Si es lo que quieres saber, pues no. Y no importa, esto ya en sí es humillante.
HoSeok no hizo más preguntas, en cambio se apartó y fue en ayuda de JiMin. Los escuche abrir uno a uno cada casillero. Conté diez, veinte, casi treinta puertas en total. Hasta que JiMin dijo que había encontrado mi ropa junto con mis demás pertenencias. HoSeok fue quien se apresuró a darme todas mis cosas para que pudiera vestirme. No dije absolutamente, solo tomé la ropa y me vestí tan rápido como pude.
Tan pronto como estuve presentable me apresure a los lavabos y deje correr el agua, tomando jabón del dispensador para lavarme la maldita cara. No tenía idea de lo que estaba escrito y no importaba, no iba salir así a la calle.
HoSeok se acercó a mí, posiblemente intentando ayudarme. Como si yo no fuera capaz de hacerlo por mi mismo. No dude en empujarlo apenas lo sentí rozarme con una de sus manos. Jadeo sorprendido más no me disculpe. No tenía razones para hacerlo.
Después de eso, HoSeok le pidió a JiMin que nos dejara a solas. Su amigo obedeció, cerrando la puerta detrás de sí. Ya solos, me confrontó, preguntándome el motivo de mis acciones. Como si realmente no lo supiera. Lo detesté tanto por ello. Por lastimarme, y fingir que no sabía lo que me había hecho. Por haber hecho que lo esperara sin mayor remedio.
Cuando menos me di cuenta había explotado. Había vomitado todo lo que hasta ese momento había estado reprimiendo en mi pecho. Llorando patéticamente delante de él para finalmente obtener un escueto:
— YoonGi discúlpame.
No respondí. No lo hice porque no tuve la oportunidad. Alguien detrás de mí abrió la puerta. El murmullo de todas esas personas me advirtió que ya no estábamos solos. Nos observaban. Limpié mi rostro con lo poco que me restaba de dignidad, llamé a JiMin para que me diera mi mochila y resto de cosas. Este se apresuró y cuando tuve todo en mis manos me di la vuelta, extendí mi bastón y caminé guiándome únicamente por la pared a mi derecha.
HoSeok no dijo nada, y si lo hizo entonces no le presté atención. Solo deseaba salir de ese lugar, volver a casa y esconderme en el rincón más oscuro posible.
JiMin camino conmigo todo el trayecto de vuelta, ambos guardamos silencio. No fue hasta llegar al estacionamiento de mi facultad que me atreví a agradecer a JiMin por su ayuda. Este no respondió a mi agradecimiento, pero si hablo:
— HoSeok hyung la pasó mal estas semanas, tal vez no tan mal como tu, pero realmente intento buscarte, es solo que tu madre no se lo ha puesto fácil.
Me quedé callado, sintiendo mi corazón latir por la sola idea de imaginar que aquello era cierto, que a HoSeok le importaba. JiMin siguió allí junto a mí.
— HoSeok te quiere, por favor no dudes de eso. Él haría cualquier cosa por ti, lo que sea.
Al siguiente instante JiMin comenzó a alejarse y dijo que estaría cuidando a unos metros hasta que mi madre llegará. Mi corazón se hizo pequeño, porque quería decirle a JiMin que no necesitaba que me cuidaran, más no pude, porque la realidad era que si necesitaba que alguien estuviera allí. La idea de que TaeYong y sus secuaces volvieran me aterraba.
Era inutil. Yo era un inutil.
Lo repetí tantas veces que perdí la cuenta en mi cabeza. Al llegar a casa solo fui a mi habitación y me quedé en mi cama, pensando En silencio seguí llorando e ignoré a mi madre cuando me llamó a comer a pesar de que ella ya sabía que no bajaría. No insistió y apenas por la tarde volvió a asomarse por la puerta para avisarme que saldría a hacer las compras.
Calcule que tardaría por lo minimo dos horas. Y tan pronto como la escuché arrancar el auto un recuerdo vino a mi. El sonido de las olas fue tan claro por apenas dos segundos. Inmediatamente después pensé en el día que me esperaba a la mañana siguiente. No quería ir a la escuela pero tampoco quería seguir en casa. Estaba cansado, asqueado, abrumado. Solo necesitaba respirar el olor del mal, mojar mis pies y olvidarme de todo.
No perdí tiempo. Fuí a la habitación de mamá y me moví cuidadosamente entre sus muebles. Una de las pocas ventajas de ser ciego es cuando las personas te subestiman y creen que no te das cuenta de las cosas que suceden a tu alrededor, Pero yo sí que ponía atención. Con el oído hay muchas cosas que uno puede averiguar. Como por ejemplo la pluma escribiendo en la cuenta de ahorros bancarios de mi madre un día después de recibir su pago. O el sonido de billetes frotándose al ser contados, antecediendo al sonido del mismo cajón abriéndose y cerrándose cada vez.
No poder ver también puede hacerte muy atento a las texturas y al lugar que ocupan los objetos. Una habilidad útil cuando se hurga entre la ropa y no se quiere dejar rastro alguno.
No estuve orgulloso y sigo sin estarlo, de lo que hice aquella tarde, pero si he de poder excusarme, en ese instante, como la mayoría de las veces, no estaba pensando racionalmente. Lo único que deseaba era huir por un día. Solo eso quería y nada más.
Antes de que mi madre volviera reuní mis identificaciones, un poco de ropa y metí todo en la mochila. Para hacer espacio deje mis útiles y libros, después de todo no los iba a necesitar. Fingí dormir temprano y cuando mamá se fue a la cama, como ya había hecho varias veces anteriores, me levanté por la noche y me preparé una cena simple en la comodidad de la soledad.
A la mañana siguiente solo hice lo que habría hecho cualquier otra mañana. Me arreglé, tomé mis cosas y subí al auto. Mi madre no pareció notar nada. Que alivio que así fuera. Al llegar a la universidad no dije nada, camine dentro del edificio y me quedé por veinte minutos en los baños. Cuando las clases comenzaron y los pasillos estaban casi vacíos, volví al exterior.
Nunca había ido más allá de mi facultad caminando, lo cierto es que ni siquiera había tenido la oportunidad de recorrer la facultad de artes cuando estaba con HoSeok. Me detuve en ese nombre por un momento y al siguiente lo aparté con brusquedad.
Sabía que mi facultad estaba al norte del campus y del lado este estaba la estación del subterráneo. Con solo esa información me aventuré a cruzar todo el trayecto hasta dar con el acceso principal. Un par de guardias de seguridad me ofrecieron ayuda. Aproveche para pedir indicaciones de la cantidad de calles que debía caminar para llegar a la estación. Ambos fueron amables y me dieron instrucciones por lo menos claras.
No me costó mucho llegar a las escaleras de la estación, solo tuve que seguir la señalización podotáctil con mi bastón todo el trayecto, incluso dentro del lugar. Y aunque era la primera vez que estaba en un sitio como ese, no hubo nada que no pudiera resolver solo preguntando. He de decir que casi todos me trataron con excesiva condescendencia sin embargo ya estaba yo acostumbrado. Las cosas eran así para mi desde que tenía memoria. Incluso hoy en día sigo encontrándome con esa clase de personas.
No obstante, si algo realmente me descoloco ese día fue cuando, después de que cambiara de línea y me dieran instrucciones de en qué parada bajar para llegar a la estación de autobuses, y tomara asiento en una de las bancas del andén, una anciana se acercara a mi, tomara mi mano y dejar un billete en mi mano, solo porque sí.
Inmediatamente reaccione y empuje el billete de vuelta. Ella negó y dijo que me hacía más falta a mi. ¿Qué se suponía que eso significaba? Estupefacto, me quedé allí mientras esa mujer se alejaba, murmurando sin cuidado alguno la palabra "pobrecito". Cuando el subterráneo anunció su llegada tire los billetes a un lado y subí de prisa. Yo no era ningún desamparado que necesitará caridad.
Después de casi dos horas de camino, estaba yo en la estación de autobuses. Llegué apenas unos minutos antes de que el siguiente camión a Busan saliera. En ese momento pensé que aquello era una señal de buena suerte. Qué mi plan tenía más sentido que nunca.
Durante las siguientes cuatro horas no hice mucho, solo escuchar las conversaciones apagadas de los demás pasajeros, el ruido del motor, el suave silbido del aire acondicionado y murmullo de las voces en la película por el televisor. Hasta que me quede dormido.
Al llegar a Busan fueron las demás personas al bajar lo que me hizo despertar. Fue entonces que me di cuenta de todas las cosas que había hecho solo. Por un breve momento fui genuinamente feliz, sintiéndome una persona de verdad, una persona real que no necesitaba de nadie más. Sintiéndome grande.
Al bajar lo primero que hice fue buscar un lugar donde comer. Después, de nuevo siguiendo instrucciones, camino por poco rato hasta llegar a una parada de autobuses. Pregunté qué línea me dejaba más cerca de la zona comercial. Un hombre me ayudó a tomar el autobús correcto y otro más me dijo donde bajar.
No voy a fingir que no fue molesto tener que preguntar cada cinco minutos a un desconocido para poder moverme, no obstante era un precio justo para finalmente hacer las cosas que yo quería sin depender de mis cuidadores. Nunca antes había probado tal nivel de independencia. Una vez saboreado tal manjar, no iba a renunciar a él por ninguna cosa.
Sin embargo, más pronto que tarde me di cuenta que la vida real era otra. Porque al final debía volver a casa, enfrentarme a mi madre y posiblemente pasar el resto de mis días encerrado entre cuatro paredes donde estuviera, a palabras de ella, seguro. Bien, lo hecho, hecho estaba. No podía arrepentirme. A esas alturas mi madre ya se habría dado cuenta que no estaba en la escuela. Así que solo camine.
Caminé mucho, comí mucho y también bebí mucho. Cuando comenzó a hacerse de noche finalmente pude llegar a la playa. Por un rato temí encontrarme con el sitio acordonado o cerrado pero lo cierto es que no hubo nada que me detuviera. Finalmente, en la calma de la olas del mar, tiré mis cosas a un lado y me dejé caer en la arena.
Por horas lo único que hice fue escuchar el viento, las olas y mis latidos. Perdí la cuenta del tiempo. Solo permanecí allí mientras mi cabeza lentamente llegaba a conclusiones precipitadas y desagradables. Por fin me di cuenta de lo solo que estaba y de lo triste que me sentía, llorando a ratos.
En algún momento pensé en mi propia muerte, en lo cansado que me sentía y en el alivio que debía ser ya no existir más. Imaginando que de no haber nacido de esta forma, habría sido mucho más feliz, más pleno, más completo. Que si no estuviera ciego, los demás me tratarían como un ser adulto y no como un maldito niño. Convenciéndome a mí mismo que de no tener esta discapacidad las cosas serían más fáciles, serían mejores.
Por qué entonces no sería la carga que era para mi madre. Qué no sería la carga que indudablemente terminaría siendo transferida a HoSeok tarde o temprano. Y me odie, me odie por ser lo que era y no poder ofrecer nada mejor. Porque hiciera lo que hiciera siempre sería un estorbo. No importaba cuanto pudiera yo esforzarme en demostrar algo que no era, al final siempre iba a necesitar de los demás para las cosas incluso más pequeñas y absurdas.
Estar muerto era más fácil.
Y cuando estaba casi convencido de ello, alguien, en el silencio de la noche, se acercó a mi. Me puse en alerta, reprochandome casi al instante el estar allí a tan altas horas de la noche, a completa merced de cualquier persona mal intencionada que quisiera hacerme daño. Por fortuna no era un desconocido. Lo supe cuando su voz ronca e irregular me llamo:
— Soy yo.
Claro que era él. Quién más sino.
No respondí. No quería hablar con nadie. Estaba cansado. Cansado de todos. Cansado de mi. Cansado de vivir así. Cansado de hacerme cada mañana y cada noche la misma pregunta:
«¿Por qué yo?, de entre tantas personas, ¿por qué yo?»
HoSeok me reclamó muchas cosas esa noche. Cosas por las que no tenía derecho reclamarme, como si él supiera la manera en que yo me sentía. Que el imbécil de su ex novio apareciera de la nada tampoco ayudó mucho a nuestra situación. Como era mi costumbre al final no pude hacer otra cosa que llorar. Las palabras ya no me salían. Ya no me hacían sentido ni siquiera para mí. Todo, absolutamente estaba mal.
HoSeok no me obligó a volver a Seúl esa misma noche, en su lugar rento una habitación de motel en la cual dormimos, o algo como eso. Hasta la fecha no comprendo bien que pasó por mi cabeza ese día, pero estaba seguro que no deseaba ser una carga para HoSeok y si para salvarlo de mi, era necesario dejarlo, entonces eso haría.
Por eso sentí la urgencia de estar con él una última vez. De grabarme sus besos y caricias en lo más profundo de mi ser, pues estaba seguro que lo necesitaría para hacer mi existencia solo un poco más tolerable cuando al fin lo alejara de mi.
Yo estaba convencido. Estaba decidido. Tanto que no dude en decírselo cuando tomamos el auto de vuelta a casa. HoSeok se negó inmediatamente, comenzando de nuevo a discutir.
— ¿Por qué te molesta tanto terminar? — le grité llegado cierto punto —¿Cuál es el problema si hay tantos chicos allá afuera que seguro están esperando por ti?
— Eres un estúpido —respondió, molestandome—, no entiendes absolutamente nada.
Su voz se escuchaba agitada, pesada y errática.
— ¿Ah sí? Entonces explicame.
— ¡Porque te amo! — Me gritó antes de golpear su rostro y después el volante, asustandome. — ¡Porque te amo a ti y a nadie más! Y no me imagino con nadie en la vida más que contigo ¿Esa no es razón suficiente? ¿No es razón válida?
Mi corazón se rompió en ese instante y una vez más no pude contener las lágrimas. Repitiendo las palabras de HoSeok, haciéndolas mías y guardándolas con extremo cuidado en un rincón de mi ser.
El amor de HoSeok me salvó de un abismo muy profundo en el que no sabía que estaba cayendo.
Minmin YoonJi: Lo prometido es deuda, después de casi tres años, aquí les traigo el especial número tres de YoonGi, espero que les haya gustado y puedan comprender un poco por todo lo que YoonGi estaba pasando en su corazón y cabeza.
Las quiero mucho y gracias por su espera. Intentaré darme prisa con los otros tres especiales restantes.
Saranghae.
P.D. Esta historia ya se está subiendo en mi cuenta de respaldo @BTbae_MinYoonJi2 con los nombres actualizados tal como algunas me pidieron. Así que no se preocupen, este fic permanecerá intacto. Ojala puedan apoyarme siguiéndome en la otra cuenta y votando los capítulos de la novela con los nuevos nombres.
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