Sangre en la arena
Casi habían llegado a las zonas de acantilados a la que se dirigían. Allí dentro había galerías de túneles, convirtiéndolo en un lugar donde se dificultaría el moviendo de Gaara si el Shukaku tomaba el control.
Shandi había estado todo el camino meditando el que hacer, y al final tomó la situación como otra forma de ganarse su confianza; otra manera de llegar a su objetivo. No debían notar su disgusto esto lo aprendió de su padre. Debes engañar a tu enemigo, y la mejor forma para hacerlo es siendo amable, nadie suele esperar una traición o un golpe de personas afables.
Por otra parte, Gaara había estado analizando a la joven, y esquivando las miradas y sonrisas picaronas de su hermano. Mientras que su hermana, seguía sin confiar del todo en ese plan. Temari era muy sobreprotectora con sus hermanos, la madre que les había faltado.
—Esta caverna será lo suficientemente profunda —comentó Gaara en la entrada de una de las cuevas. Había pasado mucho tiempo por aquel paraje cuando quería estar solo o emboscar a alguien para calmar la sed de sangre de Shukaku; las conocía bastante bien.
Él fue el primero en entrar en ella, seguido por Shandi. Sus hermanos se miraron de reojo, Kankurō se encogió de hombros y Temari suspiró, para adentrarse ellos también en la gruta. Seguía siendo un lugar fresco y oscuro tal y como recordaba, aunque no el necesitaba la luz para saber donde pisar. Sin embargo, no se podía decir los que le seguían, sobre todo de la chica del velo, que no estaba acostumbrada a caminar por zonas oscuras; quién se tropezaba más que andaba.
—¿Falta mucho? —preguntó con torpeza, debido a sus choques.
—No. Ya estamos —respondió, vislumbrando la luz al fondo del túnel. Era un lugar amplio e iluminado, aunque seguían dentro de la cueva, tenía el techo al descubierto—. En este sitio podréis escapar, si ocurriera algún problema. —explicó. Shandi sonrió un poco, era un sitio realmente bonito y con un buen karma.
—Será mejor que encendamos una hoguera, ya casi está atardeciendo. —recomendó Temari, viendo como los colores del cielo cambiaban. Miró a Kankurō. —Espero que no se te haya olvidado traer la madera, o quemaré tus marionetas. — Le amenazó. El hermano abrazó sus marionetas con fuerza, y le lanzó a su hermana un pergamino.
—Ahí la tienes. Asesina de arte.
—¿Cómo me has llamado? —preguntó alzando el puño con enfado. Shandi miraba la escena algo perpleja.
—Tranquila, siempre es así. Pero en el fondo se quieren. —Le explicó el hermano menor. Shandi rió algo incómoda por la discusión.
—Ya veo. Bueno, voy a empezar preparándome y meditando. Así que me alejaré un poco, de todo este ruido. —Gaara asintió, mientras que la chica se distanciaba un para dejar su mente en blanco. El ninja se alejó para reunirse con sus hermanos.
—Gaara, ¿estás seguro de esto? —preguntó Temari mirando a la chica de soslayo, a la vez que encendía la hoguera. El aludido suspiró.
—Ya hablamos anoche sobre esto Temari. Habéis para protegerme de una amenaza irreal. —La kunoichi le miró con reproche—. Pero lo agradezco. Sois... importantes para mí.
—Eso ya lo sabemos. No puedes sobrevivir sin nosotros. —Kankurō pasó un brazo por sus hombros y lo zarandeo. Este solo sonrió. Temari seguía sin confiar, no obstante, tenía que apoyarle.
Entretanto, Shandi intentaba no pensaba en nada, y menos todavía que iba a tener que estar, durante varias horas, en contacto físico con él. Ya había visto una vez a ese monstruo despertar, y esos ojos amarillos y negros... No quería volver a vivir esa experiencia.
«Esto es lo que tengo que hacer. Se lo debo a ellos» pensó. Debía afrontarlo, «A veces hay que hacer lo que te da repulsión, para conseguir tu objetivo» Esa frase se la había repetido tantas veces desde que era pequeña y la encontraron abandonada en el desierto, que casi era su religión, su forma de vida.
—Gaara, cuando quieras empezamos —avisó.
—Ahora mismo.
—Desde cuando se tratan con tanta confianza —susurró Temari, algo molesta, para que solo lo pudiera escuchar su hermano. Este sonrió.
—¿Estás celosa? Eso es lo que te ocurre —acusó a la chica. Esta se quedó sin saber que responder, ¡Jamás le había pasado eso!— Tranquila, seguirás siendo su hermana, y eso es más importante que una novia.
—Hmp, yo no estoy celosa. Solo cuido de mis hermanos, que te entre en la cabeza de serrín que tienes —le contestó orgullosa. Kankurō suspiro ante la cabezonería de su hermana. —Gracias —susurró de forma casi inaudible, aunque él pudo escucharlo.
Por otra parte, Gaara se tumbaba justo enfrente de Shandi, mientras que ella se quitaba el velo para mayor comodidad. A Gaara siempre le impresionaba ver su cicatriz, estaba en el mismo lugar que la que debería de tener Aisha. Aun así, le parecía hermosa.
Shandi encendía algunos inciensos de sándalo, y lo inundaba todo el olor.
—Bien, ahora, lo que haré será anestesiarte, por lo que caerás en un profundo sueño. —Le explicaba mientras hacía varios sellos con sus manos, y acumulaba el chakra.
—Ten cuidado —Le recomendó el chico de ojos turquesa, a la vez que la miraba con preocupación. Shandi sonrió.
—Dulces sueños —Le deseo la chica, lo tocó, induciendole en el sueño. Ahora solo tendría que concentrarse en contener al monstruo durante las próximas horas. Posó sus manos a los dos lados de la cabeza del chico, y comenzó la meditación para mantener al demonio atado.
Ya había anochecido y durante las primeras horas todo fue normal, no obstante Kankurō y Temari seguían manteniéndose alerta a cualquier cosa que pudiera ir mal. Habían intentado hablar con la Kamaitachi, pero ella estaba tan concentrada que ni les oía. El marionetista había sacado sus marionetas y las examinaba, mientras que la mayor preparaba té.
—Sí llegó a saber que esto iba a ser tan tedioso, me hubiera quedado en casa —comentó el hermano con hastío. Temari le echó una mirada rápida.
—Tenemos que estar aquí. Además, mejor que sea aburrido. O es que quieres vértelas con el Shukaku —le insinuó.
—No, la verdad es que no.
No obstante, parecía que el bijū les había oído, porque el cuerpo del Jinchūriki comenzó a desprender chakra. Shandi despertó del trance, e intentó contener el inmenso poder. Comenzó a tararear, a ver si conseguía calmarlo, pero lo único que hizo fue ralentizar la transformación.
Los hermanos se pusieron de pie de un saltó. Temían lo peor.
—¡Shandi, sal de ahí! ¡Tenemos que marcharnos antes de que despierte! —ordenó Temari, aunque no se fiara de ella. Era importante para su hermano y tenía que protegerla.
Sin embargo, ella no dejaría que saliera mal, no lo permitiría. Se mordió su dedo índice, escribiendo varios símbolos en la frente de Gaara y empezó a sellar con sus manos. En ese momento su tercer ojo se abrió, y acercándose a su rostro empezó a absorber el chakra del ninja que emanaba de su boca. Se empezó a estabilizar, hasta que volvió a la normalidad. Los shinobis de Suna suspiraron con alivio. Entonces, vieron cómo la joven permanecía con los ojos cerrados pero su tercer ojo seguía abierto. Estaba en trance.
—La verdad es que... da mal rollo. Con la cicatriz y ese ojo. Hay chicas más guapas en Suna —señaló Kankurō sentándose de nuevo, intentando relajar el ambiente de estrés.
—Es buena kunoichi, y tenemos que respetar su decisión —Alabando las habilidades de la chica. La verdad es que la había sorprendido—. Y deja de presuponer situaciones.
Por otra parte, Shandi se encontraba dentro se propia mente. Sabía que había absorbido mucho chakra, solo esperaba no haberlo hecho también de su conciencia. Menos mal que la abuela Kinari, que era de su mismo clan, y que también había acabado en el campamento de Hashim, le había enseñado esa técnica. Ella era la que le había instruido en el conocimiento médico y su Bindi.
Una lástima que muriera varios años atrás por culpa de una paliza de uno de los secuaces de ese demonio. Todavía le quedaba mucho que aprender de ella.
«Vaya, vaya, vaya. Si tenemos aquí a una persona que debería estar muerta» escuchó la estridente y maligna voz muy cerca de ella. Entonces, apareció un mapache de color arena oscura y líneas azules por todo el cuerpo. De ojos negros con la iris de color amarillo y su pupila en forma de shuriken. Sabía quién era, reconocía esos ojos.
Se manifestó a su lado, y tendría su altura.
—Eres muy insensata al consumir mi chakra sin permiso —dijo con enfado e intentó golpearla con su cola. Esta lo esquivó con dificultad. Comenzó a reírse de ella—. Pareces asustada. Y deberías. —Lanzó un ataque de arena hacía ella. Esta vez no pudo esquivarlo y fue atrapada. La arena la aprisionaba, fue como esa vez. El miedo la inmovilizó. El monstruo comenzó a reír de forma siniestra de nuevo. —Recuerdo cuando te hicimos esa cicatriz. Tenías esa misma cara de miedo, y pedías auxilio. Me encantaría volver a hacerlo, pero Gaara no volvería a ser el mismo, y yo quiero volver a controlar a ese chiquillo. —Le comentó, mientras la dejaba en el suelo. Esta se quedó sentada, no podía mover ni un ápice de su cuerpo. Las lágrimas inundaban su rostro.
—Él... sigue siendo un monstruo —Pudo pronunciar al final, con una voz temblorosa. El Ichibi se rió de ella de nuevo.
—Pequeña, ojala. En antaño sí que era divertido. Antes de conocer a ese tal Naruto.
«¿Naruto?, otra vez ese nombre» Pensó Shandi.
—Bueno, todo cambiará cuando intentes matarlo, y él finalmente acabe con tu vida... Ahí volverá a enloquecer —dijo el mapache con orgullo y maldad. La joven se asustó ante la revelación del bijū. Este se dio cuenta de su cara. —Tranquila, no diré nada de tu plan. —Se recostó en el suelo y comenzó a rascarse la barriga. —No me interesa que se entere... todavía.
Realmente era malvado, había conocido a personas horribles, pero este demonio, su voz, su olor a sangre, su poder... apenas podía mantener la mirada. «¿Cómo había podido convivir Gaara con él? ¿Habría enloquecido por eso?» Esas preguntas se repetían en su mente.
—Veo que eres mucho más aburrida que mi portador. —Le dijo con bastante desgana—. Y ya estoy en un sitio nuevo, creo que voy a divertirme un rato mirando recuerdo; —dijo con malicia. Shandi trago saliva— uno en particular. Ese que tienes tan bien guardado.
Un dolor intenso empezó a penetrar en la cabeza de la joven, era tan desgarrador, que se quedó sin respiración. Tenía sus manos cubriendo su cabeza, mientras escuchaba la risa del ichibi. No quería recordarlo, no la obligaría.
—No te resistas o será peor. —El dolor aumentó, provocando que la chica gritara desesperadamente.
El recuerdo dio inicio. Ese mismo día había estado con Gaara, así que venía muy contenta, aunque esa noche fuera su ¡maldita celebración de compromiso! Solo de pensarlo le daban ganas de golpear a alguien. La pequeña encontró a su hermano entre la multitud de Suna, era fácil reconocerlo para ella, aunque fuera tapado como ella. La estaba buscando, ya que siempre se escapa de él, para ver a su amigo.
—¡Ai, al fin te encuentro! Ya te tengo dicho que no te alejes, estúpida. —La golpeó en la cabeza con su puño. Esta se llevó las manos al lugar donde había recibido el golpe.
—¡No me pegues! Papa dice que no debes hacerlo —le recriminó la pequeña.
—Y también dice que me hagas caso... Y Visnú sabe que ¡jamás! lo haces —Aisha le sonrió, él podía verlo por sus ojos.
—Pero me quieres.
—No me queda más remedio —dijo con resignación—. Será mejor que nos vayamos, o nos regañaran. —Le agarró su pequeña mano y salió corriendo tirando ella.
Cuando llegaron al campamento, había tenido que estar preparándose, con lo poco que le gustaba que la peinaran, pero ahí estaba, aguantando los tirones de su madre, una mujer que iba vestida con un sari de color morado y rojo, y su pelo lo tenía recogido con una trenza baja.
—Aisha, deja de quejarte ya. Eres una Murasaki, tu deber es aguantar. —Le recriminaba su madre, cansada de tanta lamento.
—Yo no quiero ser nada, ni quiero casarme con nadie. Si tanto te gusta con Hârûm cásate tú con él. —La mujer soltó el peine, y cogió a su hija en brazos sentándola en sus piernas.
—Hija, ya sabes que es tradición, yo también fui comprometida con tu padre, y ahora somos felices.
—Pero ¡Vosotros os queréis!
—Y tú también lo harás. Mira a tu hermano, él está prometido con Sawa, y no se queja. —La niña se cruzó de brazos e infló los mofletes como signo de enfado.
—A él le gusta Sawa desde siempre. No es justo. —Su madre solo volvió a exhalar aire
—Será lo mejor para ti.
Aisha no le respondió seguía muy molesta, pero sabía que no había nada que hacer. La obligarían quisiera o no. Se puso la ropa de las celebraciones, unos pantalones anchos, llamado patiala y una camisa larga que le llegaba por la rodilla, estando abierto por los laterales. Todo era de color morado, con pequeños encaje en dorado. Por último, llevaba el velo a juego alrededor de su cuerpo, como si fuera una cinta.
La ceremonia fue muy aburrida, y su madre le había metido más de un golpe por no prestar atención. Su hermano, y todo su clan, al menos la rama que tenían los ojos morados vestían justo de ese color. Los Aka vestían de rojo y los Daidaiiro de naranja, todos a juego con sus ojos. Si no fuera por eso ni se diferenciarían unos de otros. A no ser que fueras un Iro, como lo era mi madre, donde tu color del Bindi era diferente al de sus ojos. En ese caso, se combinaban los dos colores. Aunque era algo muy raro. Y las habilidades eran diferentes.
Ya habían empezado las danzas y música tradicionales, pero Aisha no tenía ni ganas de bailar. Solo jugaba con la arena desganada y enfadada. Entonces, vio como esta hacía algo extraño, y comenzaba a jugar con sus manos.
—¡Gaara! —dijo con alegría.
—¿Quién es Gaara? —Preguntó su hermano. La niña se sorprendió y se quedó callada. No podían descubrir que estaba allí.
—Es... mi nuevo muñeco, Âkil. Y voy a ir por él a la tienda —Se levantó muy despacio, sin parecer ansiosa, mientras sonreía. Su hermano se encogió de hombros y miró hacia otro lado. Aprovechó ese momento para salir corriendo. Vio que la arena le hacía una señal y la siguió. Algo alejado del campamento encontró al pequeño niño pelirrojo. Una sonrisa iluminó su rostro y corrió a abrazarlo.
—¡¿Qué haces aquí?! —Preguntó con alegría, sin soltarlo. —Me alegro de que hayas venido.
—Ai... me estas ahogando.
—Perdona, perdona. Bueno al menos tu arena no me atacó —comentó riéndose. A Gaara se le dibujó una pequeña sonrisa en el rostro. Hasta ese momento no se había percatado de la ropa tan diferente que llevaba. —Venga, dime. ¿A qué has venido?
—Para escaparnos, porque esperar. Podríamos hacerlo ahora. Yo puedo protegerte y...
—Pero, ¿y tu familia y la mía? Yo... —Se había quedado sin palabras. Ella no quería dejar a su familia, pero no quería casarse con ese niño.
—Yo no tengo a nadie que pueda llamar... nadie excepto tú. Podríamos... podríamos ser familia. —Aisha lo miró sorprendida. ¿Estaba solo?, antes no se lo había mencionado. Parecía estar ansioso por su respuesta. Ella le sonrió.
—Está bien, yo seré tu familia —dijo con entusiasmo. A Gaara se le dibujó una gran sonrisa en su rostro, y la abrazó con fuerza. Y ella le correspondió el abrazó riendo.
—¿Qué haces? —preguntó un niño de unos diez años, de ojos rojos a juego con su tatuaje. La niña se separó rápidamente de Gaara. —Sabes que no puedes hablar con gente a ajena al clan, y menos enseñar tu cara.
—Gaara no es un desconocido, es mi amigo, Hârûm. —Le rechistó la niña. El chico de Suna lo miró con odio.
—Me da igual quién sea. Tú eres mi prometida y tienes que hacerme caso. —Se acercó a ella, y la agarró del brazo con fuerza, intentando tirando de ella—. Y ahora, vienes conmigo.
—No... suéltame me... haces daño. Gaara, ayúdame. —Ella luchaba por liberarse del agarre, hasta que notó como la arena se interponía entre ellos, lanzándola lejos. Sin embargo, ella cayó con suavidad.
—¿Estás bien? —preguntó el jinchūriki, ayudándola a levantarse.
—¡Sí!, gracias por la ayuda. —Aisha se sacudió un poco el polvo de su ropa. —Será mejor que nos vayamos, antes de que Hârûm de la alarma...
—No va a dar la alarma, pero si deberíamos marcharnos. —Gaara le agarró la mano, pero a la niña no le gustó ese comentario. Le soltó de la mano para mirar donde debería estar el otro niño. Sin embargo, solo había sangre y un cuerpo deformado—. Te dije que te protegería. —Su voz sonaba totalmente indiferente, cambiando hasta su expresión. La niña se quedó estática. Y salió corrió hacia el cadáver de su ex prometido.
—Hârûm, ¡despierta! ¡Ayuda! —Empezó a gritar, estaba totalmente aterrada y desesperada. Había sido su culpa. —No, yo no quería esto... yo no. —Comenzó a llorar. Gaara se acercó a ella.
—Venga, tenemos que irnos Ai —señaló, cogiéndola de la mano para levantarla. Pero ella al ver que era él, lo empujó con fuerza, en intento alejarse de él. El niño se quedó estático—. Ai, soy yo. Tú amigo shinobi. —Sonreía tiernamente.
—No me mates, por favor. Por favor, no... no quiero morir. —Consiguió decir aterrada. Gaara se quedó conmocionado, le tenía miedo ¿a él?
—No te haré daño, yo nunca lo haría. Somos familia ¿Recuerdas? —Intentó acercarse a ella, pero Aisha reculaba hacia atrás, sus piernas no respondían. Le echó un rápido vistazo de nuevo al cuerpo inerte y mutilado del pequeño.
—Tú...no eres mi amigo Gaara... Eres un monstruo.
Una risa resonó en la cabeza del pequeño, «Te lo dije» fue lo único que escuchó en su mente. El Shukaku tenía razón, ella solo quería hacerle daño. Debía matarla. Las partículas de polvo empezaron a moverse violentamente. Aisha pudo levantarse y corrió, pidiendo auxilio. Sin embargo, la arena fue más rápida. La atrapó, y la alzó por los aires, cubriendo todo su cuerpo. Le desgarró el lado de izquierdo de la cara con la tierra granulada. La niña gritó del dolor, además de que se orinó encima del mismo terror y tortura. Gaara sonrió sádicamente. Iba matarla cuando, apareció una mujer de ojos rojos gritando el nombre de la niña y le atacó.
Tuvo que utilizar parte de la arena con la que tenía presa a Aisha, haciendo que esta cayera al suelo; pero cuando consiguió capturarla, la aplastó sin piedad. La menor estaba tendida en una duna, el golpe de la caída le había fracturado varios huesos, entre ellos las costillas; provocando que sus uno de sus pulmones se desgarrase y que se estuviera ahogando en su propia sangre. Gaara se acercó a ella, para acabar con su sufrimiento.
—Lo... lo siento —Es lo único que pronunció la niña escupiendo sangre al hablar. El pequeño volvió a la realidad. Y vio lo que había hecho, intentó ayudarla, pero ya era demasiado tarde, su corazón casi había dejado de latir. De sus ojos comenzaron a brotar lágrimas, y en ese momento escuchó los gritos de algunas personas. Y no pudo contener la sed de sangre del demonio, dejándolo escapar. Mientras que la pequeña niña perdía su vida escuchando los gritos de desesperación.
Continuará...
Holis amores mios!!!!!!!!!!!!
Pues nada... ya sabes lo que ocurrió con Ai cuando era pequeña. Me quedó algo gore el capítulo... si es que me gusta más una tragedia que otra cosa.
Bueno antes de nada me encantaría agradecer a los que comentáis, al igual que a todos lo que me dais votos y habéis añadido mi historia en vuestra lista. Me animáis muchísimo a continuar. Y por supuesto, también a los lectores ocultos.
Y agradecer la colaboración especial de Shukaku, que ha golpe de chancla ha querido aparecer en el fic jejeje.
Shukaku: Socorró, salvadme de esta loca.
Ludna: A callar (le lanzó la chancla XD.)
Muchos besos a todas y todos.
Nos leemos!!!!!!!!!!
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