Lazos
Ya había anochecido cuando volvió a la realidad. Gaara estaba perplejo al no entender por qué ahora la recordaba, justo en este momento. Pensaba esto mientras recogía y ordenaba los documentos, sobre todo ese, que decía que la reunión sería en un par de días cerca del Oasis de Sora.
Tenía ganas de volver a casa y ver a sus hermanos, con los que había mejorado su relación después de haber vuelto del examen de chunnin de Konoha, incluso había llegado a tenerles cariño. Mientras paseaba por la calle notaba como si alguien lo observara, algo a lo que estaba acostumbrado desde pequeño. Las personas que vivían en la aldea todavía lo miraban con terror. Así pues, decidió ignorar esa sensación, al igual que hizo con la voz del Shukaku, la que ya no escuchaba. Cuando llegó a su hogar, Temari estaba terminando de hacer la cena. Aunque no veía a Kankuro, seguramente estaría en su cuarto revisando sus marionetas.
—Gaara, ¿qué tal te ha ido el día? —preguntó con alegría al percatarse de la presencia de su hermano. Gaara la miró con una expresión fría, la que usaba con todo el mundo.
—Aburrido y productivo —respondió sin mucho ánimo—. ¿Y el tuyo? —preguntó forzosamente, no le salía espontáneamente preocuparse por sus hermanos, aunque en el fondo lo hiciera.
—Casi igual. He pasado todo el día con Kankuro, que solo sabe hablar de sus marionetas. —Le contó con resignación, y en un tono divertido.
—Te compadezco —respondió intentando cambiar el tono de su voz a uno un poco más amable. Temari sabía el esfuerzo que hacía Gaara para ser un poco más cercano, por eso no lo forzaba. Además, se sentía culpable porque ella como hermana mayor debería haber cuidado de él, y no dejar que llegará a ese extremo de soledad—. Estaré en mi habitación, avísame cuando la cena esté preparada. —Se dirigió hacia su habitación. Esta era algo pequeña, pero confortable a la vez, tenía una cama justo enfrente de la ventana y el escritorio al lado.
Se sentó en el escritorio y su mente volvió a vagar en recuerdos sobre ella, en el fondo sentía una punzada en el pecho.
Habían pasado ya varios meses desde que se fue, y todavía no había vuelto. De vez en cuando, Shukaku le torturaba con que no volvería, pero ella lo había prometido, y confiaría.
Un día estando en el parque, vio a una persona corriendo de un sitio a otro, su corazón dio un vuelco, era Aisha. Escuchaba como lo buscaba gritando su nombre. Él la saludó con la mano, y ella con prisas llego hasta su lado, casi sin aliento. Esta vez llevaba un velo azul, que solo dejaba ver los ojos, y una túnica negra.
—Te he estado buscando..., hemos venido para vender y comprar víveres, sólo estaremos hoy. Pero quería ver a mi amigo ninja —decía entrecortadamente, mientras recuperaba la normalidad en su respiración. Gaara no podía dejar de sonreír, le consideraba su amigo, no podía ser más feliz—. Te he traído estos dulces, que se que te gustaron —añadió dándole la bolsita con ellos. El joven la cogió, pero él no tenía nada que darle a ella.
—¿Hoy no te has traído tu protección? —le preguntó en tono de sarna. Aisha dio un salto hacia atrás, y se puso en posición de combate.
—¿Me vas a atacar? —preguntó con desconfianza, el niño negó con la cabeza, sorprendido por su comportamiento—. Entonces, no tengo porque llevarla, já— le contestó con orgullo. Gaara se rió.
Comenzaron a contarse historias, y sobre todo era ella la que habla de sus viajes y las ciudades que visitaba. Él se quedó fascinado, en una de las ocasiones, la cogió de la mano, sin darse cuenta. Le agradaba poder tocar a otras personas y que no le tuviesen miedo. Al cabo de un rato, Ai se levantó, tenía que irse. Gaara la miró un poco triste, la echaría de menos.
—Nunca, ¡jamás! podrás decirle esto a nadie, y si lo haces dejaré de ser tu amiga para siempre. —El joven la miró seriamente, y afirmó con la cabeza. Entonces, la chiquilla se quitó el velo, y dejó su rostro a la vista. Tenía la piel muy morena, y el pelo blanco recogido con varias trenzas pegadas al cuero cabelludo. Su cara era redonda y los ojos almendrados violetas, que hacían contraste con su piel y cabello. Pero lo que más le llamó la atención fue una pequeña herida cicatrizada justo encima del entrecejo. Gaara se sorprendió al poder ver su rostro, mientras que Ai se acercó a él, muy despacio, y le dio un beso en la mejilla, para volver a marcharse corriendo.
Él volvió a quedarse allí, llevándose la mano a la mejilla. Siempre le sorprendía, y volvió a casa con una sonrisa en los labios.
Cuando volvió en sí mismo, se tocó la mejilla, como esa vez. Ninguna otra persona le había besado. Aun así, ojalá nunca hubiera regresado, o al menos no en esos años. Si no la hubiera conocido... una lágrima cayó por su rostro.
En ese momento, Temari le avisó para cenar. Bajó a pasar tiempo con su familia, con el pensamiento de no volver a hacer daño a nadie más y de disfrutar de las personas que le importaban.
Habían pasado ya algunos días, y los tres hermanos empezaban a poner rumbo a la reunión con el líder del clan. Era una gran noticia para todos volver a retomar los negocios y el comercio. Todo se había entorpecido desde el fatídico accidente, y todo por culpa del futuro Kazekage.
Continuará...
Hola de nuevo, he subido el segundo capítulo también, porque es corto, y lo tenía escrito. Espero que os haya gustado, y vuestros comentarios, tanto para bien como para mal.
Un beso y que seáis muy felices.
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