El precio de una vida
Enfrente de ellos, apareció otro equipo de Konoha, dos jóvenes de cabello castaño, uno de ellos con los ojos azules y la piel más blanca; el otro ninja empuñaba una katana. La chica tenía el pelo negro y los ojos de color blanco, era muy parecida al otro shinobi de Konoha.
—Kaito, ellos son los que les mostraron el pergamino a Neji y su equipo —resaltó la chica, haciendo los sellos del perro, tigre, perro y tigre, para activar su Byakugan.
—No te precipites, Yoko. Genji, ten cuidado con el marionetista —mencionó el ninja de los ojos claros, sacando unos sais—. Yoko y yo nos ocuparemos de las marionetas y Genji, las otras no te supondrán ningún problema.
—Shan quédate atrás, nosotros te defenderemos —ordenó su compañera. La chica asintió con la cabeza. —Satoru, destrózales. —El chico sonrió, y lanzó su ataque con sus dos marionetas, Ir, que tenía cuchillas en vez de manos, y Sa, que tenía una katana.
Los contrincantes lo esquivaron sin problemas, y comenzaron a luchar, tanteando en busca de algún hueco por donde atacar al joven. A pesar de que lo intentaban, la tercera marioneta era utilizada como escudo.
Shandi prestaba mucha a la kunoichi, su técnica era increíble, nunca había visto utilizar el chakra con tanta precisión y elegancia. En una de las veces que había golpeado a la marioneta Ir, había conseguido desactivar los hilos de chakra, provocando que cayera al suelo. Aunque Saturo lo solucionó con rapidez.
Mientras Irei, luchaba con Genji; ella hacía girar su arma, lanzándola contra el oponente para intentar dañarlo. Sin embargo este lo esquivaba, lo único es que le mantenía a una buena distancia. Una de las veces que lanzó la oz contra el shinobi, consiguió herirle la mano.
El otro ninja de Konoha, al ver a su compañero herido, lanzó un kunai a Shandi, quién estaba distraída. Satoru la protegió con su marioneta, siendo un blanco fácil para Yoko, que atacó sus puntos vitales con el puño suave, lanzándolo varios metros.
Sus compañeras corrieron a socorrerlo. Mientras que la kunoichi médico reactivaba su circulación, Irei les protegía, algo que comenzaba a ser difícil.
—Shan, que te queda —Su compañera se empezaba a impacientar, además de que le costaba mantener a raya al otro equipo.
—Gracias, ya me encuentro mejor. —Volvió a la batalla con sus marionetas, ayudando a su compañera. Sabía de sobra que un médico debía quedar fuera del campo de batalla, que su misión era la de dar apoyo y cuidar a sus compañeros; no obstante, se sentía tan inútil. Siempre la tenían que estar protegiendo, y ella también quería luchar.
La Kaimatachi observaba la batalla, fijándose de nuevo en los movimientos de la chica. No tenía ninguna debilidad, parecía que tenía una visión de 360º, al igual que fuerza y resistencia. Justo acaba de destrozar la marioneta Sa, tenían que derribarla.
Shandi juntó las palmas de sus manos, puso sus manos una encima de la otra, dibujando un círculo y respiró profundamente. Entonces, salió corriendo hacia la ninja de Konoha, escuchó a sus compañeros gritar su nombre. Sabía que era una imprudencia, pero tenía que hacerlo.
«Tengo que tocarla» pensó, a la vez que extendía sus manos hacía su contrincante.
Yoko la golpeó con fuerza en uno de sus puntos vitales, Shandi sangró por la boca manchando el velo.
—Qué estúpida. —La kunoichi iba rematar su técnica, cuando la chica de Suna agarró una de sus muñecas y con la otra mano le golpeó en el pecho. La chica cayó al suelo como si estuviera muerta. Se hizo el silencio en la batalla. Los dos shinobis de Konoha se quedaron petrificados, observando el cuerpo inmóvil de la chica tirado en el suelo. Entonces, Shandi se llevó la mano al pecho cayendo de rodillas, le había provocado lesiones internas el golpe recibido.
—¡Hija de puta! —vociferó Kaito, lanzándose contra la chica herida. Sus compañeros se interpusieron.
—Estáis en desventaja, danos vuestro pergamino —ordenó Irei, con la mirada fija en los otros dos chicos. Estos estaban furiosos y con lágrimas en los ojos.
—Habéis asesinado a nuestra compañera, pagareis... —No pudo terminar la frase, ya que Shandi lo cortó.
—No está muerta. —Trataba levantarse del suelo—. Solo está anestesiada, se despertará dentro de diez horas, más o menos.
El chico se acercó y le tomó el pulso a la joven, suspirando aliviado. Miró fijamente a la chica de rodillas en el suelo, y con odio le entregó el pergamino de la tierra. Cogieron a su compañera y se marcharon.
—¡Lo conseguimos! —clamó Satoru histérico, sin dejar de saltar—. ¡Somos el mejor equipo!
—Sí, sí, sí, cálmate ya. —Reprendió a su compañero, por el escándalo formado—. Y tú, nunca vuelvas a hacer algo tan estúpido y arriesgado. Te expusiste demasiado. Tonta. —Dándole un coscorrón. La chica sonrió, aunque volvió a toser con fuerza, debido al ataque.
—Pero gracias a ella lo logramos. ¡Viva!
Shandi consiguió levantarse del suelo con ayuda. Todavía le costaba hablar, no obstante ahora lo importante era llegar a la torre, antes de encontrarse con otro equipo.
Reanudaron el viaje, sus compañeros ayudaban a la mayor a caminar, ya que aún le resultaba difícil moverse. Aunque su recuperación era bastante rápida, después de una hora ya podía proseguir el trayecto sin ayuda.
Se originó una repentina tormenta de arena. El polvo en suspensión redujo la visibilidad a cero, imposibilitando la continuación del viaje.
—Será mejor que nos refugiemos hasta que finalice la tormenta —observó Irei, sacando un enorme trozo cuero den un pergamino y tapando a sus compañeros con ello.
—¿Dónde vas? —preguntó su compañero al ver cómo Shandi se acomodaba más el velo y ataba un trozo de tela en sus ojos.
—El equipo de Konoha tiene a su compañera anestesiada por mi culpa, voy a ayudarles.
—Espera, no vamos a dejar que vayas sola...
—Chicos, estoy más acostumbrada que vosotros a viajar en estas condiciones. Iré más rápida sola. —Se fue sin esperar a que sus camaradas le contestarán. Su obligación era ayudarles. Las tormentas de arenas le hacían recordar a su familia, como cuando su padre la cargaba en su espalda, porque era muy pequeña como para caminar sola en la tormenta.
Sonrió ante el recuerdo. Llevaba un rato deambulando por el desierto, no se había cruzado con nadie en todo ese rato. Le parecía raro que no hubiera nadie cerca, además estaba el vendaval que se había formado tan repentinamente. Nunca había visto una tormenta crearse así, y lo más raro era la cantidad de chakra que contenía.
Entonces, la tormenta paró, se desvaneció en la nada. Shandi le quitó la venda los ojos, y continuó su camino en busca del equipo de Konoha. Sin embargo, mayor fue su sorpresa cuando se topó con algo mucho mejor. Gaara, ese monstruo, estaba siendo atacado por lo que parecía ser un monje, y le estaba intentado extraer su bijū con una cadena de sellado que salía de su Biwa*. Una sádica sonrisa se dibujó en su rostro. Al final todo podría salir bien, y no tendría que abandonar Suna, podría quedarse con su equipo y ser feliz.
Había, también otra chica de pelo verde, de Takigakure en la misma situación, estaban de rodillas en el suelo, sufriendo. A ella no le importaba, eran demonios, y como tal tenían que sufrir y morir. No podía estar más excitada. Se encontraba escondida detrás de una gran duna, acechando para que no notaran su presencia.
Ver el tormento del Kazekage se le provocaba regocijo. Entonces, la chica de Taki creó un capullo para detener la extracción. Shandi empezaba a impacientarse, los quería muertos. Justo en ese momento apareció el equipo de Matsuri, el de Neji, y dos ninjas de Taki, compañeros de la jinchūriki.
—¡No! —alzó la voz, aunque nadie la escuchó. Los estaban salvando, todos atacaban al monje mientras los shinobis de Konoha entraban dentro del capullo. Shandi se llevó el dedo a la boca volviendo a morder con fuerza.
«¿Por qué? Son monstruos, asesinos ¿Por qué lo salvaban? Deben morir» Pensaba furiosa. Sus ilusiones se vieron frustradas, sus esperanzas de llevar una vida normal se rompieron.
Salió corriendo, no quería ser testigo de cómo se libraba de la muerte. No podía serlo. Aceleró el pasó, solo quería desaparecer. Gritó para desahogarse. Mantuvo ese ritmo durante un gran rato hasta que vislumbró a lo lejos a sus compañeros, su corazón se encogió. Estaban siendo atacados, y fue espectadora de cómo apuñalaron a su compañera y le rajaron la garganta a su compañero.
—¡No! —Su voz se quebró con gran alarido. Los ninjas de Amegakure desaparecieron antes de que ella hubiera llegado ante sus compañeros—. No, no, no, no. Sato, resiste, no te vayas. —Se agachó ante su compañero intentando cerrar la herida con su chakra—. Ire ¿Cómo estás?
—Yo... estoy, estoy bien. Sálvalo —pidió la kunoichi, mientras se sujetaba fuertemente el hombro derecho para detener el sangrado. Shandi se quitó el velo y se lo dejó a su compañera. El chico intentaba hablar, No obstante la sangre no se lo permitía, se estaba ahogando en el líquido caliente.
—Vamos, vamos, ¡vamos! —bramó enfada. No le curaba, tanto odio había acumulado en su cuerpo, que no podía salvarlo. Sus ojos se llenaron de lágrimas, notaba como su vida se escapaba de sus manos—. No me dejes, tienes que convertirte en chūnin, tienes que luchar contra el chico de Konoha. No... —Expiró su último aliento. Su corazón se quebró. Era su culpa, ella no permaneció allí, no había mantenido su corazón limpio de malos sentimientos, no pudo salvarlo. La imagen del cuerpo desmembrado de Hârûm apareció en su mente.
Rompió en llanto, abrazando el cuerpo sin vida de Satoru.
—¡Deberías haber muerto tú¡ ¡¿No eras la mejor médico?! ¡Haz algo! —gritó furiosa Irei. Le lanzó una piedra cercana.
Entonces lo recordó, su madre le hizo prometer que nunca lo haría. Únicamente en caso de emergencia y no podrían haber pasado más de diez minutos de la muerte, o su vida correría peligro. Solo vio ese ritual una vez. Dejó el cuerpo sobre la arena y empezó a realizar los sellos que vio hacer a su madre; primero puso una mano encima de la otra formando un círculo, luego enlazó sus dedos índices, y por último junto sus pulgares, índices, corazones y meñiques por la puntas, juntando los dedos anulares, los que están conectados directamente al corazón, por la segunda falange. Justo en ese momento, activó su Bindi. Por lo que comenzó abrirse la herida de su frente, mostrando un tercer ojo de color violeta justo encima del entrecejo.
Llevó sus manos al corazón y frente de Satoru, y comenzó a darle chakra y energía vital. Irei se quedó en silencio al ver el tercer ojo. Shandi se forzaba el máximo, tenía que traerlo de vuelta. Sintió su alma, la divisó acercándose al cuerpo. Se quedaba sin fuerzas. Satoru despertó de golpe, llevándose las manos al cuello respirando agitadamente. Su herida se había currado, estaba vivo. Su compañera lo miraba todo incrédula, no entendía que había pasado, hace un segundo estaba muerto.
Entonces, la Kaimatachi comenzó a notar un terrible dolor en la garganta, y el sabor metálico de su sangre en la boca. Tenía el gaznate abierto, a pesar de que su vida se iba, consiguió que él viviera. Escuchó los gritos de sus compañeros llamándola, animándola. Sin embargo, ya era el momento de descansar y volver a morir una vez más.
Continuará...
Holis de nuevo. Si se que me van a odiar, pero tendrán que esperar al siguiente capítulo a ver que pasa. Esto de ver Juego de Tronos e inspirarme en las muertes... ¿Morirá? ¿Se salvará?, ¿quién la salvará?
!Uajajaja! Bueno, estoy a la espera de vuestros comentarios, vuestro tomates, o inclusos vuestro ánimos de muerte de Shandi.
Quiero dedicar este capítulo a todos lo que lo leen y me dan votos, pero en especial a chicacool-chan por haber sido la primera persona en comentar el fic. ¡¡¡¡Gracias!!!!
También va dedicado con mucho amor a BeaDesaster por haberme hecho esta portada tan super chula. Millones de gracias.
Un beso a todos, y feliz domingo.
Ludna.
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