Dudas
Por otra parte, Kankurō y Temari seguían cerca de la hoguera observando por si ocurría otra anomalía, ya que hacía algunas horas que no habían escuchado ningún ruido, ni siquiera vieron algún movimiento. Temari se había acercado en más de una ocasión a comprobar el pulso de Gaara y Shandi, sin embargo, cada vez que intentaba tocarlos, notaba como su chakra era absorbido. Así, lo único que podía hacer era fijarse en sus respiraciones, pues seguía muy preocupada por su hermano.
—Temari... está bien. Si le hubiera ocurrido algo lo sabríamos —Kankurō intentó tranquilizar a su hermana por cuarta vez. Mientras, la mayor volvía a sentarse y suspirar.
—Ya lo sé. Ahora que hemos recuperado a nuestro hermano me da miedo perderlo.
—Sí, pero... —No pudo continuar la frase, puesto que fue interrumpido por los gritos de Shandi. Se levantaron de un salto, para ver como la joven comenzaba a sangrar por la nariz y su tercer ojo. Se quedaron callados, sin saber qué hacer, mientras que ella gritaba y jadeaba.
—Lo siento... Lo siento —repetía una y otra vez. Kankurō intentó despertarla cogiéndola de los hombros, pero fue empujado por el chakra del Shukaku.
—¿Qué podemos hacer? ¿Temari? —le preguntó. Ésta seguía mirando la escena, intentando buscar una solución.
—Prueba con tus marionetas.... ¡vamos, rápido!
—¡Sí, ya voy! —Sacó a Karasu, para coger a la kunoichi con sus brazos e intentar separarla de Gaara. Sin embargo, la arena del pelirrojo lo tomó como un ataque, protegiendo a ambos de la marioneta— ¡Mierda!
No contaban con que la arena fuera a reaccionar, haciendo que fuera imposible cualquier tipo de acercamiento. Kankurō intentó el mismo procedimiento una vez que la arena se disipó, pero esta vez la marioneta fue atrapada y aplastada por la protección de Gaara.
—No... Karasu —dijo Kankurō algo abatido, y se dio la vuelta para mirar a Temari buscando consuelo sin ver que la arena iba directo hacia él.
—¡Kankurō, cuidado! —Le gritó, mientras sacaba su abanico para apartar a su hermano de la trayectoria de la arena con una gran ráfaga de aire, lo que provocó que ésta fuera atacarla a ella, teniendo que saltar hacia su izquierda para esquivarla.
—Hermanita, mala idea lo de usar a la marioneta.
—Muy mala —respondió, viendo como Kankurō se acercaba a ella y sacaba los pergaminos con sus otras dos marionetas dentro—. ¿No querías diversión? pues ya la tienes. —Se preparó para la siguiente arremetida de la barrera de su hermano. Sin embargo, ésta no volvió a atacar. —Parece ser que no nos dejará acercarnos.
Seguían escuchando los jadeos de angustia de Shandi, no obstante, no podían hacer nada para ayudarla. El sentimiento de impotencia les resultaba insoportable, ya no sólo por ella, sino también por su hermano. No sabían si estaba bien o no. Kankurō golpeó la pared como respuesta a su frustración.
En ese momento, vieron como la chica comenzaba a expulsar el chakra absorbido con anterioridad, como si lo estuviera vomitando, entonces volvió en sí. Sin embargo, su expresión era de pavor. Y, al mirar a Gaara se quedó petrificada durante unos instantes, hasta que sus piernas pudieron reaccionar y se levantó para salir corriendo de allí. Los hermanos la llamaron, pero ella los ignoró adentrándose en los túneles.
El joven, que seguía tumbado en el suelo, comenzó a despertarse; tanto Temari como Kankurō sonrieron aliviados.
—Gaara, ¿cómo estás? —preguntó Temari con preocupación, acercándose a él, para ayudarle a incorporarse. Gaara se llevó la mano al cabeza, algo desorientado, y bostezó.
—Bien... ¿ha pasado algo? —preguntó confundido. Los hermanos se miraron de reojo—. ¿Dónde está Shandi?
—Bueno... todo iba bien, hasta que Shukaku quiso dominarte, pero Shandi lo mantuvo todo bajo control, absorbiendo parte de su chakra —explicaba Kankurō. Gaara lo miraba con el entrecejo fruncido— y, luego se volvió loca, tu arena intentó matarnos y salió huyendo. —Terminó de explicar, encogiéndose de hombros. Temari se llevó la mano a la frente, su hermano no podía tener menos tacto al dar las noticias. Gaara abrió los ojos como platos.
—¿Por dónde se fue? —Se levantó para buscarla. Kankurō le señaló la abertura por donde había escapado—. Vosotros id a la salida, ahora os alcanzamos. —Gaara se adentró para rastrearla.
Mientras tanto, Aisha iba corriendo sin control, tenía que escapar, por lo que se iba tropezando todo el rato, y en más de una ocasión cayó al suelo. En su último tropiezo, su pie quedó encajado entre dos rocas, provocando una torcedura de tobillo. Y, aun así, se levantó y siguió avanzando. Su instinto de supervivencia era más fuerte que cualquier otro dolor. No obstante, el túnel terminó en una pequeña bóveda sin salida. Escuchó pasos que resonaban por toda la galería. Se sentó en el suelo, resignada. De sus ojos color púrpura empezaron a brotar lágrimas.
«Lo siento Hârûm, lo siento Kamra, no he podido hacerlo... ¡Perdonadme!» Rompió a llorar silenciosamente, o al menos, con el mayor sigilo posible. Al cabo de un rato, notó su presencia justo enfrente de ella. Su cuerpo empezó a temblar, y se mordió el labio para no dejar escapar un quejido. Su pelo blanquecino ocultaba su rostro, no podía mirarlo, el terror se lo impedía.
—¿Shandi? ¿Te encuentras bien? —Le preguntó con un tono de voz que denotaba preocupación. Aisha no respondió, y un hilo de sangre cayó por su barbilla, debido a la fuerza con la que se estaba mordiendo a sí misma. Gaara intentó agarrarle la mano, pero ella se zafó y se llevó las manos a la cabeza.
«¿Qué te ha pasado?» Se cuestionó con pesadumbre. Decidió sentarse a un lado de donde se encontraba la chica, realmente parecía aterrada... ¿por él? Le recordó tanto a ella que una punzada le atravesó el corazón. Él la había atacado a sangre fría y vio como moría. El tiempo pasaba, pero la tensión no desaparecía.
—Sabes, hace tiempo tuve una amiga que era muy parecida a ti. — Empezó a hablar. «Por no decir que sospecho que eres tú» pensó—. A ella también le gustaba ayudar, era algo —hizo una pausa— excéntrica y muy animada. Ahora que lo pienso, también me recuerda a Naruto —divagó un poco en sus pensamientos.
«Ese nombre de nuevo» Reflexionó, con su mirada clavada en el ninja, aunque por la oscuridad no podía verlo, intuía donde se encontraba. Realmente no sabía si fiarse o no, pero en ese momento no podía hacer nada, el veneno sólo funcionaría con él si lo ingería. Debía tranquilizarse. Sin embargo, era tan difícil, después de haber revivido su propia muerte varias veces; todo había sido tan real.
—Pero, ella no era una cobarde, y sé que tú tampoco. No sé qué te habrá pasado, no obstan...
—¿Shukaku es siempre así? —susurró. Gaara se sorprendió.
—¿Has hablado con él? —La chica afirmó con la cabeza, pudo verlo por el brillo de su pelo. No sabía que responder.
—Él... ¿Te hace daño? —Alzó un poco la cabeza secándose las lágrimas. Necesitaba saber eso. Había sido una tortura horrible; la obligó a revivir esa escena una vez tras otra. Su risa resonaba todavía en su cabeza.
—No, ya no se lo permito —respondió. Recordaba esa sed de sangre y la sensación de vacío.
—Entiendo... —Se hizo el silencio.
Gaara no era bueno en esto de animar, «Temari sabría qué hacer. Ella siempre sabe que decir» Suspiró.
—Si necesitas —hizo una pausa— hablar —pronunció al final el chico de ojos turquesa. Aisha se sorprendió al ver su preocupación, pero no se dejaría engañar... él era un asesino.
—No —contestó de una forma cortante y apresuradamente—. No es necesario, pero gracias. —Suavizó el tono, no podía olvidar su objetivo. Se levantó y sintió el dolor en su pie. Soltó un quejido, y notó como su cuerpo se tambaleó al entumecimiento de sus piernas. Gaara la sostuvo con rapidez para que no cayera. Ésta se separó de él con recelo y nerviosismo, no le gustaba que la tocaran, y mucho menos él.
—¿Estás bien?
—Sí, creo que me lesioné el tobillo más de lo que pensaba —Rió, para ocultar su miedo y desazón. No debía mostrar debilidad.
—Deja que te ayude. —La agarró por la cintura, pasando el brazo de la chica por detrás de su cabeza. Gaara sintió una sensación agradable y familiar al estar en contacto con ella.
—No, no es necesario, puedo ir yo sola...—Intentó zafarse, pero el chico ya empezó a caminar.
—Tardarás un rato en recuperarte y yo me conozco estás galerías mejor que nadie. —La kunoichi seguía intentado ir por su propia cuenta, realmente se sentía muy incómoda en esa situación—. Shandi, si no te estás quieta tendré que llevarte con mi arena. —Aisha al escuchar eso, le temblaron las piernas, haciendo que se tropezara. Gaara la sostuvo con fuerza. Ningún de los dos dijo nada durante todo el trayecto. Sin embargo, mientras ella ansiaba que se acabara pronto, él quería estar más rato así. Llegaron a la salida de la cueva.
—Ya puedo ir yo sola. —Gaara la miró de reojo. Se sonrojó al ver su rostro tan cerca del suyo, aunque desde ahí solo veía su lado izquierdo, el que tenía la cicatriz. La soltó, y ella le sonrió—. Muchas gracias —agradeció con una pequeña reverencia.
—Gracias a ti por permitirme descansar. Y, lo siento. —Ella se sonrojó al escuchar su disculpa, no debía dudar... no obstante, lo hacía. Salieron fuera, y vieron a Kankurō y Temari a unos metros de ellos.
—¡Menos mal! Ya pensaba que íbamos a tener que ir a buscaros —comentó el marionetista en un tono desenfadado—. Por cierto, Gaara, tu arena rompió a mi pobre Karasu, espero una compensación económica. —El menor lo miró y rodó los ojos.
—Qué suerte que no te haya roto ningún hueso. Tus juguetes te los pagas tú —Temari rió con ganas ante el comentario de su pequeño hermano y de la cara de sorpresa que se le quedó al mediano. Aisha era ajena a la escena.
—Oye, ¿y tú de qué te ríes? ¿Seguro que si le hubieras roto el abanico a Temari se lo arreglarías?
—Sí, tienes razón. Y ahora volvamos a la aldea, ya esta amaneciendo. —Se podían ver los primeros rayos del sol y Gaara quería volver antes de que anocheciera. Kankurō siguió quejándose un rato más acerca de que nadie lo respetaba ni quería en esa familia.
—Toma esto es tuyo, te lo dejaste en la cueva —Temari le devolvió su velo, sacándola de su ensimismamiento. Lo cogió gustosa y se lo colocó como siempre.
—Muchas gracias, Temari-san. —La kunoichi del abanicó sólo sonrió y se encogió de hombros.
«A lo mejor... juzgué demasiado rápido a esta chica» pensó la rubia.
—Oye, Shandi-san, si quieres, cuando volvamos a casa podrías quedarte a cenar. A Gaara seguro que le haría ilusión. —La invitó, mientras se rascaba la cabeza por detrás. La Kaimatachi sonrió.
—Muy amable, pero quiero llegar e irme a dormir pronto. ¿Otra vez será? —rechazó la invitación con cordialidad. Sin embargo, sus tripas sonaron justo en ese momento, llevaba más de doce horas sin probar bocado. Rió de vergüenza. La mayor le devolvió la sonrisa, y saco un sándwich de su mochila.
—Toma, son los favoritos de estos dos...
—Gracias —Temari se volvió a encoger de hombros y se adelantó para intentar callar a su hermano.
Durante todo el camino de vuelta, Aisha se quedó algo más rezagada. Tenía muchas cosas en que pensar; no se iba a echar para atrás en su plan, pero ¿cuánto le habría afectado el demonio? ¿Sería verdad que habría cambiado? Todas esas preguntas le pasaban por su cabeza, la cual se dividía en dos bandos. A mediodía, comenzaba a tener dolor de cabeza y el cansancio mental le hacía mella, no sólo por sus cavilaciones, sino por el sobreesfuerzo que había tenido que realizar la noche anterior.
Ya era de noche cuando llegaron a las puertas de la villa; había estado evitando en todo momento mantener alguna conversación con ellos, estaba demasiado cansada. Así pues, despidiéndose apresuradamente se separó de ellos para volver a lo que ahora llamaba su hogar.
—Gaara, ¿no vas a acompañarla? —preguntó su hermano. El joven se quedó sin palabras—. Un hombre siempre acompaña a su "novia" a casa. —Gaara lo miró cansado. Daba igual como se lo explicara, él no lo entendía.
—No creo que sea necesario. —Estuvo notando su rechazó desde que la encontró y no quería incomodarla más. No sabía qué había hecho Shukaku para que estuviera así, pero le preocupaba—. Y es sólo una amiga.
—Pss, lo que tú digas hermanito —dijo con dejadez, empezando a caminar hacia casa. Gaara suspiró—. Pero, deberías regalarle algo, a las chicas siempre les gusta esas cosas. —El menor lo miró con disgustó.
—En eso tengo que darle la razón, no debes ser maleducado. Un Kage tiene que ser agradecido y no deber nunca un favor —Le recordó su hermana. Era una lucha perdida contra ellos dos.
—¿Y qué podría regalarle?
—Algo que le guste —respondió Temari. Gaara reflexionó.
—Y ¿qué le gusta a las chicas?
—Por Kami, ¡eres el Kazekage!, utiliza tu influencia para algo; haz que un ANBU la investigue —Le sugirió Kankurō. Temari lo golpeó.
—No debes hacer eso. Gaara piénsalo por ti mismo y no hagas caso a este idiota. —Miró al marionetista con desagrado y se adelantó en el camino bastante airada.
—Ay, ¡qué bruta es! —Se quejó una vez más, mientras que Gaara negó la cabeza. —Gaara, recuerda lo que te he dicho: utiliza tu influencia. —Le susurró para que su hermana no le escuchará.
Una vez en casa cenaron con tranquilidad, hablando de temas sin importancia, aunque sus hermanos se fueron a acostar pronto, debido al cansancio. Por otro lado, Gaara se sentía bastante descansado, no recordaba cuándo fue la última vez que se sintió tan relajado.
Para ser sinceros, el encontrarse más enérgico le había ayudado a pensar con más claridad, además de que estaba totalmente seguro de sus sospechas; ahora la pregunta era ¿cómo hacerla confesar?
Esa era una duda que le asaltaba, ¿cómo acercarse de nuevo a ella sin que le rechazara? Había visto su terror, y aunque había sido amable, notó con facilidad su incomodidad. Ella nunca había estado cómoda con él, pero no hasta ese punto. ¿Realmente debía odiarle? Normal, con el daño que le hizo, quién no lo haría; hasta la mayoría de habitantes le temían aún. Sólo si no la hubiera conocido, si no se hubieran hecho amigos... Necesitaba disculparse con ella, pero ¿cómo?
A lo mejor su hermano tenía razón con lo del obsequio, ya que podría ser una manera de entablar conversación con ella. Sin embargo, no sabía que podía regalarle; lo único que sabía de ella era que le encantaba la comida. Gaara suspiro. «No creía que las relaciones amistosas fueran tan complejas»
Mientras tanto, Aisha seguía en la bañera, el agua ya se había quedado fría, pero su cuerpo no notaba la ausencia de calor, aunque fuera muy sensible ante ello. Estaba encogida con sus manos abrazando sus piernas, y su pelo húmedo pegado a rostro. Estaba perdida en sus pensamientos, vagando por sus recuerdos y sopesando opciones.
Todavía se seguía culpando por las muertes que provocó; tan sólo si hubiera aceptado su destino y no hubiera pretendido escaparse... todo seguiría igual. No habría tenido que despertar sola en el desierto junto a su propia tumba, la de su padre y los otros dos asesinados; no la habrían vendido como esclava; ni habría estado bajo el yugo de Hashim... y todo era su culpa. No, su culpa no; era la de Gaara, él había sido quién le arrebató todo. Le odiaba tanto, y sin embargo... ¿por qué se veía incapaz de asesinarlo?
Estos últimos meses había estado preocupándose por ella y comprobó que muchas personas lo admiraban y respetaban. ¿Y sí hubiera cambiado? le dolía la cabeza de tanto cavilar sobre el asunto, realmente estaba confusa. Era difícil procesar tantos sentimientos al mismo tiempo. Así que, lo mejor sería intentar dormir y dejar de pensar. Salió de la bañera y, ya vestida, con el pelo empapado se acostó, no sin antes intentar relajar su mente.
Todavía no había amanecido cuando un joven ANBU paseaba por los pasillos del edificio del Kazekage. Lleva la cara y el pelo tapados por una máscara de demonio de color azul. Esa noche tenía turno de vigilancia y se tomaba su trabajo muy enserio, ya que su misión era garantizar la seguridad del líder de la aldea esa noche. Hacía pocos días que había ascendido como ANBU, y como parte del clan Kakeru, los cuales se encargaron de la protección de los Kages durante generaciones, el debía seguir el ejemplo. Hacía algún tiempo, había temido a Gaara como todo habitante de la villa, pero desde que se convirtió en el Kage ese miedo u odio desapareció; debía honrar a su familia y todo lo que su apellido representaba.
Seguía con sus cavilaciones, cuando un ruido le saco de ellas, cogió un kunai de su bolsillo y se preparó para él ataque. Vio una sombra moverse y lanzó el arma, siendo rechazada por la sombra.
—Hey, oye, que soy Kankurō, el hermano del Kazekage —dijo el shinobi haciéndose más visible con una media sonrisa en la cara y una de sus marionetas sacadas. La expresión del joven cambió de seriedad a pánico, casi mata al hermano del Kage.
—Discúlpeme Kankurō-sama, no pensaba que fuera usted. Lo sien...
—No me llames así, yo no soy Gaara. Y me alegra ver que tenemos hombres de confianza que están dispuestos a defenderl3. —Le alabó. El anbu se sorprendió ante el comentario, y sonrió para sí.
—Yo haría cualquier cosa por nuestro Kazekage.
—¿Cualquier cosa? —meditó unos instante el marionetista. Entonces esbozó una sonrisa algo siniestra. —Tú nombre es Kakeru Shishio, ¿no? —El joven afirmó con la cabeza, haciendo que la sonrisa de Kankurō aumentara—. Bien, te estaba buscando. El Kazekage tiene una misión para ti. —Le comentó, teniendo toda la atención del joven.
Continuará...
Holis a todos, espero que os haya gustado el capítulo, y que no os haya aburrido mucho... por cierto, todos sabemos lo que le ha pedido Kankurō al nuevo personaje, porque si voy a incluir dos oc nuevos, a ver que tal se ve el fic con ellos.
Y nada, espero vuestras opiniones, críticas o tomatazos, creo que Shukaku estaba repartiendo alguno a la entrada del fic.
Un beso enorme.
Pdt: calculó que quedaran como 4 o 5 capítulos para finalizar este fic... bueno la primera temporada.
Por cierto, quiero dedicar el capítulo a KarenHikari por ser mi beta y ayudarme con el fic. Muchas gracias hermosa!!!!!!!!!!!!
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