Decisiones
Al final, el concejo había decidido mantener a la Kunoichi en la aldea. Con ese poder de curación y ese jutsu, era mejor que estuviera allí a que formara parte de otra villa. Con esta resolución, una semana después, ella junto con Matsuri fue enviada a una misión de clase C, en cual había que acompañar a un comerciante de jarrones hasta Konoha, que allí tenía una venta. Había mandado a Matsuri a dirigir la misión, puesto que ella había ascendido a chunin durante el examen. La charla que había tenido con ella había sido muy directa, al haber sido su alumna podía confiar en ella para esa misión. Y todo fue por la pregunta que le hizo él, varios antes de la misión.
El Kazekage se encontraba, como siempre, en su despacho haciendo todo el papeleo cuando Matsuri entró en la oficina para entregarle un reporte de una de sus misiones. La chica parecía inquieta, como si quisiera preguntarle algo.
—¿Qué te ocurre? —preguntó finalmente el que había sido su maestro, mirándola fijamente. La chica buscaba las palabras para decírselo.
—¿Qué sucedió con el clan Kaimatachi? —Gaara la miró sorprendido, se esperaba cualquier pregunta menos esa.
—¿Quién te habló sobre eso?
—Shandi... —dudó en contestar. Gaara frunció el ceño, esperando más información—. Más bien gritó, que no entendía cómo te admirábamos y que realizaste una matanza en su clan... —Gaara suspiró con fuerza, y miró por la ventana.
«Así que era eso, si tanto rencor me tiene...», apenas podía pensar con claridad.
—Gaara-sama, perdone si me entrometí.
—No te preocupes... Quiero pedirte que hagas una misión de vital importancia —le insinuó a la chica. Esta afirmó con la cabeza—. Necesito que mantengas vigilada a Shandi durante una misión que realizaréis en Konoha. Me comunicarás cualquier información relevante sobre su clan o su pasado. No hace falta que remarque la confidencialidad y discreción.
—No, Gaara-sama. Llevaré a cabo la misión, no le fallaré.
Después de esta conversación, convocó a las dos ninjas para darles la misión y partieron junto con el mercader que necesitaba de sus servicios.
Para Gaara fue una liberación que se marchara de Suna durante varios días, por eso mismo le entregó esa misión. Necesitaba ese tiempo de reflexión, se estaba obsesionando mucho y no quería alterarse. Cuando volviera se preocuparía de nuevo.
Ese día le apetecía pasar tiempo con sus hermanos, así que decidió terminar pronto el trabajo, para poder cenar con ellos. Sabía que ellos estaban algo preocupados por su comportamiento durante estos días. Debía compensarlo.
Así pues, se dispuso a ir al ala oeste del edificio del Kazekage, que es dónde vivía desde antes de celebrar el examen chunin. Le había resultado incómodo tener que vivir en el mismo lugar donde trabaja, pero Temari había insistido por su seguridad, y no hay nadie más testaruda que ella.
Esa parte del edificio, estaba dispuesta como una casa, hasta Kankurō tenía su taller de marionetas. Entró por una de las puertas que daban a un tatami, y descalzándose se adentra en el habitáculo.
—¿Gaara? ¡Has llegado pronto! —saludó su hermana bastante feliz de verlo. Gaara asintió—. ¿Qué tal el día?
—Como siempre. ¿Qué estás preparando de cena? —preguntó en un tono un poco adusto.
—Estaba intentando cocinar tu plato favorito. Pero no sé cómo quedará...—contestó. A Gaara se le hizo la boca agua cuando visualizó las costillas, incluso sus ojos brillaron con algo de ilusión. Su hermana era muy considerada.
—Muchas gracias, Temari —Esta encogió los brazos como signo de que no era nada, y se llevó las manos a la cintura sonriendo con orgullo—. ¿Necesitas ayuda? —Temari se sorprendió ante el interés de su hermano.
—¡Claro! Puedes... poner la mesa —se le ocurrió. Gaara asintió y se dispuso a hacer la tarea. Mientras Temari le contaba su día, y como a un chico de la aldea se le había ocurrido la tonta idea de declarar sus sentimiento hacia ella. Obviamente ella le había rechazado. Gaara sonrió, su hermana era demasiado ruda y orgullosa, no obstante también era cariñosa y preocupada. A veces se preguntaba si su madre también había sido así.
Una vez que la cena estuvo preparada, avisaron a Kankurō, quién fue el primero en sentarse a la mesa.
—Temari... la próxima vez puedes hacer... hamburguesas —dijo mientras devoraba una de las costillas—. Eftán mu rica.
—¡No hables con la boca llena! —le riñó su hermana. Gaara no hacía mucho caso a la disputa, él estaba absorto disfrutando de su cena. No prestaba atención hasta que un comentario casi provoca su atragantamiento.
—Bueno, hermanito... ¿nos vas a contar porqué chica estabas tan decaído? —sonrió con autosuficiencia, mientras el menor intentaba no ahogarse y Temari le miraba incrédula—. Si necesitas consejos, ya sabes que puedes hablar conmigo.
—¿Contigo...? ¿Y qué le vas a enseñar? ¿Cómo ligar con marionetas...?
—¡Que hay de malo en practicar conversaciones...! Yo al menos no voy golpeando a todo hombre que se me acerca.
—¡Yo sí que te voy a golpear! —amenazó Temari. Gaara sonrió levemente ante la disputa de sus hermanos. Y por otra parte suspiró.
«¿Sospechará Kankurō algo?» reflexionó para sí, a la vez que la pelea de sus hermanos continuaba a su alrededor. Temari ya estaba sujetando a su hermano por el cuello de la camiseta y preparando un golpe en la cabeza, cuando fue interrumpida.
—No hay ninguna chica, y me gustaría tener una cena "normal" con mis familia —habló Gaara. Temari soltó al marionetista con desgana y volvió a sentarse.
—Entonces, ¿nos vas a contar qué te ocurría?
—Nos tenías bastante preocupados... —afirmó la kunoichi. Gaara se sintió un poco mal, no quería molestarlos.
—No quería inquietaros. Simplemente necesitaba un tiempo..., para reflexionar sobre varios asuntos. Pero nada más —confesó—. Lo siento —intentó transmitir todo lo que pudo su arrepentimiento. Temari se levantó de la silla para abrazarlo, y Kankurō simplemente le pasó el hombro por encima y le sonrió. El menor todavía no se acostumbra a estas muestras de cariño, pero tenía que reconocer que se sentía muy aliviado.
—Gaara... sabes que nos tienes aquí para lo que necesites... somos tu familia, y te queremos.
—Eso mismo... Pero si necesitas consejos de amor, habla primero conmigo... —Temari al final lo golpeó. Y el Kazekage soltó algunas carcajadas, mientras el herido se quejaba.
—Ahora friegas tú los platos... ¡Y ni se te ocurra quejarte! Gaara ya hizo sus tareas, y tú no haces nada —le acusó. Kankurō que tenía las manos en la cabeza, se mordió la lengua para no hablar, y empezó a recoger.
Gaara permaneció un rato más con ellos, charlando de banalidades, o más bien escuchándolos. Hasta que llegó la hora de descansar, y sus hermanos se acostaron, mientras que él se quedó despierto, como cada noche. Suspiró con pesadez, así que decidió mirar algunas cajas viejas con trastos de su infancia. Buscando encontró una foto de su tío Yashamaru y él, cuando era más pequeño, estaban sonriendo.
Gaara pasó la mano por la foto, y una lágrima recorrió su rostro. Aún recordaba las duras palabras de su tío y su muerte, además de haber despertado al demonio de su interior. Se arrepentía de ello.
Varias semanas después de ese suceso, Aisha volvió a Suna; todavía podía recordar a la chica sonriente, que asesinó esa misma noche.
Era un día muy caluroso, sin embargo muchos habitantes de la villa trabajan sin descanso para reconstruirla, pues todavía estaba bastante dañada. No obstante, un pequeño niño miraba con indiferencia a todos los aldeanos. Disfrutaba del sufrimiento de las personas de su aldea, ¡les odiaba a todos! Esperaba con ansias que su padre mandara a algún otro asesino para poder acabar con él. Shukaku le pedía sangre, y tenía que saciar su ansia de matar.
Estaba abstraído recordando la matanza que organizó, cuando la vio. Había vuelto. La espió en silencio, comprobando cómo corría de un sitio a otro, se paraba a hablar con algunos aldeanos, pero estos parecían gritarle y la echaban. Al final, volvió al parque donde siempre se habían encontrado. Escuchó cómo gritaba su nombre, parecía intranquila. ¿Estaría...preocupada por él?
Una risa familiar apareció su cabeza, se llevó las manos a la cabeza, notaba la burla y el desprecio en cada carcajada.
«¿Quién se va a preocupar por ti? ¿Por un asesino? Ella es igual que tu tío... te traicionará» le habló el Shukaku con repulsión. Gaara se agarró con fuerza la camiseta justo donde estaría su corazón. Le dolía. «Mátala... hazlo antes de que te dañe». El demonio le estaba manipulando.
El niño asistió, tenía razón y lo sabía. Salió de su escondite y empezó a acercarse a ella con lentitud. La chica lo miró, y suspiró aliviada. Se quitó su velo, dejando ver su rostro sonriente y un tatuaje debajo de su ojo derecho.
—Menos mal... estaba asustada... —gritó con alegría, corriendo hacia él—. Pensaba que te había pasado algo... ¡No quiero perder a mi amigo! —Gaara se quedó petrificado.
«¿Le importo a alguien?» reflexionó. Entonces, notó el contacto de la chica al abrazarlo, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Su arena no la había atacado... ¿Por qué?
«Niño estúpido, deberías acabar con su vida» El bijū seguía intentando manipular al niño.
—Gaara... ¡Gaara! ¡¿Me escuchas...?! ¡No me ignores! —bramaba la chica ante la falta de atención del niño. Él la miró, sus ojos parecían vacíos, una mirada inexpresiva—. ¿Qué te pasa?
Él la empujó, alejándola. Si seguía a su lado... No podía hacerlo.
—No quiero ser tu amigo. No vuelvas —se dio la vuelta. La niña fue a acercarse pero la arena lo impidió.
—Pero... ¿Por qué...? ¿He hecho algo mal? —preguntaba la niña con pena, a punto de llorar. Gaara la miro, y se sintió identificado... Esos ojos eran parecidos a los suyos en ese momento. Algo volvió a dolerle en el pecho. La niña comenzó a llorar—. Lo siento... si tardé en venir... pero no dejes de ser mi amigo... eres mi único amigo shinobi... —conseguía decir entre Hipido y Hipido. Gaara se acercó a ella.
«Es todo mentira... te está engañando» afirmaba el demonio.
—Cállate, cállate —susurró para sí mismo. La chica lo miraba con preocupación e intentó tocarlo, cuando la arena se interpuso y la arrojó algunos metros hacia atrás—. ¡Vete y no vuelvas! ¡Jamás! —gritó con desesperación dándose la vuelta.
—Pues... ¡Eres un imbécil! —le señalo con el dedo—. ¡Ayer me comprometieron con un niño al que odio! ¡Y quería hablarlo con alguien! —su voz sonaba furiosa, y las lágrimas empañaron su rostro—. Ya veo que nadie me ayudará.
La chica saliendo corriendo, y Gaara ni se volvió para mirarla. Si se movía volverían las ansias de matar, tenía que calmar su sed de sangre, o más bien la sed del Shukaku. Comenzó a caminar, en busca de alguien a quién masacrar, y no pudo tener más suerte, cuando fue atacado por un grupo de tres ninjas de la aldea, que querían acabar con el monstruo.
Su arena no tardó en acabar con sus vidas manchando todo de sangre, y el demonio de su interior se calmó. Ahora, sí que podría hablar con ella. La rastreó, siendo más fácil su búsqueda. La halló detrás de algunas grandes piedras, acurrucada sollozando. La observó, nunca se la hubiera imaginado así.
Entonces, la niña lo miró al percatarse de su presencia, y se secó los ojos mirándole fijamente.
—¿Qué quieres? Espero que te disculpes —especificó con tono de enfado. Gaara la siguió mirando fríamente. No tenía por qué disculparse, no la había matado—. No sé qué te habrá ocurrido... pero no deberías... tratar mal a las personas sin razón.
Gaara se sentó cerca de ella, no le salía ninguna palabra. Aisha lo miró, y se acercó a al él, de cuclillas mientras le miraba fijamente.
—Bueno, te perdonaré, porque eres mi único amigo shinobi —sonrió. Gaara se sonrojó un poco al escuchar esas palabras.
—No deberías confiar en mí... solo sé hacer daño —dijo con tono amenazante. La chica le tocó un poco, esperando a ver si la arena reaccionaba. Al ver que no, volvió a abrazarlo.
—Pero eres mi amigo, nunca harías eso —respondió melódicamente. El chico abrió los ojos con sorpresa, es verdad que no la había matado—. Además, necesito a alguien con quién fugarme, no quiero estar sola siempre. Podríamos recorrer el mundo juntos —se separó de él. El chico no salía de su asombro, alguien quería estar él, que no le tenía miedo. Un brillo de ilusión apareció en sus ojos—. Prométeme, que me ayudarás ¡Promételo!
—Lo prometo —contestó con sequedad. Aisha le sacó la lengua con alegría.
—¡Bien! Habrá que planearlo, porque tendremos que esperar a ser más mayores —explicaba—. Solo puede confiar en ti, mis amigas dicen que soy muy afortunada... me da mucho asco —Gaara sonrió ante la expresión de desagrado de la chica, y esta la repitió.
Estuvieron hablando de plan de fuga un rato más, bueno la que hablaba era Aisha. Hasta que la chica se tuvo marchar otra vez, no sin antes abrazarlo de nuevo, y acomodarse su velo.
—Por cierto, me gusta tu tatuaje... porque es mi nombre —se marchó al decir esto último. Gaara se sonrojó levemente. Su expresión volvió a ser la misma que antes: inexpresiva. Comenzó a caminar hacia casa una vez que el sol iniciaba su descanso y el cielo cambiaba de color.
«¿No te habrás creído esas palabras? ¿Quién iba a querer a un monstruo como tú?» Dijo el Bijū con crueldad. Gaara no sabía qué pensar.
—A lo mejor... sí que le importo a alguien.
Las carcajadas del demonio resonaron en su cabeza, como un estruendo. «Niño estúpido. Si tanto le importas, ¿por qué no se escapó hoy contigo?»
Gaara no supo qué decir ante esa obviedad. Es verdad que eran pequeños, pero él podría protegerlos. A lo mejor lejos de su villa podría ser feliz.
—Tienes razón, nos iremos de Suna.
«Eh, espera. Piensa en todo el miedo que podemos infundir todavía en la aldea». Quería intentar convencer a Gaara de no irse. Él quería permanecer en la villa y alimentarse de todo su sufrimiento y de los asesinatos del chico. Pero el joven ninja ya había tomado su decisión, y había puesto rumbo al campamento de su amiga para marcharse juntos.
Al Shukaku todavía le quedaba la esperanza de que ella le rechazara y todo volviera a ser como antes.
Continuará...
Holis, primero quiero disculparme por la tardanza en actualizar. Pero he estado bastante regular en cuanto a salud, al igual que con el trabajo y los estudios. Sin embargo, ahora volvemos a estar al 100% con el fic.
Un beso a todas y todos los que me leen.
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