Capítulo XLV
**Narra Hedel**
Ya amaneció. La noche pasó tan rápido que sentí que no pude descansar lo suficiente. Cuando sonó la alarma estaba a menos de la mitad de mi sueño, pero ese sentido de responsabilidad no me deja quedarme tranquila, aunque mi cuerpo me grite e implore cinco minutos más (que al final se convierten en una hora), debía de una vez ponerme en pie.
Agua fría, aseo, desayuno, preparación, tomar las cosas y salir.
Iba con mi maleta de ruedas camino a la parada a tomar el autobús para ir a la empresa.
A pesar de haberme duchado con el agua fría y haber tomado café, por dentro estaba dormida, pero mi caparazón despierto, al menos así parecía. Eso espero, eso quiero creer.
Nunca había llegado tan temprano a Tier1, ni siquiera cuando me hicieron la entrevista y la inducción.
Mi cabeza iba pegada del vidrio de la ventana, con los ojos cerrados, aunque era difícil tratar de dormir cuando el autobús hace tantos movimientos, pareciera que fuese cabalgando.
Al llegar fui directamente a la oficina principal del director. Toqué la puerta y al instante su voz se hizo presente invitándome a entrar.
—Buenos días... —terminé de cerrar la puerta, mientras veía al director desconcertada— No sabía que Antonio estaba aquí.
—¡Hoola! —Antonio me saludó con una gran sonrisa. Me llené de más incertidumbre cuando miré la maleta junto a él.
—¡Buenos días! Hedel, —el director se dirigió a mí— que ya no tendrás que viajar sola. Antonio irá contigo. ¿Mucho mejor, no?
Ambos con una gran sonrisa se quedaron fijo mirándome, esperando alguna respuesta de mi parte. Pero, es que me causó mucha sorpresa, no me lo podía creer. ¿De todos los trabajadores, él? Justo él.
Sentía que se llevaban mi espíritu y quedaba mi cuerpo allí, vacío y estático.
«Oh, reacciona Hedel, ya di algo, te quedaste tiesa» mi cerebro me hizo reaccionar.
—Que sorpresa, je, je —sonrío forzadamente— me parece bien. Dos son siempre mejor que uno.
No hay otro modo, tenía que inhalar bastante aire y pedir al cielo que me de la paciencia y sabiduría suficiente para saber tratar a este ser. Y ojalá no me moleste con sus comentarios estúpidos, ojalá.
—¿Te sientes incómoda? No quiero importunar, Hedel.
Íbamos en el auto vía al aeropuerto, y claro que con su habladuría me estaba incomodando, pero no soy tan dura para decirle lo que pensaba, en ocasiones es mejor guardarse para sí mismos lo que se piensa, solo así evitaremos muchísimos rollos.
—No, solo seamos maduros. ¿Okay?
—Okay, señora. —Él buscaba mi mirada con mucho interés.
Desvíe mi vista.
Y sin más, Hedel al vuelo.
Me acomodé en mi asiento, aprovechando que Antonio se entretuvo jugando en su teléfono, me puse mis auriculares y cerré mis ojos.
Lisandro Nariño.
Lisandro Nariño.
«Ya basta cerebro, deja de fastidiarme»
«¿Por qué pienso en alguien que ni siquiera me escribió para preguntarme cómo he estado? ¿Será que la señora Ana no le mencionó que me iba? Bueno, ya se resignó igual que yo. Él es un estúpido. Espero que sea muy feliz con su Blanca»
La canción no me estaba ayudando en cuanto a mis pensamientos, así que con molestia la quité para poner otra.
***
Murcia - Cartagena.
No estoy segura en dónde hace más calor, si en Sevilla, o aquí en Murcia.
—Bendito Dios, necesito ducharme y ponerme ropa fresca... —Expresé dejando salir un soplido.
Me detuve en medio de la caminata, pues íbamos por un taxi para ir al hotel donde nos hospedariamos, mi mochila la monte encima de la maleta con ruedas.
Antonio me inspeccionaba y sin contenerse se acercó a ayudarme a retirar el suéter que llevaba puesto. Tomó mi mochila junto con mi maleta, y lo llevaba todo él.
—Ah, gracias, pero no es necesario yo llevo mi...
—Tú quédate quieta muje'.
Atenta estaba con su conducta, pues de verdad estaba comportándose de manera madura, como le había pedido.
En el taxi, no me quejé ni me molestó que fuese lento, porque aquí pude disfrutar del paisaje. La señora Ana tenía razón, Murcia es muy bonita.
Pasamos cerca de una catedral muy popular, cuya infraestructura tiene un estilo bastante antiguo que destacaba y hacía más atractiva la ciudad.
—Que bonito todo... —comenté y aproveché para grabar.
—¿Estás grabando? Pensé que sacabas fotos. —Dijo Antonio a mi lado, viendo lo que hacía.
Apunté la cámara en dirección a él.
—Señor Antonio, queremos hacerle unas preguntas. ¿Ha estado aquí antes? —le pregunté simulando hablar como una reportera.
Él soltó unas risitas cuando me vió hacer eso. —Vale, la verdad es que es mi segunda vez aquí.
—¿Y qué puede decirnos al respecto?
—La primera vez no le presté tanta atención, pero como he venido acompañado de la mujer más guapa e inteligente, quien no ha dejado de ver a su alrededor, me contagió su interés y puedo decir que tiene razón. Es todo muy bonito. —Mostró sus pulgares como diciendo "bien".
—Obviamente la mujer más guapa e inteligente soy yo. —Con la cámara frontal me enfoqué.
Antonio soltó unas carcajadas. —Pero sobretodo humilde, eh. Humilde y modesta.
Hasta que llegamos al hotel. Cada uno se fue a su habitación, me acerqué a la ventana y eché la vista por todo el panorama, era todo tan hermoso. De pronto, mi teléfono suena recibiendo una llamada.
—¿Si?
—Hoy nos han dicho que descansesmos. Así que puedes desempeñar, darte una ducha y descansar un poco para luego ir a comer algo ¿te parece?
—Oh, que buena noticia...
—Sí, pero que ya mañana si nos toca ponernos al corriente de todo. Ya sabes, más tarde vamos a comer.
No dije nada más y colgó. Antonio estaba portando de manera agradable, y me da mucho alivio eso.
Ante aquella información aproveché para ducharme, ponerme ropa más fresca y cómoda.
Me acerqué otra vez a la ventana, las personas que pasaban iban muy risueñas. De momento, me sentí melancólica y es ahí cuando recuerdo a ese tonto que me evitó.
Tomó otra vez mi teléfono y enciendo los datos, no había usado la red desde que me levanté, así que me llegaron muchas notificaciones, entre esas un mensaje que llamó mi atención, era Lisandro.
"Quisiera verte antes que te vayas. Por favor, si puedes responderme mucho antes, te lo agradeceré de por vida. Y bueno, ya sabes que no puedes irte sin que hablemos primero."
—¿QUÉ? —deje salir desconcertada— No puede ser... ¡Ah!
Salí del hotel, con el teléfono en la mano pensando qué podía responder, qué quería que hablemos, ¿por qué no me llamó? ¿Por qué demonios estoy viendo este mensaje justo ahora cuando estoy tan lejos de Sevilla, tan lejos de él?
Definitivamente, ese hombre me va a volver loca, si es que... Ya no lo estoy.
"Lo siento... Vi tarde el mensaje, ya estoy en Murcia"
Lo envié.
Caminé y caminé más rápido, cuando lo que quería era correr o lanzarme por una colina y rodar...
Mi teléfono sonó al instante.
Ansiosa abrí el mensaje.
"Lo se, no te preocupes. Espero que hayas llegado bien. Pero ¿Podrías ir a la playa Del Cuartel? ¿Recuerdas La Azohia? Me gustaría que pases por ahí."
Arrugué mi entrecejo. ¿Y para qué quiere que vaya? Recuerdo que cerca vive su abuelo paterno, me habló de la playa a la que quería traer a su mamá... ¿Quiere que yo vea ese lugar especial de ellos?
Bueno... Lo pensé por unos segundos, y cómo hoy tenía el día para "descansar", me decidí, iré.
"Esta bien, después te cuento cómo me ha parecido. Voy a ir de una vez."
Media nerviosa me acerqué a unos taxistas, quienes muy amables se ofrecieron a llevarme.
No tardamos en llegar, la playa quedaba más cerca de lo que pensaba.
Apenas me bajé del taxi y viendo el cielo conectado con el agua... Me parecía una vista espectacular.
—Que pases un día bonito, guapa. —Me dijo, despidiéndose, el taxista.
Le agradecí, y seguí caminando, tomé varias fotos. Habían algunas personas basándose, otras en los tolditos, unos a lo lejos practicando kayak y los que estaban en las piedras grabando videos.
Habían muchas piedra de diferentes tamaños, el agua se veía tan cristalina y mi vista se perdía en aquel mar y el ambiente tan agradable.
Mientras voy caminando casi llegando al muelle, mis ojos se detienen en un hombre con gafas de sol bastante similar a Lisandro, por un momento mi corazón se detuvo, solo por un momento. Seguí caminando, mi vista curiosa quería seguir viendo así que eso hice.
—Vaya... Pero qué parecido. Lisandro se vería así de guapo si estuviese en la playa. —Me reí en mi soliloquio. Cuando lo vi sentarse en el suelo, nuevamente mi corazón comenzó a retumbar— No, no creo...
Me fui acercando más, lentamente y a la vez rápido, ¿sería posible? ¿Pero cómo o por qué? Seguramente es alguien muy parecido, pero debía averiguarlo o mi corazón no me dejará en paz, ni tampoco mi cerebro.
—¡Lisandro! —exclamé como a tres metros de distancia.
—¿Hedel? ¿Eres tú?
Mi mandíbula se tensó, y de pronto... El tiempo se detuvo para mí.
«¿Esto será real?»
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IG: @elimar.lopez.escritora
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