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Capítulo VIII

Cuando acabamos de disfrutar de la vista hermosa y una cuantas pláticas con Antonio acerca de las diferentes formas en las que ambos encontrábamos en las nubes, nos despedimos porque ya quería volver a mi madriguera y él debía hacer un asunto que le surgió en casa de una tal amiga suya.

A penas me dejó me lancé en mi cama tan cómoda como nada más, y ese hecho, el de quedar acostada con la cabeza en el aire llena de pensamientos. Me sentía rara, porque por alguna razón el hijo de Ana se paseaba por mi mente. Me hacía preguntas a mí misma, como ¿cómo será la vida para él desde su perspectiva? ¿Cómo ha vivido durante todos estos años? ¿Qué problemas habrá enfrentado y cuáles enfrenta? Él parece tan antiparabolico (despreocupado) y siempre sonríe haciendo bromas incluso de sí mismo... ¿Será esa una manera de evadir la realidad o simplemente es así? Si es así... Lo admiro.

Desde mi punto de vista ha de ser tan complicado para él, más por vivir en una sociedad en la que todo es juzgado y mal visto, donde te destruyen sin piedad y todo esto te afecta aunque sea un poco, aunque intentes rebotarlo, siempre te hará dudar un poquito y eso dará cabida a las inseguridades y complejos, que con los días irá aumentando sin que nos demos cuenta.

Por otro, mi estadía aquí me ha enseñado el lado bueno y malo de las personas que aquí viven, he conocido muy amables y otros muy groseros por el hecho de no ser de aquí y venir de un país pobre y corrupto.

Todo esto da mucho que decir.

¿Qué está ocurriendo con el ser humano? Nos hemos vuelto más brutos que humanos...

Mi teléfono suena repentinamente y lo busco palpando en mis bolsillos, en la cama, hasta que lo veo entre las cosas de la mesa.

—¡Señora Ana!

—Que me digas Ana nada más, en fin. ¡Querida Hedel! ¿Cómo has estado? Me ha comenta'o mi bombón que has visita'o nuestro Salón Creativo. Supongo que olvidaste que te he dicho que no estoy los domingos, nena.

—Ay, yo muy bien, gracias ¿y usted? Y efectivamente si fuí, olvidando que él, digo que usted no estaba hoy allá. —Rápidamente corregí.

—Si hubiese sabido que vendrías hoy, te doy un buen pedazo de mi pastel. De todos modos te lo apartaré. ¿Cuando volverás a venir? Aún no supero como bailaron tú y mi bombón, Lisandro es todo un galán ¿no lo crees? —escuché unos murmullos tras ella pero no distinguí bien— Y si no, también podríamos ir hasta tu piso, que no hay inconveniente, nena.

—Ah, pues... ¿Podríamos? —repetí sin entender.

—Si, chiquilla. Lisandro y yo.

«Con que se llama Lisandro... Jah, ya no más misterio».

—Ah claro, por supuesto. Solo que donde vivo es muy pequeño, demasiado diría yo.

La conversación no duró mucho porque escuché claramente como la llamaron por algo más. Pero, ahora no paraba de pensar en que el pervertido sin nombre ya tiene uno, y es Lisandro.

De repente se me vino a la mente los poemas en los que habíamos quedado, así que me puse a buscar como loca todos los que había escrito en mis cuadernos y carpetas, tenía un desastre entre mis escritos.

El sonido de un mensaje de voz notifica en mi teléfono que no dudo en tomar y ver que se trata de él mismo.

"Eh... Ya tienes tus poemas, me imagino. ¿Qué te parece hacer el intercambio hoy en el Jardín Botánico El Arboreto? Paso por ti si me dices que estás libre como a eso de las 4:30, eso antes que mamá se antoje." Concluyó susurrando lo último.

Pero ahora sería más divertido, obviamente le iba a contestar.

"Creo que sí se podrá, loco pervertido, quise decir, Lisandro."

Solté unas carcajadas y me aparté a seguir buscando entre mis mejores poemas. Encontré unos de cuando estaba en el liceo/secundaria, en esa época que tenía dieciséis años solía estar muy triste y sin ánimos de nada, tenía problemas familiares que me afectaron un montón y un enamorado que se me hizo lento el poder superar, claro que pude pero quedaron los rastros de eso, poemas que escribí tratando de derramar todo mi espíritu deprimido ahí. Volverlos a leer me hacen revivir aquellos momentos que no quiero volver a vivir.

Lisandro aún no había contestado el mensaje, supongo que quedó tan impresionado que le preguntó a la señora Ana, es lo más lógico que solo a través de ella lo pude haber descubierto.

Me detengo de poner dos cuadernos en mi cama.

—Quiero ser amiga de Lisandro —digo segura— Sí, está decidido.

—¿Quien es Lisandro, cariño?

Esa voz me sobresaltó de un gran susto y voltee rápidamente, mi madre estaba parada en el umbral de la puerta, y no me di cuenta, ni sentí cuando la abrió.

—¡Dios mío! ¿Me quieren matar del susto? Un día de estos saldré en el períodico y en todas las noticias de las redes "Joven venezolana muere debido al susto de ver a su familia llegar repentinamente".

—Ay Hedel, no exageres. Nadie te manda a ser tan descuidada.

—¿Dejé la puerta abierta? —pregunté asombrada como si fuese la primera vez que me pasaba— Pero mínimo tócala madre, como hace la gente normal.

Allí veo que viene Elva con los ojos brillosos y saltones, con una energía fuerte y activada como la de todo un pequeño con la curiosidad disparada.

—Hedel ¿cómo estás? ¿Tienes cuentos para mi? -me pregunta con su voz de ternura con la que logra manipular a mi papá, y bueno... a todos. Claro que mamá sí la conocía tanto que era quien podía dominarla.

—Estoy bien pequeña, pero lamento informarte que no tengo cuentos. —Hago mi cara de decepción falsa y ella se pone cabizbaja arrugando la expresión como a punto de llorar—. ¡Es broma! Mira, aquí tienes dos cuentos increíbles para ti. Eso sí, debes de cuidarlos muy bien porque hay que devolverlos apenas los termines.

Los toma emocionada y se va corriendo a la sala.

—Me tenía una insistencia en que quería los benditos cuentos... Gracias a Dios los conseguiste. Por cierto no me dijiste.

—¿Qué cosa? —Organizo el papeleo y los guardo en mi mochila.

—Del tal Lisandro ¿quien es? Entrando dijiste que querías que fuese tu amigo. —Ella hacia esa mirada perspicaz con esas ganas inmensas de saber—. Sí, está decidido, dijiste firme.

—Es el hijo de la señora Ana, pero es muy interesante, y es profesor de piano y guitarra.

—Mmm claro. ¿Ya conoces a su hijo? ¿Cuando?

—Fuí a visitarla por su cumpleaños, es todo.

No quería contarle a mamá cómo fue que lo conocí, haría un escándalo y si le digo que es invidente mucho más, la conozco como si yo misma la hubiese dado a luz.

No obstante, definitivamente quiero acercarme a él y conocer cómo es su mundo, se muy bien que debió pasar por mucho y me encantaría escucharlo para saber cómo superó todo, porque su manera de ser es tan despreocupada y tranquila, me causa mucha curiosidad, pero una que solo tiene buenas intenciones.

Son apenas las 2 de la tarde y mi madre está aquí con Elva. Me comentó que a papá le estaba yendo bien en el trabajo pero que tuvo un problema con uno de sus compañeros de trabajo, quien suele burlarse o criticarlo por ser venezolano, ser extranjero y más de nuestro pequeño y arruinado país.

—No sé por qué el ser humano es tan irracional y poco sensible, no hay empatía ¿donde está? ¿Qué pasó con la educación? Me da repulsión saber eso. También en la fiesta de la señora Ana unas de sus amigas me miraban de arriba abajo como si fuese un asco.

—Gente estúpida, cariño. Gente estúpida con la que de debe lidiar diariamente.

En efecto, como bien dice Albert Einstein: "Solo hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana, y no estoy muy seguro de la primera".

Mucha razón tuvo y sigue teniendo con esa frase.

Y es que sí, como inmigrantes hay que tener una gran fuerza de voluntad mental, tener calma siempre porque no estás en tu territorio nativo y los celos, más una gran cantidad de problemas que ven como amenazantes en nosotros, requiere que seamos muy fuertes mentalmente para evadirlo todo.

Me di un baño que me hizo sentir como nueva, me hice unas ondas en el cabello con mi plancha, y me puse uno de mis jean favoritos, con un estilo de mom jean de tiro alto con un body vinotinto manga larga, en mi procesó de arreglarme mi madre entra y me mira de arriba abajo detallandome sin disimular.

—¿Y tú para donde vas? Si se puede saber, claro.

Ella se sienta en la cama y me da un platito con majarete (es una especie de flan de maíz). Tan rico y con canela, obviamente me lo devoró en un santiamén.

—Voy a salir con un amigo. —Le contesto con la boca llena de majarete.

—Oh, un amigo. Pues suerte en tu salida, que te vaya bien. —Mi madre siempre va más allá de lo que le digo y a veces se crea unos escenarios en su cabeza que es para cines. De verdad, me dejaba impresionada.

—Ay, no vayas a pensar lo que no es, mamá. Si te vas antes que llegue me dejas la llave en la maceta, por favor.

Me realizó un maquillaje rápido y viéndome en el espejo parezco una hermosa diosa. «Oh por Dios, ¡que guapa! Me sorprende que no tengas más pretendientes suspirando por ti, Hedel» me digo a mi misma y salgo a la sala, Elva está tan concentrada leyendo en sus cuentos que ni me preguntó a dónde iría.

Recibí entonces un mensaje del loco Lisandro donde me preguntaba que si estaba lista ya que vendría a buscarme. Le dije que estaría en la esquina de la calle de mi piso, no quería que llegara a mi departamento y mi madre lo viera, sería una lluvia de preguntas y solo de imaginarlo me da dolor de cabeza.

Y llegando a la esquina, una Chevrolet Captiva negra se estaciona y veo a alguien conducir pero no es Lisandro, obviamente no podría pero... ¿Dónde está él? Ni ebria subiría así...

De repente el vidrio de atrás se baja.

—¡Sube escandalosa, enga entonces!

«Ahí estás. Bueno, allá voy».

—Ya deja de decirme así, es molesto. —Expreso arrugando la cara a penas me subo.

Él comienza a reírse. —Como quieras, escandalosa.

«Que necio resultó ser...»

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