Capítulo III
Bueno pero es que pasar vergüenza es casi el pan diario mío, de verdad que no exagero. Es que, si no me pasa algo vergonzoso no soy yo.
Me quedé pensativa y sin saber qué decir ante la señora Ana, pero ella como es toda una dulzura supo llevar la situación para que yo no me sintiera incómoda, porque era obvio que me puse toda avergonzada y eso era notorio, ya que comencé a frotar las uñas de mis dedos y mis mejillas junto a mi nariz que se tornaron rojas y eso se siente caliente. Es algo que suelo hacer por instinto sin darme cuenta, una manía loca de mi cuerpo.
—Venga, Hedel, y cuéntame ¿qué harás el fin de semana?
Me quedé masticando la galleta mientras traté de responder sin sonar estúpida, pues no dejo de pensar en la vergüenza que he pasado con el hijo de la señora Ana con discapacidad ocular, en eso doy un brinco en mi asiento cuando Antonio me pellizca ambos lados de mi cintura.
—¡Estás loco! No me hagas eso más nunca, casi muero del susto. —Digo exagerando un poco.
—Je, je, vale, ¿estás son mis galletas?
Asiento y le contesto a la señora Ana quien aún espera mi respuesta. —Pues, no tengo nada en mente aún, ¿y usted?
La veo sonreír más y sé que se le viene una idea porque es la misma reacción que tuvo Antonio cuando me hizo la invitación.
—El sábado es mi cumpleaños y sería fascinante que vengas. Estás invitada y por favor no faltes. Te estaré esperando. —Me guiña el ojo de un modo picardezco y yo solo pienso que ya pase mucha pena como para tener que estar cerca de su hijo más tiempo.
—Ay me encantaría, pero me da pena señora Ana...
—¡Que chominá más grande dices! Que te estoy invitando, no tienes porqué tener pena de nada, nena. Me sentiré muy mal si no vienes, mira que ya sabes donde vivo y no tienes excusa. —Se alejó a una mesa para atender a unos clientes.
Antonio me mira sonriente mientras toma café y parece examinarme. —¿Quieres irte?
—Creo que ya podemos.
Entonces nos despedimos, y trató de no hacerme notar cerca del hijo de la señora Ana, y salgo de la tienda. Justo a punto de subir al VOLKSWAGEN Passat recordé la ropa que había venido a buscar.
—¡Jesucristo, se me olvidó la ropa! —Exclamo y le digo a Antonio que me espere mientras voy a buscar la bolsa con mi ropa, y si puedo disculparme con el pervertido que no es pervertido.
Entro casi corriendo para evitar que la señora Ana me saque conversación y se quede a charlar más y más como radio prestada. Pero como por cosas de la vida y mi suerte, me vuelvo a tropezar con alguien que al voltearse es el hijo de la señora Ana.
Que si me dieran diez euros por cada tropezón qué me doy con él, al menos me alcanzaría para comprarme un buen outfits.
Lo veo tan de cerca y contemplo su estatura de unos uno con ochenta y ocho, o uno con noventa tal vez, con una barba completa media no tan abundante que le hace lucir bastante atractivo y... Me echo hacia atrás porque me había quedado como idiota detallándolo. Noté que sus lentes eran lo suficientemente oscuros para impedir que se vean sus ojos, pero más bien parecían lentes de sol que lucen como si para actores de Hollywood se tratara.
—Menuda manera de hacerse conocer. Que escandalosa eres. —Dice sonriendo con un aire burlón y me hace molestar— Se que eres tú, eres la única escandalosa que hay aquí.
—Mire, disculpe, solo ando apurada. —Dirijo mi vista a donde la señora Ana y cuando voy a dar un paso él me detiene tomandome sutilmente del brazo.
—Se te queda esto ¿no?
—¡Qué hace con mi ro...! —Allí bajo la voz y le reclamo en susurros— ¿Qué hace con mi ropa?
—Enga, pero que amargada a parte, ¿qué no es obvio que te lo iba a llevar, criatura?
—Como sea. Devuelvamelo.
—No me lo puedo creer... —Murmura para si mismo y de ahí extiende la bolsa hacia mi— Toma, y se más cuidadosa. Tuviste suerte de que fuese ciego, o al menos si eso te da alivio...
Se voltea y se va riéndose, y no sé si lo dijo en broma para molestarme o estaba hablando en serio.
—¡Mire, pero que demo...! —Me detuve porque ya no valía la pena seguir discutiendo en medio de la tienda así que me fuí.
Dando suspiros pequeños, porque me hace poner el rostro caliente, no se si de rabia o vergüenza, o quizá las dos juntas.
«Y pensar que me iba a disculpar con ese payaso pervertido. Que se vaya a la porra».
Antonio me esperaba de mi lado para abrirme la puerta.
—Venga, guapa, que pensé que te habías perdi'o en el camino. Bueno ya vámonos, la siguiente parada es... Parque Victoria Kent, en la avenida Alcalde Manuel Cabello.
Feliz me subo al auto, pero seguía pensando que debí al menos disculparme en primer lugar, pero ya que. De paso que ni le di una respuesta afirmativa a la señora Ana, de todos modos no se si surja algún otro asunto que me impida ir a su cumpleaños, así que... Igual no estoy segura y sería vergonzoso ir sin conocer a nadie y con lo que he pasado con su hijo, solo de pensarlo... ¡Ay, no!
Recorrer algunos de los sitios de Camas me llena de vida, me relaja tanto y mucho más cuando escucho el canto de una hermosa guitarra donde tocan flamenco, juro que puedo sentir que floto cuando escucho la guitarra sonar tan limpiamente.
Nos quedamos escuchando un rato al músico ambulante que tenía un gran talento y en medio de la algarabía el músico viéndome hipnotizada grabandolo se me acercó a cantarme y yo me sentí como una hormiga en medio de elefantes viéndome.
—¡Baila nena! —Me dice y Antonio me anima a que baile.
—No puede ser... —me niego rotundamente— Pero si yo apenas baile flamenco una vez en la escuela y estaba en quinto grado. Juro que no recuerdo.
Todos comienzan a animarme y no me queda de otra que dejarme llevar y hacer los pasos que recuerdo levemente. En medio de todos y al lado del músico, soy yo bailando en Camas un flamenco lleno de vida y gozadera. Se comienza despacio para juntarme con la melodía de la guitarra hasta que... El ritmo de pronto es mío.
Ya solo puedo disfrutarlo, doy fuertes toconazos contra el suelo y sonrió dando elegantes y suaves movimientos de muñeca.
Antonio me mira y sonríe grandemente. De pronto no se de dónde sacan unas castañuelas y me las dan, las tomó muy segura como si supiera usarlas y era hacer mi mejor esfuerzo o pasar vergüenza más de la que ya he pasado durante el día.
Con el plas, plas, plas, de todos y los que yo misma produzco se siente como si estuviese divirtiéndome y ya estoy libre. Supongo que mis ancestros de orígen español me llaman, porque disfruto totalmente escuchando y bailando esto.
Él músico termina y doy mi finalización con los últimos taconeos.
Me sorprendió cuando todos me dicen que lo he hecho muy bien, de pronto el músico se me acerca y me dice tan rápido: —Te has luci'o guapa, y dijiste que no sabías. Enhorabuena, nena.
—Gracias. —Digo recuperando el aire.
—Lo más increíble es que no eres de aquí.
Le sonrío sorprendida. —Amo esta cultura, sinceramente.
Me despido y tomó del brazo a Antonio porque comienza otra música y quiero evitar ser llamada para otro show más.
—Te has luci'o ahí, que me has deja'o impresiona'o.
—La música y la presión de todos por bailar me refrescaron la memoria.
Ambos soltamos unas carcajadas y ya nos vamos a mi departamento, antes pasamos a comprar unas cosas y ahí sí.
—Me he divertido demasiado contigo, Antonio. Gracias por hoy.
—Espero que no sea la última vez, guapa.
Me despido con la mano y entré a mi departamento. Hay un silencio sepulcral, que dejando las bolsas con algunas compras para la casa, me echo al sofá muerta de cansancio, no pensé en bailar hoy, me agoté demasiado pero admito que disfruté de todo el alboroto tan alegre; mis padres y mi hermanita se lo perdieron.
Me quedo profundamente dormida, y cuando abro los ojos pego un grito cuando veo a mi hermana mirarme fijamente.
—¡Bendito Dios! ¿De dónde carrizo saliste tú? ¿Qué haces aquí? ¡Qué me has asustado muchacha!
—Ay, mami, ya Hedel está hablando como los de aquí. —Dice en voz alta mi hermanita y frunzo el ceño cuando veo a mi mamá en la cocina muy inspirada cocinando no sé qué.
—Hedel ¿tan rápido ya te volviste andaluza? Que locura.
Me acerco a la cocina y veo a papá en mi habitación muy acostado con la puerta abierta viendo TV.
—¿Qué hacen aquí y cómo rayos entraron?
—Mi amor, la puerta estaba abierta, deberías ser más cuidadosa.
De pronto no sé porqué esa última frase se me hacía familiar hasta que el rostro del hijo molesto y pervertido no pervertido de la señora Ana pasa por mi mente, cuando me dio la bolsa con mi ropa.
«Ah claro, creo que de verdad tendré que ser más cuidadosa porque ya es como obvio...»
—Es que estaba cansada mamá, si me hubieses visto, mi compañero de trabajo llamado Antonio me llevó a conocer Camas y me he puesto a bailar flamenco como si yo supiera, fue divertido...
En lo que yo le cuento, le comentó que pasamos a casa de la señora Ana y que me invitó a su cumpleaños, es cuando Elva mi hermanita con su tonito de niñita consentida me pregunta si le traje algún cuento de los de la señora Ana pero yo lo había olvidado por completo.
—Ay cariño, prometo que la próxima te traigo dos, es que siempre me pasa algo y olvido todo. Ya saben que soy media olvidadiza.
«Pero no es mi culpa que me pasen mis show del día a día. Ahora no sé si realmente pueda ir, aunque al fin él es invidente, si soy cuidadosa no se dará cuenta que iré. A menos que la señora Ana comience a gritar mi nombre... Nah, no creo que lo haga, es su cumpleaños, tendrá otra gente más cercana y no se fijará en mi tanto, creo».
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