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Capítulo 7

A las 5:20 p.m, Samuel escuchó que llamaban al teléfono. Lo tomó con rapidez luego de correr desde su habitación hasta la sala. Debía ser Thomas, esperaba su llamada desde hacía veinte minutos, pues al parecer su amigo de nuevo se lucía llegando tarde.

—Espero que tengas una buena excusa, Thomas Parker —le dijo en cuanto contestó.

No la tengo, llegar tarde es como una especie de ritual —Sam rodó los ojos— ¿Bajas?

—Sí, espérame —Samuel colgó e inmediatamente salió del departamento para ir por Thom y advertirle lo que debía y no hacer en presencia de Lucas.

Thomas solía ser muy curioso, y muchas veces no medía esa curiosidad, por lo tanto, en ocasiones sus preguntas podían incomodar a otros. No quería que Lucas se molestara más con él o que odiara a Thom debido a alguna tontería que podía evitarse si tan solo hablaba con su amigo.

Cuando llegó al primer piso, vio a Thomas esperándolo, pero no estaba solo. Para su sorpresa lo vio conversando con nada más y nada menos que River.

—¡Thomas! —lo llamó Sam, no quería hablar con River por el momento, estaba seguro de que volvería a sacar el tema de Lucas, además, conversaría con Thomas precisamente del castaño y no deseaba que River escuchara.

Thom caminó hacia Samuel.

—¡Samuel! Pensaba traer a Oliver, pero quería tantear el terreno primero. —Samuel miró a River que se acercaba a ellos—. Ah, tu vecino me hablaba de ti y Lucas.

—¿Ah, sí? —Samuel no quería hacer demasiada plática, si Lucas se enteraba podía armar un gran alboroto—. Gusto en saludarte, River, nos vemos luego.

Arrastró a Thomas hacia el elevador.

—¿Por qué te pones así? ¿Me perdí de algo?

—Él y Lucas tienen sus problemas, no me quiero involucrar mucho con él —respondió. Comentarle a Thom lo de Lucas y su novia podría ser arriesgado, ¿y si su imprudencia hacía de las suyas? No, no podía hablar de ello.

Cuando Samuel entró al departamento le pidió a Thomas esperarlo en la sala mientras iba por el castaño. Quería presentarlos, así tal vez Lucas dejaría de tener una mala idea de sus amigos, la que fuera que imaginara su turbulenta mente. Cuando tocó no obtuvo ni siquiera un grito de rechazo, así que optó por entrar y encender la luz.

Encontró a Lucas haciendo ejercicio. Tenía una playera sin mangas con algunos pequeños indicios de sudor. Samuel lo sabía, desde su primer encuentro dedujo que Lucas tomaba gran parte de su tiempo libre para ejercitarse, además de que uno de los días en que hacía limpieza había encontrado un par de mancuernas, una rueda de abdominales y una colchoneta debajo de su cama.

Cerró la puerta despacio y caminó hacia él.

—¿Ahora qué quieres? —le dijo sin dejar de moverse.

—Thomas llegó. Quiero presentártelo.

—No me interesa ninguno de tus amigos.

—Pero...

—Si no vienes a nada más, entonces vete —dijo con indiferencia. Samuel intentó que sus palabras no le afectaran, Lucas era un idiota después de todo.

—Estaremos en mi habitación. Decidimos que prepararemos la cena más tarde, y si no vienes entonces quédate sin comer porque no pienso traerte nada.

—Bien —respondió con voz ronca.

Samuel salió, y sin querer cerró la puerta con más fuerza de la requerida. La actitud de Lucas podía más que él en algunas ocasiones, ¿qué tenían de malo sus amigos? En este caso, Thomas, él era muy alegre y una maravillosa persona, y no se merecía que despreciaran su visita de esa manera. Suspiró, no podía conseguir que Lucas cambiara en unos cuantos días, pero en definitiva lograría sacarlo de la oscuridad en la que vivía.

—Lo lamento, Thom. Lucas está indispuesto.

—Oh, no te preocupes. Ya será para la próxima —respondió sin darle gran importancia—. Necesito hablarte de ya sabes quién.

—¿El profesor de baile?

—Shh...

—Thomas, no estamos en la Universidad. Aquí el único que podría oírnos es Lucas, y créeme, no está interesado en nosotros —Thomas miró hacia el pasillo.

—¿Podemos ir a tu habitación?

—Sí, vamos. Llevaré galletas y café caliente.

[...]

Lucas escuchó la puerta de la recámara de Samuel cerrarse. Apretó los puños, ese chico tonto, ¿por qué no lo escuchaba? Le había dicho que no quería a ninguno de sus amigos en casa y no le importó. Le gustaba la tranquilidad, y ahora no tendría ningún momento de paz debido a ese idiota.

Y el castaño podía asegurar que después no solo sería uno, sino muchos más. Pero el día que se le ocurriera traer mujeres lo echaría de la casa así fuera a rastras.

Olía a sudor, así que optó por tomar un baño que postergó por algunos minutos. De pronto, escuchó la voz de Samuel Styles en su cabeza, aquella que le decía que estaba echando a perder su vida encerrado en su habitación, escondiéndose del mundo.

Sí, debía admitir que tenía razón, ¿pero qué más le quedaba? Su hermana era el único motivo para seguir respirando, y lo poco que podía hacer bien era tocar su música, aquella que le costó retomar después del accidente, ¿pero qué oportunidades tenía un ciego de sobresalir? Ni siquiera podía aspirar a ir a la Universidad porque costaba dinero y Emma ya tenía suficiente con mantener el departamento y encima su otra casa en Hopefield. ¿Qué podía hacer él?

Salió, se envolvió una toalla en la cintura y llegó hasta su recámara para comenzar a secarse. Se puso ropa cómoda y después pasó a sentarse frente al teclado para sacar algunas nuevas melodías en las que había estado pensando días atrás.

El tiempo fue pasando, y cuando sintió dolor en su espalda por haber estado tanto tiempo sentado, decidió que era suficiente.

Entonces escuchó un grito.

Caminó hacia la puerta con preocupación, ¿qué había pasado? Abrió la puerta de su habitación y sus oídos pudieron captar a Samuel, ¿le había sucedido algo? Caminó hacia su puerta con la intención de tocar, pero se detuvo al escuchar otra voz más.

—Soy tan afortunado.

—Acabas de tener un orgasmo.

—¡Thomas...!

No quiso escuchar más. Lucas volvió a su habitación, bastante irritado. Ese tonto, ¿a qué estaba jugando? ¿Acaso le gustaban los hombres? Pero él le había dicho que no en una ocasión, ¿por qué le habría mentido? ¿Para traer a cuanto hombre quisiera y que un ciego como él no lo descubriera jamás?

Vaya, no era tan bueno como su hermana juraba.

—Se acabó, risitas. Estás fuera.

[...]

Samuel no podía creer que aquel anuncio publicitario estuviera frente a la ventana del pequeño balcón. Era como un sueño. Tenía tan buena suerte, después de tantos malos tratos de parte de Lucas, al fin su aguante era recompensado.

Tener al mismísimo Evan Clark sonriéndole le daba ánimos para seguir.

—Soy tan afortunado —dijo Samuel sin apartar la vista del enorme anuncio con el rostro de Evan en traje formal.

—Acabas de tener un orgasmo —se burló Thomas.

—¡Thomas! ¿Pero qué dices?

—Palabras de Oliver, pero en serio, eso parece, ¿tanto te gusta ese tipo? Me dijiste que lo conociste en tu pueblo, ¿no? —Thom observó el rostro de Evan— ¿Qué hacía un empresario como él en un lugar tan diferente de Pensilvania?

—Ya te lo dije, para expandir sus tiendas —suspiró—. Lo extraño.

—¿Y no has pensado, no sé, en alguien más accesible? Es que me da la impresión de que no tienen mucho en común, tú eres tan naturista, alegre y amable, él parece alguien más de ciudad, ya sabes, un niño rico.

—No, Evan es muy amable. Puede ser un hombre rico, pero eso no impide que sea humilde.

Samuel estaba convencido de que Evan era un hombre amable, había cruzado algunas palabras con él una vez y le pareció muy atento. Le hubiera gustado tener la oportunidad de acercarse más a él, pero por desgracia no se había dado el momento.

Más tarde, a eso de las siete, los dos estaban en la cocina preparando una cena sencilla para tres personas. Thomas acomodó la mesa del comedor y Samuel sirvió la comida en los platos.

—Llamaré a Lucas —dijo Sam, aunque en el fondo sabía que el castaño no se molestaría en ir con ellos. Y así fue, llamó a su puerta pero nadie respondió. Molesto no quiso insistir, no pensaba rogarle esta vez.

Volvió y tomó un lugar en la mesa.

—Adelante, no vendrá.

La plática de Samuel y Thomas se extendió por media hora más. Sam comentó que en otra ocasión invitaría también a Oliver y entre los tres pensarían en un plan acerca de cómo llamar la atención del profesor de danza, y así Thom tuviera una oportunidad de tratarlo.

Thomas y Samuel se despidieron alrededor de las ocho y media. Sam terminó de guardar los platos y cubiertos, metió la cena de Lucas en el refrigerador y caminó hasta su recámara; después de lavar sus dientes se terminó por recostar en su cama un momento y solo se levantó para ponerse el pijama que consistía en una prenda de dos piezas de color rosa pálido.

Intentó dormir, pero por alguna razón no lo conseguía. Sus pasos lo guiaron hacia el balcón donde admiró el enorme espectacular de Evan Clark esperando que le ayudara a dormir, pero no pudo quitarse a cierto chico, aprendiz del diablo, de la cabeza.

—¿Por qué tiene que importarme? —se reprendió a él mismo—. Cierto, Samuel, eres buena persona.

Apartó su vista de Evan y caminó hacia la habitación de Lucas.

—Lucas, ¿estás despierto? Dejé tu cena en el refrigerador, puedes calentarla en el microondas cuando te dé hambre, ¿sabes usarlo? —Samuel suspiró—. No tienes que hacer esto cada vez que venga uno de mis amigos, Thomas ya se fue, escucha...

Intentó abrir la puerta, pero no pudo hacerlo. Tenía seguro. Se alarmó.

—Lucas... Lucas, abre la puerta.

Tocó, pero no se escuchaba ningún ruido del otro lado. Emma le había dicho que Lucas había intentado hacerse daño en el pasado, que procuraba no dejarlo solo por mucho tiempo, y mientras estaba en la Universidad nunca estuvo del todo tranquila aunque él le había prometido ya no hacerlo, ¿y si Lucas había vuelto a lastimarse?

Se culpó por haberlo dejado solo tanto tiempo. Corrió a la cocina donde Emma le había dicho que podía encontrar todas las llaves de las puertas del departamento. Pero la chica había dicho que no estaba segura de cuál de todas era la llave de la habitación de Lucas. Tenía que probarlas todas.

Encontró más llaves de las necesarias. Cuando comenzó a probar cada una de ellas comenzó a desesperarse, al tercer intento se le cayeron al piso y cuando la recogió para seguir intentando, la puerta se abrió. Detrás salió Lucas con unos auriculares grandes colgando de su cuello.

Samuel sintió que volvía a respirar.

—¡Idiota! ¡¿Te das cuenta de lo que he pasado?!

Lucas, quien aparentemente no comprendía lo que pasaba, hizo una mueca de desagrado antes de darle la espalda y volver a la cama donde había permanecido escuchando música a un volumen bastante alto.

—¡No me ignores! ¡¿Cómo puedes hacerme esto?! ¡¿Por qué no respondes ni abres la puerta?! —Gritaba Samuel detrás de él—. ¡No vuelvas a ponerle seguro!, ¿entendiste?

—Ya cállate, tu voz es demasiado...

—¡No me importa! Maldito desconsiderado. Creí... creí que te había pasado algo.

Lucas dejó de ignorarlo para poner toda su atención en Samuel. Aplastó el botón para callar la música y lo escuchó a él.

—Risitas, ¿estás llorando? —preguntó, pero ya lo sabía.

—¿Y si lloro, qué? —Samuel tomó aire, después limpió sus lágrimas con una de sus manos— ¿Por qué no respondes cuando te hablo?

Sam no esperó una respuesta, caminó hasta pararse frente a él y revisó que no se hubiera hecho daño, tocó sus muñecas, examinó su cuello, su rostro, brazos... Luego Lucas alcanzó a tomar su mano que ya estaba tocando sus cabellos castaños.

—Me puse esto porque no quería tener que escucharte a ti y a tu novio tener relaciones en el cuarto de mi madre —respondió apretando su muñeca.

—¿Qué? —Lucas sonrió.

—Si van a follar búsquense un hotel, porque él no vuelve a entrar al departamento —soltó su agarre—. Ahora llévate tu falsa preocupación fuera de mi dormitorio. De lo contrario voy a creer que tienes otros propósitos, pero como ya te lo dije aquella vez, a mí no me gustan los hombres.

Samuel apretó los dientes.

—De cualquier forma no eres un hombre para mí —le contestó Sam y salió dando un portazo.

No había llegado a su habitación cuando escuchó un fuerte ruido en la puerta por donde había salido. Algo se había estrellado del otro lado. Samuel volvió y encontró el aparato de música de Lucas hecho trizas.

—Luc...

—Para ella nunca fui un hombre. Ni siquiera con mis cinco sentidos funcionando. Me lo dijo cuando vino a meterse aquí con mi padre.

—Lucas, yo no...

—No importa.

No, su tristeza era tan grande, todo por unas palabras. No supo por qué lo hizo, pero simplemente se vio avanzando hacia él, jalar su camiseta y robarle un beso que provocó una fuerte confusión en Lucas.

¡Le estaba besando a él, al ogro!

Samuel se permitió abrir los ojos. Lucas los mantenía abiertos todavía, procesando lo que estaba ocurriendo en su mundo oscuro.

—¿Qué... qué es esto? —dijo Lucas Miller aun sobre sus labios.

Samuel se separó.

—Un beso —respondió con las mejillas rojas—, ya me voy.

Huyó hacia su habitación y se encerró en el baño.

¿Pero qué acababa de hacer?

Había besado a Lucas, el antipático, grosero, y por desgracia, atractivo chico que no hacía más que hacerle pasar malos ratos, ¿en qué estaba pensando?










N/A: holii amores, ¡Primera interacción del Lumuel!
Lo sé, soy pésimo para los shipps jshdjd. Pero, ¿Qué tal os pareció el capítulo? Hasta ahora, ¿Os gusta la historia?

Gracias por leer, y hasta el siguiente capítulo, xoxo.

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