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Capítulo 6

Convencer a Lucas de salir había sido más difícil de lo que esperaba. El joven se había encerrado en su baño por más de una hora alegando con Samuel acerca de la lástima de las personas, o la burla de otras, y aunque Lucas sabía que no podía ver sus caras de lástima o burla, no quería ser motivo de entretención para nadie.

—¡Nadie va a prestarte atención! ¡Todos tienen vidas ocupadas! —le decía Samuel desde el otro lado de la puerta, pero el castaño respondía con un silencio absoluto.

Pero Samuel era fuerte y perseverante, no se movió de la habitación, y luego de un rato que no se escuchó más que el sonido que hacían los vecinos del piso de arriba, Lucas abrió la puerta del baño para descubrir que Samuel había permanecido sentado en el piso, recargado en la puerta del baño esperando a que saliera, ¿qué cómo lo supo? Lo golpeó con la puerta al abrir.

—Al fin, dormí al menos media hora aquí abajo —le había dicho, cosa que lo hizo enojar.

—No voy a ir.

—No puedo dejarte solo, se lo prometí a tu hermana. Ahora mueve toda tu amargura conmigo hasta el mercado. —Lo tomó de la mano e intentó arrastrarlo consigo, pero apenas logró moverlo—. Por favor, Lucas. Tu gato hace más caso que tú. Incluso un niñito de dos años obedece órdenes.

—No soy un niñito.

—Entonces demuéstralo —lo retó.

Después de aquella discusión, Samuel caminaba por la calle fuera del edificio con una sonrisa de triunfo. Había logrado que Lucas saliera del departamento.

Los pocos segundos en el ascensor fueron bastante incómodos porque el castaño no había dejado de apretar su mano, e invadió su espacio personal cuando una señora subió en el piso cinco, jamás había estado así de cerca con un chico, ni siquiera con Thom, lo cual había provocado un ligero sonrojo.

Lucas Miller estaba tomando muchas de sus primeras veces.

Mientras caminaban por las calles, Samuel pudo percatarse de una cosa. Muchas personas los ignoraban, pero algunas otras se detenían para verlos pasar, parecían conocer a Lucas y les sorprendía verlo después de tanto tiempo. Supuso entonces que después del accidente apenas lo habían visto, pues el castaño se había encerrado para no salir ni a saludar, ¿así había terminado su último año de escuela?

Samuel se vio obligado a soltar la mano de Lucas cuando una niña se atravesó con su triciclo. El castaño dio un paso hacia atrás y alzó su brazo, buscando con su mano la suya. El verle el rostro cubierto por el miedo le hizo entender cuán vulnerable era, Lucas estaba aterrado en medio de tanta gente a su alrededor, y aunque no podía verlas, sabía que estaban ahí guiándose por el sonido que era como sus ojos.

—Estoy aquí —le dijo para después tomar su mano, la cual Lucas apretó enseguida.

—¡No me sueltes, te lo dije!

—Lo siento, no voy a soltarte. Ven, ya casi llegamos.

Siguieron avanzando hasta el mercado, al cual llegaron en poco más de cinco minutos.

Como era de esperarse había bastantes personas, muchas haciendo exactamente lo que Samuel planeaba, comprar la comida para celebrar la navidad el próximo martes. No quería que Emma se preocupara por ello, ella tenía un nuevo trabajo y lo menos que necesitaba era agobiarse por algo como eso. Él prepararía la cena y los tres pasarían una linda noche para darle la bienvenida a la navidad.

¡Oh, es verdad, los regalos!

—¿Y ahora qué tienes? —Preguntó Lucas—. Hemos estado aquí parados por más de un minuto. La gente no deja de golpear mi hombro.

—Perdón, estaba pensando en la cena de navidad y en los regalos... ¿Qué debería darle a Emma y a Thomas? ¿Te gustaría algo en especial?

—Sí me dejas en paz por todo ese día lo consideraré como un regalo —respondió con evidente molestia.

Samuel hizo una mueca de disgusto. Lucas tan lindo para expresar su cariño como siempre. Le sacó la lengua, acción que hizo reír a una señora en el puesto de fruta que estaba al frente.

Sam tomó el brazo del castaño con suavidad para caminar a su lado y así evitar que se golpeara con las personas que iban y venían por el pasillo.

—Vamos, compremos todo y regresemos al departamento tal como te gusta —dijo para intentar animar esa cara de póker que cargaba.

Anduvieron de un lado a otro. Pronto, Samuel cargaba con un par de bolsas de aspecto pesado. Entonces, cuando ambos se dirigían a la salida, una de las bolsas se le cayó, haciendo que varias cosas salieran de ella. Sam maldijo y se arrodilló para recogerlas; Lucas permaneció de pie sin saber qué hacer realmente.

—Listo, no volveré a soltarla.

—Dame acá, eres muy torpe. —Lucas estiró la mano y Samuel le entregó una de las bolsas con cuidado, con la otra cargó la segunda bolsa y tomó la mano izquierda de Lucas para regresar al departamento, cada uno con una bolsa al lado.

—Thom irá al departamento más tarde —sintió la mano de Lucas tensarse. Estaba claro que le había molestado.

—Te dije que no.

—Y yo te dije que no me importa.

—¿Por qué no te dedicas a hacer tu trabajo y ya? No tienes que meter a tus amigos contigo, si vas a verlos será muy lejos, donde no pueda escucharlos.

—Relájate, solo es Thomas, a veces puede ser un poco ruidoso, pero ya le dije que odias a la gente. Tranquilo —respondió sin perder la sonrisa.

—No odio a la gente, odio a los idiotas, tú incluido. —Samuel no respondió, no le daría el gusto de pelear en medio de la calle. Pudo ver el edificio, estaban a una cuadra de llegar cuando lo escuchó decir—: Las personas no han dejado de mirarme, ¿cierto? Hace tanto que no salgo que les debo parecer un espectáculo. Dejé de asistir en mi último año de escuela, tomé clases en casa, un amigo de mi hermana es médico profesor y me ayudó a pasar el examen.

—¿Es por eso que no quieres ir a la Universidad? ¿Por miedo a la gente?

—Yo no... Yo no le temo a la gente —respondió deteniéndose.

—¿Entonces qué es? ¿Por qué huyes?

—No quiero la lástima de nadie, tampoco la tuya. —Lucas intentó seguir adelante, pero Samuel, quien lo mantenía sujeto de su mano, se lo impidió.

—No siento lástima de ti. Siento enojo, porque sigues pensando de esa manera y no te das cuenta de que estás echando a perder tu vida encerrado en tu habitación pensando que todos se lamentan por lo que te pasó, pero no es así; he visto lo que haces, tu música, tus melodías. No te ocultes. Me enojaré en serio si sigues pasando un día más encerrado.

Lucas no dijo nada. Lo haló para seguir caminando, esta vez Samuel mantuvo su sonrisa, porque sabía que sus palabras habían tocado la coraza que Lucas se mantenía en llevar consigo.

Una vez frente al edificio, Samuel sintió gran alivio, estaban por llegar al fin. Algunos vecinos mayores se detenían para mirar a Lucas, otros murmuraban lo mucho que había crecido y el tiempo que tenían de no verlo, otros más los saludaban.

Sam respondía alegre y el castaño se limitaba a asentir con su cabeza hacia donde sus oídos podían captar la voz de aquellos vecinos; entonces, dos de ellos los detuvieron justo en la entrada, eran jóvenes, de la misma edad quizás. Samuel les dirigió una mirada rápida antes de decidir que no se quedarían a charlar.

—¡Pensamos que por fin lo habías logrado! —Gritó uno de ellos— ¿La última vez no cortaste tus venas?

Intentó revisar la muñeca de Lucas, pero Samuel le dio un leve empujón que aquel otro no tomó nada bien, pero aquella mirada arisca fue ignorada por el joven de cabellos negros, que ya caminaba con Lucas hacia el ascensor. Para desgracia y molestia de Samuel, los siguieron muy de cerca.

—¿Y qué contigo? ¿Eres su niñera? —rio el otro— ¿Tienes niñera, Miller?

—No soy su niñera, soy un amigo —respondió Samuel, aunque estaba claro que Lucas Miller no lo veía como un amigo ni como nada, pero era mejor eso a admitir que cuidaba de él.

—Bueno, un día de estos los invitamos a salir, con suerte encontrarás a alguien, así dejarás de ser virgen, Miller —ambos rieron.

—Con permiso, caballeros —dijo una voz a sus espaldas—. Lucas, me sorprende verte aquí. Vine de visita.

Aquel hombre no parecía ser un simple estudiante universitario, o un vago, sino alguien con mejores modales que esos dos que ni siquiera tenían respeto por Lucas. Delgado y alto, Samuel tuvo que inclinar ligeramente su cabeza hacia arriba para verle el rostro. Le sonrió y pronto tomó las bolsas que ambos cargaban para entrar al ascensor junto a ellos, dejando a los otros dos irrespetuosos atrás.

—¿Ya han comido? —Samuel respondió un simple no, pensaba comenzar con los preparativos una vez que regresaran—. Pediré comida, yo invito.

—Eh, disculpa... ¿Quién eres? —preguntó Sam, con cierta vergüenza.

—Oh, perdón, Emma me habló tanto de ti que ya siento que te conozco. Me llamo Brandon Jones, soy amigo de Emma y Lucas. Ella me pidió que viniera a visitarlos en su ausencia. Está muy agradecida contigo por quedarte aquí con Lucas. —Sam sonrió en respuesta, luego la vista de Brandon pasó al castaño—. Se alegrará mucho al saber que saliste. Es casi un milagro.

—No exageres, Jones.

Los tres se adentraron al edificio y poco después ya se encontraban en el piso siete. Samuel sacó la llave del departamento y al abrirlo, entraron. Sam llevó las bolsas a la cocina mientras dejaba a los dos chicos conversar en la sala. La visita de Brandon había inyectado de buen humor a Samuel, tanto que ya había olvidado el reciente incidente con los dos jóvenes, pero ya se las cobraría cuando volviera a encontrárselos de nuevo.

Guardó la comida pronto para reunirse con ambos chicos. Le sorprendió ver a Lucas más sereno, tener a un amigo, tal vez el único, le había hecho bien. Su aura había tomado un ligero tono verdoso, se sentía en paz y más seguro. Se acomodó al lado del castaño luego de dejar una jarra de té helado y vasos que tomó de último minuto.

—Ya he ordenado comida, Samuel. Solo resta esperar. —Sam asintió— ¿Y cómo te ha tratado nuestro benevolente individuo Miller, aquí presente? Me imagino que nunca te aburres.

—¡Uff! Necesito desahogarme con alguien, es como un niño pequeño haciendo berrinche. —El ceño arrugado de Lucas apareció apenas terminó su oración. Brandon se echó a reír al ver a su amigo—. Odia las verduras, no se las come. A veces ni siquiera quiere probar un bocado, pero eso sí, tiene un grandioso don para sacarme de quicio.

—¿No estarás hablando de ti, Samuel Styles?

—No, no, hablo de ti —respondió, luego comenzó a reír al ver aquella expresión en su cara. Después, sin ser consiente, apretó una mejilla con una pizca de fuerza, gesto que solía hacer con su hermana mayor.

—No soy un niño.

Brandon los observó por unos momentos mientras comenzaban a discutir. Nunca había visto a Lucas tan comunicativo desde hacía mucho tiempo, y aunque solo podía escucharlo quejarse y pelear, ya era algo. Todavía no podía creer que lo hubiera visto afuera del departamento, incluso le costaba creer que salió del edificio hacia la calle, de compras con Samuel; sin duda ese chico tenía algo que hacía doblegar el carácter de Lucas Miller.

—Brandon —lo llamó Lucas—. Brandon, ayúdame.

—Oh, perdón... ¿Dijiste algo?

—¿Qué sucede? —preguntó Samuel, quien había dejado de apretar ambas mejillas del castaño.

—No, es solo que me alegra que Lucas tenga un nuevo amigo. Para ser sincero, no estaba de acuerdo con Emma de dejar a Lucas aquí en compañía de un chico que apenas conocía. Incluso me ofrecí para que Lucas se mudara conmigo, pero lo vimos complicado, ya que casi no estoy en casa. Ahora me doy cuenta de que tomó la mejor decisión al dejarte a cargo, Samuel. Lucas te acepta.

—¿Yo? No hables por mí —dijo Lucas. Sam le dio un codazo.

—Te conozco mejor que tú mismo, amigo. Ahora, no hagas enojar mucho a Samuel, o le darás la razón al comportarte como un niño.

La comida llegó poco después. Los tres estuvieron conversando un rato más, Brandon y Samuel en su mayoría. Jones hablaba sobre su trabajo como profesor de medicina en la Universidad y en el hospital, así como su relación con los Miller. Le contó que él fue quien le dio clases a Lucas después del accidente, de cómo intentó persuadirlo para que entrara a la Universidad, así como algunas anécdotas de cuando el castaño era más joven. Samuel escuchó complacido, por alguna razón le emocionaba conocer más de la vida de Lucas.

—Gracias por la comida, Brandon —dijo Samuel mientras avanzaban hacia la puerta para despedir al médico.

—Gracias por venir, Jones —dijo Lucas.

—Volveré a visitarlos pronto.

Cuando el médico salió por la puerta el ambiente volvió a quedar en silencio. Samuel había pasado un momento agradable en compañía del amigo de Lucas, su día no podía ir mejor, y faltaba aún la visita de Thom.

Sam planeaba seguir la conversación, pero se dio cuenta de que Lucas ya se había ido a encerrar de nuevo a su habitación. Lo dejó ser, solo esperaba que no hiciera sus rabietas de niño pequeño una vez que Thomas llegara.

Caminó hacia su habitación, pero por alguna razón se paró frente a la puerta del castaño.

—Lucas, gracias por acompañarme al mercado hoy. —Silencio fue lo que hubo después, pero cuando pensó que no respondería, lo escuchó hablarle.

—Primera y última vez, Styles. Espero que lo hayas disfrutado.

—¡Claro, me encantaría repetir!

—¡¿Acaso estás sordo?! ¡Dije que...!

No se quedó para escuchar las palabras en desacuerdo de Lucas. Luego de comer le había dado un poco de sueño, dormiría un momento antes de la llegada de Thom.








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