Capítulo 5
Ya el jueves, Samuel había descubierto algunas cosas acerca de Lucas, como que no estudiaba en la Universidad y no salía del departamento ni siquiera para tomar el aire. Siempre estaba encerrado y no se le veían ganas de nada más que eso, aunque de vez en cuando salía de su habitación para encender el televisor y escuchar las noticias.
Así que después de pensarlo mucho, se le ocurrió que podría llevarlo con él al mercado para comprar las cosas que utilizaría para celebrar la navidad el próximo martes, donde Emma los acompañaría unas horas antes de volver a Hopefield. La chica le había dejado dinero suficiente para preparar una cena para cuatro personas, así que eso haría y Lucas no lo arruinaría.
El joven se dirigió como todas las mañanas a preparar el desayuno; aprovechó que Lucas había salido de la habitación para escuchar las noticias en la sala, así que se acercó para ofrecerle el plato.
Para su sorpresa, Lucas se levantó directo al comedor, contando quizás los pasos en su mente, haciendo feliz a Samuel por un momento, qué gustoso ocupó un lugar a su lado.
—Falta menos para que Emma regrese, será cansado para ella irse el domingo y regresar el lunes por la tarde para celebrar noche buena. No me gustaría que llegando aquí tuviera que preocuparse por la cena —comentó Sam, probando de vez en cuando la comida—. Me gustaría comprar lo que utilizaré para preparar lo que comeremos, nunca había estado a cargo de una cena de navidad, aunque siempre he ayudado a mamá. Prometo que estará deliciosa.
—¿Acaso nunca dejas de hablar? —le reprochó Lucas, quien ya casi terminaba su desayuno.
—Solo intento ser amable y tener una buena charla.
—No lo hagas, eres irritante. Me gusta el silencio.
—No es cierto —respondió Sam.
Lucas, quien ya comenzaba a levantarse de la silla dejó de moverse un momento asimilando lo que le había dicho. Samuel también se levantó, aun sin haber terminado.
Lucas podría decir mil cosas, pero estaba seguro de que no le gustaba la soledad, después de todo había hecho un berrinche cuando supo que su hermana Emma se iría a trabajar fuera de la ciudad, supuso entonces que no le gustaba entablar nuevas relaciones, después de lo que pasó con su exnovia y su padre era lógico que tuviera miedo de confiar en las personas nuevamente, y lo único que le quedaba era su hermana.
—No te gusta estar solo, no así.
Pensó que le diría algo, pero le sorprendió que el chico simplemente se fuera dejándolo ahí hablando solo. Pudo dejarlo por la paz, pero estaba enojado con Lucas por no afrontar las cosas, así que lo siguió hasta la habitación donde ya había cerrado la puerta. Entró sin tocar.
—¿Ahora vas a huir? No voy a dejarte. —Sam se plantó justo detrás, Lucas le daba la espalda y no podía ver la expresión de su cara, pero supuso que estaba enojado.
Quizás había sido precipitado decirle todo aquello, pero no dejaría que su actitud volviera a lastimarlo, no le gustaba llorar y Lucas parecía ser de esas personas especializadas en lograrlo.
—Te encierras aquí todo el día y no sales del departamento, le haces creer a la persona que le importas que no quieres nada, siendo huraño hasta con tu propia hermana, ¿pero sabes qué? Eso no funcionará conmigo, así que enfurécete todo lo que quieras, no voy a dar un paso atrás.
Lucas se volteó de manera inesperada, mostrando su rostro irritado, pero Sam no se dejó manipular por el miedo, permaneció de pie, casi rozando ambos cuerpos.
Entonces Lucas hizo algo que no se esperaba, dio un paso frente a él, logrando que ambos cuerpos chocaran. Estaba más que claro que Lucas tenía más fuerza que él, así que fue inevitable no tambalearse y retroceder un paso; el castaño volvió a moverse logrando el mismo efecto en Samuel.
—¡Hey, basta! —pero el joven no paró. Volvió a avanzar empujándolo, esta vez con más fuerza.
Samuel volvió a perder el equilibrio donde le esperaba una caída, pero antes de eso reaccionó jalando con fuerza la camiseta de Lucas, llevándolo con él hacia su misma suerte.
Pero el golpe jamás llegó, Samuel había caído en el colchón de la habitación con un Lucas sobre él. Cuando Samuel abrió los ojos miró hacia arriba, Lucas parecía confuso y hasta con cierto ápice de turbación.
Ciertamente, el chico de cabello castaño era más pesado que él, pero no pensó en ello, se dedicó a observar aquellos ojos perdidos que tenía a escasa distancia.
Lucas no era su tipo, él quería a hombres como Evan, pero no pudo negar que el joven tenía algo que le llamaba la atención, apretó los labios regañándose en su mente, ¿por qué demonios estaba pensando en eso?
Samuel se removió debajo, acción que hizo reaccionar a Lucas y levantarse de encima para alejarse lo suficiente. Sam se irguió enseguida y acomodó su camiseta que había quedado arrugada.
Hubo un corto silencio bastante incómodo donde ninguno dijo nada al respecto; Samuel se dio cuenta de que el aura de Lucas parecía más relajada, no como un maldito poseso como antes.
—Eh... juntaré lo que quedó en el comedor —salió de la habitación sin esperar respuestas.
¿Qué cosa acababa de suceder?, porque no entendía nada. Se tocó el corazón, estaba exaltado.
Necesitaba con urgencia hablar con Thomas.
[...]
Esa misma tarde, Samuel no tenía mucho que hacer. Todo estaba más que limpio, Lucas no había vuelto a salir de la habitación desde aquello y hacía rato que solo escuchaba el sonido del teclado. No había probado bocado alguno desde el desayuno pese a que la comida estaba preparada mucho tiempo atrás, tampoco había llamado a Lucas para que comiera o le había llevado la comida. Por alguna razón desconocida no quería acercarse a su cuarto por ahora.
Pataleó en la cama. Comenzaba a hastiarse de observar el mismo techo blanco de la habitación. Acababa de tener una discusión con Lucas acerca del encierro, y ahora él se estaba yendo por el mismo camino.
Suspiró con cansancio, se volvería loco en ese lugar; había hablado con unos cuantos vecinos, pero solo palabras cortas, River era quien le había parecido más amable, pero después de lo que escuchó de él viniendo del propio Lucas, no estaba seguro de que fuera buena idea entablar una amistad con él.
Thom estaba en lo cierto, tenía que tener cuidado.
Se levantó de la cama. Utilizaría el teléfono de los Miller para hablar con Thomas unos minutos y salvar lo poco que le quedaba de su vida social. Marcó los números y esperó. Su amigo le respondió a los pocos segundos.
—¡Thom! No sabes lo que he pasado, no tengo a nadie con quien hablar, Lucas se la pasa encerrado y solo intenta intimidarme, pero... ¿Thom?, ¿estás ahí? —un ruido era lo único que escuchaba.
—Lo siento, acabo de pasar la cosa más extraña del mundo —respondió con la respiración agitada—. El profesor, ¿recuerdas al maestro de danza del que te hablé?
—Sí, ¿al que acosas?
—¡No lo acoso, solo lo observo con discreción! —Sam rodó los ojos—. En fin, yo estaba en el comedor conversando tranquilamente con algunos compañeros, entonces él llegó con otros profesores a ocupar una de las mesas, y entonces miró a mi dirección.
—¿Estás seguro? Tal vez vio a alguien más detrás de ti, ¿por qué suenas tan exaltado?
—¡No lo estoy!, o bueno, sí, pero ese no es el punto. Han pasado cosas que no te he contado, pero ahora el profesor Blake sabe que yo sé que le gustan los chicos.
—¿Ah?, ¡eso es genial! Tienes oportunidad —lo animó Sam, pero presentía que Thom no estaba del todo feliz por ello.
—¿Y si está enojado conmigo porque lo sé? Esa mirada fue... no los sé, no encuentro palabras para explicártelo —suspiró al teléfono.
—No te preocupes, si quiere hablar contigo, ya lo hará. Además, él no tiene idea de que te gusta, ¿no? Solo da tu palabra de que no dirás nada y asunto arreglado —lo confortó.
Thomas pensó en ello, aunque no estaba seguro si estar frente al profesor Jackson Blake era tan buena idea, ¿y si le daba un ataque de pánico? Peor aún, ¿si comenzaba a tartamudear una vez que intentara hablarle? Nunca se había sentido tan acorralado.
—¿Por qué no vienes al departamento mañana? Podemos estar en mi habitación, así Lucas ni se enterará, ¿qué dices? —No deseaba pasar un día más aburriéndose hasta morir, Thom era buena compañía, además, creía recordar que los viernes salía temprano de la universidad.
Después de recibir una respuesta positiva de Thom, y asegurarse de que Lucas no lo mataría en dado caso de que lo descubriera en su departamento, acordaron reunirse mañana viernes a las cinco de la tarde. Sam estuvo bastante feliz luego de colgar la llamada.
Pero cuando se disponía a marcharse de la sala para ir directamente a su habitación, chocó con Lucas, quien aparentemente había escuchado toda la conversación, o parte de ella.
Sonrió de manera forzada pese a que no podía verlo. El castaño mantenía un rostro de fastidio mientras esperaba una explicación a lo que acababa de oír, pero se desesperó cuando el joven se mantuvo callado por bastante tiempo.
—¿Qué se supone que haces? —preguntó con voz cabreada.
—Nada, hablaba por teléfono, espero que no te moleste que use su línea.
—No traerás a ningún chico a esta casa —dictaminó dando una orden. Samuel no pudo evitar abrir la boca, demasiado sorprendido por la forma tan prisionera que habían sonado sus palabras.
—¡Mi contrato no dice que no deba tener amigos! —Respondió en un tono de voz más alto—. Thomas va a venir a visitarme, llevo días sin verlo.
—Entonces hazlo afuera, porque no pienso dejar que ninguno de tus amigos pise este departamento. Y si sales no dejaré que entres. —Samuel apretó los dientes, ¡eso era tan injusto!
—¡Eres tan desagradable e inmaduro! —Le gritó sin pensar más que en lo molesto que estaba— ¡Thomas va a venir a visitarme te guste o no! ¡Y no pienso seguir las órdenes de un tipo con un humor tan odioso! Por si lo has olvidado, yo te cuido a ti, por lo tanto, soy yo quien da las órdenes, bebito.
Lucas, enojado, intentó acercarse hacia donde creía escuchar la voz de Samuel, pero debido a su enojo olvidó la mesita que estaba al centro de la sala. El adorno de vidrio que se encontraba cayó al suelo quebrándose en varios pedazos. Poco le importó porque volvió a caminar hacia él ignorando los gritos de Samuel, y esta vez rodeando la mesita para no volver a chocar, pero un vidrio le hizo un corte en uno de sus dedos.
Lucas estaba descalzo de nuevo.
—No te muevas —pidió Sam, esta vez con voz tranquila.
Lo obligó a sentarse en el sofá y se agachó para revisar la herida. Era un corte no muy profundo, pero estaba sangrando mucho así que se encargaría de ello. Se dispuso a recoger los vidrios con cuidado, mientras le repetía a Lucas una y otra vez que no se levantara por si aún había pequeñas astillas por ahí. Tomó la escoba y el recogedor para barrer el resto, después fue por el botiquín para atender la herida.
En ese momento tocaron la puerta. Samuel dejó el botiquín en la mesita y se aproximó a abrir. Le fue imposible no ocultar su sorpresa al ver a River del otro lado. Tenía en sus manos un pequeño pastel de vainilla y una sola botella de licor. Samuel no pudo siquiera sonreír, Lucas estaba sentado justo en la sala, y si escuchaba la voz de River seguramente armaría un escándalo.
—Ah... Hola —saludó, luego mordió su labio, ¿cómo pedirle amablemente que no quería que pasara?— Lo siento, pero creo que este no es el mejor momento —Samuel dio un pequeño vistazo hacia atrás, Lucas permanecía aún sentado sin hacer el menor ruido.
—Él está allí, ¿cierto? Necesito hablar con él, Samuel. No lo entiendes.
—Sé lo que sucedió entre ustedes, así como también sé que Lucas no está listo para escucharte. Así que te agradezco tu visita, pero hoy no será ese día. Adiós —Samuel cerró la puerta.
Se apoyó en ella y suspiró, ciertamente, Lucas no estaba listo, y era probable que jamás lo estuviera, aunque Samuel tenía una cosa muy clara, por el bien del castaño; era mejor aceptar y olvidar, solo así podría recuperar su vida. Volvió hacia la sala y comenzó a tratar la herida.
Sam no dijo nada mientras pasaba el algodón o cuando colocó la tira adhesiva para proteger el corte. Pero en el momento que guardaba las cosas en el botiquín, fue la voz de Lucas la que se escuchó.
—Gracias, por no permitirle a River entrar —las repentinas palabras lo dejaron a él sin las suyas.
¿Era ese Lucas Miller?
—Ah... de nada. Aunque deberían hablar uno de estos días —Lucas se alteró.
—¡Nunca, no hablaré con él jamás!
—Está bien, está bien. Solo decía, no hables con él si no quieres —respondió Sam con voz serena. Se sentó al lado de Lucas donde permanecieron algunos minutos más en silencio, entonces Samuel lo recordó y dijo—: ¿Me acompañarías al mercado mañana? Quiero hacer las compras para la cena de navidad.
—No.
Intentó replicar, pero el castaño ya se había levantado. Descubrió entonces que le costaba un poco caminar debido a la herida de su dedo, así que no insistió más. Corrió hasta llegar a su lado y alzó su brazo acomodándolo en sus hombros para ayudarlo a caminar.
—¿En serio? Es una simple herida, no tengo parálisis motora o algo por el estilo.
—No me importa —canturreó Sam.
Lucas solo fue capaz de hacer gestos en desacuerdo con sus labios mientras maldecía de vez en cuando.
Esa noche, Sam recalentó la comida que no habían probado y cenaron juntos en la habitación del castaño.
La alegría de Samuel fue bastante aparente, pues, el joven había escuchado su charla, opinando en su contra en algunas ocasiones, y aunque Sam fingió molestia, estuvo feliz de escucharlo y que él también lo escuchara.
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