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Capítulo 23

El camión de la mudanza llegó puntual ese martes por la mañana. Samuel y Lucas habían hablado tres días antes acerca de ello, y aunque Miller no estaba del todo seguro, se resignó y aceptó la oferta de la que les habló Emma.

Ahora vivirían en un nuevo departamento, y por desgracia, River seguiría siendo su vecino más cercano aparte del señor Newman. El amigo de Samuel, Oliver, también estaría viviendo con el chino, lo que solo le indicaba que lo tendría en el departamento a diario.

—Casi terminan de subir todo. Debemos adelantarnos y llegar pronto al departamento —le dijo Samuel, el cual acababa de terminar una llamada—. Oliver se ofreció a llevarnos. Ya viene por nosotros.

Sintió su mano tomar la suya y pronto ambos ya estaban subiendo al elevador con el gato sobre el pecho de Sam, que ya había clavado sus uñas en sus hombros cuando la puerta mecánica se cerró. El edificio estaba vacío, ellos eran la última familia en abandonarlo.

Lucas sintió de pronto una gran nostalgia, había vivido ahí desde que era un niño. Cuando su papá comenzó a ganar más dinero fue que pudieron comprarlo, pero también el trabajo lo fue consumiendo a tal grado de verlo muy poco. El divorcio no le sentó nada bien a él, pero con el pasar de los años comprendió a su mamá.

Le hubiera gustado que ella también rehiciera su vida con alguien más, pero eso nunca pasó.

Murió esforzándose por sacarlos adelante a él y a Emma.

—Ahora podrás utilizar el piano que hay en el departamento, servirá de mucho una vez que asistas a la universidad —por su tono de voz, Samuel parecía emocionado— ¿No es genial?

—Debe serlo.

Comprendió enseguida que su respuesta no fue precisamente la mejor, pues Samuel no volvió a decirle nada más hasta que Oliver aparcó fuera del edificio.

¿Qué debía hacer, entonces, fingir entusiasmo?

Las voces de los maestros hablándole todavía estaban muy frescas en su cabeza.

—¿Todo listo? —preguntó Oliver desde el asiento de su viejo auto.

—Sí, la mudanza llegará a las once al nuevo departamento —respondió Sam, quien soltó su mano un momento para dejar a Salem en el asiento trasero—. Gracias por ayudarnos.

Samuel ayudó a Lucas a encontrar el asiento trasero del auto. Cuando el castaño se hubo acomodado, Sam se tomó la libertad de abrocharle el cinturón de seguridad antes de cerrar la puerta y subirse en el asiento de copiloto junto a Thom.

—Cinturones listos —anunció Sam.

—Okay, ¡Ya pueden destrozar el edificio, señores! —gritó extasiado.

A Lucas le tembló ligeramente el labio. Sam solo se encogió en su asiento.

[...]

Nunca había sentido celos, no que lo recordara. Pero estaba consciente de que ahora mismo estaba experimentando muchos de ellos.

¿Por qué estaba Evan Clark ahí? Se preguntaba el castaño una y otra vez.

Fueron recibidos por Clark en el nuevo departamento, e incluso se atrevió a darles un pequeño tour por él, o bueno, solo a Samuel y a Oliver, porque él prefirió quedarse plantado en el mismo sitio, pues lo menos que quería era golpearse con las paredes, sería inevitable, aunque Sam tomara su mano.

Ahora el rico hombre de negocios, el causante de que su hogar fuera convertido en un comercio, tenía una charla con ellos.

¿Por qué se había tomado la molestia de ir a recibirlos? La interrogante se repetía sin descanso.

No sabía de qué estaban hablando porque en realidad no le interesaba, pero descubrió que el tal Evan tenía una voz asquerosamente varonil, de esas que hacían suspirar hasta a las abuelas del vecindario.

Sam no podía ser inmune a ella.

Perfecto, Samuel quizás se plantearía el porqué estaba con alguien como él, teniendo la oportunidad de hablarle a quien fue su amor por tanto tiempo.

Comenzó entonces a dar algunos pasos con sumo cuidado. Se alejó de la seguridad de la pared y con ayuda de sus manos tanteó al aire, encontrando nada más que vacío.

Entonces, como obra del destino, tropezó con algo. Palpó, era una especie de banquillo con asiento de piel.

Por instinto, su mano viajó más allá, encontrándose con el piano del que Emma le había hablado. Sintió una emoción que terminó por viajar hasta llegar a sus dedos. Con cuidado se sentó y subió la tapa que cubría el teclado. Se inclinó un poco y palpó hacia arriba descubriendo que la tapa, que cubría a las cuerdas y la caja de resonancia, estaba levantada. Volvió a sentarse y pasó sus dedos por las teclas mientras sus ojos permanecían cerrados.

Sonrió, no podía verlo, pero en su imaginación era hermoso.

Cuando el sonido de la primera tecla llegó a sus oídos, no pudo evitar seguir adelante.

Ayer, durante el examen en la universidad, se arriesgó a tocar en uno la pieza que había estado ensayando.

¿Cuántos años habían pasado desde que tocó uno? ¿Cuándo fue la última vez? Ah, sí, cuando asistía a clases de piano en aquella academia.

Después del divorcio, su madre tuvo que hacerse cargo de muchas cosas y eventualmente no pudo pagarla, así que ahí había quedado todo.

Sus dedos no pararon hasta terminar la canción que tenía en sus pensamientos. Cuando abrió sus ojos, una vez que el sonido cesó, escuchó unos aplausos provenientes de la misma habitación.

—¡Oh, eso ha sido magnífico! —dijo aquel hombre que no podía evitar tratar como un rival.

—¡Vaya, estoy sorprendido! Por un momento solo vi luz sobre ti —dijo Oliver, todavía presa del asombro— ¿Esa era No other?

—Lucas es muy talentoso —intervino Samuel—. Ayer hizo su examen para ingresar a la universidad.

—Si te interesa un trabajo de medio tiempo —comenzó a decir Evan—, mis padres tienen un restaurante no muy lejos de aquí, pueden hacerte un espacio los días que mejor te acomoden.

Lucas no tuvo tiempo de sorprenderse o agradecer la inesperada propuesta del amor platónico de su risitas, por desgracia estaba perdiendo ante él, ¿qué acaso ese hombre no tenía cola que le pisasen?

—Señor, ya es hora —dijo un hombre de traje negro, al parecer una persona de su seguridad.

—Es verdad, se me hace tarde —Evan miró su reloj—. Tengo una reunión en veinte minutos. Fue un gusto charlar con la familia y amigos de la doctora Emma. Adiós, Samuel.

Cuando este se fue, el departamento quedó en silencio. Al menos por unos segundos antes de escucharse la voz cargada de picardía de Oliver.

—¡Qué hombre! ¡Ahora entiendo por qué te vuelve loco! Fruta prohibida.

—¡Oliver! —lo regañó Sam, que ya tenía las mejillas rojas de vergüenza, después pasó su vista con rapidez hacia Lucas, quien lucía inmutable—. Te recuerdo que tienes novio.

—Tú también.

—Pero mi amor es solo para Lucas —Ollie soltó una carcajada.

—Lo sé —respondió, regalándole una sonrisa a Sam, haciéndole ver al joven que solo lo estaba molestando—. Y mi amor solo es para River. Oliver miró hacia la puerta, después soltó un suspiro de resignación—. Me voy. Quiero tener todo listo para cuando River llegue. Necesito preparar la comida. Odio hacer la comida, pero no puedo estar alimentando a Ri de comida a domicilio.

—¿Tan pronto? Apenas van a ser las doce —le dijo Samuel, mirando la hora en su celular.

—Lo sé, pero soy cocinero principiante. Tardo demasiado en hacer comida. Y necesito tiempo en dado caso de que algo salga mal. ¡Volveré más tarde!

Ollie se alejó por el pasillo. El departamento quedó de nuevo en silencio. Samuel miró hacia donde Lucas estaba. Lo encontró sentado junto al piano, pasando su mano sobre la madera lisa.

—Oliver y River parecen una pareja de recién casados, ¿no te parece?

—Me dio la impresión de que Evan parecía conocerte —dijo el castaño sin poder evitarlo, ignorando también lo dicho por él—. Te llamó Samuel con demasiada confianza.

—Recordó que alguna vez hablamos en una de sus visitas a Hopefield. También recuerda a mi padre, tuvieron un altercado en el pasado —explicó con alegría en sus palabras, pues se le vino a la memoria cuando su papá enfrentó a Evan, quien pretendía construir en el pueblo su cadena de comercios con el fin de modernizar el viejo Hopefield, el problema era que para ello ocuparía un terreno que su padre había cuidado con esmero— ¿Te cuento algo y prometes no reírte? Solía hablar con la imagen de Evan que está en el espectacular fuera del antiguo departamento. Cuando me encontraba confuso por lo que comenzaba a sentir por ti, hablaba con él esperando algún consejo —sonrió.

Sin embargo, Lucas dejó escapar su risa sarcástica por un segundo.

—¿Acudías a él como una especie de figura divina? Qué tontería.

—No usaría ese término. Pero sí, no veía a mis amigos a menudo, pasaba mucho tiempo solo. Tenía que desahogar la montaña de sensaciones que comenzaba a sentir. Además, tú me hacías llorar.

Lucas dejó escapar su risa por al menos unos segundos antes de regresar a su rostro inexpresivo. Aquella muestra de diversión le pareció tan falsa a Samuel que se percató en ese momento de que algo no andaba bien.

El castaño se alejó del piano y comenzó a caminar teniendo cuidado de no golpearse con la pared. Samuel lo tomó del brazo y lo guio por la casa. Entraron a la siguiente habitación.

Dentro había bastante luz, pues tenía una gran ventana que daba hacia la calle principal, la habitación tenía también su propio baño, era la única de las tres recámaras. La puerta corrediza al lado del baño era el closet, Lucas podría poner en cada uno de los cajones muchos pares de calcetines.

—Lucas, ¿hay algo que te moleste? Si te sientes así por el departamento, estoy seguro de que te adaptarás enseguida. Tu sentido de orientación es envidiable. Aprenderás rápido.

—¡Eso no es...! —paró cuando se dio cuenta de que había alzado la voz—. Eso no me preocupa.

Samuel analizó un momento lo que estaba sucediendo. Después fijó su vista en Lucas y fue capaz de descubrirlo. Estaba celoso y a la vez asustado, ¿qué le asustaba y no se atrevía a decirlo? Esperando calmarlo un poco lo abrazó por la cintura, aferrándose a él como un niño pequeño.

—¿Entonces qué es? Si la persona que me gusta se siente de esa manera, también me preocuparé. Lucas, ¿qué es? —repitió Sam.

Tomó a Samuel de ambos brazos y lo apartó. Aquella acción precipitada no hizo más que sorprenderlo, pero se vio nuevamente asombrado cuando comenzó a avanzar sin soltarlo, logrando que retrocediera.

Sam golpeó su espalda sin mucha fuerza con la puerta corrediza del armario.

—¿Lucas?

Lo vio acercar su rostro al suyo y unir sus bocas, o al menos la mitad de ellas. Sintió la lengua de Lucas, delinear sus labios dejando un camino de humedad antes de arroparlos por completo.

Su acción sorpresiva le arrancó un sonido que se quedó ahogado en su garganta, ¿a qué venía todo aquello?

Quiso decir algo, pero pensó que, si las palabras escapaban de su boca, Lucas se alejaría.

Y no quería, por nada del mundo rompería ese momento que no tenía del todo claro por qué se había dado.

El castaño soltó el agarre que tenía sobre sus brazos, permitiéndole a Samuel posar sus manos en sus hombros, apretando la tela de su suéter cuando el placer de aquel beso comenzaba a nublarle el pensamiento.

—Luc...

El beso se cortó de manera abrupta. Su respiración chocaba en su cara. Samuel abrió sus ojos descubriendo sin querer el color del deseo que emanaba del hombre que tenía enfrente.

Los ojos de Sam se humedecieron, Lucas lo deseaba, a él, un chico.

Siempre estuvo consciente de que podía ser difícil que alguien que siempre gustó de las mujeres, pudiera excitarse por otro que fuera de su mismo sexo. Había tenido cierto temor de, pese a que se gustaban, no despertar en él la necesidad de tomarlo como lo hubiera hecho con cualquier otra chica.

Pero ahora sus dudas estaban despejadas.

Lucas ardía por él.

—Mierda. Estoy tan celoso, y todo es tu culpa —lo escuchó decir, pero no pensó en cómo defenderse de tal acusación, porque ya había comenzado a repartir besos en todo su rostro que le hicieron cosquillas—. Dime, ¿cómo vas a hacerte cargo de esto ahora?

—Para ya, ni siquiera tenemos una cama —bromeó Samuel, esperando avergonzarlo un poco, pero la respuesta que le dio después subió sus colores por toda su cara.

—No necesitamos una.

Había tanta seguridad en sus palabras, que esa sola respuesta, además de ponerlo en una situación embarazosa como nunca antes lo había estado, lo hizo fantasear con algo más que simples roces y besos húmedos. Samuel se vio completamente rendido ante tales pensamientos.

Cuando los labios de Lucas alcanzaron la piel de su mejilla, un ruido fuerte los hizo separarse un poco. Las voces de otras personas hicieron eco en las paredes vacías.

El personal de la mudanza ya estaba allí.

—Anda, vienen a poner nuestra cama —bromeó Lucas, acción que lo ruborizó aún más.

—Ya vuelvo. Les... les pediré que dejen todo lo más parecido al departamento anterior —huyó de él sin esperar respuesta.

Lucas era un ingrato según Samuel, ¿cómo podía ponerlo en una situación como esa?

Mientras se alejaba de la habitación no pudo borrar la sonrisa que se había formado en su boca.

Lucas tenía celos de Evan.

No tenía por qué, no le dio motivos, pero quizás no confiaba lo suficiente en lo que sentía por él, ¿cómo podía demostrárselo?

[...]

Samuel era un ingrato, según Lucas, ¿cómo podía abandonarlo después de haberle besado de aquella manera?

Incluso le confesó que estaba celoso; para un hombre, aceptar eso era darle el control sobre la relación, ¿acaso la pequeña broma sobre sexo lo había asustado de verdad?

Se tocó los labios. Samuel siempre parecía tan tímido cada vez que se besaban. Podía sentir sus vibraciones en el primer contacto, luego como esa timidez tomaba más confianza al punto de pedirle más contacto, más fuerza, y él se la daba porque complacer a Samuel Styles se había convertido en su nuevo propósito.

Por la tarde todos los muebles estaban acomodados en el departamento. Pese a que Samuel le había dicho que hizo lo posible porque todo quedara igual a como estaba antes, se había tropezado dos veces ya con el sofá y golpeado su frente con el arco a la entrada de la cocina, sin olvidar que casi tumbaba el televisor con uno de sus brazos.

Comenzó a frustrarse.

—Deberíamos buscar un bastón para...

—No voy a usar algo como eso —lo interrumpió. Apretó los dientes al darse cuenta de que había endurecido sus palabras. Samuel no tenía la culpa de nada, en realidad tenía razón, y él lo sabía—. Perdón. Estaba tan enojado con lo que me pasó que odié todo lo relacionado con mi ceguera.

—Entiendo. No tienes que usarlo si no quieres. —Sam vio a Lucas negar.

—No. Tienes razón. No puedes estar conmigo cuidando mis pasos. Debo cuidar de mí mismo. Estos tres años solo he vivido bajo techo, olvidándome de mis responsabilidades y dejando que otros hagan las cosas por mí. Voy a esforzarme más.

Samuel se acurrucó bajo su brazo. Los dos permanecían sentados en el sofá de la sala con el televisor a un volumen muy bajo.

—También me esforzaré. Buscaré un trabajo por las tardes —dijo Samuel, sorprendiendo a Lucas— ¿Qué?, ¿acaso piensas que siendo tu novio permitiré que tu hermana me siga pagando por cuidar de ti? Vivo contigo, eso es más que suficiente.

—Ya, entiendo. Pero entonces no volverás hasta tarde.

—¿Me extrañarías? —se movió un poco para besar su mejilla, estaba conmovido por su reclamo—. Procuraré que el horario sea apropiado. Debo concentrarme en las clases.

—Por cierto, no me comentaste qué dijeron de tu cuadro.

—Pensé que no lo lograría, pero la pintura secó más rápido de lo que creí. La entregué ayer mientras aplicabas para tu examen. No dijeron mucho, supongo que debo esperar. Si logro obtener la beca sería genial, si no… Bueno, necesito el trabajo, es mi plan B. —Samuel acarició la cabeza de Salem cuando este brincó hasta el regazo de Lucas—. De ti no me preocupo, sé que lo harás bien. Te escuché practicar. Me hubiera gustado poder ver tu presentación. Fue una lástima que los aplicadores decidieran no permitir el acceso al público, ¿le agradeciste a Thom por ayudarte a ubicarte durante la presentación?

Lucas asintió.

Por primera vez agradeció que Thomas estuviera cerca. Se había equivocado con respecto a él; desde el principio le dio la impresión de que no le agradaba, pero ayer el chico se escuchaba más amigable con él.

—La presentación no estuvo mal. Hay ciertas diferencias entre el teclado y un piano. Debo volver a empezar. Las últimas clases de piano fueron cuando era un niño. Aquellos que aspiren a la beca deben ser muy buenos.

—Eres mi número uno.

Samuel le dio un rápido beso en la mejilla una vez más. Eso hizo que Lucas cerrara sus ojos.

Sam contempló aquel rostro apacible y relajado, parecía estar sonriendo.

—Aquí es cuando me besas, risitas —lo escuchó decir.

Samuel rio y pasó la lengua por sus propios labios antes de aplastarlos con los suyos.

El castaño siguió aquel beso suave, qué gracia a él se tornó más vivaz y frenético.

Sin romper contacto, empujó al gato que descansaba sobre sus piernas para arrastrar el cuerpo de Samuel, que ahora permanecía de rodillas sobre el sofá.

Salem se escabulló hacia una de las habitaciones después de haber sido desplazado.

Recibió el peso de Samuel sobre sus piernas, sus muslos apretaban a cada lado de los suyos cada vez que se estremecía, cuando sus manos pasaban de su cintura a sus caderas y después hacia sus piernas protegidas por el pantalón de mezclilla que Lucas pudo identificar al sentir la tela.

Necesitaba esforzarse más por Samuel, no quería decepcionarlo. No a quien le había regalado un poco de luz a su miserable existencia.

Pero, no estaba seguro de haber puesto el empeño suficiente.

La presentación fue difícil, y el examen oral lo fue aún más. Presentía que los profesores no estaban del todo convencidos de que un ciego formara parte de su alumnado, pues había candidatos con grande potencial que podían ser mucho mejores, y sin duda, que no tenían limitaciones como él. La forma en la que la mayoría se dirigieron se lo dejó bastante claro.

No lo querían ahí.

Sintió el beso de Samuel en uno de sus párpados, luego en el otro. Le causaba gracia que hiciera eso, pero no podía decir que no le gustaba, le encantaba.

Samuel Styles le encantaba en todos los sentidos, porque lo aceptaba y amaba aún con sus defectos, aun con su temperamento de mierda, ¿podría seguir a su lado aun con sus fracasos?

—¿En qué piensas? —le dijo Samuel, que sujetaba con cariño ambas mejillas.

—Si fracaso, si no logro quedar...

—Está bien. Fracasar no significa que no puedes volverlo a intentar. —Sam besó su frente.

Lo entendía. Pero en su caso, por más que lo intentara, el resultado sería el mismo, porque esas personas estaban más preocupadas por la limitante que él tenía y no miraban sus cualidades, aquello que era capaz de hacer tanto como los demás.

No podía preocupar a Samuel, tenía que pensar en sí mismo y no causarle más molestias de las que regularmente tenía que pasar estando a su lado, suficiente daño le había hecho su indiferencia desde el comienzo.

—Tienes razón —respondió, fingiendo una sonrisa que Samuel no supo interpretar.

[...]

Lo sabía.

Presentía que eso pasaría algún día, pero no creyó que tan pronto.

El amigo de Samuel y River estaban de visita. Una hora atrás, los dos irrumpieron en su departamento cuando Samuel los dejó pasar mientras hacía los preparativos para la cena.

Por suerte, para él, estaba en su cuarto cuando ellos llegaron, pero la suerte le duró poco cuando Sam le pidió salir. No quería, y estaba seguro de ganar esa discusión como tantas veces lo había hecho con Emma, pero Samuel era astuto y terminó en la sala con River mientras su novio le enseñaba a ese parlanchín de Oliver cómo preparar lo que comerían esa noche.

—Lindo piano, ¿has usado la armónica?

—La tiré —respondió de mala gana. Sabía que Samuel la había recogido aquella vez, pero no se había molestado en pedírsela.

Hubo un incómodo silencio para River, así que optó por cambiar de tema.

—¿Recuerdas cuando fuimos a esquiar a esa montaña? Te caíste delante de aquellas chicas rusas.

—No, tú te caíste. No cambies los hechos, imbécil.

—¿Era así? —River sonrió—. Oye, extraño aquellos momentos. Extraño ser tu amigo, ¿sabes? Cometí un error y lo siento. De verdad, nunca debí pensar en mí antes que en ti. Fallé como amigo, tú y Emma fueron mis maestros de inglés, aunque a veces aprendiera de ti, no más que groserías. Te di la espalda cuando más necesitabas de mí, merezco todo el odio que sientes, pero jamás me cansaré de pedirte una oportunidad.

—Ya cállate. Si pudiera ver te golpearía ahora mismo. —River asintió pese a que Lucas no lo vería—. Me molestas, en serio. Pero, si tuve que sufrir el perder a mi mejor amigo y que este me quitara a mi novia, lo agradezco. Sí, estoy agradecido porque vienen cosas mejores. Tengo a Samuel, y tú tienes a Oliver.

Lucas sonrió de medio lado recordando el día que habló con Samuel por primera vez.

—Cuando estaba con Brittany creí encontrar a la persona más importante de mi vida, pero me equivoqué. Samuel es el protagonista de mi futuro, él y nadie más. Decidí entregarle mi corazón que creí destrozado cuando ingenuamente confundí el amor con la atracción y el cariño. Me hacía feliz estar con ella. Esos sentimientos son los que me dolieron cuando me sentí traicionado. Comparar eso con lo que siento por Samuel es... Tonto —rio—. Ni siquiera puedo describir lo que me pasa: bienestar, alegría, pasión, atracción, todo eso y más; nunca tengo suficiente de Samuel. Quiero tomarlo todo y a la vez que nunca termine.

River lo entendía. Vio a Lucas hacer una mueca con sus labios y apretar los puños.

—No entiendo por qué diablos te estoy contando esto.

—Necesitas un amigo al cual contarle tus fantasías sexuales. Estoy disponible.

—Jódete.

River se abstuvo de reír cuando Oliver se acercó a él para pedirle que les ayudara a poner los cubiertos sobre la mesa.

Así que River se alejó sin borrar su sonrisa, perdiéndose el momento en que una mueca, lo más parecida a una risa, se posaba en los labios de quien aún consideraba su gran amigo.

[...]

—¿Debería dormir aquí o en mi habitación? —se preguntó Samuel en voz alta.

—¡Ya deja de perder el tiempo y sube! —le gritó Lucas desde la cama. Samuel apretó los ojos, y con la mano en el interruptor decidió apagar la luz para después correr hasta la cama y brincar dentro del edredón— ¡Samuel, vas a hacer que caiga!

—Hoy gritas demasiado, ¿pasó algo con River? Él parecía feliz.

—No lo sé y no me interesa.

—Lucas Ogro Miller, ¿puedo abrazarte?

—¿Por qué pides permiso para hacer eso?

—Hoy estás ligeramente irritante, quizás estoy siendo molesto.

—Puedes abrazarme cuando quieras —dijo finalmente—. Puedes besarme cuando quieras también, pensé que lo tenías claro, ¿por qué me enojaría al recibir dos de las cosas que más me gustan?

Sam se acercó hacia él. Lucas se acomodó mejor para que ambos estuvieran cómodos, pasó su brazo permitiéndose tocar su cabello cuando Samuel se acurrucó en medio de este y dejó caer su cabeza en su pecho.

—A mí también me gusta que me abraces y beses, ¿hay algo que te guste más que eso?

—Me gustas más tú.

Comenzó a reír cuando Samuel se removió en su pecho buscando el mejor ángulo para repartir besos después, besos que viajarían de su boca a sus mejillas, para terminar en sus párpados como cada vez que se permitían estar así de cerca.

Suspiró, aceptando cada prueba que le indicaba que estaban juntos, que sentían lo mismo, y que, sin temor a equivocarse, era la persona que la vida que una vez creyó perdida tenía para él.

“Risitas, haré que te sientas orgulloso. Es lo menos que puedo hacer por salvarme de mí mismo”.

Lucas Miller cerró sus ojos sin hacer ninguna diferencia.

La oscuridad en la que tenía que vivir lo había sofocado a tal punto de odiar el destino trazado para él, pero Samuel era como una luz de luciérnaga que había encontrado después de vagar en la basura de discriminación, autolesiones, burlas, abandono y decepciones; aferrarse a esa pequeña luz lo había rescatado y dado un nuevo propósito.

Ahora, tres años después de su accidente, tenía una respuesta:

El amor sí existe, pero no lo encuentras en cualquier persona. Puedes sufrir, llorar, decepcionarte y creer que no vale la pena, pero la felicidad no se obtiene tan fácil. Después, cuando has perdido la fe en el amor estará ahí, tu luz de luciérnaga.




Fin de la primera parte.









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