Capítulo 18
Samuel estaba sentado en los escalones fuera de su casa cuando vio el carro de su papá transitando el camino de los invernaderos hacia su dirección.
Todavía no tenía bien claro qué es lo que le diría cuando lo viera, por mucho tiempo pensó en no volver, quería, que cuando tuviera la oportunidad de regresar, su papá viera que podía hacer todo por sí mismo sin necesidad de depender de su dinero, así que ese encuentro carecía de metas cumplidas, y sobre todo, de respuestas.
Cuando los neumáticos se detuvieron, el hombre salió dando un portazo. Caminó hacia él sin decir una sola palabra, para después detenerse justo enfrente. Samuel hubiera deseado un sermón a la mirada flemática que le dedicaba en esos momentos.
Alfonso Styles siempre fue un padre estricto y firme. De pequeño, Samuel lo recordaba como una persona bastante seria, pero todavía mantenía en su memoria aquellas veces que su papá jugaba con él, así como todas esas lecciones que recibió, sobre todo aquellas que involucraban la preservación de la vida misma.
—¿Cansado? Cuidar de una persona puede ser más difícil que cuidar plantas, ¿no es así?
El señor Styles apenas se rio cuando descubrió la sorpresa en los ojos de su hijo.
—Sí, lo sé hace tres semanas.
—¿Cómo?
—Eres mi hijo, me preocupa lo que pueda pasarte. Viví en la ciudad, Samuel, sé cómo son las cosas. El conocer la vida urbana me hace apreciar más dónde estoy ahora. Pensaba traerte de regreso, pero decidí darte la oportunidad de probar que puedes hacer algo con tu vida. —Samuel no supo qué responder, que su papá supiera desde hacía semanas dónde estaba y no hubiera actuado era bastante sorpresivo—. Si fracasas deberás regresar.
—No voy a fracasar, padre —se levantó.
—Y yo espero que no —el hombre puso una mano en el hombro de su hijo—. Mamá no sabe que ya sé dónde te estás quedado. Mejor será que no se lo digas, o la tendrás allí más pronto de lo que esperas.
Asintió. Entonces los brazos de su padre lo arroparon. Samuel se aferró al él por un momento.
Admiraba mucho a su padre, pese a que solía ser muy duro con él, esa misma admiración lo llevó a soportar tres años de estudio de algo que no quería, y por mucho tiempo, mientras se escondía de él en el apartamento de Thomas, llegó a creer que nunca más podría volver a casa.
Era un alivio saber que, pese a la decepción que pudo haberle causado, todavía seguía siendo su hijo.
—Fui muy duro contigo la última vez que hablamos. Pienso que sigues cometiendo un error, pero eres tan terco que me demostrarás que estoy equivocado.
—Ya lo has dicho.
En ese momento la señora Styles salió por la puerta principal. Todavía llevaba puesto el delantal, lo que le hacía suponer a Samuel que acababa de terminar de cocinar.
—¿Cómo te fue, querido?
—Los fraxinus están creciendo bien. Dentro de poco podremos plantarlos.
—¡Maravilloso! Ahora vayan a lavarse las manos. La comida ya está lista.
Samuel disfrutó mucho de ese tiempo con su familia. Sam descubrió que, en repetidas ocasiones, su mamá intentaba sacarle algo de información respecto a lo que había estado haciendo todo ese tiempo que no supieron tanto de él, pero se dio cuenta de ello desde el principio, así que su madre no pudo obtener nada.
Más tarde, Sam subió a su habitación para buscar ropa qué ponerse después de un baño caliente.
Mientras estaba solo no pudo evitar pensar en Lucas, ¿qué estaría haciendo en esos momentos? Se preguntó mirando hacia la nada; el joven supuso que lo más probable era que estuviera encerrado en su habitación como de costumbre, con la habitación a oscuras, sus manos en el teclado y los pies descalzos.
Sí, era una visión bastante común lo que representaba Lucas Miller, y por desgracia, era suficiente para hacerle perder la cabeza.
Suspiró.
—¿Debería volver?
Estaba seguro de que no haría ninguna diferencia. Lucas le había sugerido que se fuera en primer lugar, él solo obedeció porque estaba enojado de que representara tan poca cosa, que no le importara en lo absoluto, ni siquiera como un simple amigo.
—No, no ahora. Después de unos días podré decir que estaré listo para aceptar que nunca podré gustarte. Sigue, como hasta ahora, Lucas Miller.
[...]
Se resbaló. Cayó por los escalones que estaban frente al edificio del departamento en un golpe seco y doloroso.
El suelo estaba resbaladizo por la nieve y era más peligroso aún para alguien como él, que además se encontraba solo. Se lastimó la pierna y el brazo; el frío de la nieve se filtró por su ropa ahora mojada, pero no se quejó.
Estaba intentando llegar hacia Samuel. Si Brandon no había querido llevarlo, entonces él haría algo al respecto. Tomó lo que tenía ahorrado para pagar un pasaje hacia Hopefield, pero las cosas no salieron muy bien.
Se sentía tan patético, no se había siquiera alejado del edificio y ya había sufrido un percance.
Inútil, para Lucas, eso era, ni más ni menos.
Poco después de su caída escuchó las risas de dos personas a su espalda. Sabía quiénes eran, se trataba de aquellos chicos que siempre lo habían molestado. Ahora les había dado un momento de diversión a sus aburridas vidas.
Frunció el ceño y evitó hacer cualquier comentario.
—Levántate, Miller, ¿qué no ves por dónde caminas? Oh, cierto, no puedes ver —intentó levantarse, pero volvió a resbalar.
Estaba tan enojado, ¿por qué había tenido esa idea tan ridícula? Samuel se había ido por cuenta propia, lo abandonó, fue tan idiota como para hacerle caso a sus palabras y no darse cuenta de que eso no era lo que en realidad quería, ¿por qué tenía que ir a buscarlo?, ¿para disculparse?
Sí, pero Samuel Styles también debía pedir disculpas por irse. Esos fueron sus pensamientos en un arranque de rabia debido a su fracaso.
Tener sentimientos por Samuel solo le hacía la vida más difícil. Volvió a hacer el intento, estaba por lograrlo cuando el suelo traicionero volvió a burlarse de él. Esta vez golpeó su cabeza con el buzón del correo situado detrás de él.
Aquellas voces estallaron en risas.
—Largo —dijo una voz bastante conocida. Sintió como le tomaba la mano y lo ayudaba a levantarse—. Te acompaño de regreso.
—¡No seas aguafiestas, chino! —gritó uno de aquellos chicos.
—River, no...
—Al menos déjame hacer esto. Esos idiotas no dejarán de molestarte, pensaban quedarse viendo en lugar de ayudar —le dijo mientras lo dirigía de vuelta al departamento—. A todo esto, ¿qué estabas haciendo afuera tú solo?
—Puedo salir cuando me plazca.
—Ese es el punto, a ti nunca te gusta salir.
—No te incumbe.
—Eso es cierto. Pero lo creas o no, me preocupas. Fuimos amigos, ¿lo recuerdas?
—No te preocupó quitarme a Brittany. No te preocupó nuestra amistad ni cómo me encontraba —le reprochó. Se zafó de River una vez que entraron al elevador.
—Brittany fue quien inició con eso. Comenzó a pasar mucho tiempo conmigo, al principio solo hablábamos de ti y de cómo ayudarte. Después de un tiempo me confesó que se había enamorado de mí. Cometí un error. Debí creerle a su primo cuando me dijo cómo es ella en realidad.
—Brittany no tiene primos.
—¿No? Bueno, debió ser otro de sus íntimos amigos. No fui el único con el que te engañó en todo caso. —Lucas salió del elevador una vez que escuchó la puerta abrirse. Sacó del pantalón la única llave que tenía y, luego de unos segundos luchando, abrió la puerta del número trece—. Si necesitas que te acompañe a algún sitio, puedes decirme.
Pero Lucas le cerró la puerta sin agregar nada más al asunto. No estaba precisamente de humor para decir gracias.
Dio un portazo al cerrar la puerta de su habitación, ¿en qué estaba pensando? Miller había recordado una vez más por qué evitaba a toda costa salir fuera, pero eso había cambiado con la llegada de Samuel.
Fue un iluso al pensar que podría ir y buscarlo, al menos eso era lo que pasaba por su mente en ese mismo instante.
A partir de ahora tendría una razón más para no salir.
Golpeó la silla de su escritorio haciendo que se cayera. Lanzó también una de sus almohadas causando que el retrato de su madre fuera a dar al suelo, más no se quebró, la alfombra había ayudado a amortiguar el golpe.
Lucas se hincó intentando encontrarlo; sus ropas estaban mojadas, comenzaba tener mucho frío, y si no se cambiaba pronto corría el riesgo de enfermar una vez más.
—Ni siquiera pude poner un pie lejos de la calle —apretaba tanto los dientes que su mandíbula ya dolía. Saberse inútil nunca fue tan evidente.
Comenzaba a preguntarse por qué tenía que comportarse de esa manera por alguien que también lo había abandonado, Samuel lo dejó, así como lo hizo Brittany...
Negó de pronto.
Su corazón luchaba con su racionalidad. Samuel no lo abandonó, él lo orilló a hacerlo y esa era la diferencia.
Se recargó en la cama sentado en la alfombra. Cuando su mano se posó al lado encontró el retrato de su madre; usó sus dedos para sentir el contorno del marco de madera y después pasó su mano por la superficie de vidrio.
¿Su madre podía ver lo patético que era?
—Samuel no volverá. Lo eché a perder, mamá.
[...]
Estornudó. Tenía seis días en casa de su familia y ya había ayudado a su padre a despejar gran parte de la nieve que se amontonaba alrededor de la casa, la señora Styles le había tejido dos bufandas y su hermana ya sabía cada aspecto que le había gustado de Lucas.
Esto último, lejos de olvidarlo, solo había ocasionado que extrañara en gran medida al castaño, ¿por qué su hermana se empecinaba en saber más al respecto? Samuel Styles no lo entendía.
Se sacó las botas de nieve y las guardó en el closet. Necesitaba un par de zapatos calentitos para sus pobres pies congelados.
El tiempo en Hopefield parecía ir más lento para Samuel, quizás el frío invierno lo congelaba, a veces le gustaba imaginar que era así.
—No recuerdo que en Pensilvania hiciera tanto frío —vino a su mente las noches invernales que solía pasar con sus amigos desde que se mudó a la ciudad para ir a la Universidad, Oliver siempre les compraba comida y todos pasaban largas tardes en el departamento de Thomas.
Se preguntó qué estarían haciendo sus amigos, ¿Oliver pasaba más tiempo con River?, ¿Thomas había logrado conquistar a su profesor? Recordó que había dejado el celular guardado en el buró. Lo apagó desde el día que llegó al pueblo.
Mientras viajaba lo había mantenido apagado, después lo encendió cuando arribó, descubriendo más de veinte llamadas de Oliver y otras tantas de Thomas; no entendió el por qué la urgencia de comunicarse, así que le mandó un mensaje a Ollie explicándole que estaría en casa de sus padres por un tiempo, después volvió a apagarlo, pues necesitaba desconectarse un momento de la realidad y volver a ser Samuel Styles, el chico de Hopefield que limpiaba invernaderos, quizás así recuperaría su suerte.
—Aquí está —lo tomó entre sus manos y presionó el botón de encendido.
El teléfono tardó unos segundos en iniciar, luego de eso le llovieron al menos diez mensajes de Oliver y algunos más de Thomas.
—¿Qué es tan urgente?
Abrió primero los mensajes de Thom. Este le informaba que Oliver lo había puesto al tanto de su paradero, también le hablaba sobre los ensayos del proyecto que estaba realizando con el profesor Jackson, preguntaba cuándo volvería y por qué no respondía. Después pasó a los mensajes de Oliver, fue bueno haberse sentado antes de leerlos.
Tienes que volver, Lucas estuvo aquí preguntando por ti. Recibido, lunes 9:56 a.m.
Samuel, River me dijo que Lucas le pidió la dirección de Thomas. Recibido, lunes 10:02 a.m.
Thomas estaba en la Universidad, yo iba saliendo de mi departamento cuando lo vi. Recibido, lunes 10:04 a.m.
¿Samuel?, ¿acaso no volverás? Lucas está buscándote, ¿sabes lo que eso significa? Adivina. Recibido, martes 8:35 a.m.
¿Acaso estás ignorándome? Nadie me ignora, Samuel Styles. Recibido, martes 7:46 p.m.
Oye, River me platicó que Lucas está muy enfermo. Al parecer intentó salir por su cuenta y resbaló en la nieve. Se enfermó después de eso, creo que deberías volver. Recibido, jueves 6:13 p.m.
Quise visitar a Lucas hoy junto a River, pero no nos abrió. Me preocupa. Recibido, viernes 5:44 p.m.
¿Tenías idea de que piensan desalojar el edificio? River dice que quieren comprar el terreno, van a reubicar a las familias que viven aquí a otro edificio. Lucas fue el único que no firmó nada. Es importante que vuelvas. Recibido, sábado 10:17 a.m.
Me voy a mudar con River al nuevo departamento. Recibido, sábado 3:21 p.m.
Bien, ya te di unos días ¿Aún no adivinas? Lucas está completamente flechado por ti. Créeme, ¿ahora sí volverás? Recibido, sábado, 4:39 p.m.
Terminó de leer los mensajes sin saber qué hacer después, procesando toda la información que Oliver acababa de darle, ¿Lucas estaba enfermo? ¿Había intentado salir del departamento y se había lastimado? ¿Estaba tratando de encontrarlo?
Todas y cada una de las preguntas que se habían formulado en su cabeza eran afirmativas, pero le costaba creer en aquellas respuestas.
La más ridícula de todas era creer que le gustaba a Lucas.
Un buen chiste.
—Samuel, bajaré al pueblo antes de que oscurezca. Voy a recoger un encargo a la estación, ¿me acompañas? —dijo su hermana, entrando de pronto a su habitación.
—Ah, sí, sí, voy contigo —tomó un abrigo, colocó una de las bufandas que le dio su madre y caminó junto a su hermana hacia el auto. Esta vez decidió dejar el celular encendido.
El viaje hacia el pueblo fue corto y silencioso. Samuel no dejaba de pensar en los mensajes de Oliver, y lo que más le preocupaba de todos ellos era Lucas, estaba enfermo y podía necesitar su ayuda. Tenía bastante claro que Brandon lo acompañaba, pero no podía quedarse tranquilo aún con eso.
Debía regresar.
Cuando su hermana por fin aparcó en la estación, Samuel se plantó frente a ella con cierto remordimiento por lo que estaba a punto de hacer.
—Tengo que irme —le dijo—. Me esperan en la ciudad.
—Después de todo lo que me has contado, todavía me sorprende que sigas aquí —respondió su hermana acompañada de una sonrisa—. Solo recojo el paquete y te llevo de vuelta para que hagas tu maleta.
—Tengo que irme ya. Lucas está enfermo y... Necesito cuidarlo, ese es mi trabajo.
—Lo sé. Te enviaré tu equipaje mañana mismo —Samuel la abrazó.
—Gracias, Noe. Te quiero.
Corrió. Tenía dinero en sus bolsillos para pagar el pasaje en tren. Si se apresuraba podía llegar justo a tiempo para celebrar su cumpleaños.
[...]
El viaje se había retrasado, y cuando llegó al departamento de los Miller ya eran las 12:15 de la madrugada.
Domingo 3 de febrero, oficialmente Lucas cumplía veintidós años.
Puso la llave en el cerrojo y por un momento dudó, ¿y si Lucas no lo quería de vuelta? Ignorando aquel pensamiento negativo hizo girar la llave y la puerta abrió.
Encontró la casa a oscuras, el castaño debía estar dormido, Brandon estaba en la habitación de Emma o en el hospital. Cerró la puerta con cuidado una vez dentro e intentó hacer el menor ruido posible.
Salem corrió a saludarlo y se frotó en sus piernas con alegría. Lo acarició en respuesta, le alegraba volver.
Avanzó por el pasillo a oscuras. Sus pies se detuvieron frente a la puerta de Lucas, estaba tentado a abrirla y cerciorarse de que estuviera bien, pero se detuvo antes de tocar el pomo.
Dio media vuelta y entró a su recámara, cuando tocó el interruptor y la luz se encendió, no esperaba para nada encontrar aquella espalda y esa cabellera castaña sentada sobre su cama.
Lucas estaba en su habitación, ¿acaso lo estaba esperando?
Llevó una mano a su boca esperando que su respiración, agitada por la sorpresa, no lo delatara. Lucas estaba sentado en su cama y no parecía haberse dado cuenta de la presencia de otra persona más aparte de él. Samuel se preguntó entonces qué debía hacer.
No podía quedarse parado ahí para siempre.
Lo escuchó estornudar. Luego de eso tosió un par de veces antes de quedarse callado de nuevo. A Sam se le oprimió el corazón.
Estaba enfermo, y aun así lo esperaba a altas horas de la noche, ¿cuánto tiempo había estado ahí? Se mordió el labio con fuerza justo antes de manifestar su presencia.
—Lucas...
Lo vio mover su cabeza, girándose un poco en la dirección donde se encontraba. Pudo ver entonces su rostro conmocionado.
—¿Samuel?, ¿estás aquí?
—He vuelto.
Se levantó de la cama mostrando esta vez su silueta de frente. Samuel estuvo consiente ahora de su condición, tenía unas marcadas ojeras, sus labios estaban secos y su nariz roja denotaba el resfriado que se había mantenido en su cuerpo desde el lunes pasado.
Ahí estaba el ogro que tanto le gustaba.
Sonrió, aunque no pudiera verle, sonrió agradecido de volver a estar a su lado.
—Pero mira nada más, estás hecho un desastre.
—Risitas...
—Feliz cumpleaños. —Lucas no respondió— ¿Acaso lo olvidaste? Hoy es tu cumpleaños. Perdón, no tengo nada que obsequiarte.
—Te atreves a volver sin un regalo, eso es bastante grosero de tu parte —respondió sin darse cuenta de que estaba sonriendo—. Lo dejaré pasar porque ya tengo lo que quiero.
Lucas rodeó la cama esperando encontrarse con él de frente. Samuel solo dio un paso a su derecha para tenerlo delante.
Entonces esa mano, que Sam podía jurar medía el doble que la suya, tocó su cara, cubriéndolo casi por completo. Samuel podía ver entre sus dedos el rostro apacible que presentaba en esos momentos el dueño de esa mano.
Fue testigo de cómo su cara se pegó a su dorso mientras sus ojos se cerraban, sometiéndose a ese momento tan íntimo.
Estaban tan cerca, que, si Lucas Miller hubiera retirado su mano en esos momentos, habría podido tocar sus labios.
Sus dedos acariciaron su frente sin apartarse, sin alejar su rostro, era como un roce de labios tortuoso que apostaba por algo más ardiente y delicioso.
Fue Samuel quien depositó un beso en la palma de su mano sin cerrar sus ojos, sin perderse la expresión espontánea de aquellos ojos perdidos, ojos que no se esperaban nada de aquel roce caliente y húmedo.
Samuel haló lentamente aquella mano, la cual fue descendiendo hasta retirar la barrera que representaba para ambas bocas. Lo besaría, lo haría de nuevo. Esta vez estaba convencido de que las cosas tomarían otro rumbo.
Sus colores habían cambiado.
Su aliento tibio se mezcló con el suyo. Levantó su peso con la punta de sus pies para poder alcanzarlo y lo vio cerrar sus ojos; él también lo hizo, entonces, el ruido de unas llaves en la cerradura de la puerta principal los regresó al mundo presente.
Brandon estaba de vuelta.
Samuel corrió hacia su propia puerta y la cerró, apagó las luces de su cuarto y esperó a que el joven doctor atravesara el pasillo hasta su habitación.
Dio un suspiro. Eso había estado cerca. Tan cerca que moría de vergüenza.
Chocó con Lucas cuando movió sus pies hacia atrás. Su espalda se encontró con su pecho.
—De... deberíamos descansar. Ya es tarde —dijo todavía en oscuridad y sin poder ocultar su tartamudeo.
—Los regalos no desaparecen, así que ni se te ocurra volver a irte —lo amenazó, pero solo sirvió para que Samuel se sonrojara.
—No... no soy un regalo.
—¿Acaso tienes algo más que darme?
—No —respondió con pena.
Lucas asintió dándole a entender que él tenía razón.
Samuel no supo cómo interpretar aquel reencuentro. Sentía mucha más atracción por Lucas de lo que había experimentado antes, de cierta forma era como ser atrapado por una sensación donde la persona contraria lo incitaba a no volver a separarse nunca más.
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