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Capítulo 12

El tiempo se había vuelto más y más frío. Le preocupaba la salud de Lucas, quien no había dejado de estornudar en todo el día. Apenas era martes y Emma no podría revisarlo, Brandon estaba todavía trabajando y se desocuparía tarde, y lo peor de todo era que Lucas no tenía la más mínima intención de ir al médico.

—¿Pero por qué?

—No me agradan, hacen preguntas estúpidas y se creen con el derecho de regañarte, así que paso, prefiero morir de gripa —fue su respuesta, Samuel no estuvo contento con eso, sobre todo por la exageración de las cosas.

—Te recuerdo que tu hermana es doctora.

—Sí, Emma es desagradable cuando se pone su disfraz, pero ella no está aquí, así que deja de sermonearme. —Lucas fue consciente del suspiro de Sam.

—Lucas, tu gripa puede empeorar. Está haciendo mucho frío, la calefacción no funciona y no vendrá nadie a arreglarla hasta el jueves. Dicen que va a nevar mucho esta noche, me preocupa que te suceda algo peor si no te atiendes.

—Deja de preocuparte por todo. No voy a ir al médico, no insistas.

Lucas encontró el control del televisor y lo apagó. Escuchar las noticias solo había servido para que la insistencia de Samuel con respecto a su salud aumentara en medida. Caminó hacia su cuarto y se dejó caer en la cama, tenía sueño y tampoco deseaba escuchar más la voz molesta de Samuel Styles.

Cuando despertó eran más de las siete de la noche, lo supo cuando presionó el botón de su despertador anunciándole la hora exacta. Bostezó, tenía la nariz helada al igual que sus pies, estaba haciendo demasiado frío. Cuando se levantó lo primero que hizo fue buscar calcetines, los colocó con prisa esperando apaciguar su frío y entrar en calor, solo faltaban sus pantuflas. Fue entonces que la puerta de su habitación se abrió.

—¿Lucas?, ¿ya estás despierto? —El sonido del interruptor llegó a sus oídos—. Te traje té caliente, servirá para aliviar tu resfriado. —Lucas se sentó en la cama y Sam lo acompañó ofreciéndole del té— ¿Tienes frío? Te ves tan débil, ¿no has cambiado de opinión? Sabes que no te dejaré solo, podemos ir y...

Pero las palabras de Samuel fueron rápidamente apagadas con la negativa de su acompañante, que ya estaba mostrando su enfado al tener que repetir la conversación de horas atrás.

—Te dije que no. Ya es tarde, además, es peligroso salir con este tiempo. Me quedaré aquí.

—¿Por qué eres tan testarudo? —Miller seguía siendo tan o más difícil de convencer, y Samuel temía que llegara el momento que lo ignorara por completo—. En fin, la cena está lista. Ven pronto o se enfriará.

Se llevó la taza de té vacía y salió de la habitación. Lucas estuvo en el comedor poco después, ninguno habló mucho, Sam comentaba algo de vez en cuando y Lucas solo escuchaba.

—Oliver me invitó a su departamento, no te lo había comentado porque sé que mis amigos no te agradan, pero quiere que nos reunamos todos, y también te invitó a ti. Ollie siempre me ha recibido con los brazos abiertos, aun sabiendo que soy un torpe chico de campo. Quisiera ir.

Hubo un largo silencio, Lucas parecía procesar la información. Sam lo vio hacer una mueca de desagrado, ya estaba, hasta ahí había llegado todo.

Al menos lo intentó.

—Puedes ir si quieres, te prometo no sacarme las tripas en tu ausencia —respondió para después llevaré otro bocado de comida y degustarla con tranquilidad.

—No es gracioso, Lucas. Pero si no vienes conmigo, entonces me quedaré aquí —Lucas se removió en su silla.

—Ya te dije que no voy a intentar nada.

—Te creo, pero quiero que vengas conmigo, por favor.

Samuel no quería que el chico pensara que lo hacía para mantenerlo vigilado. Por un lado, le preocupaba dejarlo solo en casa, pues le parecía grosero de su parte irse con sus amigos y déjalo a él atrás; y, por otro lado, quería que lo acompañara, que Lucas conviviera más con él y con sus amigos, quería pasar tiempo juntos. Irónico, puesto que vivían juntos en ese departamento, pero gran parte de ese tiempo la pasaban solos.

—¿Por qué quieres que vaya?

—Porque eres mi amigo —dijo sin vacilaciones— y también... porque me agradas, sobre todo cuando no eres un ogro enojón todo el tiempo.

Comenzó a reír y su sonrisa se multiplicó cuando vio en Lucas un atisbo de diversión casi imperceptible.

Cuando los dos terminaron de cenar, Lucas se retiró de vuelta a su recámara y Samuel se quedó para dejar la cocina en orden antes de ir a la suya.

Unas horas después, Sam tenía dificultades para dormir, pensaba en esa casi carente sonrisa que se había dibujado esa noche en los labios de Lucas.

Cielos, no entendía qué le estaba pasando, ¿por qué tenía que pensar en Miller justo cuando intentaba dormir?

En primer lugar, ¿estaría bien? Le preocupaba su salud, ¿qué tal si había empeorado?

Cuando miró su reloj era ya la una de la madrugada. No tenía ni un poco de sueño, la preocupación por la salud de Lucas no le permitía descansar, esperaba que el joven hubiera hecho caso a sus consejos y abrigarse mejor, pero se cercioraría de ello.

Salió de su cama y caminó hacia la habitación del castaño haciendo el menor de los ruidos. Cuando entró encendió la luz dándose cuenta de que Lucas estaba pasando un mal momento. Su cuerpo se abrazaba a sí mismo y parecía despierto, ¿por qué era tan idiota y se dejaba pasar ese mal rato?

—¿Lucas? —Se acercó y tocó su mejilla, estaba muy fría—. Voy a traerte otra frazada.

No obtuvo ninguna respuesta, pero sabía que Lucas estaba despierto pese a que mantenía los ojos cerrados. Sam volvió con la manta y la extendió sobre el cuerpo de Lucas, que pareció más relajado después de ello.

Samuel quería hablar, pero no estaba seguro si quería algo de compañía, después de todo era bastante tarde ya, lo mejor sería volver a su recámara.

—Descansa.

—Espera —lo escuchó decirle—. La calefacción no funciona, y por la madrugada va a empeorar, tal vez sería conveniente que te quedaras aquí esta noche.

Esa invitación lo dejó bastante sorprendido.

—Ah... ¿yo?, eh... ¿con... contigo..., do... dormir? —se mordió la lengua, eso se había escuchado terriblemente mal, ¿en qué estaba pensando? No, ni siquiera podía ordenar sus pensamientos.

—E...eso... di... dije, Billy —se burló, haciendo sonrojar a Samuel hasta las orejas.

Pero la molestia duro poco, porque a los pocos segundos ya se encontraba entrando en su cama, acomodándose al otro lado, lo más cercano a la orilla, gracias a que accidentalmente había rozado su brazo con el de Lucas, causándole una extraña sensación en la piel que no supo describir.

Después de eso, los latidos irregulares en su corazón volvieron.

—Buenas noches. —Samuel le dio la espalda esperando dormir pronto, pero lo que a Lucas le costó un par de minutos, a Sam le tomó horas.

[...]

Samuel le había hablado a Brandon esa mañana, por lo que el joven había llegado a visitarlos antes de ir al trabajo. Lucas se había quejado con Sam, apenas su amigo comenzó a regañarlo por no tener los cuidados necesarios, pero Samuel no puso gran atención a sus regaños, sino a las indicaciones que le dio Brandon para que se recuperara pronto.

—Haz caso a Samuel. De lo contrario tendré que llevarte conmigo al hospital —puso una mano en su hombro apretándolo con cariño—. Volveré esta noche.

—Gracias, Bran, ten un buen día. Te prepararé algo rico para esta noche —Samuel lo despidió.

—No debiste llamar a Brandon. —Sam rodó los ojos.

—Ya, lo hice. No es algo que pueda deshacer, así que mejor cambiemos de tema. Hablemos de tu cumpleaños, es el próximo mes según recuerdo. Deberíamos hacer algo, como salir a divertirnos. Podemos invitar a mis amigos y pasar el tiempo juntos, ¿no te parece?

—Ni siquiera le agrado a tus amigos.

—Eso no es cierto. Además, piensa en lo que te dije ayer, si aceptas la invitación de Oliver estoy seguro de que con gusto vendrán a tu cumpleaños.

—No quiero celebrar mi cumpleaños, no te emociones tanto.

Lucas llegó al sofá y renegó por no encontrar el control del televisor, y cuando por fin lo hizo, Samuel ya había llegado, se sentó a su lado esperando seguir con una conversación que Luc decidió ignorar.

—Thomas quiere conocerte mejor, pero tú te encierras, y a Oliver no lo conoces, cuando lo veas podrás...

—¿Se te olvida que no puedo ver? ¿Por qué tienes que burlarte de esto cada vez que puedes? —Samuel se encogió en su sitio.

—No me burlo. Lo siento, a veces lo olvido —confesó con cierta pena—. Si ves o no, no me importa.

—A mí sí, me importa. Para ti no es importante porque no se trata de ti, no es tu vista la que está mal, es la mía.

—No, no quise decir eso —se apresuró a decir, pero Lucas ya había comenzado a apretar el botón de volumen del control del televisor—. Lo que quiero decir es que no tener vista no te hace menos a mis ojos. Lo que me importa está aquí.

Samuel acercó su mano y con su solo dedo índice tocó el pecho de Lucas, apuntando a su corazón.

—Lo que me gusta de ti está justo ahí, ¿puedes oírlos?

Samuel pudo vislumbrar como aquella seguridad de Lucas se caía por unos segundos, parecía que se había puesto nervioso, y aunque la sola idea le divirtió, el gusto le duró solo un momento.

—Ahora el ciego eres tú. Brittany se llevó mi corazón, ¿qué puedes ver tú dentro de él si no me queda nada?

Samuel retiró su mano de inmediato y se alejó hacia su habitación, dejando a un Lucas desconcertado por su reciente cambio de humor. Cerró la puerta, apenas llegó y caminó de un lado a otro intentando calmarse.

¿Brittany tenía su corazón? ¿Cómo era posible que siguiera aferrado a esa mujer?

¡Lucas era un idiota, un estúpido, un tonto!

Caminó hacia el pequeño balcón y miró hacia el anuncio publicitario con el rostro de Evan esperando que él le diera las respuestas, porque de verdad que no podía entender al castaño.

—Imbécil.

Samuel vio su propia aura tornarse opaca, ¿por qué le afectaba tanto lo que Lucas hiciera con su vida? Seguir amando a una mujer que había pisoteado sus sentimientos no estaba bien, ¡iba a casarse con su padre! Pero tal parecía que para Lucas eso no era tan relevante.

Lanzó una maldición que pudo ser escuchada por los peatones que transitaban por la calle. Avergonzado cerró la ventana y se tiró en la cama intentando no pensar más en ello.

—No me importa. Si esa mujer viene otra vez y él comete la estupidez de su vida, adelante, pero me encargaré de que Emma lo sepa.

Apretó la mandíbula, al punto de sentir sus músculos doler, fue entonces que reaccionó a su propio estado, ¿por qué se ponía así? Era solo Lucas y sus tonterías.

"Te gusta, ¿ahora vas a cambiarme por él?" Escuchó la voz de Evan en su cabeza.

—¡NO! No me gusta, es solo que me molesta que siga siendo tan ingenuo. Puede parecer duro, pero es frágil. No quiero que lo lastimen, eso es todo —se abrazó a sí mismo en posición fetal—. Sí, eso es todo.

[...]

Lucas permaneció en el sofá toda la mañana, y después de salir de bañarse volvió a la sala esperando encontrarse a Samuel preparando la comida, pero el joven jamás salió. Comenzó a preocuparse, pero aun así se las arregló para encontrar algo de fruta picada en el refrigerador, la cual comió casi sin poner gran atención en el sabor. Volvió a escuchar el televisor otra hora más y después abandonó la sala.

Sus pasos se detuvieron frente a la puerta de Samuel, palpó la madera por un momento tentado a tocar, pero se arrepintió justo después de pensarlo. Terminó por volver a su recámara y no se levantó de la cama hasta escuchar el timbre de la puerta.

Odiaba tener que abrir, y odió más que Samuel no se dignara a aparecer. ¿Qué era lo que le pasaba?

—Estoy de vuelta —dijo la otra voz.

—Brandon, pasa —Lucas se hizo a un lado para dejarlo entrar.

—Qué silencioso, ¿está Samuel contigo?

—Sí, eso creo. O probablemente murió, hace horas que no sale de su cuarto —respondió. Brandon caminó hacia la habitación de Sam con preocupación.

Lucas lo siguió al darse cuenta de que el doctor se había alejado. Pronto los golpecitos a la puerta de Samuel llegaron a sus oídos. Comenzó a frotar sus dedos, ¿por qué ese tonto no habría? ¿De verdad le había pasado algo?

Dio un paso acercándose a la puerta, sintió la superficie de la madera con sus manos solo un instante antes de que esta fuera abierta del otro lado.

—¿Qué sucede? —dijo Samuel somnoliento, su voz denotaba que había despertado unos instantes atrás— ¡Oh, Brandon! ¿Qué hora es?

—Las ocho y media ¿Estabas durmiendo?

—¡Cuánto lo siento! Yo... estaba... me quedé dormido. Lo lamento —se disculpó—. Enseguida preparo algo.

—¿Dormiste?, ¿toda la tarde? —preguntó Lucas, no conforme con su explicación.

—Estaba muy cansado. Pero me encuentro bien. Debo ir a la cocina, no me tardo.

—Te ayudo —se ofreció Brandon. Ambos se alejaron dejando atrás al castaño que no dejó de pensar en el extraño comportamiento de Samuel.

Cuando la cena estuvo lista, Samuel y Brandon estuvieron platicando sobre el trabajo de ese día en el hospital, Sam también comentó lo mucho que le preocupaba que Lucas enfermara más si no se cuidaba, lo que los llevó luego a hablar sobre el clima. Sam sugirió que el doctor se quedara a dormir esa noche, pero Brandon no quería incomodarlos.

—No me incomoda, y a Lucas tampoco, ¿verdad, Lucas?

—Puedes quedarte, no es problema —respondió, después recordó lo que su amigo le había dado a entender aquella ocasión que hablaron a solas.

—Gracias, pero no me gustaría invadir su espacio, no creo prudente dormir en la habitación de Emma —respondió.

—Entonces duerme en la mía. Yo puedo dormir con Lucas —Brandon pareció divertido ante la propuesta.

—Lucas no deja que nadie duerma con él. Terminarías en el suelo.

—¿Ah, sí? —el castaño comenzó a sentirse incómodo imaginando la mirada de Sam sobre él, ese joven que su mente había moldeado desde el momento que tocó su rostro— Pero nosotros...

—¿Qué se le va a hacer? —Interrumpió Lucas—. Regresa con cuidado, Brandon.

Y sin más, el doctor se despidió y salió del departamento.

Cuando el joven se fue, Samuel volvió a la tarea de recoger todo de la mesa para lavarlo. Lucas, en cambio, escuchaba el ir y venir de los pasos de Sam por la cocina, descubrió entonces que odiaba ese silencio que se había formado entre los dos ese preciso momento, ¿qué le pasaba a risitas? ¿Por qué estaba tan callado con él? Ni siquiera habían peleado, no entendía nada de lo que estaba pasando, pero necesitaba respuestas.

—¿Por qué no salías de tu habitación? —dijo Lucas al pie de la cocina junto a la barra.

—Ya te lo dije, estaba cansado, me quedé dormido.

—¿Todo el día? Sí, claro.

—Eso fue lo que dije —respondió dejando de fregar los platos— ¿Tenemos que pelear por esto?, ¿a ti que más te da? Odias mi presencia, que desaparezca dos horas o diez debe ser un regalo.

—No si desapareces todo el día.

—Habla el que se encierra en su habitación desde que vivo aquí. Realmente no te entiendo.

—Tal vez me agradas un poco... —dejó escapar el castaño.

—¿Te agrado?

¿Acaso estaba soñando? ¿Lucas había dicho eso?

—Eso fue lo que dije —respondió de igual manera.

Después, dándose cuenta del nuevo silencio que se había formado entre los dos, Lucas Miller regresó al sofá sin encender el televisor, sin irse a su habitación hasta que el chico hubo terminado de guardar todo, hasta que ambos se dijeron buenas noches. Solo hasta entonces.









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