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Capítulo 1

Samuel Styles había abandonado la carrera universitaria sin el consentimiento de su padre. Desde que era joven había tenido fascinación por la pintura, pero su familia no estaba de acuerdo, en especial su papá.

“No es un futuro para mi hijo”, había dicho el señor Styles cuando Samuel le había llorado y suplicado para que le permitiera estudiar lo que él quería, pero el hombre no dio su brazo a torcer. Así fue que Samuel desperdició tres años de carrera en algo que aborrecía. No deseaba por ningún motivo tomar el negocio de su padre, así que después de aquella discusión, a finales de año, abandonó la universidad y su hogar.

“¿Y a dónde irás? No podrás mantenerte tú solo. No sabes hacer nada, Samuel”.

—Te mostraré que estás equivocado, padre —se animó a sí mismo.

Pidió a un amigo de la Universidad, Thomas Parker, el cual rentaba un pequeño departamento cerca del campus, alojamiento por unos días mientras encontraba trabajo. Sam sabía que obtener un empleo sin estudios era difícil, pero confiaba en que lo lograría, tampoco esperaba contar con un empleo maravilloso sin haber terminado la Universidad.

—He remarcado posibles empleos en el periódico —dijo Sam mientras se sentaba en la mesa de la pequeña cocina junto a Thomas.

—¿Piensas salir hoy?

—Sí, debo comenzar cuanto antes. Necesito dinero, papá posiblemente canceló mis tarjetas, de igual forma no iba a pedirle nada. Haré todo por mi cuenta —dijo con decisión. Volvió a ojear la sección de empleo y aquellos remarcados de rojo—. Hay un trabajo en el mercado moviendo cajas, también de cajero en un minisúper, mesero en un local cerca de aquí y limpiando una casa tres veces por semana, este último es el mejor pagado.

—Sabes que puedes quedarte el tiempo que necesites.

—Gracias, Thomas. Debo conseguir empleo rápido para pagar un departamento. Después buscaré la manera de entrar a la Universidad nuevamente, en el departamento de artes.

—Será difícil, pero estaré animándote.

Samuel le sonrió en agradecimiento. Estaba en deuda con Thom. Lo conoció cuatro años atrás en la estación de policía. El chico estaba ahí para hacer una denuncia contra un hombre que había intentado robar en la pastelería de su mamá; Samuel, en cambio, mantenía una fuerte discusión con un oficial, pues el hombre no tomaba en serio la denuncia que estaba haciendo.

—¿Eres una especie de defensor ambiental? —le preguntó Thomas luego de acercársele afuera de la estación.

—Algo así, pero tengo razón. Esa empresa desecha todo el químico en los ríos y nadie les dice nada —dio un suspiro—. Esta ciudad también está mal. Me cuesta un poco respirar. —Samuel miró al cielo.

—Se nota que no eres de por aquí. Me imagino que vienes del campo. Pero esto no es nada, hay ciudades incluso más contaminadas que la nuestra. Por desgracia no es una prioridad para todos. —Sam asintió— ¿Y qué hace un joven de campo en esta ciudad?

—El próximo año pienso estudiar una carrera, papá insiste en imponerme la suya por el bien de… nuestra familia es tradicional, pero me gustaría hacer algo que me entusiasme.

—¿Cómo defensor de la naturaleza? —Sam rio.

—No, mi familia es buena en eso. Yo quiero estudiar pintura.

Pero al final su padre había impuesto su voluntad. Samuel sabía que desperdició tres años de vida en algo que no disfrutaba. Fue después de ese tiempo que decidió cambiar las cosas. Su hermana podía seguir el legado de la familia, él, en cambio, viviría el tiempo a su manera.

[...]

No contaba con suficiente suerte. Rechazado se había convertido en su palabra menos favorita, ganando por una con “le llamaremos”, ¿a dónde diablos le llamarían si ni siquiera tenía celular? Había abandonado su casa, su padre estaba enojado con él, pero estaba seguro de que lo buscaría en un par de semanas luego de que se le pasara el enojo, y si mantenía el celular consigo, entonces lo encontraría sin ningún esfuerzo.

Sam quería demostrarle que podía hacer las cosas solo, pero necesitaba un poco de tiempo, si daba con él tan rápido, ¿entonces cómo podría demostrarle que no era un inútil?

—Señorita, le juro que puedo aprender rápido… —solo fue capaz de ver la puerta de la oficina cerrada frente a sus narices ¿Por qué era tan difícil?— A este paso, papá va a encontrarme, entonces se reirá de mí y dirá que tenía razón.

Salió del local. Miró la última parada del día de hoy y se animó a sí mismo. Limpieza en un departamento tres veces a la semana no podía ser tan difícil.

—Lo siento. Pensaba más bien en una mujer —le dijo aquel hombre de aspecto joven una vez que llegó a la dirección que marcaba el periódico.

—Pero aquí no especifica nada. Por favor, necesito el empleo. Soy muy bueno en la limpieza, he limpiado los invernaderos de mi familia por años, y hablo de kilómetros de hectáreas, le aseguro que…

Pero nuevamente, lo único que pudo ver fue la puerta. ¡Le había cerrado en las narices! Hizo una mueca, en definitiva no había sido su día.

—¿Una mujer?, ¿y para qué la quieres, eh? —preguntó Samuel, imaginando que todavía tenía a aquel sujeto frente a él.

Quería regresar con Thomas contándole lo feliz que estaba por haber encontrado un empleo. Pero eso era algo que solo quedaría en su loca imaginación. Fracasó el primer día y temía que los siguientes fueran exactamente lo mismo. Si fallaba, tendría que regresar a casa arrastrándose y pidiendo perdón, pero en el fondo creía que había hecho lo correcto, luchar por lo que en realidad quería; era su vida, y aunque amaba a sus padres, necesitaba encontrarle un sentido a su existencia y seguir su camino, no planeaba recorrer el mismo que su viejo padre.

La puerta del departamento de enseguida se abrió dejando ver a una joven con el ceño fruncido y los dientes apretados, parecía que había terminado un round bastante acalorado donde había perdido. Las discusiones de pareja era algo a lo que no estaba acostumbrado, sus padres se llevaban bastante bien y pocas veces había visto a sus compañeros de escuela tener una disputa con sus novios.

—¡No tienes cinco años, hermano! —vio un peluche atravesar la puerta hasta golpear con la pared de enfrente. Por otro lado, tenía más experiencia en las peleas de hermanos. Él solía discutir mucho con su hermana mayor.

La chica, que Samuel pudo catalogar como bonita, aunque el carácter estaba en duda, lo miró en el momento que se percató de su sombra en el piso de alfombra color caramelo.

—Yo… ah… buenas tardes. —Sam le sonrió incómodo y se dio la media vuelta para huir directo al ascensor, pero la voz de aquella mujer lo detuvo antes de aplastar el botón.

—¿Eres amigo del señor Newman?

No había nadie más ahí, así que Samuel entendió que se dirigía precisamente a él.

—No, yo vengo por el trabajo que el señor Newman ofrece en su departamento —respondió volviéndose para mirarla—. Pero creo que no soy su tipo, él quería…

—A alguien con pechos —sonrió a su propio comentario—. Emmaline —dijo presentándose—, pero me puedes decir Emma.

—Soy Samuel. —Sam miró hacia el ascensor— ¿Vas a tu trabajo? No quiero hacerte perder el tiempo.

—Oh, no. Todavía lo hay, aunque pienso renunciar hoy mismo. Ayudo en una clínica, me he graduado de la Universidad de Medicina —dijo con cierto orgullo en sus palabras— ¿Ya terminaste? ¿Quieres venir a tomar un café conmigo?

—Eh…

—Vamos —lo haló del brazo.

Era extraño y curioso estar sentados en un local de café tomando uno con una completa desconocida, cierto, se llamaba Emma, pero solo sabía eso.

Samuel comenzó a sentir entonces que no era buena idea estar ahí, era un simple chico de campo que no conocía del todo la vida ni las personas de la ciudad. Su amigo no contaba en ese asunto, Thom era Thom, amigable, cariñoso y juguetón, algo torpe a veces, pero bueno. No todos podían ser así, y eso era algo que el mismo Thom le había dicho tres años atrás, cuando entró a la Universidad de Pensilvania, “no confíes demasiado en la gente”.

—Gracias por el café —atinó a decir luego de algunos minutos en los que los dos no habían hecho más que disfrutar del sabor y sensación caliente.

—Gracias a ti por aceptar venir conmigo. Lo pensé en cuanto dijiste que estabas en la puerta de Newman pidiendo empleo, lo cierto es que necesito a una persona en casa —dijo entonces.

Samuel entendió en ese momento por qué Emma le había hecho aquella extraña invitación de tomar café, le estaba ofreciendo un trabajo.

—¿Quieres a alguien que limpie tu departamento?

—Mi mamá falleció hace ya cinco años, entre la universidad, el trabajo y cuidar de mi hermano, me fue casi imposible atender como es debido nuestro hogar. Me gradué recientemente y ella no pudo verlo. —Samuel se sintió mal por ello, él se quejaba de la vida que tenía, pero había personas con problemas peores—. Me ofrecen un trabajo en una comunidad no muy lejos de aquí, pero está fuera de Pensilvania. Mi hermano no quiere ir conmigo, ¿escuchaste lo que dije, no? —Samuel recordó la discusión fuera del departamento—. Es un inmaduro, siempre está encerrado, amargándose y maldiciendo la vida que lleva.

—Pero tu hermanito debe entender los sacrificios que has hecho, no me imagino lo difícil que ha sido para ti cuidarlo después de que su madre muriera.

—Sí, bueno, él entiende por lo que paso. Es por eso que actúa así, cree que es una carga más para mí. Mi hermano sufrió un accidente, pronto se cumplirán tres años. Perdió la vista y al mismo tiempo la vida que llevaba; aceptar que mamá no está fue difícil, pero aprendíamos a vivir con ello, hasta que el accidente ocurrió.

—Aun así, no es su decisión —Samuel le daba la razón a Emma.

—En realidad, él ya es mayor de edad. Cumplirá veintidós en febrero. —Samuel estaba a días de cumplirlos también—. Me temo que no puedo convencerlo, y yo no quiero dejarlo, pero no hay otra manera, necesito el trabajo, si lo rechazo será muy difícil que me ofrezcan otro sin tener experiencia.

Podía entenderla. Esa mirada triste fue incluso peor. Samuel era una persona que podía comprender los sentimientos de los demás, y de alguna manera, los sentía propios. Emma estaba contándole sus penas y él sufría con ella.

—Tengo miedo de dejarlo. Cuando ocurrió el accidente, mi hermano intentó hacerse daño. Si no llego a tiempo muere desangrado. Si me voy ni siquiera será capaz de hacer su propia comida, se aventaría del balcón en la primera oportunidad. Se ha lastimado mientras estoy en el trabajo o cuando aún iba a la escuela; yo hablo con él, a veces lo entiende, pero luego se deprime y lo intenta de nuevo. —Emma parecía decirlo muy en serio—. Lucas va a matarse si yo me voy.

“Lucas”.

Samuel conservó el nombre en su memoria. Ni siquiera lo había visto y ya sentía que conocía parte del dolor que llevaba por dentro. Por alguna razón quería ayudar a esa familia.

—Sé que puede parecer extraño, pero estos son mis motivos. Busco a una persona que pueda hacerse cargo de Lucas, ver que coma bien, que mantenga la casa limpia para evitar que sufra una caída, cuidarlo si enferma y hacerle compañía —dijo esto último con una sonrisa nostálgica—. Alguien que esté con él en mi ausencia.

—¿Alguien que esté con él? ¿Eso quiere decir…?

—Que de aceptar el trabajo vivirás en nuestro departamento, Samuel.

¿Vivir con otra persona? Era bastante inesperado y muy temerario por parte de Emma; para pedir algo así debía estar desesperada, porque después de todo no era cualquier cosa, era abrirle las puertas de su casa a una persona que no conocía y en la cual ponía la seguridad de su hermano en sus manos; para Samuel era perfecto.

—¿Y tu hermano está de acuerdo con esto?

—Él no lo sabe, pero se lo explicaré yo misma si decides aceptar —Emma lucía risueña esta vez.

Necesitaba una casa donde vivir, eso era seguro. Su padre probablemente lo buscaría en los negocios más comunes, también vería si había un tal Samuel Styles rentando algún apartamento en la ciudad; no encontraría nada si trabajaba para cuidar de un chico ciego viviendo en la misma casa. La suerte le sonreía esta vez.

—Me gustaría mucho, Emma. Pero antes quisiera conocer a tu hermano, si no es molestia.

La sonrisa de la joven se volvió más amplia.

—¡Claro que no lo es! Ven a casa mañana para la cena, te lo presentaré. Él es un gran hermano, a pesar de todo. Hablaremos de tu paga también.

Samuel la observó. Ella parecía estar más tranquila después de haberle dado una respuesta. Sam había llegado hasta Emma en el momento indicado.

—Tu verde es cálido.

—¿Cómo? —preguntó la joven, pues Sam había murmurado las palabras en sus labios.

—Nada. Estaré en tu casa mañana.

—Genial. A las siete y media te estaremos esperando —ambos se levantaron, el café se había terminado—. Samuel, gracias.

Después de despedirse, Emma se fue hacia su trabajo. Samuel, en cambio, caminó a paso lento hacia el pequeño departamento de Thomas luciendo una sonrisa tranquila. No podía esperar para que un nuevo día comenzara.








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