Nunca me han gustado las películas de miedo. Las pocas que había visto, me provocaron pesadillas por días. Solo mencionar el tema de todo lo relacionado con lo paranormal, se me ponía la piel de gallina; intentaba esquivar el tema a todo lo que tenía que ver con la muerte y encerrarme en un lugar donde me sintiera segura y a salvo.

El hecho de pensar que las personas ya no estaban físicamente y que sus espíritus podían estar entre nosotros, me producía respeto y cierto temor. En cierta manera, sentía curiosidad por saber si había personas que tenían cosas pendientes por hacer aún en esta vida y qué es lo que les ataba aquí. Quizás fuera porque los fantasmas existían de verdad.

Quien diría que iba a ser mi realidad ahora, encontrarme en una aventura que no me quedaba otro remedio que adentrarme en ella, sin saber si tendría un camino de vuelta y poniendo en peligro mi secreto acerca de lo que era.