El lamento de un alma sin razón
¡Ay! delirio;
deplorable nubarrones
vestidos de depresión
que convertidos en lluvia
me irrumpen como dagas. Como veneno,
matándome lentamente la racionalidad,
dejándome confundida,
perdida, en un remolino de confusión
y transformada en un caballo salvaje
que galopa, trota
y corre libre... pero desbocado.
¡Ay! desquicio,
que te fumas mi alma y razón
convirtiéndolas en cenizas,
y dejándolas en total penumbra.
¡Pobre de mi alma
y pobre de mi mente
desmesuradamente sensibilizadas!
Ambas están por la falta de cordura
quebradas, dolientes. Más no lloran,
ya no saben, o simplemente
¿ya se han quedado sin llanto?
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