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Nos invitan a unas hamburguesas después de morir.


—¿Qué hace mi cara ahí? —inquirí parándome de un salto.

—¿También eres amigo especial de Dracma Malgor? —preguntó Sobe con una sonrisa que no terminaba de nacer, aun congelado en la misma posición que antes.

—Debemos irnos —anunció Berenice sin mostrar alarma y desenfundando siniestramente su arma—. Ahora.

—¿Se van tan pronto? —interrogó la voz de una mujer—. Creí que se quedarían para el desayuno.

Estaba parada a nuestro lado. Alcé la cabeza y la vi.

Vestía un pijama de dos piezas con estampas de flores y pantuflas con forma de ovejas. Era muy alta, casi media dos metros y las aplastadas ovejas de peluche parecía que se estaban asfixiando. Tenía el cabello sedoso y dorado, la piel de color oliva, y su rostro estaba... licuado.

Licuado es la expresión perfecta porque sus rasgos me hacían recordar al juguete cara de papa que tenía de pequeño, pero con las piezas mal ordenadas. En lugar de dos párpados tenía dos bocas y en la sección de los labios un ojo negro y abierto nos observaba. Cuatro orificios en su frente eran sus narices. Me pareció incómodo, digo, no me gustaría pescar un resfriado con cuatro orificios sobre el resto de mis rasgos.

No podía advertir su edad, pero no sonaba ni se veía anciana. Tenía una cola larga como de reptil y más allá de eso parecía humana.

Ella había entrado a la botica, sin pensarlo me puse de pie y desenfundé mi espada creyendo que Phil se encontraba en problemas, pero él continuaba parado en la puerta vigilando el despacho.

—¡Phil! —le recriminé—. Se suponía que tenías que vigilar.

—Eso hago —espetó molesto y volteándose a medias—. Alguien acaba de entrar.

—Vigilar incluye avisarnos si viene alguien —insistí, lamentando mi torpeza, tuve que haberlo visto venir.

Parpadeó, abrió sorprendido su mandíbula y el habano de plástico se le cayó de los labios:

—Tuviste que explicarlo —me acusó como si todo fuera mi culpa.

—Con respecto a la invitación para quedarnos a desayunar —aportó Sobe alzando una mano, pero con la otra en un arma—, solo nos quedaremos si no hay jugo de naranja.

—Les permito darme una explicación antes de pensar matarlos —dictaminó, su cola se agitó como un látigo, su ojo escudriñó a Berenice y ella bajó desanimada el arma de los agentes como si supiera que, de alguna manera, no nos serviría contra ella—. ¿Y bien? —apuró como una madre que reprende.

—¿Y bien qué? —espeté—. ¿Qué hacía un retrato mío debajo de tu piso? ¿A quién sirves? ¿A Gartet? ¿A Cornelius Litwin?

El ojo en su mentón se entornó con desconfianza ¡Diablos! Me había topado con varias criaturas a lo largo de mi vida, pero nunca una con los rasgos tan desordenados. No podía sacarle los ojos de encima. Con la escasa luz de botica se veía siniestra.

—No entiendo lo que dices. Creo que no estamos en la misma sintonía.

Cuando escuchó esas palabras los ojos de Phil se abrieron como platos, dio unos pasos hacia adelante alzando las manos y mintiéndose en el centro de todo.

—Yo me encargo de esto —me susurró de modo cómplice y se volvió hacia Micco—. ¿Qué transa carnal? —inquirió con acento mexicano y le ofreció el puño.

Micco parpadeó apartándose unos centímetros.

—No entiendo lo que dices, siempre fuiste un bruto no sé si porque estás enfermo o porque no tuviste contacto con nadie desde que los diez años —La mujer chasqueó la lengua—. No tienes cerebro ni lealtad ¡Trajiste estos trotadores así que eres un traidor!

—¡Vete a chingar a tu madre, pinche prieta!

Micco iba a responderle algo a Phil o tal vez iba a golpear, pero me interpuse en el camino de sus miradas:

—Vinimos por la Cura del Tiempo —revelé y sus labios se apretaron, su rostro se tensó y se... ensombreció, supongo—. Necesitamos saber dónde está porque de otro modo Dracma me venderá cuando trate de contactarme con él. Vinimos desde Gales para esto. Revisamos tus cosas porque creímos que no eras de fiar —le arrebaté a Sobe la fotografía y se la tiré a ella, creí que podría llegar, pero planeó a centímetros de mis manos, me incliné, la recogí con la cara roja como un tomate y se la di en la mano—. Soy Jonás Brown, por cierto, pero supongo que eso ya lo sabes.

Ella contempló la imagen sin interés y negó con la cabeza.

—Nunca te había visto en mi vida —susurró desconcertada e irritada.

—Es difícil de creer con eso en el suelo de tu despacho ¿o no? —inquirió Sobe—. Creo que nos merecemos una disculpa de tu parte, discúlpate con mi amigo y mi novia ¡Y danos un descuento porque no pienso pagar por tan mala atención!

—Escuchen, de verdad, lo que encontraron en el suelo no es mío. No tengo nada que decirles —Rompió mi fotografía en trocitos a medida que hablaba—. Olviden esto y váyanse. Les agradecería que se lleven sus esencias a otra parte porque si La Sociedad los sigue en cualquier momento entrarán por aquí y nos matarán a todos.

—Nos iremos sólo si nos dices dónde está la Cura del Tiempo —dije alzando la espada—. De otro modo nos tendrán que sacar muertos de este lugar.

—Yo puedo salir voluntariamente si las cosas se complican —informó Phil encaminándose a la puerta.

Micco dispersó los trocitos de mi cara por el suelo como si fuera una amenaza de lo que podría hacer.

—Mira —exclamó— ya vete, guapo.

Sobe largó una risa y Phil rio de verdad. No era una risa sarcástica por la amenaza de Micco era una risa verdadera. Les resultaba divertido que ella me piropeara porque yo podía tener tanto de guapo como una jirafa de enana.

—Que lo llames guapo demuestra lo embustera que eres —siseó Sobe dando un paso adelante con su daga.

Micco levantó las manos en señal de paz y pasó el peso de su cuerpo de un pie a otro. Aunque se veía un poco exasperada. Su ojo negro se desvió hacia la puerta como si esperara algo. Suspiró y dejó caer los brazos.

—Maldito trotador ¿No lo has notado todavía? La Cura del Tiempo la tienes tú. En el suelo a tus pies, ahora.

—¿Dracma quiere una foto de Jonás?

Micco negó con la cabeza.

—No, Dracma vino aquí hace dos años. Yo era una de sus aprendices de joven así que confió en mí. Dijo que no podía confiar en nadie más, que en el ejército de Gartet los magos se metían en su mente. Temía por un secreto suyo. Seguramente saben la historia de Cornelius Litwin, al fin y al cabo, ustedes lo mencionaron.

—Cornelius era un soldado de Gartet que tramaba una conspiración para hacerse de poder, pero una bruja llamada Drivid se metió por aburrimiento en su mente y lo descubrió —susurré—. Ahora está muerto.

Esa parte era mentira, todos creían que estaba muerto pero lo cierto es que al año pasado él había contratado una caza recompensas para atraparnos, todavía quería llegar al poder y planeaba hacerlo a través de nosotros. Izaro era la única que había visto a Cornelius Litwin con vida.

Micco asintió y su ojo se llenó de expectación. Se cruzó de brazos y nos examinó:

—Dracma temía por ese secreto. Decía que tenía un recuerdo en su mente que no necesitaba por el momento. Un recuerdo peligroso que no podía eliminar, pero tampoco cargar. Se lo sacó con artes extrañas y lo colocó en el interior un objeto que escondió en este mundo. Cuando Dracma tenga el objeto podrá recuperar su recuerdo. Para encontrarlo plantó una serie de... pistas. Lo que tienes en la indicación del primer sitio, allí encontraras lo necesario para dirigirte al segundo y ese a un tercero y así hasta el final que es el escondite de La Cura. Cada lugar está custodiado por un monstruo que él contrató. Todos los sitios tienen trampas que sólo él podrá sortear.

 —¿Trampas? —inquirió Sobe con pereza como si le hubieran dicho que armara su cama—. ¿Por qué trampas? ¿No podría colocarlo en una caja fuerte o en un banco como la maldita gente de este pasaje?

Micco ignoró el comentario de Sobe, agitó molesta su cola como un abanico, arrugó sus labios asqueada y prosiguió con su explicación:

—Si van a la primera coordenada y vencen podrán seguir, aunque créanme que Dracma puso esas trampas a su altura, cualquier otra persona que trate de resolver los desafíos morirá.

—¿Malgor está buscando algo que él mismo escondió de sí? —pregunté.

No tenía mucho sentido. Me pregunté qué era tan peligroso para que tenga que extirparlo de su mente. Además, había una fotografía mía en el suelo así que de alguna manera yo estaba implicado. Miré la expresión de mis amigos y supe que ellos pensaban lo mismo.

Micco se encogió de hombros ante mi pregunta. Observó por encima de su espalda la puerta que conectaba al despacho, comprimió los puños molesta y respondió:

—No sé si lo está buscando. Yo sólo sé que él quería deshacerse de eso por un tiempo, pero ya pasaron más de dos años y nunca regresó. Supongo que lo olvidó del todo. Me dijo que lo guardara por él y eso hago. Aunque también me dijo que guardara el secreto —hizo una pausa y sonrió—. Y eso planeo hacer.

Una cortina metálica bajó de repente de la única ventana que había en la botica. Estábamos encerrados. Phil observó el movimiento, sonrió y aplaudió como si fuera un truco de mugía.

—¡Otra vez! —demandó.

Parecía drogado, quería que regresara el Phil dramático por el té y que amaba más a Elvis que a su propia madre; así como quería con todas mis fuerzas encontrar una salida.




 Bueno, bueno, acá ya te dicen un poco qué es La Cura del Tiempo.

No sé por qué creé esta historia con tantos personajes antagonistas como Cornelius, Izaro, Dracma, etcétera, supongo que me gusta que sea complejo ¡Prometo que todo cobra su sentido a medida que avanza y el circulo es más pequeño de lo que parece! Si se olvidan algo de los otros volúmenes prontamente voy a crear un resumen de lo que pasa en cada libro y colocarlos al comienzo; o sino lean los comentarios que va dejando  Villow- que tiene una memoria de detective y recuerda lo que pasa incluso más que yo  ajajajajaja XD

 En fin ¡Feliz viernes y Navidad, los quiero! 

Nos leemos en la siguiente actualización en 2021 me parece ¡Besos!

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