Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Nancy Thompson tiene la culpa de todo.


 Cuando tenía once años Narel se había reído de mi porque dije que la reportera del clima era sexy. Decidí molestarla en venganza, porque el karma no funcionaba tan rápido. Tenía once así que no fue malvado ni brillante. No demasiado. Había fingido ser un robot por toda una semana porque ella odiaba las películas de androides y decía que no había nada más soso que la inteligencia artificial.

 Así que me paraba en su puerta a fastidiarla, hacer ruidos de robot, a bailar rígidamente, de la manera que había aprendido no debía bailar en una fiesta escolar, y a moverme por su habitación con pasos mecánicos. No, no tenía amigos.

 Al principio no había obtenido resultados, sólo había logrado que se riera más de mí, pero con esfuerzo conseguí que se disculpara, me suplicara que parara e incluso que se ofreciera a acompañarme a la biblioteca.

 Además de resultar divertido eso me enseñó que con perseverancia se podía lograr lo que fuera.

 En parte yo seguía creyendo que era verdad, pero, por más que me esforzara, últimamente no conseguía lo que quería. No tenía vello corporal y siempre, de alguna manera, terminaba bajo ataque.

En el momento que fuimos atacados sólo quería que los problemas se solucionaran con karma o bailando como un robot.

Petra y Sobe estaban inconscientes, no sabía muy bien cómo, pero estaban tan dormidos como el público de un balé. Berenice y Phil me flanqueaban los costados tampoco sabía en qué momento se habían puesto de pie, pero me pareció bien. Él enarbolaba el recipiente metálico de té, aferraba la lata con aire amenazador; tal vez no era la mejor arma ni infundía mucho miedo, pero yo había visto la fuerza que tenía e incluso hubiera dañado a alguien con un poco de play-doh.

Berenice tenía un cuchillo en una mano y en la otra una pistola me pareció exagerado pero la situación lo requería.

El extraño fuego (que había salido de las granadas que Sobe y Petra desviaron) se propagaba detrás de mi espalda. Quemarían la casa de Phil. Sentí una molestia repentina y un calor infernal subiéndome a la cara como si mi madre le hubiera contado mis historias de bebé a mis amigos. Ejecutarían el mismo procedimiento que hicieron a mi anterior hogar: lo reducirían a cenizas y fingirían la muerte de los dueños, en este caso seguramente se proponían secuestrarnos y matar a Phil.

Penar en mi madre y abuelos sacó el lado oscuro y antipático que me costaba tanto combatir.

Dos personas entraron a la cocina. Una mujer asiática y esbelta, con su cabellera negra atada en una cola de caballo que nacía en su nuca. El otro era un hombre de cabello oscuro, ojos azules y mirada despejada de sentimientos como un cielo sin ninguna nube.

El hombre me resultó familiar, yo lo conocía... pero no podía adivinar de dónde.

Él traía en su mano un cilindro metálico que chispeaba estáticamente en la punta como si su extremo contuviera relámpagos azules. Entraron tranquilamente, al igual repartidores con la única diferencia que el pedido que entregaban era una muerte segura. Pero la mujer no se veía como una repartidora, tenía aspecto de villana de manga, caminaba como si tuviera un contrato para no hacer más de dos movimientos por minuto.

La Sociedad.

El fuego estaba comenzando a hacerme sudar, sentía que me chamuscaba el poco vello que tenía, eso me hizo acongojarme más. Él humo se desplazaba hacia la cocina, presuroso, como si quisiera tragarnos, pero lo único que tragaba era el oxígeno.

Gallwch chi fyw.

La mujer ordenó algo en un idioma que no comprendí.

Sobe podría hablar con ella y llegar a un acuerdo o distraerla, pero en ese momento se encontraba desplomado en el suelo, con Petra sobre él. Parecía que estaban abrazándose, supe que a ambos les molestaría verse así. En cualquier otra situación hubiera pedido a gritos una cámara, pero en ese momento estaba demasiado ocupado pensando cómo viviría.

Phil le respondió a la mujer:

Dim diolch —no sabía lo que dijo, pero mencionó las palabras con mucho rencor.

—Phil ¿Qué? ¿Qué dijo?

—Dijo que podía vivir si los abandonaba —me explicó desprendiéndome una mirada fugaz, su voz se endureció —pero le hice entender que prefiero morir.

Inmediatamente al momento que dejó de hablar su rostro perdió determinación y su voz rigidez. Observó arrepentido a los agentes, levantó ambas manos y dejó que la lata rodara al suelo:

—Ellos no son mis amigos —añadió con voz cortada por el terror—. No los conozco, acaban de entrar a mi casa hace menos de una hora ¡De verdad, no son mis amigos! Si no les molesta puedo irme y olvidar que los vi. No le diré a nadie... sé que dije que prefiero morir, pero estaba bromeando —comenzó a retroceder.

Shut i fyny —le gritó la mujer, él dio un respingo y permaneció quieto.

Perfecto. Lo último que necesitaba era que Phil tuviera un ataque de personalidades valientes y cobardes en ese momento. Deseé que una mente brillante llegara a su cabeza para que pudiera idear un plan para salir de allí. Pero en ese momento Philco permaneció quieto con las manos en alto y temblando como una gelatina.

Ambos agentes estaban vestidos de traje almidonado, abrigos lujosos de piel y guantes de cuero. Sus miradas eran impávidas y vacías. Como jugadores de League of Legends estaban dispuestos a morir luchando.

Me embargó un sentimiento que me dejó acorralado como si estuviera en el interior de una montaña sin tocar la luz del sol, luego le siguió la sensación desesperante de encontrarme encerrado en un horno. Dos Cerras, sólo ellos te trasmitían esas sensaciones. Supe que yo también estaba emitiendo un sentimiento desagradable para ellos. Lo leí en sus rostros.

El hombre a su lado sonrió al vernos, pero se vio como un movimiento forzado, vacío y ajeno como cuando te obligan a saludar a tíos lejanos. No había felicidad ni asombro en su sonrisa mucho menos en sus ojos.

—No puedo creerlo —exclamó—. Yo te conozco. Tu cara la vi —Me señaló vagamente—. Eres el trotador con habilidades especiales del que no se sabe el nombre y... William Payne —lo miró tendido en el suelo.

Meneó su cabeza, se ajustó el nudo de su corbata.

—Sabía que sentimos a tres trotadores, pudimos percibirlos a una hora de distancia. De hecho, esta casa está vigilada, sabemos que tienes contacto con trotamundos por eso estamos cerca, creímos que algún día atraparíamos a uno y tuvimos razón —dijo dirigiéndose a Phil que temblaba tanto que ya no podía mantenerse en pie—. Pero vigilábamos las cercanías por dos insulsos gemelos Abridores jamás me hubiese imaginado que teníamos a tamaños prófugos.

—¿Por qué? —pregunté mordaz—. ¿Hubieras pedido refuerzos? ¿Somos demasiado para ti?

—De hecho —explicó el hombre igual de aplacado—, escuché que eran difíciles de cazar, que incluso necesitábamos más de cien hombres, pero somos dos y ya los sometimos —Su camisa blanca estaba siendo manchada por el humo, a su tintorería no le gustaría eso.

—Olvídate si crees que te dejaré ganar tan fácil, prefiero morir antes de que toques a mis amigos —mascullé.

El hombre escudriñó los cuerpos inertes de Petra y Sobe.

—Creo que ya lo hice.

—Prefiero morir antes de que toques a mis amigos una segunda vez —decreté.

—Oye, muchachote, no te olvides de tu gran amigo Phil —me recordó el Phil cobarde, su labio se movía mucho como si tocara una armónica invisible.

El humo estaba comenzando a marearme, pero el agente no se notaba tan afectado. Verlo entre las cenizas revoloteando hacía que me escocieran los ojos. Estaba como en el interior de un remolino de oscuridad, las pocas luces de la casa se habían apagado ahora lo único que nos iluminaban eran las llamas anaranjadas. Él meneó la cabeza y sonrió.

—Vaya, me llevé el premio gordo hoy —Desvió los ojos hacia el suelo sucio y agregó—. Supongo que ella deberá ser la famosa maestra de artes extrañas ¿Cómo se llama? —Se dio unos golpecitos con el cilindro en la frente, deseé que se electrocutara, pero no pasó—. Petra. Así es, se llama Petra. En fin —Se encogió de hombros y se acomodó la corbata—. Era momento de que cayeran tarde o temprano, aunque escuché que era un grupo de nueve, supongo que todo el batallón era esencial para no caer presos ¿O sí?

No esperó una respuesta, de todos modos, jamás la hubiera obtenido, se volvió hacia su compañera y le explicó con normalidad algo en otro idioma.

El fuego continuaba propagándose, estaba a centímetros de la cocina, había comenzado a trepar por el techo, estaba claro que no íbamos a entretenernos con charlas porque en cualquier momento llegarían los vecinos para ver un espectáculo gratis de Elvis a la parrilla o alguna patrulla de bomberos. Nos matarían rápidamente o nos llevarían a un lugar menos público para hacerlo.

Tal vez estaban discutiendo eso mismo. Rogué en mi interior que Phil pudiera comprender y reaccionar.

Desvié una mirada a Berenice. Ella estaba estudiando las llamas como si fueran un programa de televisión. No sabía qué tanto tenía para mirar. Mientras los agentes discutían sin sacarnos los ojos de encima, aunque no parecían atentos ni alertas. Nos vigilaban como si ya estuviéramos atados de manos y no pudiéramos hacer nada.

Había sólo una salida y ellos la bloqueaban.

—Berenice —la llamé susurrando.

—¡Silencio o te cortamos la lengua! —amenazó la mujer con un riguroso acento.

Pero había un idioma que hablábamos entre nosotros y ellos no comprendían y era el idioma de las miradas.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro