Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

III. Mi despertador tiene barba.


 La luna terminaba su turno. Phil continuaba manejando, la voz de Elvis cantando Love me tender sonaba en el estéreo. Berenice continuaba dormida plácidamente, tenía las piernas extendidas sobre el tablero y estaba tapándose con un abrigo que era de Sobe.

 Él estaba despierto, apoyaba su cabeza sobre la ventana y la contemplaba dormir mientras estiraba un mechón ensortijado de su cabello y veía como conservaba la forma, como un resorte. Eso parecía divertirlo como un psicópata.

 Petra estaba inconsciente a mi derecha, su cabeza caía de lado y tenía la piel cubierta de hollín, todavía con el vestido de funeral naranja.

 Me recliné en el asiento. Del otro lado de la ventanilla transcurría una cuidad vacía y nocturna con los locales, atracciones turísticas y museos cerrados con cortinas metálicas. Estaba lloviendo aguanieve y el único sonido que se oía era el movimiento de los limpiaparabrisas y el viento chocando con el vehículo.

 El interior de la miniván estaba tan destartalado como un mueble en un basurero. Tenía dos filas de asientos rajados y llenos de bultos. La tercera fila de la miniván estaba conformada por sillas de playa amarradas al suelo, con sogas como cinturón de seguridad. El cristal trasero estaba pegado con cinta adhesiva, se veía tan frágil que el impulso de una mosca lo hubiera desmoronado. Olía a moho. El suelo estaba repleto de basura y cajas de McDonald's, sobre un espejo colgaba un desodorante con forma de Pino, pero tenía tanto sentido como secar el mar con una toalla.

 Phil continuaba manejando tranquilamente, cerraba el puño con una de sus manos y fingía sostener un micrófono por el que cantaba. Se miraba por los espejos y hacia muecas, de seguro infligía muchas reglas de tráfico. Todavía vestía sólo unos pantalones y tenía su lampiño pecho descubierto. Se volteó y me sonrió.

 —Buenos días.

—Todavía es de noche —advertí incorporándome y restregando mi cara adormilada.

—Uh, lo siento cerebrito —se mofó y repitió, pero mucho más agudo—. Todavía es de noche. Puff.

—¿Cuándo tiempo dormí?

—Casi nada —admitió encogiéndose de hombros—. Sólo cinco horas. Estamos a punto de llegar.

—¿A dónde? —susurré.

Él chasqueó los dedos y volvió a depositar sus manos sobre el volante.

—Lo había olvidado. Tú eras el único que no escuchó mi explicación, no es muy larga —Se encogió de hombros y giró hacia la izquierda—. No me gusta hablar de esto, así que seré conciso.

—Bien —dije, no quería más conversaciones.

—Todo empezó hace diez años.

—Oh...

—Me diagnosticaron una... una... enfermedad. Sobe me dijo que ya platicaron de eso. Soy un Transformista inestable, mi mente también se transforma todo el tiempo y por eso me desterraron, por ser una vergüenza y tal. Tú sabes.

—Mmm de hecho no, nunca me desterraron por ser una vergüenza.

—¿De veras? —preguntó Phil sin creérsela—. Creí que sí.

—¿Por qué?

—Berenice me dijo que perdiste tu hogar.

—Lo quemaron, imbécil, no me desterraron —rumié apretando los puños.

—Por la forma en que eres pensé que sí. Tan flacucho y miope y feo... Creí que darías vergüenza a los demás.

Negué torpemente tratando de comprender si fue un insulto. Me dolía la cabeza, sentía que me clavaban cuchillos en los ojos. Traté de tranquilizarme.

—Pues no.

—Qué raro, es que creí...

—¡Ya, sí, te entendí a la primera!

—A mí sí me desterraron, pero no porque doy vergüenza, fue por ser demasiado poderoso y genial —agregó Sobe con una sonrisa burlona desde su rincón, miró fuera de la ventanilla y una luz anaranjada de la calle lo iluminó—. Así conocí a Jonás, luego regresé con él y me permitieron quedarme porque se dieron cuenta del error que cometieron.

Phil sonrió de modo cómplice como si ambos compartieran una broma telepáticamente, sacudió la cabeza y continuó.

—Como sea. Mi mundo es uno de los pocos donde todos los habitantes conocen la existencia de los pasajes. Hay uno en especial que un trotador abrió hace mucho, no estoy seguro si lo hizo intencionalmente. El portal quedó así, no transcurrió ningún Cerra por allí así que no se cerró. Está custodiado, obviamente. Me tiraron aquí a los nueve o diez. Cuando tenía quince logré encontrar un trabajo y me asenté en el mundo humano ¡Amo actuar, es mi pasión!

Tenía sentido si nunca era la misma persona.

—Conseguí una audición de extra en una serie, era la persona que caminaba de fondo. Prosperé. Sólo me costó cinco años de vivir como vagabundo. Rápidamente encontré una casa y todo eso. Pero no era suficiente, quería curarme y regresar a mi mundo. Elvis me dio las fuerzas que necesitaba.

Me miró de refilón para asegurarse de que lo oía, asentí.

—Comencé a buscar medicinas que puedan arreglar las transformaciones de mi cabeza —hizo una pausa—. No era el niño más listo. Me robaron mucho dinero con medicinas falsas, si me dieran una moneda por cada vez que me timaron entonces ya hubiera recuperado todo el dinero perdido. Incluso me involucré en proyectos, algunas fueron medicinas experimentales de varios mundos y dijeron que corría riesgos al participar porque podía obtener efectos secundarios como volverme más loco. Uno incluso dijo que podría fanatizarme con lo primero que viera.

Levantó un dedo firme y lo sacudió.

—¡Pero se equivocaron! —rio y volvió a tensionarse—. Como sea, no podía rendirme ¡Soy un ganador!

—No lo dudo...

Al menos tenía auto y casa... antes de esa noche.

—Hace un año encontré una curandera... no chamán... —dudó— aunque creó que era una boticaria —Meneó la cabeza—. Como sea se llamaba... —sonrió—. Bueno eso tampoco importa. No es humana eso sí, pero vive aquí porque desde que cruzó un portal de joven se enamoró de la ilegalidad de este mundo. Ella es dueña de una posada en Londres, administra una residencia para seres de otros pasajes. Una vez estaba en su consultorio esperando un tónico para Transformistas y la oí hablando por teléfono, estaba muy seria y mencionaba con frecuencia la Cura del Tiempo.

Sobe asintió aburrido y dibujo una cara sonriente en el vapor condesado del vidrio.

—Me pareció un nombre muy elaborado para una cura. Además, quería saber para qué era, me ponía feliz que haya una enfermedad menos en los mundos. Cuando regresó, le pregunté y se puso en plan sicótico. Me miró fijamente y me dijo que no repitiera esas palabras fuera de la habitación. No respondió ninguna de mis preguntas y dijo que sería imposible seguir viéndonos. Pero estoy seguro de que ella sabe. Les conté a Travis y Perce, me dijeron que ella era una idiota y la olvidara. Esos chicos son buenos dando consejos —agregó con nostalgia—, pero no volví a verlos. Salen pocas veces a otros países, los conocí porque trataron de ganarme en un casino de Chile.

Volví a recostarme sobre el asiento. Era una pista pequeña, pero era algo. Aquella mujer podía ayudarme, estábamos a unos minutos, los dedos me picaban. Deseé que no me lo planteara tan difícil. Phil tamborileó el volante con alegría, canturreando que no aguantaba para ver a su padre. Berenice se revolvió en sueños.

Me sentía aturdido. Los pensamientos giraban en mi cabeza, traté de ordenarlos, pero resultaba tan difícil como encestar en la canasta con los ojos cerrados y dando vueltas en monopatín. Aunque estaba muy ansioso no podía meditar en nada. Mi mente estaba casi en blanco.

—El Triángulo —susurré—. Sobe, ¿te llegó algún mensaje de la unidad?

—No, pero recién estabas hablando con Dan... te escuché...

Negué con la cabeza.

—Yo tampoco recibí un mensaje del Triángulo. Ni él. Creo que la razón es que fueron atacados.

Sobe negó extrañado, despegó la vista del cristal y examinó mi expresión histérica. Sólo tenía una remera chamuscada y remendada porque había repartido sus abrigos entre Petra, Berenice y yo.

Le conté mi sueño y luego la conversación con Dante. Dan había tratado de contactarse con ellos, pero no obtuvo respuestas. Quería pensar que los inventos de Sobe eran una bazofia y que no podíamos hacer contacto con ellos porque las gafas no funcionaban, pero no estaba tan optimista.

Él me tranquilizó y dijo que llamaríamos cuando encontráramos un teléfono público, que de seguro no había de qué preocuparse, pero no se veía muy confiado, más bien sonaba superpreocupado.

Giré mi cabeza hacia Petra. Continuaba inconsciente, por la profundidad de su estado supe que no dormitaba. Parecía que alguien la había noqueado con una sartén, estaba pálida y a pesar de que tenía los ojos cerrados se veían dos manchas oscuras y profundas debajo de sus parpados. Esas ojeras parecían pintadas con maquillaje para una película zombi.

—Ella te sanó —explicó Sobe incorporándose—. Tenías una herida muy grave en las piernas que te hubiera impedido caminar por varias semanas y la arregló —Me señaló con la cabeza—. Mira.

Me incliné sobre mis tobillos, levanté la botamanga del pantalón y vi una serie de cicatrices revolviéndose alrededor de mis pies, se veía como estrías, pero estaban tan curadas que parecían haber sanado con el correr de los años. Me odié por haberme desvanecido, de estar despierto no le hubiera dejado curarme y ella lo sabía. No podía soportar verla así, sentía que estaba de esa forma por mi culpa. Y lo peor: era cierto.

La última vez que se había esforzado mucho había estado inconsciente por un mes. Sobe agarró uno de los brazos de Petra, lo alzó e hizo que sacudiera el puño en señal de triunfo.

—Voy a despertar, Qué, no desesperes muchacho débil.

—Ya déjala.

—Tranquilo —agregó Sobe soltándola con una sonrisa—. Antes de desmayarse aseguró que despertaría en unas horas y ya pasaron tres. Estoy seguro de que no es gran cosa, no gastó tanta energía —suspiró y volvió a desplomarse contra la silla con indiferencia.

—Creo que La Sociedad no comete tantos errores —susurré al cabo de unos segundos.

Sobe sacudió molesto la cabeza como si mencionar a La Sociedad sacara lo peor de él y confirmó mis sospechas golpeando silenciosamente el cristal con un puño:

—¿Sabes por qué me desvanecí? —inquirió, pero no parecía buscar una respuesta—. Todas las armas de La Sociedad están diseñadas para paralizarte, dejarte inconsciente, noquearte etcétera, etcétera, etcétera. Porque si estás inconsciente no puedes luchar ni trotar o huir. Son muy inteligentes, no tanto como yo, claro está.

Asentí para que fuera al grano.

—Lo que tiraron era una granada, pero era especial, cuando tú la tocas te envía descargas o algo parecido... no sé cómo funcionan, nunca me detuve a pensarla. Es como si estuviera envenenada. Sólo basta un pequeño rose y a dormir. Si no la apartas, mueres porque es un explosivo, pero si lo haces te conviertes en un saco de huesos, listo para que ellos vengan por ti. Yo lo sabía, pero no tenía otra opción. Odio esas armas, detienen mi ingenio.

—Hiciste bien —musité—. De otro modo nos hubieran matado.

Él sonrió.

—No es la primera vez que La Sociedad me da una paliza. Sé que no suelen cometer errores, sólo lo dije ayer para sacar hierro al asunto. Ya habíamos salido de un funeral era triste hablar de cómo nos darían palizas esta semana.

A pesar de que era una persona muy arrogante lo admitió con honestidad y sin dolor. Lo dijo como si se tratara de un desafío, tal vez así lo veía: como un juego en el que se ganaba o perdía. Un juego que a veces le aburría.

—Llegamos —anunció Phil y apagó el motor.








 Actualización del viernes (aunque sean las 1AM del sábado jaja)

¡Feliz fin de semana, espero que la pasen genial!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro