II. Sobe es un detector de ladrones.
Las fiestas improvisadas en la resistencia habían sido idea de 5M, para que los niños pequeños vivieran una celebración de Nózaroc y sintieran la camaradería del viejo mundo.
Porque antes de que ellos nacieron en ese lugar se festejaba más que en un casino, se creía que los buenos cumbiones mejoraban cualquier mal día.
Llegamos al barco y como antes cruzamos la misma abertura en el casco, pero ahora habían colocado una cortina roja en el agujero, era para impedir que se viera la luz de las velas o se escaparan los sonidos. Una vez que estuve dentro de la guarida le solté la mano a Petra y guardé la piedra en el bolsillo de mi pantalón. El lugar se veía más animado que la última vez, continuaba abandonado, pero el espíritu juvenil y las ganas de vivir impregnaban cada rincón.
Había luces, voces y se oía una ligera tonada que hizo que Veintiuno alzará sus cejas a la estratosfera.
—Si vas a escuchar música por primera vez debería escuchar Elvis Presley —dijo Phil—. Nadie tiene la voz armoniosa ni el copete mejor peinado que él.
En el agujero-puerta estaba sentada una niña de cabello cobrizo, al lado del cuenco de piedras de repuesto, sosteniendo un catalejo en las manos. Vestía el pijama de franela color terracota como el resto, pero iba protegida con una pechera, rodilleras y algo que parecía un cuello ortopédico hecho de metal. Era la vigía. Ella tenía diez años, nos dedicó una breve inspección y asintió lacónicamente, aprobando nuestra entrada. Inmediatamente nos dio la espalda, se agazapó en el borde del agujero en la pared, que era nuestro suelo, corrió ligeramente la cortina y vigiló con el catalejo el cielo nocturno.
—Qué onda ¿Estás viendo si llega el repartidor? —le preguntó Phil a la niña, a modo de broma, como si fueran amigos de toda la vida.
Ella lo ignoró, gracias al cielo.
Todavía me daba vértigo ese lugar que el barco estuviera enterrado en la basura y tumbado no importaba. Caminar por las paredes como verdaderas cucarachas era lo que me ponía inquieto. Las puertas resultaran como bocas en el suelo o pozos que te llevaban a otras habitaciones. Noté que habían colgado ribetes y cintas con trocitos de vidrio o metal en el marco de cada puerta, de esa formaba colgaban para la otra habitación y eran como lianas melódicas porque el entrechocar de los materiales creaba un sonido agradable.
Con la luz de las velas y más relajado, me percaté de que había camas o hamacas en algunos camarotes, incluso vi que las paredes estaban pintadas con tinturas de todos los colores. Habían dibujado desde soldados a niños, hombres decorados con flores, naves, estrellas, planetas, monstruos, sonrisas, manchas y cualquier cosa que pudieses imaginar. La pintura tenía un color sospechosamente parecido a la sangre seca, pero a esas alturas ya nada me horrorizaba, a excepción de Phil fingiendo que esa era su casa.
—¿Quién me rayó las paredes? —se quejó.
—Se nota que no hay academias de arte por aquí, los dibujos son muy primitivos y el trazo no es uniforme —susurró Dante a Berenice y a mí, no me sorprendía supiera de arte.
—A mí me gusta, creo que es lo que más bello que vi en todo Nózaroc —opinó Petra.
—Eso dices porque no prestante atención a esta obra de arte —dijo Sobe señalando sus rasgos desgarbados con seguridad, sacando el pecho hacia delante y sonriendo de lado.
—No es de educación mentir en casas ajenas —sugerí para molestarlo.
—Yo le doy permiso, puede mentir lo que quiera —concedió Phil.
—¡No estaba mintiendo, soy guapo! —protestó Sobe.
—Phil, esta no es tu casa —le dije girando mi cuello para verlo a los ojos, pero él era mucho más alto y estaba frotando las yemas de sus dedos para quitarse el hollín.
—Pfff —comentó cansado de mi ignorancia—, cuando me secuestraron los niños me dijeron que me sienta como en mi casa.
—¡Ya, pero no fue literal, como cuando Sobe te dijo que a mí me desterraron por dar vergüenza! ¡Esta no es tu casa y no me desterraron por dar vergüenza!
—Jonás, a ti no te di permiso para mentir.
Revoloteé los ojos y él me revolvió el cabello como suelen hacer los adultos cuando se cruzan con un pequeño adorable. Me dijo que cuando conociera a su padre me llevaría de maravilla con él, pero no supe por qué.
Miré poco los dibujos, me recordaban a la visión que había tenido en Dadirucso, de un hombre que vivía en un departamento naranja y dibujaba cosas que jamás había visto. Él había dicho que me interesara en el pasatiempo de dibujar, pero nunca había tenido el valor de volver a ver trazos tan desesperados como esos.
Esa vez, en lugar de ir al camarote, fuimos directo a la bodega, bajando dificultosamente unas escaleras puestas de lado. Veintiuno se tropezó, pero fingió que se dirigía a toda velocidad al suelo para ajustarse la alpargata, por su lado, Petra bajó las escaleras tumbadas con la agilidad de una bailarina, ni siquiera vio dónde pisaba. Como Sobe era cojo se hubiera caído más de una vez si Berenice no lo sostenía del codo.
Él apretó los labios apenado, acumuló su cabello caoba y mal cortado detrás de la oreja y bisbiseó un agradecimiento. Pocas veces había visto a Sobe tan... humilde o normal o achicado. Parecía un cachorro mojado.
El lugar era usado como jardín de invierno porque en algunos bidones abiertos a la mitad o latas cultivaban cebollas o patatas. No tenían nada más que eso, mi barba estaba más tupida que su jardín, pero el intento su apreciaba. Aquel sitio olía a tierra y cítricos y era alumbrado por luces eléctricas de alta intensidad. El jardín de invierno estaba protegido por cortinas plásticas que habían colgado de rieles fabricados con alambre. A un lado del jardín, del otro extremo de la bodega, estaba la reunión y las velas rojas perfumadas irradiaban todo con su tonalidad amarilla.
Había cuerdas de pescar colgadas del techo, en ellas, sobre nuestras cabezas, estaban niños acostados, viendo entretenidos la reunión, algunos tarareaban. No se veía muy seguro, pero teniendo en cuenta que ese barco estaba colgando en el abismo, ya poco importaba. Antiguos barriles eran utilizados de sillas o de mesas.
En la película El camino hacia el dorado había visto que cuando descubrían a Tulio y a Miguel como polizones los encerraban en un pozo cuyo techo era una reja cuadrada de madera, a Rishya le gustaba esa parte porque trataban de atraer a un caballo con una manzana y luego se fugaban del navío. Extrañaba ver caricaturas con mis hermanitos y los eché aún más de menos cuando reconocí los mismos barrotes en ese barco. Era una rejilla de madera, que antes, si la estructura estuviera de pie, sería un tragaluz. Lo habían cubierto con un telón naranja para impedir que la luz se esparciera. Había cuerdas en las paredes, ganchos y algunas armas que habían construido con la chatarra del basurero. Una tina vieja yacía en mitad de la bodega y estaba repleta de vino.
Allí los niños enterraban sus copas y bebían.
Lo más intensos sumergían sus cabezas.
—¡Niños bebiendo alcohol! ¡Eso es ilegal! Voy a denunciarlos con el comité de moralidad.
No tenía que girar la cabeza para saber que se trataba de Dante.
—Aquí no hay comité de moralidad —rezongó Sobe.
—¡Entonces crearé uno!
26J estaba a un lado de la bañera con un cucharon, ella llenaba las copas, aunque todos vestían el mismo uniforme, en ese lugar se destacaban por algo. Por ejemplo, 26J se había puesto un pañuelo índigo sobre su cabellera morena, lo ostentaba con aire resoluto y determinado, como si pensara innovar y plantar en el jardín cebollas, papas y cebollas moradas. Además, lucía su cinturón cargado, llevaba tantas herramientas que de haber estado navegando ya hubiera hundido el barco. Su ceño estaba igual de fruncido que antes, pero sonreía un poco, se la veía relajada porque estaba con sus amigos. Eso lo noté en sus movimientos más rítmicos y la sonrisa que aparecía en sus labios.
O era porque estaba borracha como una cuba.
—Oye Jonás —me pidió Phil confidencialmente, inclinándose para habar apesadumbrado y serio sobre mi hombro—. No permitas que me agarre un ataque en frente de los niños, no quiero asustarlos.
Asentí consternado.
A veces se me olvidaba que Phil era un adulto responsable que estaba enfermo mentalmente y no podía controlarse. Muy a menudo se dejaba en ridículo, pero no era su culpa.
Había unos niños que estaban sentados sobre almohadones, ellos soplaban unos caños con agujeros que sonaban como la flauta más afónica del mundo. Les daba puntos extra porque las habían creado ellos. La música estaba bien, yo prefería el pop aunque no tenía banda favorita, siempre conocía música por Narel y ella hace tiempo que no me recomendaba nuevas canciones.
Aunque había músicos Veintiuno fue corriendo directamente a la bañera con vino, olvidándose por completo de su primer contacto con el arte. Para él era un extraño líquido que olía dulce y hacía reír a los demás resultaba mucho más interesante. Pesqué con el dedo el cuello de su camisa. Él alzó la mirada intrigado y enarcó la ceja y la cicatriz que tenía en donde debería estar su ojo izquierdo.
—Eso no es para niños que van a la guardería.
—Entonces no lo bebas, tú también vas a la guardería.
—Tengo dieciséis —respondí aparentando madurez, endureciendo la voz y mirándolo con seriedad—. Fingí ser más chico, creí que ya lo habías pillado.
Veintiuno abrió la mandíbula de forma tan exagerada que creí que se le caería al suelo.
—Oye, esa chica con cara de amargada nos robó nuestras cosas —señaló Sobe interrumpiendo mi sermón.
—¿Qué Berenice que...?
—No, otra chica con cara de amargada. Ahí, mira.
Me puse de puntillas para ver mejor.
—Esa es 5M. La jefa —explicó Dante.
—¿5M? ¿Cómo el arma? —preguntó Petra.
Dante asintió.
—También como la fecha mexicana de la batalla de puebla —aportó Dante.
—¿Dónde está? —pregunté parándome de puntillas y husmeando entre la multitud de niños, era difícil localizarla—. No la encuentro ¿Tomó nuestras cosas? ¿Para qué quiere tenerlas?
Habíamos escondidos armas y equipaje en la cabaña abandonada cerca del portal, para camuflarnos entre los nativos.
—Tal vez nos alcanzaron nuestras cosas para ahorrarnos el viaje —aportó Petra sonriente, su confianza ya era ingenuidad.
—No confían en nosotros —despotricó Sobe, con su tono negativo y apretó los puños—. Seguro están comprobando que no somos aliados de Gartet para terminar de pactar. O tal vez quieran desplumarnos. Por suerte no tengo mucho dinero, lo más valioso que tengo es...
—Ya sé —revoloteé los ojos, cansado—, Berenice, tu futura novia.
—Iba a decir mi belleza y sabiduría, pero me gustó más tu repuesta—Me palmeó el hombro y se giró hacia ella—. Mira, Berenice, ya tenemos padrino para la boda.
—¡Jamás habían desconfiado tanto de mí! —rezongó Petra, colocando los brazos en jarras—. ¡Y eso que me expulsaron del Triángulo por ser de otro mundo!
—¿Ni siquiera cuando Ed editó una foto tuya con cuernos y alas diciendo que así te veías en realidad? —preguntó Sobe rascándose el mentón.
Petra giró la cabeza bravamente hacia él y entornó la mirada.
—Ese no fue Ed ¿verdad?
Sobe embutió sus manos en los bolsillos, se balanceó sobre la suela de sus zapatos y miró hacia otro lado con aburrimiento.
—No sé de lo que hablas.
Berenice empezó a abrir camino entre la multitud para recuperar nuestras cosas, la rodeaba un halo de inexpresividad, pero por la forma rígida de caminar demostraba que tenía poca paciencia. No le quitaba los ojos de encima a 5M, donde sea que estuviera, el único que solo veía cabezas de niños parloteando o bailando era yo. Los niños se apartaron atemorizados, el silencio fue imponiéndose en la bodega y de un momento a otro todos estaban viéndonos, indagando y murmurando: «Son los trotadores» «Ellos vinieron de otro mundo» «No pueden vivir sin su corazón, si se lo quitan mueren» «El rubio tiene cara de enojado» «No, el rubio tiene cara de loco» «Escuché que se llama Jaime» «Eh, sí, son ellos»
Localicé a 5M, ella estaba sentada en un barril. Se había recogido las trenzas en una cola de caballo con un pañuelo amarillo claro. Estaba ubicada al final de la bodega, junto a una viga caída en donde había apelotonado una fila de velas que chorreaban un arroyo de cera. Me pregunté de dónde sacaba tantas velas, tal vez antes del Pulso las había vendido al por mayor, pero lo más probable es que las hubiese robado de algún barco.
Ella hablaba seriamente con un niño de once. Era delgaducho, ojeroso, caucásico, de ojos enormes y con el cabello tan oscuro como un bollo quemado, en las mangas tenía escrito su nombre: 1E.
Había nacido el primer día del año y tenía nuestras jodidas cosas.
Las mochilas y las armas que habíamos escondido en la cabaña del portal, las habían capturado y las tenían allí con ellos. No era su culpa no conocer la privacidad, ni siquiera tenían casas o habitaciones propias porque vivían en hogares comunitarios.
Noté que 5M escudriñaba el frasco con la nieve negra que los hermanos Bramson me habían dado antes de visitar Galés y conocer a Phil, a principio de la semana. Recordé su advertencia: «Un gramo podría detonar un barco, el frasco acabaría con una isla» Y ella lo sostenía frente a una repisa de velas ¡Madre santa! Si eso tocaba el fuego todos nos convertiríamos en astronautas.
No tenía que adivinar cómo había descubierto nuestro escondite: Phil le había dicho para que no lo torturaran, me pregunté qué más le había confesado. De seguro hasta sabía nuestras fechas de cumpleaños. Como fuera, resultaba útil que hubieran traído nuestro equipaje hasta allí, necesitábamos las armas si esa noche iríamos a apagar los parlantes del Banco.
Como el niño 1E era flacucho y estirado supuse que era uno de los encargados de infiltrarse por las afueras de Nózaroc y esquivar los hilos rojos. Todo en ese chiquillo indicaba que era un deportista nato. 5M había dicho que algunos, si eran agiles y cuidadosos, podían caminar esquivando las cuerdas rojas, sin morir ni envejecer... generalmente. Los exploradores ponían su vida en peligro al buscar nuevos caminos entre los hilos, no se me ocurría una actividad que te generara más tensión o nervios que esa, tal vez enseñarle a tus padres a usar el correo electrónico.
Por más exploradores que hubiera jamás habían logrado salir de esa trampa, de aquel territorio de cuerdas rojas, porque mientras más avanzabas más enredado y espeso era el entramado. O sea, de haber un camino para huir de la ciudad no nos pedirían que lucháramos, ya se habrían fugado.
—¡Oye, tú! —gritó Sobe señalando a 5M sin miedo—. Quita tus sucias manos de mi equipaje ¿Crees que no reconozco un ladrón cuando la veo? ¡Por favor! ¡Yo he llegado a dormir en un hostal donde me robaron los cordones de mis zapatillas ¡Cuando las tenía puestas! Mi hermano murió tratando de recuperarlas.
—Lo que dijo es si no sería mucha molestia devolvernos nuestras cosas, por favor —corrigió Dante diplomáticamente, temblando como un sillón de masaje ante la mirada férrea de la líder.
1E le quitó el frasco a 5M y lo escondió rapidamente al interior de mi mochila, se veía como un niño asustado que había sido pillado realizando alguna travesura. Y eso era. Sus mejillas enrojecieron repentinamente, cerró inquieto la cremallera y se alejó de los bolsos como si fueran avisperos peligrosos o ladrones de cordones. 1E se encogió simulando que todos los ojos de la bodega no estaban puestos en ellos y en nosotros.
5M alzó el mentón y sonrió juguetona, su mirada era calculadora y sus ojos fríos y duros como la brea de asfalto. Las piernas le colgaban del barril, se había quitado el manto que la cubría. Vi que calzaba unas botas de piel e hilo que había fabricado ella, unos pantalones harapientos que no eran para alguien de su talla y la misma camisa que tenían todos los otros nativos, solo que mucho más vieja. También tenía muñequeras de tenista, de Nike, eran de mi mundo, verlas me resultó lo más raro de todo Nózaroc.
Se las había sacado a un trotador, a un soldado de Gartet porque dudaba que pudiera comprar eso en línea.
Ella se abrió de brazos, recibiéndonos.
—Bienvenidos otra vez, Jonás, Dante, Phil, Veintiuno y... ¿Quién fue el que gritó?
—Tu peor pesadilla —decretó Sobe, entornando la mirada.
Petra puso los ojos en blanco y adelantó un par de pasos arrastrando con timidez las suelas de los zapatos, estar rodeada de niños no cambiaba el hecho de que odiaba hablar frente a una gran multitud.
—Él es Wi-william Payne, pero se hace llamar Soberano por una buena razón... porque... —chasqueó la lengua—, no hay una buena razón.
5M no sonrió, de hecho, no movió ni un pelo. Público difícil.
—Yo soy Petra —Se presentó colocando ambas palmas sobre el pecho y luego llevándolas hacia Berenice que estaba en silencio, cruzada de brazos—, y ella Berenice.
—La que no es trotamundos y viene de otro pasaje —recordó 5M.
Noté que Phil escondía las manos debajo se las axilas, encogía el cuello, retrocedía y quería camuflarse en la marea de niños, pero era un poco imposible, se veía como un gigante allí.
Berenice le sostuvo la mirada a 5M. Con la espalda recta, asintió sin emitir palabra y continuó en la misma posición, con la misma expresión críptica. A 5M eso pareció agradarle, curvó ligeramente el labio y el resto de los niños hizo lo mismo.
—Trotadores, disfruten de la noche —Abrió las palmas, las separó y las suspendió teatralmente a la altura de su coronilla, como si fuera una patinadora artística—, en dos horas bajarán a la ciudad, serán escoltados por 26J, miembro que ya conocen y por 1E —Señaló al niño de once años que estiró la postura como un regaliz, juntó los brazos detrás de la espalda y asintió rígidamente como el robot de una pizzería—. Él es nuestro mejor cartógrafo, conoce la ciudad como la palma de su mano y es el encargado de registrar los caminos seguros, sin hilos, que hay en la vieja civilización.
—¡Un placer! —alzó la voz 1E, como si todos fuéramos mucho más sordos, miraba al frente—. ¡Será un placer luchar contra Gartet a su lado! ¡Un honor! ¡Me honra! ¡Gracias, héroes, por esta bendición!
Eso fue intenso. Ninguno supo que decir, por suerte alguien del publico habló.
—¿Ustedes son los que aparecen a veces en los panfletos? —preguntó una niña—. Caen del cielo, supongo que son carteles que estaban en los barcos patrulla, pero el viento los vuela hasta el basurero o los Hogares de la Comuna.
Giré para encontrar su voz, era una de las pequeñas que estaba recostada sobre las cuerdas del techo, agarraba con sus regordetes dedos las sogas de pescar y nos observaba la coronilla de la cabeza. Pegué la nuca a la espalda para verla bien, mis amigos hicieron lo mismo.
—Emmm, sí, somos nosotros —afirmé.
—¿Es verdad que vienen de otro mundo? —preguntó otra voz infantil, era la de un niño, estaba cerca de Phil, era petizo y negro, se parecía mucho a Veintiuno, solo que más delgado.
—Sí —respondió Sobe—. Jonás, Dante y yo venimos del mismo que se llama Tierra o Pasaje Central, Berenice pertenece a Dadirucso y Petra a Etrra, un lugar que cree yo y Phil de Amrof.
—No lo creaste —rumió ella entre dientes, sonriéndole a los niños con su mejor cara de «Ya te patearé cuando estemos a solas»
—Soberano, Petra y Berenice —alzó la voz 5M y todos le prestaron atención en silencio como si fuera una pantalla de cine—. Quisiera hablar con ustedes en privado, mostrarles el mapa de la ciudad e interiorizarlos más en el plan. Dante, Phil y Jonás, recogimos el equipaje de toda la unidad, ármense con lo que necesiten y disfruten de la noche. Partirán en dos horas —notificó, señaló con su mano a los que sentados en los almohadones que tocaban las flautas.
El murmullo se intensificó nuevamente, la marea de personitas comenzó a moverse de aquí para allá y cada uno regeneró la fiesta.
Supuse que 5M no mencionaría el nombre de Logum porque Phil no se había guardado ningún tipo de información, seguramente le había contado que Berenice quería matarlo y que era mejor ocultarlo por el momento. El objetivo de sus planes era destruir el sistema que los esclavizaba y no asesinar a sus dirigentes porque sabíamos que podían ser remplazados por otros.
Tarde o temprano ella lo sabría, no era justo ocultarle la verdad para siempre. Me intrigaba saber qué haría Sobe si Berenice prefería quedarse en ese mundo, a jugar a la kamikaze. Seguramente la acompañaría.
Phil y Dante fueron rodeados por un montón de niños que les hacían preguntas de otros mundos, daban saltitos, chillaban y los acosaban a su manera inocente. Estaban preguntando por algo, no sabía bien qué.
5M se marchó con el resto de mis amigos a su camarote.
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