II. Mi primera y espero que última.
Un grupo compuesto por un chico de trece, una niña de doce y otra de once años se plantaban en círculo. Estaban inclinando las cabezas sobre un objeto plano que atenazaba el mayor. Era un teléfono celular. El chico fruncía el ceño sin entender y las otras niñas le sugerían que continuara deslizando el dedo por la pantalla.
—Eso no es tan interesante como esto —dijo la menor mostrando un reloj de oro que bailaba en su muñeca, le iba grande y bailaba sobre sus huesos—. Creo que las manecillas que se mueven y se mueven y no van a ningún lado marcan la hora, es como una pantalla del Hogar de la Comuna, pero pequeñita.
Se mueven y mueven, pero no van a ningún lado.
¡La adivinanza de Petra! Por dios, era un idiota, una niña de otro mundo que ni siquiera sabía lo que era un reloj había deducido el juego de palabras y yo no.
3F trepó dificultosamente la barricada solo para deslizarse de costado como si descendiera por un trampolín, aterrizar al lado de los chicos y prolongar su escandalosa lucha con las cajas de comida y la pasta de los desayunos.
El grupo de niños alzó la cabeza, abrumados y tensos retrocedieron dos pasos y borraron sus sonrisas. Habíamos aparecido de la nada en una zona muerta de la ciudad y todos estaban alertas. El mayor sacó una porra de su cinturón, la menor se encogió asustada y la de doce apuntó su lanza a nosotros. Todos parecían hermanos porque eran igual de morenos y tenían los ojos color de las avellanas un tanto oblicuos sobre la misma nariz respingada. Cuando comprobaron que se trataba de una Salivante y de mí, bajaron las armas. Me habían reconocido, por suerte.
—Es solo el chico de otro mundo, el que fue a la reunión de ayer ¡Javier! —bisbiseó la pequeña, incorporándose, miró me brazo e hizo una mueca—. Uy.
Espié la pantalla del teléfono porque el mayor aún lo sostenía en su mano libre. El móvil reproducía TikToks que alguien había descargado. La mera idea me hizo reír como un loco, pero también me entristeció porque eso, sin lugar a dudas, había pertenecido a un soldado de Gartet; seguramente un adolescente como yo que en lugar de infiltrarse en mundos los mataba.
—¿Eso lo sacaron de un pasajero de los barcos? —pregunté señalando el aparato.
El mayor asintió.
—Trota...mundos. Trotadores ¿Así se le dice? —preguntó, le dije que sí con la cabeza y él agregó—. Se lo quité a un trotador invasor.
—¡Y esto! —la menor mostró el reloj.
El mayor sonrió enternecido y sacudió los hombros. Estaban con el mismo uniforme que yo, pero ellos se habían colocado protecciones que habían tomado del basurero en el cielo. Por ejemplo, la del medio tenía el estómago protegido bajo una placa de metal que habían curvado a martillazos, por lo cual, estaba toda abollada. La pequeña tenía coderas y rodilleras que estaban hechas de latas, como si fuera a patinar por las rampas que había entre los edificios y el chico contaba con un chaleco antibalas que supuse también se lo había quitado a un trotador.
—¿Vienen del sector de fábricas?
—Sí —respondió la del medio—. De ahí sacamos los explosivos que usamos para romper la represa. Solo cuatro, las demás continúan intactas. Lo hicieron luego de tomar los barcos. Para tomar los navíos mercantiles usamos la electricidad de la ciudad ¡Nosotros estuvimos ahí! El puerto fue lo primero en caer, tomamos cables de alta tensión de la fábrica más cercana, los que usaban para hacer funcionar las líneas de montaje y las máquinas, los colocamos en un rincón y atacamos a los monstruos y trotadores que estaban de guardia en el puerto. Ellos huyeron y nosotros los perseguimos hasta que cayeron en la trampa y se enredaron con el cable.
Entrecerré los ojos, imaginándome su plan, habían dejado cables de alta tensión sin protección en un lado de las fábricas y habían hecho que los atacaran en esa dirección. Supuse que los habían quemado como un mosquito que se choca con un farol.
—Quedaron más negros que el cielo —comentó el mayor—, y perdimos la electricidad de la ciudad. Entonces un grupo subió al barco que esos trotadores y monstruos estaban vigilando. Fueron como ochenta. Nosotros no fuimos allí, pero derribaron el resto de los barcos. No sé si sobrevivieron.
Asentí. La idea de niños invadiendo naves en el cielo y chocando los navíos de soldados para matarse entre todos me halaba la sangre. Habían arriesgado la vida para derrumbar la flota. Ya no debería quedar casi nadie en pie.
—¿Tomaron prisioneros?
—Sí. Les quitamos todo lo que tenían antes de que lo Salivantes mataran a cada uno —musitó el chico, observó a 3F que aplastaba cajas y habló bajito—. No me hubiera gustado ser ellos.
Me agarré la cabeza con las manos, la idea de recuperar algún prisionero de guerra en todo ese lío estaba desechada. Era mucha información para procesar, pero agradecía a todo lo que existe, tener un momento de paz.
—Oigan ¿Vieron a 5M? —preguntó la menor—. Nadie la encuentra. No saben qué hacer con el Banco. Está bajo agua y ella puso mal el mensaje de las pantallas ¡Se suponía que debería decir otra cosa! ¡Como... olvida todas las reglas, regresa, toma el Banco, llénate de valor y véngate! ¡Todo se está saliendo de control! Si tan solo hubiera escrito bien el mensaje... era vital para el plan.
Los tres hermanos observaron a 3F que en lugar de regresar completamente solo había regresado su cólera y continuaba obedeciendo la pantalla. Me pregunté si Phil podía solucionar eso, pero no tenía manera de contactarlo, además él solo descargó en los monitores una tarjeta de información que nadie sabía cómo 5M la había llenado. Lo más probable era que necesitáramos otra computadora... o asesorarse con gente lista. Es decir, ir a la Coalición de Innovación.
—¿Alguien sabe cómo crear uno de los discos que usó 5M para formatear las pantallas?
Los hermanos menearon la cabeza y el mayor se encogió de hombros.
—Y la Coalición de Innovación está bajo el agua. Lograron rescatar a algunos prisioneros inteligentes, esos que se encerraban a inventar cosas y venían de otros mundos... —explicó el mayor mucho más animado—. ¡Tú amigo! ¡El que tiene novia!
—¿Sobe? ¿Cómo sabes que tiene novia?
—Porque lo presume cada dos segundos y está preguntando todo el tiempo por ella. Él tuvo la idea de explotar unas represas específicas para inundar el Banco y toda la parte central de la ciudad. También rescató a los prisioneros de la Coalición de Innovación para que pensaran en una forma de sacar los corazones. Dijeron que iban a usar a los Palillos.
Sonreí. Sonaba a Sobe, aunque no lo veía hace unas horas sentía que lo echaba de menos. Cuando lo conocí y viajé con él a Dadirucso también usó la tecnología de Gartet a nuestro favor, pero en el momento eran cascos de comunicación, no máquinas que se veían como humanos.
—¿Palillos? ¿Cómo?
—Son los únicos que pueden entrar al Banco nadando, eso dijo él. Si pudieran manejarlos podrían sacar los corazones de a poco, colocarlos en el cuerpo y solucionar el problema del zumbido y algo de las tres almas... Dijo que los únicos tan listos como para controlar a los Palillos serían los prisioneros de la Coalición. Pero fue hace hora y media. Estaba escondiendo a los prisioneros de la Coalición de Innovación en las ruinas de un Hogar de la Comuna cuando fuimos atacados y nos desplegamos. No los volví a ver, ni siquiera sé si siguen vivos.
—¡Véngate! —rugió 3F.
Por encima de la barricada aparecieron dos Palillos.
Ya no traían sus porras porque las habían perdido o se habían quedado sin municiones o lo que fuera, no me importaba la historia de guerra de esas máquinas. Cerraban sus dedos metálicos y blancos sobre fierros de metal afilados en la punta. Esas lanzas se las habían quitado miembros de Deslealtad. A niños.
Coloqué mi brazo sobre la pequeña de doce que blandía su lanza en los cimientos de la montaña de cajas, dispuesta a luchar. Miré por encima de mi hombro al chico de trece y les grité:
—¡Huyan! ¡Fuera de aquí!
El afirmó recio una única vez, se frotó el lugar donde debería estar su corazón, aquel gesto me parecía extraño pero encantador, supuse que era una forma de despedirse de alguien a quien apreciabas o con el que te sentías agradecido.
—¡Gracias, Javier!
3F se quedó a mi lado balbuceando porque después de nadar en aguas congeladas y de tanto gritar se había quedado sin garganta. Los Palillos iban a seguir a los niños, pero antes de que movieran un musculo metálico grité:
—¡Alto! ¡Miren esto!
Voltearon sus cabezas llanas hacia mí. Hice lo primero que se me ocurrió para ganar tiempo y no luchar: un truco de magia. Era ocultar el pulgar tras mi mano y con el dedo opuesto fingir que me lo sacaba y ponía, como si fuera una pieza. Lo hice cuatro veces, las suficientes para que ellos corrieran y para que mis contrincantes se impacientaran.
—¿Qué es? —preguntó molesto el Palillo.
Revoloteé los ojos.
—Una distracción.
En un acuerdo tácito 3F y yo arremetimos sin que estuvieran preparados. Trepamos codo a codo, con dificultad. Al ser cajas, cada vez que anclábamos los pies en un asidero la pendiente de la barricada se deslizaba, aplastaba o desintegraba.
Rechiné los dientes tratando de ignorar el dolor de mi brazo.
—¡Enójate! —vociferó 3F con la voz gutural.
Los Palillos estaban en la cima de la barricada y nosotros a mitad de camino, nuestras narices chocaron con sus talones. Ellos podían arrojar las lanzas hacia abajo con facilidad y estocarnos como si fuéramos truchas. Mientras me sujetaba con una mano, con la otra aferré a anguis y tracé un corte vertical. El filo de mi espada cortaba todo como si fuera mantequilla, así que le amputé las piernas al robot. Por debajo de la rodilla y sobre el talón. Otro truco de magia para ese montón de fierros.
El Palillo me aventó la lanza y la esquivé al momento que él caía porque no tenía tiempo para aprender cómo sostenerse sin piernas. Se deslizó pendiente abajo, descendiendo de culo sobre las cajas como si fuera una montaña de nieve y él un trineo. Lo di por inutilizado unos segundos y me ocupé de 3F. Ella había hecho el mismo movimiento que yo y trató de aplacar al Palillo embistiendo sus piernas. Logró derribarlo, pero al mismo momento la máquina le aventó la lanza al estómago.
3F no pudo esquivarla, el filo del fierro se clavó en su abdomen, la empujó lejos y rodó a los pies de la barricada hecha un ovillo. El Palillo que continuaba encaramado en la cima de la barricada soltó una risa humana tan siniestra que me hubiera helado la sangre si no estuviera hirviendo. Rugí de rabia, di un salto alto y como si se tratara de un hacha clavé la hoja de anguis en su abdomen recto como una placa.
El Palillo perdió fuerza en sus articulaciones, las extremidades le cayeron como hule y se apagó. Me deslicé hacia la calle, barriendo cajas con mis pies que repiqueteaban como las pesuñas de un caballo. Destruí de la misma forma al Palillo restante, él se había estado arrastrando hasta 3F únicamente con sus brazos, dispuesto a acabarla.
Cuando terminé con ambos, me congelé en mi sitio, observé por un instante a 3F mientras tomaba aire y recuperaba fuerzas. La espada de metal oscuro se encogió en mi mano hasta recuperar su antigua forma discreta: un anillo de serpientes enroscándose como si estuvieran de fiesta en un nido.
Corrí hacia ella, me incliné a su lado, la tomé de los hombros y la volteé. Todavía tenía el vértice de la lanza enterrado en el estómago. Me paré de rodillas, agarré el fierro gélido, dudé y se la arranqué de tirón. Ella hizo una mueca. Miré sobre su camisa una flor roja que abría pétalos carmesí. Era la misma herida que había visto hace cinco días cuando Lauren murió en mis manos, en los jardines del Triángulo, cuando ella me dijo que las Catastrofes invadirían nuestro pasaje.
No podría arreglar esa herida con pasta de dientes.
Miré su rostro. Estaba pálida, pero el cabello caoba se le había corrido de la cara y dejaba ver una muchacha hermosa de mi edad, con los ojos verdes y pecas sobre la nariz. Le coloqué la cabeza sobre las piernas. Tenía la boca llena de sangre y la tosía a borbotones, si no se desangraba se ahogaría antes. Sus dientes parejos estaban manchados de granate.
—Tranquila, todo saldrá bien.
—¿Qué no ves? —preguntó molesta y se atragantó con la sangre.
Temblaba espasmódicamente y sus manos las aflojaba y comprimía en puños. Estaba muriéndose y la pantalla le pedía que se enojara y rompiera cosas, que solo sintiera furia, pero ella ya ni siquiera podía pararse, dudaba que tuviera energías para continuar enojada. Me sujetó del cuello de la remera y me arañó el pecho, como si quisiera arrebatarme un poco de vida. De poder cederla se la hubiera dado. Le acaricié la mejilla y le tomé la mano histérica.
Ella frunció el ceño como si se preguntara por primera vez quién era yo, aferró desesperada mi mano. Estaba muy asustada, se sentía sola. Lo irradiaba en sus ojos. Quería compañía, así que comprimió azorada mis dedos. Le sostuve la mirada.
—¿Sal... sal de la oscuridad? —preguntó confundida, repitiendo las palabras de la pantalla, su mantra, su orden de vida, la única lógica que ordenaba su caos.
Su respiración era estertórea.
—Recupera tu vida —repetí.
La chica de la que ni siquiera sabía su verdadero nombre suspiró aire que no volvió a inspirar. Quedó viéndome por un segundo, el brillo cuerdo regresó a sus ojos disipando todo temor. Su mirada gritó una aterradora verdad: «Ah» No supe qué clase de «Ah», pero era una exclamación tranquila, creo que aceptaba la derrota con resignación. Tal vez sus ojos decían «Ah, así es como moriré» «Ah, al final no lo logré» «¡Ah! Ya sé quién eres» «Ah, con que estuve años enteros haciendo tareas para alguien más» «Ah, esta ciudad nunca fue mi hogar» o tal vez me decía: «Ah... gracias por estar conmigo, quien quieras que seas»
Sea como fuere lo que dijeran sus ojos, los cerró y me dejó solo. Permanecí a su lado hasta que su mano se deslizó de la mía y cayó inerte.
Lejos, en al Banco, un corazón había dejado de palpitar y esperaba que un alma dividida estuviera ensamblándose con alivio. Pero de almas yo no sabía nada, ni siquiera podía sentir la mía, así que me quedé con su cuerpo un minuto más. Porque ella merecía recuperar su vida, ella merecía una familia, un nombre, quería darle amigos, ella debería tener un hogar, un día más para vivir, un funeral.
Pero lo único que podía darle eran mis miedos y mis lágrimas y me despedí de ella con ambos.0
¡Buenas noches/madrugada de viernes!
¿Cómo andan? Pasó mucho tiempo :D desde que yo los leo a ustedes jajaja ¿Qué hicieron en esas semanas?
Yo empecé el gimnasio, me vi con amigos, abrí Twitter y retomé un poco la escritura je.
Leí sus mensajes en los capítulos anteriores y me re alegró que pudieran disfrutar las escenas bélicas o cariñosas... tenía un poco de inseguridades con esas partes, supongo. Estos capítulos son diferentes a los anteriores porque van un poco más tristes... quise hacer una guerra brutal y por eso muere mucha gente inocente...
Yo:
jaja XD
No veo la hora de que Jonás se cruce con los protagonista de "Tu muerte de Abril" (que por cierto la novela llegó a la lista corta de los Wattys), no creo que gane porque la verdad no le di ni una leída desde que la publiqué, pero si lo hace mejor, mejor, super feliz XD
¡Gracias por leer este libro! ¡Les mando un saludo cálido! ¡Feliz viernes y buen fin de semana!
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