Con Gwen fuimos a la clínica y al llegar justo estaban preparando a mi amiga para su trasplante.

—Te deseo mucha suerte, todo saldrá muy bien—le dije entre lágrimas de tranquilidad y gozo.

—Oh, no llores, Jude—me acarició la mejilla con su mano, tan débil como una pequeña rosa marchitándose poco a poco en un jardín.

Asentí y la dejamos ir.

Gwen se fue a casa y yo me quedé en la cafetería durante unas cinco o seis horas. Odiaba este tipo de cirugías, eran larguísimas pero debían tener el máximo cuidado y precaución posibles.

Almorcé y vi a una silueta muy conocida a lo lejos; era Andrew.

Vestía una chaqueta que Royal le había dado y unos viejos jeans. Se paseaba por los pasillos como un gato encerrado en su pequeña jaula.

Pensé en acercarme y saludarlo pero no lo creí una muy buena idea, de igual forma a los minutos se había ido hacia la recepción y después de unos quince minutos salió llorando del local. ¿Qué habría pasado?

Me dirige hacia donde estaba Janice.

—¿Y..?—pregunté con esperanzas.

—Su cuerpo... Su cuerpo rechazó los pulmones. Lo siento mucho, Jude...—sollozó mientras me brotaban unas lágrimas de los ojos y me acerqué para consolarla.

Llamé a Gwen para contarle y comenzó a llorar amargamente.

Me marché caminando a casa al mismo tiempo en que fumaba unos cigarros, uno tras otro sin descanso.

—Lo siento, Royal—pensé mientras miraba hacia el cielo—, fue mi culpa... ojalá nunca hubieras ido al restaurante ese día. De ser así ahora... ahora estaríamos cada una en su casa riéndonos de esto...

Miré mis cigarros y los lancé furiosa hacia un pote de basura. Maldita sea, jamás volvería a fumar de esa mierda...

Pasaron unos días y asistí a su funeral. Era triste ver a toda su gran familia juntos para llorar su muerte pero debía ser así... No, no debía ser así. Se supone que los hijos entierran a sus padres, no al revés. Me fui temprano de este y durante los siguientes meses visité su tumba a diario. Le conté que mi hermana había tenido a su bebé y había encontrado un hombre dispuesto a cuidarlas a ambas. Sí, había sido niña.

En fin, cada día le llevaba rosas blancas, sus favoritas, y le hablaba de mi vida y mis pensamientos sobre todo.

Un día, saliendo de mi casa, me topé cara a cara con Andrew.

— Yo... lo siento Andrew.

—No importa—murmuró mientras se alejaba de mi poco a poco. Yo tampoco quería verle pero quería darle el pésame.

—¡Claro que importa! Murió tu ex y ahora ya no te importa... Eres muy extraño, pero eres mi mejor amigo y...

—Era tu mejor amigo y ella no fue mi ex, fue mi novia—aclaró con la garganta seca—. Déjame, no quiero volver a verte...

Hubo un silencio incómodo.

—No eran novios, de hecho estabas drogado cuando terminaron, idiota—me miró como si no entendiera nada—. ¿Entonces lo sabes..?

—¿Saber qué?—estaba confundido.

—Yo... fue mi culpa que Royal muriera. Estaba celosa y se acercó a mi...—hice una pausa y me miraba asqueado, como si fuera una mierda de persona—, le di a probar los cigarros para desestresarla y... al parecer fumó más de lo que pensé. Yo no quería asesinarla, te lo juro, yo quería ayudarla, en serio...

Se iba a ir pero tomé su mano.

—No te vayas, quiero explicártelo todo...—nos sentamos en el pasto y comencé a contarle toda la historia, desde el principio hasta el final, como estoy haciendo justo ahora...

--------------------

Quiero que sepas, Andrew Gayle, que lo mío no eran celos, sino miedo a que me abandonaras...