4. De las personalidades que se transmiten
—Yuko se cayó mientras corríamos, no es mi culpa—decía Jerry como que queriendo retener sus lagrimas, mientras papito Jerry lo azotaba en la sala con su cinturón, mientras ella llora. Estoy seguro de que papito piensa que ella está llorando porque se lastimó. Y la verdad creo que ella sí se lastimó, pero eso no le importa ahora.
—Tienes, que cuidar a tu hermana, ella es delicada, ya te lo he dicho muchas veces Jerry
—Lo sé, pero no es mi culpa que ella sea tan torpe. Además que me dijo que quería jugar con la pelota.
—Cuando te diga eso le tienes decir que no, ella apenas camina y tú la vas a estar haciendo caer. Eres un hombrecito. Tu deber como hermano mayor es cuidarla.
—¡Eso-so no es ve-verdad, yo me puedo cui-cui dar sola!—. Grita ella tartamudeando como siempre que se pone nerviosa y tambien a ratos no se le entiende lo que habla.
—No molestes, ni sí quiera puedes hablar normal, era que no te haga caso—responde jerry enojado.
—Pe-pero yo sólo quería defenderte—replica ella y le da un golpe en el hombro a Jerry.
—Así, dale hijita, dale uno más fuerte al que te a hecho caer—dice papito justo cuando lo estaba por golpear de nuevo y Yuko retrocede con cara asustada.
—Perdón Jerry, no quería pegarte. Papito no seas malo, le voy a-a decir a papito Max que te riña, bien feo.
—Sí, yo tambien le voy a decir a mi papito Max que me pegaste.
—Sí, vamos Tutu—Agarra la mano de Tutu y la jala a su lado.
—No me digas así, pero bueno eres mi hermana, te perdono—La abraza y la besa en la mejilla—-vamos—Ella asiente y se van juntos de la sala dispuestos a salir por la puerta que está doblando ese pasillo, (por ahí uno sale y puede bajar al departamento del abuelo). En esa esquina yo me escondía y miraba lo que pasaba. Claro, sin intervenir, porque tengo miedo que a mí más me echen la culpa. No sé por qué siempre mis hermanos son así, se pelean y se abuenan con facilidad. Para que no me vean yo corro a la cocina vacía que está al lado de la puerta. La misma distribución tiene el departamento de los abuelos.
—A dónde estás corriendo—una mano me agarra de mi chompita que era de Jerry más antes—Ya te vimos—dice Yuko Ay, que mal.
—Bueno, este. Perdón—mientras miro el piso blanco en la cocina oscura y juego con mis manos nervioso—-. Sabes que cuando se enoja no es fácil ni para mamita Ayumi defendernos.
—Sí, en eso tienes razón, vamos donde el abuelo.
—Está bien.
—Apúrate, nos va atrapar—dice Jerry que abre la puerta y nos salimos dejando a papá gritando sus nombres. Mientras bajamos las gradas de cemento pintadas de rojo con barandas de metal pintadas de azul y celeste. Ese es nuestro recorrido habitual, mientras vemos las paredes que tambien son de color celeste, pero sucio. Ese es el otro color predominante de esa sección de la casa, además de ser de ladrillos y sin fachada por fuera.
Bajamos con cuidado, para que ella no se caiga y justo cuando estamos viendo por la ventana de la cocina de mi abuela que está del lado de una de las gradas que dobla antes de seguir bajando, Bóxer el perro que tenemos estaba yendo a la terraza. Es bien grande y café. A Yuko le da miedo porque papito Max siempre lo anda riñendo y a veces lo pega. Ella piensa que es un perro malo así que cuando lo ve se asusta.
—No te va hacer nada, ya te lo he dicho muchas veces. Además que ya está viejito y no ve bien—le dice Jerry mientras la cubre. Y en definitiva era un perro que se le podía decir Matusalén y según mi abuela era el perro de papito Jerry. Él lo había traído a la casa, bien wawita.
Mi tía tambien tenía su perro que se llamaba Cacho al cual, nosotros no conocimos porque lo habían hecho dormir hace mucho tiempo. Antes de que nazca mi hermano mayor incluso y eso pasó porque a mi mamá no le gustaba el olor de su boca cuando estaba embarazada de Jerry. Lo razón era que a Cacho le había dado una enfermedad que hace que se les pele la piel a los animales. Según mi mamá ella no quería que lo mandaran hacer matar, sino que lo curaran, aunque por eso mi mamita Amelita cada vez que se recuerda del tema nos da entender que nuestra mamá tiene la culpa de haberle quitado lo único que le quedaba de mi tía.
—Está bien, vamos—dice Yuko después de que Bóxer termina de pasar y al llegar al departamento de mis abuelitos. Tutu toca la puerta, aunque sabemos que están ahí porque desde la ventana vimos a la abuela poniendo agua para el té. Nuestra abuela es un tanto estricta y le gusta que nos comportemos bien.
—¿Y qué hacemos ahora?—se pregunta Jerry a sí mismo y entonces Lolo abre la puerta ya que la abuela le dijo segundos antes gritando:—¡Abrí la puerta papito!, seguro son tus hermanos que vienen a hacer alboroto como siempre—. Al parecer él estaba en el living viendo la tv cuando llegamos.
—¡Pasen, no dejen la puerta abierta!—Grita la abuela desde la cocina—.No dejen que el Bóxer se entre.
—No se va entrar—responde Jerry mientras cierra la puerta—. Lo vimos subiendo a la terraza, ¿no ve?.
—Sí, estaba subiendo arriba—decimos al unísono Yuko y yo como si hubiéramos pensado la misma respuesta, eso no me sorprende mucho para ser sincero. Pero ella lo complementa con—: el perro malo—Ahí se cae nuestra casi telepatía, después de todo que seamos mellizos no nos hace un solo cerebro, aunque a veces sé bien lo que está pensado ella y es como que llegara a mi mente como si fuera un teléfono, aunque tambien puede que no oiga nada. No me a pasado eso con otras personas por alguna razón.
Encontramos al abuelo cabeceando en uno de los sillones del living-comedor. Entonces corremos hacia él, lo aplastamos y lo llenamos de besos en sus cachetes rojizos que tanto deseará volver a tener Yuko, pasado unos cuantos años.
—Ay, ay Amelia, unos Kukulis me están comiendo—dice el abuelo como que conteniendo la risa y las ganas de abrir los ojos.
—No somos monstruos—dice Lolo ese rato y él abuelo está aun con los ojos cerrados y dice: — ¿Entonces qué son estas criaturas pequeñas que me están atacando?
—Ay, Max no te hagas como que eres niño, abre los ojos de una vez, que son tus nietos.
—Ay Amelia, aprende a divertirte, que ya pareces una vieja amargada—responde él abuelo que ya abrió los ojos y está haciendo sentar a Yuko y a Lolo en sus piernas, Mientras Jerry y yo nos sentamos ambos lados del sillón para tres personas y abrazamos sus robustos brazos.
—Ay Max déjate de juegos y ve a traer la caldera, que ya está hirviendo—dice la abuela que está sentada en el sillón individual tejiendo y como siempre está con sus lentes grandes y su cabello corto como de hombre. Ella leva sus aretes y su anillo dorado con una piedra roja como siempre.
—Déjame consentir a mis nietos, te vas a volver una achojcha si sigues renegando.
—Seguro que tienen hambre, les voy a servir el té—Nos dice la abuela..
—No tenemos hambre—responde Lolo.
—Claro, tú que hambre vas a tener, si tu papito Max te anda dando de comer a cada roto panes con mantequilla. Mas bien le preguntaba a tus hermanos.
—Pe-pero yo tambien quiero tomar con ellos—responde él con cara triste.
—Sí queremos té—responde Jerry.
—Y qué van a tomar. Tenemos leche, café, té, mate y chocolate—Nos ofrece el abuelo, mientras alza a Yuko y lolo en sus brazos y se levante, para luego dejarlos a ambos en el sillón que se encuentra al lado de la ventana que es por donde nos hace mirar a la jardinera y las gradas de cemento que mi abuelo hizo hacer junto con los vecinos de la zona. Ya que antes sólo era tierra y una subida inclinada y así mismo hicieron empedrar el camino por donde el único transporte que pasa es el minibús #245. Aunque casi nunca salimos sino es necesario, porque creen que Yuko no puede bajar las gradas sola y siempre que salimos a ella la alzan tanto de bajada como de subida.
Ella sí puede bajar, pero se tarda mucha y cuando se apura se tropieza porque no mira lo que pisa, por eso mamita Ayumi siempre le dice que mire por donde va, pero ella se agacha mucho y no puede ver luego lo que hay al frente. Por eso ella la mayoría de las veces tiene que caminar agarrada de dos personas. Ella no es tonta, más bien es inteligente y todos sabemos eso, porque ella sabe bien los números en español, inglés, y japonés, pero solo hasta el 10 y algunos otros números intercalados, aunque en este momento aun tenemos cuatro años y no sabemos casi nada de lo que nos espera.
Así, después de tomar nuestro seudo té, porque nadie eligió tomarlo, ni mis abuelos. Jerry le dice a papito Max que le frote sus piernas que están un poco adoloridas por el cinturón de Papá entonces el abuelo dice:—Pero, va ver ese que es mi hijo, le voy a reñir cuando baje. Ay y su mamá que no está para defender a sus hijos, pero se las va ver conmigo. Espérenme un rato, voy a subir.
—Maxicho tú eras igual cuando estabas joven. Si no te acuerdas ya debes estar chocho—le dice nuestra abuela y prende la tv que está del lado de las ventanas que igual miran a las gradas y se pone a ver la novela de las siete de la noche. La verdad no recuerdo ni el nombre o de que se trataba, creo que era sobre unos vaqueros al estilo mexicano.
Entonces suena el timbre deteniendo al abuelo de ir arriba—Debe ser la Ayumi, voy a ver—. Ahí se dedica a mirar por la primera ventana que está al lado del sillón para tres ya que tambien es la ventana que está arriba de la puerta metálica que da su vista hacia las gradas. Tambien que es la planta baja donde está la habitación del horno y la sala de fiestas.
—Abrime, pá—escuchamos decir a Edguitar tío que está llegando de sus clases en la escuela técnica.
—No me molestes Edgar, para algo tienes llave—le responde.
—Pero, me la olvidé al salir, no seas malo pásame llave aunque sea.
Entonces, podemos escuchar como suena en el piso de cemento unas llaves que fueron lanzadas, pero no por el abuelo, sino que por papá, porque inmediatamente escuchamos al abuelo gritar mientras mira hacia arriba—¡Jerry, pero te la vas a ver conmigo cuando bajes a recoger a tus hijos, cómo pues me los vas a pegar a mis nietos, animal!—. Mientras escuchamos como suena la ventana de arriba cerrándose y la puerta tambien. No sin antes escuchar a Edguitar tío agradecer por la llave.
Después de eso papito Max cierra la ventana, se vuelve a sentar en el sillón y dice: —Trae el Mentisan Amelia, le voy frotar a Jerry con ese ungüento, está en el cómoda del pasillo.
—A caso no puedes caminar, estoy viendo la novela.
—Te la pasas viendo novelas de miércoles y seguro que vas a ver la de las nueve tambien—responde el abuelo mientras va a sacar el Mentisan de la cómoda que está terminando el pasillo que tiene las mismas ventanas por las que se puede ver hacia la ciudad que por la noche resalta con mucha luces que a la lejanía parecen estrellas, pero de colores azules, naranjas, blancas y rojas que tiñen todo cual si fuera un estadio lleno de personas así nos rodea la cuidad y así desde la parte del frente se puede ver igual nuestro sector, aunque es un poco más vacío.
Mamá llegó después, a eso de las nueve y mi abuelo la riñó a ella porque no estaba presente y a mi papá por ser bruto. Nuestra mamá aún estaba estudiando y trabajando esa vez, pero no pudo hacerlo por mucho tiempo ya que nosotros la mantuvimos ocupada y más aun Yuko a quien comenzó a llevar a fonoaudiología y a fisioterapia para que mejorara sus capacidades y yo iba con ella para cuidarla.
A veces mis hermanos y yo, más que todo Yuko nos sentimos culpables de que nuestra mamá no hubiera podido lograr ser farmacéutica o trabajar en algo y ella nos dice que no hay que sentirse culpables y que si bien lo hizo por nosotros, en todo caso ella se siente feliz porque nosotros seríamos su mayor logro según ella, pero hasta ahora no logramos nada de mucha honra o que traiga honor a la familia... Pero ella nos dice que con no ser rateros, asesinos o violadores ya le damos gloria a nuestra propia vida. Aunque a ella tampoco le gusta que estemos sin hacer nada, porque eso tambien cree que es malo.
Tambien que la rutina de Yuko y Jerry ahora es pelear así de esa manera, pero con los años se hicieron aún más dramáticas sus disputas por nimiedades e incluso se lanzan cosas entre ellos, pero igual no mas se olvidan luego o se hacen los que se olvidan. Tambien tendría que decir que si no entienden alguna palabra de las que puse aquí, son libres de preguntarlas.
Aunque mi editor me rogó que no pusiera regionalismos, pero es así como hablan en mi familia. No decían muchos disparate, ya que nuestra mamá es una mujer muy religiosa. Ya que según ella sus bisabuelos de parte de padre eran taoístas y creían en muchos dioses de Japón, pero como su yerno era católico bien creyente de la palabra de Dios les hizo convertirse antes de casarse con la bisabuela y tambien fue quien hizo que no les hablaran mucho en japonés a sus hijos para estar seguro de que no les estaban cambiando las creencias. Así fue como se fueron perdiendo las raíces japonesas de los Kimura, pero nuestra mamá todavía sabe mucho sobre Japón en sí y ella nos enseñó a jugar カクレンボ (Kakurembo). Nosotros le decíamos oculta oculta y lo jugábamos mucho, pero investigando un poco pude ver que no era una juego demasiado inocente como creíamos, sino que era como un ritual japonés. Claro, nadie sospecharía de unos juegos. Seguro, eso pensaron.
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