"Ni tú ni yo, lo podemos controlar"
A las seis en punto, Ryan ya me está esperando en Olas. Es un gay muy guapo. Ryan es del tipo de hombre que las mujeres lo ven y dicen: "Que desperdicio." "Que venga para acá para que vea como le quito las mariconerías" "Que lástima que es gay." Cosas así. Hoy lleva puesto un vaquero azul, medio gastado en algunas áreas y una camisa con cuello de V negra, la cual le hace revelar el tatuaje de tribal que tiene en el brazo. Lleva un recorte muy sensual, al estilo Ricky Martin. Tiene esa sonrisa tan encantadora, de esas que logran conquistar a todo hombre...y mujer. Es tan lindo mi amigo que yo creo que hasta los hombres heterosexuales dudan de su sexualidad cuando lo ven. Mentira, estoy exagerando. No hace más que verme y me rodea en sus brazos, me levanta y me da vueltas. Para complementar huele delicioso, como siempre. Es tan rico abrazarlo después de tanto tiempo. Sentir esos mismos brazos que me rodearon tantas veces para consolarme, calmarme, animarme o para celebrar cualquier cosa. No puedo evitar que se me agüen los ojos. Mi amigo, mi confidente y mi compañero de vida.
― Dios, Kayla estás buenísima. ¿Qué te has hecho? Sin ofender, la última vez que te vi por Skype estabas hecha una mierda.
Oh cómo adoro su sinceridad.
― Algunos toques. Me cambié el color de pelo y me lo corté.
― Vaya, vas a tener que darme el número de ese salón para que me dejen así de fabulosa. Pero yo creo que te están dando algo más para que te veas así de viva― su tono es sugestivo.
Hace un gesto con sus manos: con su mano izquierda hace un círculo con el dedo índice y el pulgar y con la derecha introduce el índice en el círculo de dedos. Ruedo los ojos antes de reír.
― Deja eso― le doy un leve empujón― Tú también te ves bien, como siempre.
― Mentira del diablo.
― No es mentira, si no fueras gay, te llevaría― le digo divertida
― Gracias a Dios que lo soy, canto de asfixiada.
― Zángano.
― Ven que tienes mucho que contarme, nena.
―Primero pidamos un par de margaritas.
― Me encantan tus inicios.
Comienzo a contarle sobre Jonathan, lo de las rosas, los guardias de seguridad. Al principio se lo tomó a vacilón, pero ahora presta mucha atención, no dice nada hasta que yo termino el relato.
― Dios, Kayla ¿y no tienes una foto de él? Estás describiendo el hombre de mis sueños. Así que me haga el sexo en todos lados. No te juzgo por estar tan abrumada y confundida. Es un poco raro, pero está muy interesado por ti.
― ¿Eso crees?― pregunto un tanto inquieta
― Claro nena. Si no le gustaras mucho, ¿por qué se tomaría la molestia de escribirte una carta a puño y letra solo para darte su número? Aunque no puedo decirte a ciencia cierta si es solo sexo o algo más.
― No sabes lo frustrante que es tener un día a un hombre tierno y al otro un cabrón egocéntrico.
― Te entiendo, pero tienes que dejar que las cosas fluyan, pero pon las reglas tú. Que no te controle.
― Él me desarma, pierdo el control... Él me encanta, pero es un misterio. Prácticamente no le conozco, pero todo mi ser vibra por él. Mis partes reclaman que le pertenezco. Invade mi mente todo el tiempo...
― ¡Kayla! ¿Desde cuándo te volviste babosa? Oh, esto es serio. Ese hombre te ha trastocado. No me hablabas así de Saúl.
― No te rías― le digo nerviosa
Levanto los ojos un segundo y mi atención se centra en un hombre con vaquero azul, camisa blanca, músculos definidos... Se voltea y veo sus ojos verdes... ¡No puede ser! No es posible. ¡Jonathan! Jonathan está aquí. Debo de estar blanca como la nieve.
― Kayla, ¿qué te...?
Me llevo los dedos a los labios como señal para que se calle y le volteo la cara para que no mire para atrás.
―Es él... Está aquí.
― ¿Quién? Oh my God.¿En serio?
― Actúa como si estuvieras filtrando conmigo y no te pongas muy gay.
-¿Qué cara...?― su rostro refleja confusión
― Cállate y haz lo que te digo― le interrumpo desesperada
Ryan coloca su mano encima de la mía. Ahora pasa sus dedos en la comisura de mis labios.
― Eres hermosa― dice seductor
No puedo evitar reírme. Qué buen actor es mi amigo. Funcionará porque es como si estuviéramos haciéndonos chistes. Llamo la atención de Jonathan; está mirándome fijamente. ¿Qué diablos hace aquí? ¿Estará siguiéndome? O ¿es pura casualidad? No, las casualidades no existen.
― Kayla, ¿ya puedo voltearme? Estoy loco por ver a ese macho castigador que te trae de cabeza.
― No, no puedes. Cállate y sigue haciendo lo que estás haciendo― le digo entre dientes.
Jonathan está en la barra y no sé porqué, pero se está riendo moviendo la cabeza de lado a lado como en negativa. ¿Qué le causará tanta gracia?
―Bésame― le exijo
― ¿Qué?― pregunta asombrado y aterrorizado
― Que me beses ahora mismo, Ryan― impero
― ¿En la boca?
― En donde sea. La cuestión es que me des un beso― le ordeno exasperada
― Te estás volviendo loca, ¿lo sabías?
Lo miro exasperada. No entiendo porqué, pero quiero darle celos a Jonathan...Con mi amigo gay, ¿en serio? Quiero demostrarle que él no es tan importante para mí como cree que es. Que hay otros que me llevarían a la cama... Aunque sea mentira. Ryan me da un besito cerca de los labios.
― Si sigo con este juego, puede que me quites lo de homosexual.
― ja, ja, ja. ¿De verdad?
― No. Mentira del diablo; me moriré cogiendo.
― ja, ja, ja, ja. No seas tan vulgar, oye.
― ¿Qué? Es la verdad. ¿No es lo mismo chingando, haciendo el amor, cogiendo o follando? Todos llevan a lo mismo. Es el mismo acto, ¿no? Da igual cómo lo diga.
― Buen punto. Te amo Ryan, eres el mejor, lo juro.
No puede ser. Jonathan se dirige hacia nuestra mesa.
― Ryan, Jonathan viene para acá. Actúa normal.
― ¿Cómo...
Y su pregunta se suspende en el aire. Se queda mudo cuando ve a Nathan. Es el mismo efecto que tiene sobre mí cuando lo veo. Ryan me abre los ojos como platos. Inmediatamente sé que quiere decirme que no exageraba cuando le dije que Agosto es hermoso.
― Micawell, qué sorpresa verte por aquí.
― Ya lo creo.
― ¿No me vas a presentar a tu... amigo?
― Oh, sí. Ehh. Este es Ryan. Un buen amigo.
Y le tiro un guiño a Ryan. Debo seguir con el juego de la seducción.
― Mucho gusto― dice Ryan en un tono muy profesional para su estilo.
Es una situación muy incomoda. Demasiado. En primer lugar Jonathan no debería estar parado frente a nuestra mesa, no debería estar usando a mi mejor amigo para darle celos y no debería dejar que el me haga hacer todas estas idioteces. Pero es que es tan...siempre con ese aire, como si fuera el único hombre que puede controlarme y hacerme temblar...Bueno eso es totalmente cierto, pero nadie tiene por qué saberlo. Él debería pensar que no provoca nada en mí en vez de estar consciente de que pone mi mundo de cabezas. Al fin Jonathan rompe el silencio.
― Ryan, hay un amigo mío que te está echando el ojo desde que llegaste aquí. Tal vez deberías tomarte unos tragos con él. Mira, es aquél que está en aquella mesa― su voz suena despreocupada
¿Qué carajos? ¿Sabe que mi amigo es gay? ¡Perfecto! Acabo de quedar como senda pendeja. Monté toda una película para darle celos y el cabrón sabe que mi amigo no es heterosexual. Tengo las mejillas acaloradas. Debo estar como un tomate. Que me trague la maldita Tierra ahora mismo. Carajo.
Ryan también se queda sin habla. Me mira y luego lo mira a él. Dios, estoy muerta del bochorno y no sé que decir.
― Vamos Ryan. Necesito hablar con tu amiga unos minutos. No te preocupes por ella, está en buenas manos.
― Bien, pero cuídamela. Mira que la amo.
― Cuenta con ello. Un placer conocerte.
Le lanzo una mirada a Ryan de esas que si las miradas mataran, sin duda, él estaría tres metros bajo tierra. ¿Cómo me deja en esta situación sabiendo que estoy con el agua hasta el cuello? Sabiendo que no tengo vía de escape. Me las va a pagar.
¿Qué hago? No me atrevo a subir los ojos hasta su mirada. Que horrible situación. Una imagen de mí misma con un sticker en la frente con la palabra "Perdedora" corre por mi mente. Quiero salir de aquí ahora mismo. Jonathan se sienta, cruza sus manos y coloca los codos encima de la mesa. Esto es demasiado, más de lo que podría soportar. Me está dando una mirada de esas que te analizan. Me voy de aquí. Me dispongo a pararme y él en menos de un segundo me agarra el brazo muy fuerte.
― ¿Para dónde crees que vas?
― Suéltame, en primer lugar. En segundo lugar, no tengo porque estar aquí contigo. Me parece que habíamos quedado el viernes.
― Siéntate. Ahora- Su tono es autoritario.
― No me da la puta gana.
― Bien, cómo digas.
Toma mi brazo y en un giro me levanta y me coloca entre sus hombros. Le grito que me suelte y mis intentos por escaparme de sus brazos son nulos. Solo veo las lozas del suelo y todo gira muy rápido. ¿Por qué nadie hace nada por ayudarme? ¿Dónde demonios está Ryan? ¿A dónde me lleva? ¡Que me suelte! Son muchos bochornos por hoy. Este hijo de puta... Le muerdo un hombro tan fuerte como se me es posible. Me suelta. Estamos afuera del establecimiento. No hay mucha gente transitando por la acera. Alexa, mi guardaespaldas ya llegó junto a mí preparada para atacar en cualquier momento. Debería dejarle que ataque al idiota este, pero la miro y le digo que todo está bien. Se marcha al auto de nuevo.
― ¿Qué demonios te pasa cabrón?― mi voz está cargada de ira
― Tenemos muchos asuntos que resolver señorita Micawell. Ha sido usted muy mala el día de hoy― me dice como si se estuviera divirtiendo
― ¿Ah sí? ¿Y eso en qué te afecta? Acabas de arruinar mi cita con mi amigo― digo molesta, pero dos tonos más bajos
― Tu amigo gay. ¿Por qué no me lo mencionaste cuando me dijiste que saldrías con tu amigo? ¿Por qué no me dijiste que era maricón? Nada de esto hubiese pasado. Te habrías ahorrado la escenita tan patética del coqueteo con tu amigo. ¿Qué pretendías con ello? ¿Darme celos?― dice un tanto divertido y también irónico
― ¿Qué? ― pregunto incrédula
Ya no estoy molesta, ahora estoy más que furiosa. La ira recorre mi sangre. Este hijo de puta me descubrió. ¿Qué podría ser peor?
― No te hagas. ¿Por qué la escenita?― su tono sigue siendo divertido y eso me irrita todavía más
― Déjame en paz, ¿quieres?
― No puedo. ¿Qué te pasa conmigo? Admítelo― propone con una maldita sonrisa perfecta dibujada en sus labios
― ¿Cómo sabías que estaba en este lugar? ¿Por qué carajos viniste a dónde mí? La pregunta es: ¿qué puñeta te pasa a ti conmigo? ¿Por qué no me dejas en paz? ¿Por qué siempre vienes a perturbarme la existencia?― siento mi corazón latir fuertemente contra mis costillas. No sé si es por la descarga de coraje o por la respuesta que tendré a estas interrogantes
― Voy despacio. Primero supe que estabas en este lugar porque soy el dueño. Vine porque hubo un problema con la contabilidad, la cual debía resolver. No te dejo en paz porque me enloqueces, porque no te saco de mi mente, porque me volví loco cuando me dijiste que vendrías con amigo. Me dieron celos... Te quiero solo para mí― su voz está pintada de determinación y demanda
Estoy con la boca abierta. ¿Qué digo? Dios mío, ¿sintió celos? ¿Qué es esto? Es el dueño de Olas ¿Estará mintiendo? ¿Lo enloquezco? ¿No me saca de su mente? Él siente lo mismo que yo siento por él. No puede ser... ¿Se lo admito abiertamente? ¡No! Ni siquiera lo conozco bien. Además no le voy a dar el gusto. ¿Y si es un truco para sacarme la admisión? A lo mejor quiere burlarse de mí.
― No sé qué decirte― digo apenas audible
― ¿No sabes qué decir? ¿Acaso no sientes esto? ¿Esto que ni tú ni yo podemos controlar?
A continuación, acerca su cuerpo contra el mío, coloca sus manos en mis nalgas y posa su nariz junto a la mía. Su boca baja hasta mi cuello... Dios, siento como mi control amenaza con esfumarse. Inhala el aroma de mi piel y yo... exploto en deseo. Definitivamente sí siento esto que no puedo controlar.
― Kayla, a esto me refiero.
― No sé a qué te refieres.
― ¿De verdad no lo sabes?
Su mirada se torna salvaje. Oh, oh, ya sé lo que desea... Lo sé porque es lo mismo que yo deseo. ¿Por qué soy tan vulnerable ante él?
Me levanta de nuevo de la misma forma. No debería desear esto, pero sí lo hago. Le hago señas a Alexa para que se vaya a la casa y con las manos le digo que yo la llamaré luego.
― ¿A dónde me llevas?― pregunto con curiosidad y un poco de temor
― A mi auto― responde relajado
― Qué poco creativo eres― digo con ironía
― Tú eres la poco creativa si piensas y esperas que te lo haga dentro del carro.
El misterio hace esto más interesante. ¿A dónde me llevará?
― Te voy a bajar porque parece que tus bragas llaman mucho la atención de los cabrones que pasan. Espero que cooperes y no vayas a salir corriendo. Si lo haces, de todos modos te alcanzaré y el castigo será peor― dice serio
¿Qué? ¿Está hablando de castigo y yo no haré nada? ¿Es normal que un hormigueo recorra todo mi cuerpo hasta mi entrepierna con la palabra "castigo"? ¿Será que mi cuerpo entiende por "castigo" mucho sexo, duro y salvaje? Mmm. Me encanta esa posibilidad. Sea lo que sea lo quiero descubrir. Además, estoy lo suficientemente excitada como para pretender huir y no saciar la sed de él...la sed de Jonathan.
― No lo haré― le respondo
― Qué niña buena. Así me gusta.
― No soy tu hija, por lo tanto, no me hables así porque lo haré y tendrás que correr mucho para alcanzarme
― Hazlo. No me molestaría castigarte más de la cuenta.
Me dan ganas de huir solo para que el castigo, sea lo que sea que implique "castigar" para él, sea más severo. Sinceramente me da curiosidad. Es increíble cómo todo el coraje, bochorno y frustración se ha esfumado en cuanto Jonathan propuso la posibilidad de tener sexo duro y salvaje. Digo, suponiendo que "castigo" implique eso. Debo ser una enferma sexual o algo así... Entonces, ¿todo se resolverá y olvidará con sexo? Mmm. No está nada mal. De verdad que no puedo razonar cuando mi cuerpo desea solo algo en específico. Cuando estoy excitada no puedo pensar con claridad. Solo sé que quiero una cosa ahora mismo: lo quiero a él.
Llegamos hasta su Lexus. Abre la puerta del carro y me dispongo a entrar cuando de repente me agarra por el pelo muy fuerte. Me habla al oído.
―Me parece que a la señorita Micawell le falta aprender unos cuantos modales.
¿Qué? Pero sé que no es una amenaza auténtica. Detrás de esas palabras hay algo realmente sensual y erótico. Me muero por estar a solas con él. Mejor lo cuco un poco:
―Haz tu mejor esfuerzo, te aseguro no lo lograrás― me permito alardear divertida
Ruge en mi oído; el acto provoca que se me erice la piel. No sé de dónde las sacó, pero posiciona mis manos contra mi espalda y me encierra unas esposas. ¿Por qué no hago nada por huir? ¿Está esto bien? No lo debería permitir, pero lo hago.
― Tranquila cariño, no te voy a hacer nada malo. Solo te daré una lección― dice contra mi oído
― ¿Qué te he hecho para merecer una lección?
― Entra sin chistar. Hablamos de eso cuando lleguemos.
― ¿A dónde me llevas?
― Calla o te amordazo― demanda
Quiero retarlo, pero no me agrada la idea de ser amordazada. Jonathan me baja la cabeza y me acomoda en el asiento. Me siento como una delincuente arrestada por la policía. El silencio se instaló en el auto, lo que provoca que me ahogue en mis propios pensamientos. No tengo miedo ni un poco. Solo curiosidad y excitación, dos combinaciones casi insoportables e incontrolables. Me dan ganas de brincarle encima o ofrecerle sexo oral mientras llegamos a donde sea que vamos. Lo deseo tanto y tanto. Dios. ¿Qué me hará este loco? ¿A qué se refiere con castigarme?
El silencio es interrumpido por la música que Jonathan acaba de encender desde el ipod que está conectado al auto. Ohh, reconozco la voz que sale de las bocinas: Bruno Mars. Creo que la canción se titula Locked Out of Heaven. ¿Por qué habrá elegido esa canción? Mientras Bruno canta "your sex takes me to paradaise", Nathan sonríe y comienza a cantarla en voz alta. Dios mío, ¿existirá algo más sensual? ¿Me la estará dedicando? ¡Qué va ser! No quisiera interrumpirlo, pero no puedo estar en silencio un minuto más.
― Así que te gusta Bruno Mars, ¿eh?
― No tanto como tú.
¿Y ahora? ¿Por qué me desarma así?
― Debes estar bromeando...
No dice nada. Your sex takes me to paradaise...
― ¿No crees que es un poco exagerado esto de las esposas?
Como si me fuera a resistir a tener sexo delicioso con él.
― Ehh... Umm. Supongo que dan un poco de drama.
¿Un poco de drama? Pendejo. Ja, ja, ja, ja me río para mis adentros. La última vez que le dije pendejo terminamos matándonos en la parte de atrás de su limosina. Mmm, tal vez debería gesticular el adjetivo en voz alta. A lo mejor termina por hacérmelo aquí y ahora. ¡Kayla Micawell! La única que está actuando como pendeja eres tú. ¿Qué te pasa? Este tipo habla de castigarte, te esposa, te lleva sabe Dios para dónde, te pone canciones que hablan de sexo... Ah no, ni hablar de cómo te trajo hasta aquí: apareció en tu cena, te hizo quedar como estúpida, te levanta delante de todos, luego que te dice que lo enloqueces y que no deja de pensar en ti, te agarra y te ata. ¡Despierta! ¿Por qué mi subconsciente viene a joderme ahora? Ahora que la idea de tener sexo con él me parecía lo mejor de esta noche... Dios, no puedo permitir que me humille más. ¿Quiero esto? ¿De verdad lo quiero? Toda la excitación y diversión se fue al carajo. Demonios.
― Suéltame las esposas, ¡AHORA!― le exijo
― Negativo― niega con la cabeza
― Ya te dije, suéltame― mi voz tiembla
― Y yo te dije que no.
― ¿Te acuerdas la primera vez que estuvimos juntos? ¿Te acuerdas cuando me dijiste que no me harías nada que no quisiera hacer? Bien, no quiero esto― digo con apenas un hilo de voz
Detiene el carro y se estaciona cerca de una vaya. Está muy oscuro afuera. Ahora Jonathan me mira fijamente a los ojos.
― ¿Por qué no?― la pregunta suena más a preocupación que otra cosa
― Porque es humillante. ¿Entiendes? Estoy harta de esto. De tus patanerías, de tu aire de superioridad, de tu egocentrismo, de tus cambios de humor en cuestión de segundos, de que me desarmes cuando te de la gana, de que tengas el control... De todo. Desde que te conocí solo soy confusión y frustración. Un día siento algo al otro día otra cosa. Quiero poner distancia entre los dos, pero a la misma vez te quiero cerca. Odio no tener el control de esto. De no saber qué esperar de ti o que te aparezcas en el momento menos esperado. Me confundes, abrumas... Y lo peor de todo es que me haces experimentar todo esto y ni siquiera te conozco. Y por Dios, ya hemos tenido sexo más de dos veces ―mi respiración es irregular.; la voz se me quiebra― ¿Qué carajos me pasa contigo?
No me contesta. Se acerca y suelta las esposas.
― Kayla...
Me besa. No es un beso desesperado como los que estoy acostumbrada a recibir de él. Es tierno, de esos que contienen los sentimientos que no se pueden expresar con palabras. Le correspondo el beso de la misma forma. Dios, esto no puede ser amor, pues es muy pronto para hablar de ello, ni tan solo deseo sexual... Es... algo más. Algo de lo que no tengo el control. Solo debo dejar que me invada, que me llene, que me caliente... No puedo luchar más contra esto. Jonathan me enloquece, al igual yo a él. Sea lo que sea que sea esto, no lo alejaré. El beso poco a poco enciende la llama del deseo. Lo aparto para verle a los ojos.
― Jonathan...
― Shuhhh. Es mi turno de hablar.
Asiento con la cabeza.
― No quiero que te hagas ilusiones. No soy lo que quieres. No sé lo que siento por ti y en efecto, solo pienso en sexo cuando te veo. Me enloqueces, pero no quiero que vayas a esperar de mí lo que no te puedo dar. No tengo intenciones de llevarte flores, chocolates o escribirte poesía. No es mi maldito estilo. Aún así, no puedo dejar de pensar en ti. Nunca nadie me había parecido tan interesante ni me había impresionado lo suficiente como para tener sexo más de una vez. Me aburro con facilidad. Maldita sea, que no quiero ser tu novio ni nada de eso, pero te quiero cerca de mí.
¿Qué? Déjame analizar esta mierda. No quiere nada sentimental conmigo, pero quiere que esté cerca. ¿Osea que es solo sexo? Más sin embargo, le parezco interesante y le impresiono. ¿Qué demonios? Bueno, de entre toda esta mierda hay algo de lo que estoy completamente segura: ninguno de los dos entiende qué nos pasa el uno con el otro. Entonces, ¿qué se supone que diga?
― No te estoy entiendo del todo. Aja, me quieres cerca, ¿a qué te refieres? ¿A Solo follar y ya?
Termino la pregunta y tengo miedo de la respuesta. Yo nunca he tenido una relación así. ¡Qué rayos si estuve ocho años con el mismo hombre!
― Sí.
― Nathan, yo no soy de ese tipo de mujeres. Nunca he pensado en la posibilidad de tener una relación abierta.
― No puedo darte lo que no tengo. Yo no soy de ese tipo de hombres. No quiero saber del amor ni nada relacionado con las ataduras sentimentales. He olvidado cómo se ama. Yo solo te puedo ofrecer esto.
Nathan me besa desesperadamente. Su lengua invade cada centímetro de mi boca. Me toca los senos, pasa sus manos por mis muslos hasta llegar a mi entrepierna. Un cosquilleo recorre todo mi ser. Ya mi cuerpo entero comienza a desearle. Trato de canalizar mis emociones, pero es imposible. La llama de deseo que hace unos minutos se apagó, se encendió con la misma rapidez con que se esfumó. O tal vez nunca se fue, permaneció en silencio, esperando por el roce de Jonathan. Esperando por esas manos expertas que ya conocen mi cuerpo bastante bien, lo suficiente como para hacerme vibrar. La llama estaba ahí escondida esperando por esa lengua que todo lo posee, que todo lo recorre dejando a su paso un camino de fuego ardiente. Nunca se esfumó y nunca lo hará porque mi cuerpo siempre responderá a su tacto. Mi cuerpo reconoce que cuando él se acerca, en cualquier momento se quebrará y le invadirá ese éxtasis que lo libera de sí mismo. Creo que podré aceptar su propuesta. Una aventura capaz de llevarme al cielo y al infierno al mismo tiempo. Deseo estar con él y él conmigo. ¿Qué más? Me dejaré llevar por este deseo irracional. Ya no es una llama lo que recorre por mi cuerpo, es el mismísimo infierno ardiendo en mí. Lo deseo aquí y ahora. Una ferocidad incontrolable se apodera de mi ser y en este momento, me coloco encima de él. Él en el asiento del carro y yo encima de él moviéndome a un ritmo lento y preciso. Siento su bulto en mi entrepierna. Eso es suficiente para hacer que mi alma se moje. Le coloco los brazos por detrás de la cabecera y lo beso mientras continúo con el ritmo. No hay palabras, solo lenguas, movimientos y jadeos. Dios, me voy a quebrar encima de él. El roce de su bulto en mi entrepierna hace que pierda el control por completo. Voy rápido, más rápido... Me voy a venir encima de él. Me gusta. Me encanta. Jonathan saca al aire mis senos y estos también se unen al ritmo de mis movimientos. Ahora me agarra por la caderas y comienza a moverme mucho más rápido. Me da una nalgada y yo gimo. Que excitante. Que me de más duro. Como si hubiera leído mi pensamiento, comienza a darme palmetazos, uno detrás del otro. Me voy a quebrar en mil pedazos. Su mirada es salvaje, disfruta de mi placer. Me muerde un pezón y el dolor es delicioso. Mis sentidos se alejan y yo me voy con ellos. El éxtasis me invade de una manera salvaje, deliciosa y gloriosa. Mis piernas comienzan a temblar. Todavía la sensación de placer no me ha abandonado del todo. Jonathan tiene dibujada una sonrisa pícara en su rostro y me contagia. Me río. Definitivamente sí puedo sostener solo una aventura con él.
― Señorita Micawell, supongo que está de acuerdo conmigo.
― Señor Agosto, supongo que está usted en lo correcto.
― Perfecto. Ahora vamos al lugar que te quería llevar desde un principio. Me debes un orgasmo.
― Me parece justo.
Y nos reímos. Ahora que nuestra relación tiene la etiqueta de "Relación abierta complicada", me siento más tranquila. Por lo menos, ya sabemos lo que queremos. Bien, él quiere sólo sexo, pues yo también. Mi subconsciente trata de joderme otra vez. Escucho cómo me dice que esto puedo ser peligroso y puedo salir lastimada, pero no me importa. Seré capaz de tener una aventura y no mezclar sentimientos. Es solo sexo... solo eso.
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