
Capítulo ocho: No es de Dios
Se supone que me dirigiera a Ocean Park para mi encuentro con Nathan, pero no me pareció justo. Así que lo dejé plantado y fui a casa de Ryan para contarle lo sucedido. Cuando llegué me acordé que hoy le darían radioterapia. Me regañé a mí misma, ¿en dónde tenía la cabeza? Él me lo informó ayer justo antes de irme de su casa. Bufé. Le envío un mensaje rápido diciéndole que Fernando regresó a España y que estaría unos días sin él. Luego de hacerlo, regreso a mi apartamento, y aquí estoy, con una enorme caja de chocolates Godiva, que compré en Plaza las Américas cuando venía de regreso, mantecado, con el pijama puesto y viendo otra vez la cuarta temporada de Once Upon A Time. Esta serie salió hace algunos años atrás, pero nunca me canso de ella. Así que, cuando quiero, pongo capítulos al azar y me siento a disfrutarla. Debo añadir que Garfio me trae enamorada desde el comienzo de la serie... Estoy tan sensible que lloro cada vez que Emma y él se besan. Tengo un vacío en mi interior enorme. Pienso en el rostro de Fernando y me duele muy profundo. Se fue enojado, sin despedirse... ¿Habrá llegado bien? Miro la hora; sí, ya tuvo que haber llegado a España. ¿Le envío un mensaje? Debería dejar mi orgullo y hacerlo; de todos modos es por mi culpa su actitud y todo lo que está pasando... Le envío un rápido mensaje por WhatsApp, pues aparece en línea.
— Espero que hayas llegado bien.
Mi corazón se encoge cuando aparecen las dos flechas azules. En un momento dado apareció arriba la palabra "Escribiendo...", pero no llegó nada. Espero unos minutos y no hubo respuesta. Ya no está en línea...
Ahora pienso en Nathan, ¿qué pensará? Lo dejé plantado; eso de seguro lo puso furioso... Bloquee su número en mi iPhone y por eso no he recibido ni llamadas ni textos de él. Necesito tiempo a solas para pensar y comer más chocolates y mantecado.
Luego de cuatro capítulos, miro el reloj y ya son las siete. Reviso mi celular y no tengo ningún mensaje de Fernando. Suspiro. Llamo a Pizza Hut; no tengo ni una pizca de ganas de cocinar. Juro que la depresión acabará con mi figura. Me levanto para ir a bañarme antes de que llegue el delivery. Ya en la ducha dejo que el agua caliente recorra mi cuerpo. Me lavo la cabeza. ¡Qué bien se siente! Me quedo bajo el agua un buen rato... Ya no me quedan lágrimas, pero sigo experimentando ese dolor en el pecho que casi no me deja respirar. Tienes que decidir... Te vas a quedar sin la soga y sin la cabra... Las palabras de Ryan martillean en mi cabeza, esta me va a explotar... De momento escucho el timbre de mi apartamento sonar. Maldición, se me pasaron los cuarenta minutos en la ducha. Salgo a toda prisa y envuelvo mi cuerpo con la toalla. Salgo a toda carrera para la puerta. No puedo esperar para saborear la pizza.
—Voyyyy— grito mientras corro hacia puerta—. Disculpe es que...
Las palabras se suspenden en el aire cuando me encuentro con unos ojos que tienen un verdor hermoso. Nathan está recostado en el umbral de la puerta con la pizza en sus manos, mi pizza. ¿Qué rayos? Tiene una sonrisa burlona en los labios. Iba a articular palabra cuando de momento se endereza y se queda idiotizado mirándome de arriba a abajo. Dios mío, estoy en toalla.
— ¿Qu... Qué haces aquí?— tartamudeo y me odio por eso.
Sin que me diera tiempo de reaccionar, tira la caja de pizza y me carga en sus brazos, como muchas veces lo hizo. Tira la puerta y yo grito y pataleo.
— ¿Qué te pasa? ¡Suéltame!
— No cariño, no me lo pidas cuando vienes y me recibes en toalla. Me vuelves loco. Ah por cierto, hoy te portaste mal. Hay que darle una buena lección a la mujer que se atrevió a dejarme plantado.
Me da una nalgada, y eso, en vez de enojarme, logró excitarme... Sí, yo Kayla Micawell, estoy completamente excitada. Maldición.
Nathan me tira en la cama y ya me despojó de la toalla. Dios mío... Jonathan está hecho una fiera salvaje... Está completamente excitado. Sin pensarlo se quita la ropa de prisa. Padre querido, él sigue siendo un maldito dios sensual. Su miembro está totalmente erecto. La boca se me seca... ¿Está a punto de pasar algo de lo que me arrepentiré? No, ya no hay tiempo para razonar. Nathan está enfrente de mí y me da esa mirada que siempre ha logrado sacar toda la lujuria que hay en mí. Ahora él toma con sus brazos mi cintura y me levanta. Me pega a la pared... Sin pena ni gloria se introduce en mí. Grito al sentirme tan profundamente llena. No me dolió, pues estoy más que lista. Jonathan ruge en mi oído y eso me prendió en fuego. Pegada a la pared me penetra con fuerza, agresividad... sin piedad. Pongo mis brazos alrededor de su cuello, pero él me lo impide y posiciona mis manos arriba de mi cabeza pegándolas también a la pared. Dios mío, me voy a partir aquí mismo. Él sigue castigándome duro y salvaje. Grito, digo cosas sin sentido... De momento me separa de la pared, sigue dentro de mí... Me tira otra vez en la cama y en un movimiento muy diestro me pone en cuatro... Solo segundos estuvo fuera de mí, otra vez me penetra... Y yo ya no soy racional... Me hala por los pelos y me susurra al oído
— Sigues siendo mía...
Ya está... Mi cuerpo no aguanta más... Me voy a quebrar... Todos mis sentidos se van... Salgo de mi cuerpo...
Grito con mucha fuerza... Jonathan gruñe y también se viene conmigo en el viaje placentero...
Nos tumbamos en la cama respirando agitadamente; él boca arriba y yo boca abajo. Me volteo temblorosamente. El sudor me recorre por el cuerpo; creo que necesito una ducha. No quiero verle a los ojos, no después de esto.
— Kayla...
— Cállate. No digas nada...
— Te has venido de una manera deliciosa.
— Te dije que te callaras— le lanzo una almohada.
— Mírame— él voltea mi rostro con sus manos—. Te deseaba tanto, Kayla.
Mi estómago se contrae cuando nuestras miradas se sostienen.
— ¿Por qué? ¿Por qué nunca respetas mi decisión cuando trato de poner distancia entre los dos?
— Porque es absurdo que vivamos separados...
— ¿Dejaste a Alejandra?
Toma un suspiro y dice:
— Sí.
Fue un gran impacto para mí esa respuesta.
— ¿Qué?— grazno delatando el gran impacto que produjo haber escuchado esa respuesta.
— Sí. Lo hice ayer... Traté de seguir con la farsa, pero no pude más y le dije que lo nuestro no iba a funcionar. Se volvió loca, pero lo superará.
— No lo puedo creer.
— Kayla, no puedo vivir y pensar que estás aquí, tan cerca... Traté de darte espacio para que me buscaras por tu propia cuenta, pero sabía que no lo harías... Tenías que saber que estoy dispuesto a todo por ti.
— Estoy tan confundida...
— ¿Estás enamorada de él?— me pregunta con la mandíbula apretada.
— Yo... No lo sé. Pensaba que no, pero cuando él se fue hoy, mi corazón se quebró...
Jonathan tensa la mandíbula aún más.
— Te voy a conquistar... Te voy a recuperar. Dios mío, me vuelves loco. Te quiero mía. Solo mía.
Se hizo un profundo silencio. No me salían las palabras... Él tomó la palabra de nuevo.
— Quiero pasar estos días contigo... Lo necesito; no me lo niegues.
Su mirada está cargada de mucho ruego.
— ¿Qué dices?
— Sí... El tipo ese no está, podemos vernos sin problemas...
— No estoy entendiendo...
— Dame estos días para convencerte de elegirme a mí. Por favor.
Todo esto me ha dejado helada. No sé qué decir... Él la dejó y yo no soy capaz de hacer lo mismo... ¿Acaso estoy enamorada de Fernando? Siento algo tan profundo por él, pero también está Jonathan... Y también siento por él algo muy grande.
— Está bien...— digo realmente asustada y no muy convencida.
— ¿Está bien qué?
— Sí... Quiero que estos días a tu lado me convenzan sobre todo... Quiero asegurarme de no tener la más mínima duda acerca de ti o de Fernando.
— Al finalizar la semana me elegirás a mí...
Tomo un suspiro y el corazón me duele cuando pienso en Fernando, pero Jonathan tiene razón; al finalizar la semana tendré que tomar una decisión.
Luego de unos cuantos minutos, miro a Jonathan y este me mira con ternura...
— Nathan, me voy a bañar de nuevo.
— ¿Nos bañamos juntos?
— No papito, usted va a llamar de nuevo a la pizzería y pedirá otra orden. Que si antes de haberme prácticamente violado tenía un hambre salvaje, imagínate ahora. Quiero pizza y es ya.
— ¿Sabías que no cuenta como violación si te dejas? ¿Y si caliento la que se calló en el suelo?
— Creo que ya me lo habías dicho una vez... Y no, ¿te volviste loco? La quiero calentita acabada de hacer, no recalentada.
— Pues llamo y te alcanzo. Prepara el jacuzzi.
Me levanto y Nathan me da en el trasero.
— Aush, te voy a acusar de violencia doméstica.
— Hazlo, pero sé que en menos de dos minutos retiras la denuncia; te encanta este tipo de maltrato.
Y me tira un guiño. Dios, me voy a derretir ante esa sonrisa de medio lado.
Esto no es de Dios...
NATHAN
Kayla devora la pizza como si no hubiese comido en años. Sonrío porque realmente se ve encantadora.
— Vamos a un Red Box a alquilar una peli— sugiere Kayla poniendo los ojos como cachorrito.
— ¿Cómo negarme cuando me lo pides dándome esa mirada con esos ojos hermosos?
Kayla se levanta de un brinco y añade:
— Perfecto, voy a cambiarme. Espérame aquí.
Y se dirige a la habitación con un pedazo de pizza en las manos. Muevo la cabeza en negativa, esta mujer come con cojones; se comió seis pedazos ella solita. Increíble. Me encuentro solo en el sillón... Tomo un suspiro y Alejandra viene a mi mente. Realmente estaba fuera de sí cuando la dejé...
Alejandra está dando vueltas como loca por toda la habitación. Creo que habla con la decoradora acerca de la boda. Sí, nuestra boda. "Mi amor, ¿qué opinas de estos platos?"Mi vida, mañana vamos por la prueba de sabores de bizcochos." "¿Ya hiciste los votos?" "Cielo, la lista va por 300 invitados."... "Mi amor" "Mi amor" ahhh... Siento que voy a explotar. No sé cómo, pero mi grito mental se exteriorizó. Alejandra me mira con los ojos como platos. Me da esa mirada que claramente dice: "¿Qué carajos te pasa?"
— Hablamos luego, Marisol— cuelga la llamada y me mira perpleja.
— ¿Qué carajos te pasa Jonathan? Estaba hablando con la decoradora.
Siento el pecho apretado... No puedo permitir que esto continué. Es inútil que siga con las mentiras y engaños...
— ¿Jonathan? Jonathan, háblame.
— No puedo seguir con esto.
— ¿De qué hablas Jonathan Agosto?— me mira horrorizada.
— Alejandra yo... Yo no te amo. Yo... No quiero casarme contigo y lanzarme a una vida sin sentido, a un matrimonio que nos hará infeliz a ambos. Perdóname, pero ya no habrá boda, ni votos, ni decoraciones... No habrá nada porque en esta boda falta lo más importante; mi amor por ti.
— ¿Qué estás diciendo? Jonathan, tú fuiste el que me pediste que nos casáramos. Antes estabas seguro de esto... ¿Qué...?
Alejandra endereza su postura y me mira amenazante.
— ES POR ESA PUTA, ¿VERDAD? ¿Ah? Esa... Esa tipa con su regreso te confundió...— Alejandra está gritando como loca.
Decido que no habrá más mentiras.
— Nunca la dejé de pensar o extrañar...
— Entonces, todo este tiempo me has estado mintiendo... Todo este tiempo...
Alejandra tiembla de rabia. Antes de que hable de nuevo, yo lo hago:
— Sí, te quise de una manera especial... Y créeme seguirás siendo alguien sumamente especial en mi vida. Estuviste ahí cuando más lo necesitaba. Fuiste la mejor asistente que tuve... Y me consta lo mucho que me amas, pero no te mereces que yo esté a tu lado si no siento lo mismo...
— Eres un maldito cabrón de mierda. Dime, ¿qué pasará cuando la puta esa vuelva a abrir las piernas y luego se arrepienta y te abandone? Dime, ¿qué harás cuando elija a su novio, que de seguro lleva más tiempo que tú conociéndola? ¿Ah? Dime ¿qué pasará cuando vuelva a pasarle algo y decida largarse y dejarte, en vez de permitir que la ayudes? ¿Cómo es posible que me cambies por alguien que prefiere alejarse de ti cuando pasa por situaciones lamentables? Ella solo está contigo en los momentos de estabilidad... Ella solo está para que te la tires, no para tener una relación en la que se está en las buenas y en las malas. Ella no está como yo lo estoy para ti...
Sus palabras pican un poco dentro de mí, pero no son del todo ciertas... Kayla es una mujer frágil, y su ignorancia le hizo pensar que lo mejor era irse...
— Tal vez tengas razón, pero si pasa todo eso que dices, eso no cambiaría el hecho de que no quiero pasar el resto de mi vida contigo.
Fueron las palabras más crueles que he pronunciado en mi vida, pero es la única manera en la que ella entenderá.
— ¿Y todo este tiempo juntos? Es que no puedo creer lo cabrón que eres...
De momento Alejandra parecía poseída y comenzó a lanzarme cosas al azar; un florero que había en la coqueta, velas aromáticas, candelabros...
— Lárgate maldito hijo de puta... Cobarde... Mentiroso...
Esquivo todos los objetos y voy rumbo a la puerta, antes de abrirla le digo:
— Lo siento mucho.
— Ahórrate las disculpas— me grita Alejandra hecha un mar de lágrimas.
Veo que me lanzará con algo de cristal y me apresuro a salir de allí. El objeto da un fuerte golpe en la puerta ya cerrada... Después de escuchar cómo los vidrios se rompían, lo último que escucho son los sollozos de mi exasistente, y ahora mi exprometida.
— Jonathan, ya estoy lista... ¿Estás bien? Te fuiste en un viaje— Kayla me saca de mis cavilaciones.
— Sí...
Al verla tan hermosa como siempre, dándome esa perfecta y preciosa sonrisa, supe que había tomado la decisión correcta...
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